Mezclando géneros bajo un lúcido análisis social, Francisco Javier Gutiérrez, uno de nuestros cineastas más internacionales, firma un elegante wéstern de autor

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27 Nov 2023
Carlos Loureda
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El festival de Sevilla parece ir desvelando pistas sobre sus próximas ediciones. La sección Panorama Andaluz con 19 propuestas, radicalmente diferentes entre sí, muestra la diversidad y pluralidad de un cine que no conoce limitaciones de contenidos ni esquemas organizativos preconcebidos.

Si existe una nota que puede unirlos es la utilización del costumbrismo de la región, como punto inicial de partida, para reconstruir imaginarios actuales desde géneros no habituales por estas latitudes.

Un buen ejemplo de ello sería Una noche con Adela, de Hugo Ruiz, bajo forma de trepidante thriller que usa la venganza como motor narrativo. Francisco Javier Gutiérrez va más allá aún en La espera, al mezclar lo fantástico, que siempre ha manejado con virtuosismo, con el más americano de los géneros, el wéstern.

Si bien no cabía duda alguna sobre este cineasta en cuanto al género fantástico, la gran sorpresa final ha sido la elección y tono principal de la película. Francisco Javier Gutiérrez filma un implacable wéstern inmersivo, en el que se siente correr el sudor, se sufre un calor infernal y se espera con impaciencia por dónde aparecerán los indios.

Nada mejor que escoger el pasado para hablar del presente. Con una trama situada en los años 70 (momento en el que la sociedad bascula hacia el ultraliberalismo individual), en la que un matrimonio guarda la finca de caza de un gran terrateniente andaluz, la película podría situarse a finales del siglo XIX en pleno Oeste americano (época en la que se instaura el capitalismo de unos pocos privilegiados). La espera es el complemento ideal de una sesión doble, junto a First Cow, de Kelly Reichardt, para explicar en imágenes las teorías económicas imperantes del último siglo y medio.

Con brillante lucidez el cineasta mezcla el análisis económico con el social, en un momento en que los miembros de una sociedad, basada en una masculinidad violenta y no comunicativa, también tendrán que adaptarse a los nuevos valores que no tardarán en aparecer.

Víctor Clavijo, el actor protagonista, está inmenso en el papel de este guarda perdido entre opciones que atentan contra sus valores y la posibilidad de mejorar su situación económica. Un hombre ‘de los de antes’, incapaz de expresar sus sentimientos a su pareja, aunque sea lo que más desee en este mundo. Un guarda (curiosa la coincidencia de carácter con otro personaje de esta sección, el mayoral de Animal Humano) que cede a la tentación y tendrá que sufrir sus consecuencias.

Para ello, el director elige el género que mejor expresa ese cambio de paradigma: el terror en forma de género fantástico, sucio, sangriento y maléfico (lo inesperado, por muy imposible que parezca, acaba por convertirse en realidad).

La genialidad de esta película, verdaderamente independiente, es que se puede disfrutar en muchos niveles. Cada espectador se puede dejar llevar por la autenticidad de este wéstern, en el sentido más literal de la palabra, crepuscular porque retrata un tiempo en decadencia, y/o adentrarse en su lúcido análisis socioeconómico del sangrante paso de una época a otra.


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