El debut muy arriesgado de Daniel Tornero, con brillante montaje de Nila Núñez y Meritxell Colell, en una película que no dejará indiferente a nadie

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3 Mar 2024
Carlos Loureda
the nest

Es imposible no reconocer la valentía del cineasta al lograr rodar junto a su familia (padres, hermanos, tíos y primos) sobre el hecho más traumático de toda su existencia: la detención y condena de su abuelo por abuso de menores e intento de secuestro, en el no man’s land que representa el tiempo de espera, ante la resolución judicial final de la última apelación existente para este caso.

La película empieza casi en la oscuridad, como merecía el asunto que se va a abordar, para intentar iluminar, poco a poco, los sentimientos encontrados, contradictorios y, por momentos, desgarradores, de todas estas personas. Su dolor, su incomprensión, su sorpresa o sus cuestionamientos se renuevan y afloran ante las preguntas de unos y las respuestas de otras.

Casi podría decirse que el talentoso cineasta ha dividido su historia en tres partes. En la primera se muestra la imposibilidad que toda la familia tiene para poder asimilar y otorgar otro papel al que siempre había sido un abuelo distante o un padre ausente, al menos, emocionalmente. Pasar de abuelo a delincuente, o saltar del ámbito familiar a la comisión de un supuesto delito, no es una barrera que se sortee con facilidad.

Daniel Tornero, siempre en un equilibrio inestable, mantiene primero la distancia necesaria o, al menos, requerida para filmar esta situación. Evidentemente, su situación como nieto, hijo, y al mismo tiempo, cineasta, es tan delicada como frágil. En un brillante giro de guión decide implicarse y aparecer, con un alarde de generosa sinceridad, como, lo que de verdad es, parte integrante de esta explosiva situación.

La segunda parte, con la presencia y las intervenciones del imputado y condenado, si bien pendiente de apelación, justificando sus actuaciones, buscando respuestas que no puede concretar o evadiendo, simplemente, las preguntas, es otro de los momentos fuertes y perturbadores de la película.

Y el final, con esa inteligentísima explicación de Saturno, que da título a la película, por parte del padre del cineasta, constituye el bálsamo necesario de un film que cree en el cine como mecanismo de sanación y de reflexión.

Daniel Tornero, en su debut cinematográfico apuesta fuerte (muy fuerte) y sale airoso con un Saturno que no dejará indiferente a nadie. Mención especial merece el milimetrado montaje de Nila Núñez y Meritxell Colell (tan brillante montadora como cineasta) que aporta la respiración necesaria a un material tan sensible y explosivo.

Sección Oficial Documentales/Largometrajes – 27ª Edición del Festival de Málaga        


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