La película más imaginativa, queer, arriesgada, fluida y libre que se haya rodado en nuestro país desde hace mucho tiempo.

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28 Nov 2023
Carlos Loureda
the nest

El universo cinematográfico se podría dividir en dos: los cineastas que creen en la narrativa y los que se centran en la imagen. Aunque parezca extraño, raramente coinciden en una misma persona. Lo que diferencia al tándem de cineastas formado por María Royo y Julia de Castro es que ellas creen, sin límites y ciegamente, en ambas.

A lo que añaden otra característica, poco habitual, de estos tiempos: la fe inquebrantable en la inteligencia del público. No lo acompañan de la mano, de manera infantil, en cada fotograma, sino que le otorgan el espacio propio que siempre ha de tener: el de ser protagonista de la proyección cinematográfica.

Partiendo de un homenaje otra película de culto, Corridas de alegría, de Gonzalo García-Pelayo, cuarenta años después las cineastas filman un retrato de una generación muy distinta a la del director.

En On the go, Milagros, la protagonista interpretada por Julia de Castro, desea ser madre, y su amigo, Jonathan (un inmenso Omar Ayuso, espectacular en su papel) desea a todo el mundo, se cruzan con una mujer oriental que afirma ser una sirena. Los dos amigos emprenderán un viaje iniciático, en forma de road movie, con los consiguientes problemas que acarrea estar acompañados por una sirena angloparlante, en el territorio con más horas de sol de toda España, Andalucía.

Una trama alocada, mucho más cercana a Blake Edwards y Howard Hawks de lo que parece (de hecho, podría ser una versión actualizada en forma de Los señoros las prefieren fluidas), aborda, a nivel argumental, cómo se pueden construir hoy las relaciones sentimentales, tanto con 20 años como con 40, de qué manera recrear una familia a partir de los amigos o cómo abordar la maternidad cuando el reloj biológico empieza a ser demasiado sonoro. En definitiva, cómo vivir hoy en día nuestra existencia.

A nivel cinematográfico, las cineastas utilizan los 16 mm con absoluta maestría, prácticamente, filmando todas las escenas realizadas en una sola toma. El poder de la imagen del cine en este formato nos envía a Paul Morrissey, la factoría Warhol… O hasta, Russ Meyer, solo que, por fin, en femenino, queer y plural.

Las directoras tienen la capacidad de crear icónicas imágenes que perduran en el tiempo, simétricas y divididas por la mitad, como para anunciar la dicotomía permanente de nuestras indecisiones y nuestras dudas. Momentos inolvidables, casi alucinógenos con imágenes psicodélicas o, todo lo contrario, etéreas y espirituales como las de la hipnótica creadora escénica, Patricia Caballero, en la escena de Paloma en el Palomar, en el que se recrea una nueva maternidad-sororidad.

Hay otro elemento apasionante, en forma de metáfora, en la trama del film: el pez cebra. Uno de los animales más utilizados en investigación biomédica porque su genoma, uno de los más secuenciados, es similar al del humano en un 80% y posee la capacidad de regenerar sus órganos.

Quizás la última cuestión planteada en esta película sea si, algún día, nosotros lograremos reconstruir nuestro corazón cuando nos lo rompan las vicisitudes de la vida. O quizás, no tenga absolutamente nada que ver.

La virtud más deslumbrante de On the go es que cada espectador decide lo que quiere ver y acaba las historias de cada personaje, bajo sus propias referencias, en la película más imaginativa, arriesgada y libre que se haya rodado en nuestro país desde hace mucho, pero que mucho tiempo. Con premio en el festival de Locarno, selección en festivales de los cuatro rincones del mundo, distribución en Francia, en Alemania… en el extranjero ya la han descubierto.


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