Justine Triet, virtuosa en el conocimiento del cine, recurre a todos sus recursos para rodar la película más altamente adictiva del año

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24 Sep 2023
Carlos Loureda
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Justine Triet, la cineasta francesa coronada con la última Palma de Oro del festival de Cannes, ha sabido reunir en su cuarta película los ingredientes, justos y necesarios, para lograr tal hazaña.

Una escritora alemana en un país extranjero, casada con un francés, y padres de un hijo ciego, se enfrentan a una tragedia. El marido fallece y las circunstancias de su muerte obligan a abrir una investigación policial.

Bajo la simplicidad de una trama recurrente del cine negro, la directora despliega su buen saber para mostrarnos lo mismo de siempre, de una manera totalmente distinta. Todo ello recurriendo a las bases mismas de la cinematografía. Por desgracia, algunas de ellas frecuentemente quedan en el olvido. Hoy en día se ruedan miles de películas, pero muchas de ellas no son cine.

La realidad frente a la verdad

En la actualidad todos somos conscientes de que tener acceso a la verdad constituye una de los actos más difíciles y heroicos. El camino hacia ella está repleto de falsas informaciones, opiniones contradictorias e intereses de todo tipo que manipulan, falsean, deforman u obvian ciertos hechos para presentar la realidad que conviene a cada uno. Con la osadía de hacerla variar, una y otra vez sin la menor vergüenza, si los intereses particulares cambian.

Por ello, la cineasta acierta de pleno con la selección del género para encuadrar su historia. El cine de drama judicial o thriller legal triunfa en pantalla en periodos convulsos y de incredulidad de los espectadores frente a una realidad difusa. Lo que explica el éxito de los True crime, en formato series. Y en la época de nueva posmodernidad, aún por establecer, la directora no ignora la duplicidad de los sentidos. La caída del título se puede referir tanto al desplome de su marido al vacío como al final de su relación conyugal y afectiva.

Muestra de la vitalidad de este género en Francia no es de extrañar que los grandes premios hayan sido para Saint Omer: el pueblo conta Laurence Coly, de Alice Diop (2022), El proceso Goldman, de Cédric Khan (2023) o la de Justine Triet. Y no solo francesas, recordemos que el año pasado Argentina, 1985, de Santiago Mitre (2022) se llevó el premio del público del festival. ¿Le tocará este año a Anatomía de una caída? Posibilidades tiene y muchas, pero también otra firme candidata que le pisa los talones, La memoria infinita, de Maite Alberdi (de la que hablaremos mañana).

El poder de las imágenes  

Frente a un universo de pantallas múltiples, de formatos diferentes y modos de recepción de las imágenes siempre cambiantes, Justine Triet no duda en jugar con el medio que mejor las reproduce: el cine. En Anatomía de una caída conviven diferentes tipos de ellas, reales e inventadas, recordadas o grabadas, cámaras del proceso, reportaje de televisión, reconstrucción infográfica (hasta las de una vidente, con irónico sentido del humor) … Todas en un determinado orden y progresión, para ir aportando, u oscureciendo, la resolución final, porque la ficción puede destruir la realidad.

En el cine es tan importante lo que se ve como lo que no se muestra. Como lo es el silencio en la música. Consciente de este inmenso poder del séptimo arte, frecuentemente olvidado, la cineasta nunca facilita al espectador lo que quiere ver, pero sí se preocupa de poner en imágenes las versiones parciales (las que cuentan al jurado cada uno de los protagonistas).

Finalmente es el espectador el que tiene el papel de decidir qué imágenes son verdaderas y cuáles son inventadas o sentidas de esa manera, pero evidentemente, subjetivas. Justine Triet, con una fe sin límite en la inteligencia de la sala, coloca al público en el papel del verdadero juez de este proceso. Por tanto, también protagonista del hecho de ir al cine y formar parte activa de una proyección.

El juego de la imagen y el sonido

Centrados como estamos en un mundo invadido por esta infinita pléyade de imágenes, el toque final era utilizar otro de los recursos con los que cuenta el cine y que no suele explotarse al límite de sus posibilidades. Una proyección es un conjunto de imágenes, pero también de sonidos. Depende de la fuente de la que provenga el sonido, su gramática, lectura y comprensión es muy diferente en cine.

Justine Triet utiliza con maestría los distintos sonidos y escoge milimetradamente sus fuentes, a lo largo de todo el metraje. Desde la primera escena, una canción que suena en bucle, es el aviso de que algo va a pasar y de que algo ya ha ocurrido en esa casa. Esa música nos habla tanto del presente como del pasado. O en otra de las escenas claves del filme, escuchamos las frases de alguien por la boca de otro de los protagonistas (no damos más detalles para evitar cualquier spoiler).

Esta puesta en escena sonora junto a la sabia utilización de las diversas imágenes crea un artefacto explosivo, de altísima adicción, que convierte Anatomía de una caída en una de las películas más apasionantes del año. En ella, todo detalle es importante y las discusiones de los espectadores sobre si el incidente ha sido suicidio u homicidio se prolongarán durante horas.

Al final, como siempre en las salas, la trama puede que sea lo menos importante. Lo evidente es que Anatomía de una caída se ha realizado como una lección magistral sobre cómo utilizar todos los recursos que el cine, el verdadero y más puro, dispone al alcance de todos los cineastas.

Perlas – 71º Festival de San Sebastián


2 comentarios sobre “Anatomía de una caída o cómo conquistar una Palma de Oro en tres pasos

  1. Hola me gustaria saber quien es el autor de la cancion que suena en lal película. Es la cancion que escucha el marido cuando trabaja en el ático, me gustó mucho y quiero encontrarla.
    Gracias.

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