Pocas veces un montaje del director se convierte en un producto de masas, pero… ¿podría ser cine de autor ‘La Liga de la Justicia de Zack Snyder’?

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7 May 2021
Manuel H. Martín
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“Compartir lo que amas y lo que te ha inspirado”. Así defiende Scorsese en un reciente artículo el apasionado trabajo en el mundo cine, ya sea como creador o como cinéfilo. Todo cineasta suele ser un buen cinéfilo, un espectador que crea y se nutre a partir de lo que ve.

Y qué mejor forma de nutrirse que hacerlo a través de una cuidada programación, esa labor fundamental en festivales o en canales especializados de cine. Un trabajo que, a veces, puede resultar similar al que se hace con los libros o los cómics, en lo que respecta a las líneas editoriales.

Para realizar cualquier programación, en cine o televisión, resulta fundamental el trabajo especializado de los gestores de contenidos. Gracias a ese trabajo, no solo se proponen títulos variados a los espectadores, sino que se posibilita que los autores puedan seguir creando obras dentro de la industria audiovisual. Sin embargo, el panorama está cambiando debido a los supuestos algoritmos que, a partir de  análisis y estudios de los consumidores, pueden ofrecer y programar contenidos.

Cierto es que los algoritmos no tienen sensibilidad humana, pero también debemos reconocer la subjetividad que implica cualquier criterio, tanto a la hora de programar obras como a la hora de realizar una crítica o valorar un premio. Las modas, al fin y al cabo, han sido caldo de cultivo de toda producción artística a lo largo de los tiempos, en cualquier formato y presupuesto.

Aunque podamos estar de acuerdo con algunos de los comentarios del espectador cinéfilo más tradicional, quizás no todo sean tan blanco o negro. Bien es cierto que el cine, como parte de la sociedad en la que vivimos, se ha polarizado. Cine muy comercial o cine de autor de línea muy dura.

Cine industrial de autor

A excepción de pequeños milagros populares, cada vez es más escaso el cine industrial de autor, término acuñado por determinada crítica cinematográfica hace años y que me parece tremendamente adecuado para definir a un tipo de cine que se mueve en un terreno difícil, pero al que el tiempo, más allá de las modas, suele tratar muy bien.

Hablamos, puede que con aroma de nostalgia, del cine que en los años 70 encumbró a muchos de los referentes del cine actual y marcó a una legión de creadores posteriores. Hablamos de cine industrial con estupendos resultados en taquilla y gran acogida por parte de la crítica. ¿Tendría una obra maestra como El padrino (Francis Ford Coppola) tanto éxito o taquilla como la que obtuvo en 1972? Seguramente no.

Aunque posiblemente se hubiese estrenado como una serie de prestigio en alguna de las plataformas. ¿Acaso no podemos comparar su calidad, a nivel de historia y personajes, con Los Soprano o The Wire? Una de las posibles respuestas, para aquellos que amamos el cine en pantalla grande, puede resultar dolorosa. Podríamos citar más series o miniseries televisivas de enorme calidad, con personajes y tramas que conectan con espectadores que no se sienten meros consumidores.

‘Parásitos’ (Bong Joon-ho)

Relatos que sorprendan

Siguen existiendo espectadores deseosos por descubrir relatos que les sorprendan, tan ajenos a la misma historia de siempre de buenos que salvan el mundo como a los relatos o personajes distantes con los que es imposible dejarse llevar. El reciente éxito de Parásitos (Bong Joon-ho) demuestra que el cine de autor industrial popular y de calidad es posible. Aunque seguramente, hubiese sido una película invisible para muchos sin los reconocimientos y premios o incluso no se hubiese realizado acudiendo a modas o estudios de consumo.

En nuestro contexto actual es patente que cada día resulta más escaso ese cine industrial de autor, que bien puede representar un cine de clase media, sin prejuicios, con enorme vocación de público, pero teniendo en cuenta la visión personal del autor. Hablamos de un cine de arte (pero no de ensayo) industrial que asume ciertos riesgos e intenta sobrevolar el territorio de la complacencia.

Cine de superhéroes… con personalidad

Dentro del género de superhéroes, resulta aún más difícil encontrar obras con personalidad propia. Esto se debe a la naturaleza de los personajes protagonistas, propiedad de unas editoriales con enorme control de sus iconos y que, además, forman parte de un complejo conglomerado de empresas y productos varios.

Además de las películas, existe todo un “universo” de merchandising alrededor de los personajes. Tomar riesgos en contenidos de superhéroes no parece uno de los principales objetivos de las editoriales y empresas de contenidos.

Aparte de la esfera empresarial, está el estrato cinematográfico. Todavía hoy existe crítica y público que piensa en el género como algo puramente infantiloide, dejándose llevar por prejuicios sin haber echado antes un vistazo a lo que lleva años ocurriendo en algunas viñetas. Destacados cómics como Watchmen, El regreso del caballero oscuro, Batman: Año Uno, La broma asesina, Superman: identidad secreta, Rising Stars, El viejo Logan o Daredevil: el hombre sin miedo, entre muchos otros, demuestran que los superhéroes pueden ser personajes con historias tan complejas como las de una tragedia griega.

En los citados títulos comiqueros ocurre algo similar al cine industrial de los setenta. Se trata de obras en las que las editoriales se han abierto a autores, guionistas y dibujantes, muy capaces de romper los moldes de un material popular.En el mundo audiovisual, especialmente desde el estreno Batman (Tim Burton) en 1989, los superhéroes han ido tomando cada vez más protagonismo, en distintas versiones y formatos, pero moviéndose, a excepciones, en dos bloques.

En uno de esos bloques, el mayoritario, podemos encontrar una apuesta firme y comercial por la franquicia continua de los personajes, que ha desembocado en los actuales desarrollos de los universos de Marvel (en Disney +) y de DC (en HBO Max). En el otro bloque, el minoritario, podríamos encontrar obras con aroma de cine industrial de autor, con directores que reinterpretan a los icónicos personajes con cierto sello más personal.

El bloque mayoritario supone un trabajo artesanal y continúo donde cada día se producen obras con más calidad técnica y artística. El bloque minoritario ofrece obras con resultados muy desiguales pero que no suelen dejar indiferente al espectador. Aquí podemos encontrar desde el culmen del subgénero de superhéroes, la trilogía de Batman de Chistropher Nolan, pasando por el crepuscular western de ciencia ficción El viejo Logan o los ejercicios con barroco diseño de producción -donde podemos debatir si estamos ante obras cargadas de originalidad o excentricidad- como las dos entregas de Batman dirigidas por Tim Burton, la Trilogía de Spiderman de Sam Raimi (Spiderman) o las incursiones de Zack Snyder (Watchmen o Batman vs Superman). Éste último precisamente es el encargado de hacerse cargo de La Liga de la Justicia, película que se ha convertido en un curioso fenómeno de análisis.

El origen de La Liga de la Justicia

Antes de adentrarnos al análisis de la película, recordemos su origen. El proyecto de llevar a cabo La Liga de la Justicia ha estado rondando la mente de muchos creadores del séptimo arte. Antes de Zack Snyder, George Miller (autor de Mad Max: Furia en la carretera) estuvo a punto de conseguirlo. Pero el proyecto tuvo que cancelarse por problemas de presupuesto y la huelga de guionistas de 2008.

Los estudios no desistieron en la idea, menos aún tras el éxito de crítica y público de El caballero oscuro de Christopher Nolan. Pero Nolan tampoco era una opción para reunir al grupo superheroico, con su visión realista y terrenal de Batman, en la que no tenían cabida seres con poderes y orígenes extraordinarios.

El elegido para llevar a cabo la hazaña heroica fue Zack Snyder, que había dirigido Watchmen en 2009 y al que había sido confiado para revitalizar a Superman con Hombre de acero en 2013. Antes de La Liga de la Justicia, Snyder presentaría a Wonder Woman junto a su nueva versión de Batman en Batman v Superman: El amanecer de la justicia en 2016. En todas estas producciones se aprecia el universo visual del director con elementos propios: el barroquismo formal, la fotografía de contrastes con claroscuros marcados, el toque electrónico en la música o el juego de velocidades de cámara.

Un estilo oscuro

El estilo de Snyder, especialmente en las últimas producciones, tiene muy presente la oscuridad, aunque más de cara al exterior que en lo que respecta a los conflictos internos de los personajes. El estilo Snyder es muy reconocible, tiene defensores y detractores sin un claro vencedor, ni en crítica ni en taquilla. Prueba de ello es que Batman v Superman: el amanecer de la justicia, película previa a La Liga de la Justicia, no obtuvo el rédito esperado. Y, a pesar del resultado, el estudio siguió confiando en Snyder.

La producción comenzó a rodarse, pero el destino aún deparaba contratiempos. Una tragedia personal hizo que Snyder se apartara del proyecto. Entonces, los ejecutivos optaron por Josh Wedon que, pese a firmar como guionista y no como director, influyó bastante en el resultado final de la película estrenada en 2017. La apuesta de Wedon fue aplicar la “fórmula” y emular su éxito de Los Vengadores de Marvel. La fórmula no funcionó, ni por la naturaleza del proyecto, ni por los personajes, ni por el tono. Estrenada en 2017, La Liga de la Justicia se convirtió en una de las películas más difíciles de visionar de los últimos años.

La visión o versión de Snyder quedaría olvidada. O eso pensamos. Poco tiempo después, ocurre algo inaudito. Gracias al apoyo de los fans de los personajes de DC y al propio director, se anuncia The Snyder Cut que posteriormente pasará a llamarse La Liga de la Justicia de Zack Snyder. Además, se consigue un presupuesto extra para que el director pueda terminar su visión para estrenarla directamente en HBO en 2021. Llegados a este punto, ¿podemos considerar La Liga de la Justicia de Zack Snyder como cine industrial de autor?

Más allá del hype

Tras su visionado, y sobrevolando el hype alrededor de la película, es cierto que La Liga de la Justicia de Zack Snyder es superior a lo que vimos en 2017. El relato es coherente a nivel estético, a excepción del discutible formato 4:3, la trama se entiende perfectamente y hay buenos aciertos. El villano, Steppenwolf, ha sido mejorado con una visión más agresiva y la par sensible (lo mejor de la función es su rostro de cordero degollado cuando habla con su amo Darkseid). También hay más juego para los secundarios: Cyborg, el mejor personaje de la película que encarna a una especie de frankenstein moderno, y Flash, con alguna que otra escena antológica.

Sin embargo, la nueva versión de la película llega algo tarde y no ofrece nada realmente nuevo o impactante al público más generalista, ni siquiera el Joker de Leto en ese largo epílogo final. La película no tiene un villano tan potente como el Thanos de Infinity Wars, tampoco juega con interesantes elementos del thriller moderno como El Caballero Oscuro o Capitán América: Soldado de invierno, no contiene la violencia trágica y crepuscular de Logan ni unos efectos visuales tan logrados como las últimas producciones.

Más allá del fenómenos fan, quizás a la película le falten elementos para atrapar a los espectadores menos comiqueros, acostumbrados a otros tonos “adultos”, como los de las series The Boys o Watchmen (una serie que, por cierto, huye de la traslación casi literal que hizo Snyder y da mucho juego al universo del cómic original).

Calidad en todos los formatos

Hay que reconocer que el fenómeno alrededor de la película deja abiertas muchas preguntas y posibles análisis, más allá del amor/odio hacia la obra o de la simplicidad al polarizar entre cine o televisión. La realidad nos muestra que podemos encontrar calidad en todos los formatos, independientemente de sus medios o duraciones, lo mismo que lo hacemos en novelas y relatos cortos, singles y composiciones, cómics seriados o novelas gráficas.

Nadie puede discutir que La Liga de la Justicia de Zack Snyder es un evento, incluso un fenómeno sin precedentes: pocas veces un montaje del director se convierte en un producto de masas. Incluso, habrá quienes duden si realmente La Liga de la Justicia de Zack Snyder es una obra audiovisual con cierto toque personal o un producto hecho a medida de los fans sin apenas riesgo real.

Decía Scorsese que hacer cine es algo así como “compartir lo que amas y lo que te ha inspirado”. Es lo que, nos guste o no, ha hecho Zack Snyder con su película. Una obra que vuelve a presentarse, en un formato diferente, y lo hace porque ni al público ni a la crítica le convenció aquella versión estrenada en 2017. Puede que el futuro no sea tan oscuro como el traje de Superman en la versión de Snyder. Quizás sea un síntoma de una nueva esperanza, de nuevos tiempos para las obras audiovisuales. Nuevos tiempos para la lírica, por encima de los algoritmos, las fórmulas y las modas.


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