Andreas Desen hace historia en la Berlinale con From Hilde, with Love, adentrándose en el inexplorado terreno de la resistencia antinazi: esa minoría de hombres y mujeres que, por dignidad, alzaron la voz contra los abusos, agresiones y crímenes del totalitarismo alemán

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23 Feb 2024
Alejandro Ávila
the nest

¿Cuál es el precio de plantarle cara a los monstruos?

¿Es una derrota o una salvación?

¿Estamos solos y debilitados o, al unirnos, nos hacemos más fuertes y poderosos?

From Hilde, with Love (Andreas Desen) plantea todas estas cuestiones, transcendiendo su superficie de melodrama histórico alemán, y convirtiéndose, por derecho, en un hito del cine germano.

Más allá de casos excepcionales como Los piratas de Edelweiss (Andreas Schilling) o  Jojo Rabbit (Taika Waititi), la historia del cine se ha resistido a divulgar la insurgencia contra el nazismo.

¿Acaso su lucha no tuvo un valor, una dignidad, un alto precio que pagar? ¿Acaso no se llevó a cabo en un clima extremo de opresión e ideologización? ¿Acaso, por ser una minoría, su insurgencia no tuvo un valor histórico y moral?

Ni a los ganadores ni a los perdedores de la guerra parece haberles interesado mucho contarlo: a unos porque desmontaba la base de su propaganda y a los otros porque aún tenían los uniformes militares colgados en el desván.

Pero los tiempos han cambiado y cineastas veteranos como Andreas Desen le han perdido el miedo a su pasado más ignominioso. Y es justo ahí donde radica el gran valor de la película: dignifica esa resistencia democrática que luchó con valentía, plantó cara al totalitarismo y se zafó de la alienación que supuso la vulneración sistemática de los derechos fundamentales.

Desen dota de carne y hueso a los héroes de la Orquesta Roja, grupos antinazis apoyados por la Unión Soviética, que se atrevieron a alzar la voz contra las agresiones, violaciones y asesinatos de sus líderes y conciudadanos.

Como bien explicó Hannah Arendt, en su célebre teoría sobre La banalidad del mal, el exterminio nazi no se apoyó sobre los hombros de superhombres nietzschanos ni en musculados villanos jamesbondianos, sino sobre los de criaturas grises, débiles y estultas. Meros funcionarios, insignificantes ruedecillas dentadas que, al girar por la inercia del sistema, fueron partícipes de uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad.

Desen tiene el valor de recordarnos que, frente a la inmoralidad de esa mayoría que se dejó arrastrar, hubo una digna minoría que le plantó cara al nazismo: mujeres como Hilde y hombres como Hans, que dieron su vida por demostrar que la dignidad humana no es una cuestión numérica, sino moral.

Su esencia más valiosa.


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