Primera película de María Arrillaga concebida bajo el brillante dispositivo de cadáver exquisito, que apela a la imaginación del espectador.

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12 Mar 2023
Carlos Loureda
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En el trillado mundo del documental de las personalidades célebres, léase escritor, cineasta, cantante… lo habitual es que se configure de una manera bien rodada y formateada. Un repaso histórico, por lo general cronológico, del celebrado u homenajeada por el séptimo arte, en la que vamos descubriendo sus logros, paso a paso, desde el desconocimiento general hasta el extático ardor del público. Bajo la citada forma este subgénero de documental se asemeja, en la mayoría de las ocasiones, a las medievales hagiografías sobre santos y despierta el mismo interés.

Por suerte, María Arrillaga huye de la facilidad y se lanza a la verdadera creación cinematográfica con su ópera prima, Ida Vitale, sobre la poeta uruguaya de 99 años, galardonada con el Premio Cervantes, en 2018 (término empleado en la sinopsis, aunque, personalmente, me gustaría utilizar poetisa, para aprovechar una de las pocas ocasiones en la que nuestra lengua imaginó que las mujeres también podían ser creadoras).

La cineasta concibe un brillante dispositivo, transformado en gran pantalla en cadáver exquisito que apela a la imaginación del espectador. Para contarnos a Ida Vitale parte del caos del universo y se refugia en el único orden irrebatible: un alfabeto. Frente a la resonancia de las palabras se conjugan las imágenes de la poeta-poetisa-poetotal, en un periplo por la vida que lleva a la escritora a desgranar sus ideas, al mismo tiempo que el espectador comparte la experiencia sensorial de esta jovencísima de 99 años, deslumbrante de humanidad y luminosa empatía.

El resultado es una pieza audiovisual que celebra, engloba y transmite lo que, quizás, Ida Vitale ha impulsado durante todo un siglo: vivir con una mirada analítica, impregnada de la poesía de los instantes en que nos sentimos vivos, o percibir la poesía desde lo efímero del análisis, siempre variable, que nos inculca la existencia.

Solo las grandes cineastas, como Laura Hojman o María Arrillaga, no nos presentan a sus personajes detrás de una lente que los deforme. El logro de ambas cineastas consiste en que permiten al público transformarse en protagonista. Ser, incluso, María Lejárraga o Ida Vitale mientras vemos sus películas. Y lo bueno es que la experiencia es tan adictiva que el espectador quiere prolongarla después de la proyección. Ida Vitale es una película para vivir, no solo para ver.

A título de ejemplo (se debe ver antes la película para poder comprenderlo), tras disfrutar de esta magnífica película estoy íntimamente convencido de que la gran araña del jardín de Ida, la araña madre, no murió de vejez. Se mudo a un jardín desde el armario del hotel en el que vivía, cansada de ver bailar a las perchas cada vez que un huésped regresaba a su hogar. Allí tejió una gran telaraña, la firmó con su nombre y se inmovilizó, en el mismo centro de la red, para que el colibrí supiese que es posible detener un perpetuo aleteo. Aunque solo sea durante un segundo en la vida.

Documentales Pases Especiales – 26ª Edición del Festival de Málaga  


Un comentario sobre “Ida Vitale, brillante ópera prima sobre la poeta uruguaya, Premio Cervantes (2018)

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