En ‘Viaje al cuarto de una madre’, Celia Rico construye la amorosa relación entre una hija y una madre dispuesta a ampliar su universo. Un universo que podría ser el de cualquiera de nosotros

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3 May 2020
Manuel H. Martín
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¿Cuántas veces habéis escuchado la expresión “lo que sufre una madre”? Más allá de los conceptos de género, lo cierto es que hay una conexión biológica entre cada uno de nosotros, seamos hombres mujeres, con nuestras madres, y viceversa. 

Hemos estado en sus vientres durante meses… ¡hemos estado dentro de ellas! Su vientre ha sido nuestro primer hogar y es nuestra formación como seres humanos antes de gritar y llorar para salir a este mundo. Eso, si lo piensas bien, es fuerte. Así que es lógico que cuando estemos con nuestras madres nos sintamos como en casa. Lo mismo ocurre con algunas películas, especialmente aquellas que remiten al hogar, a la amistad o a la familia, como es el caso de Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico.

Celia Rico, directora y guionista de Viaje al cuarto de una madre, forma parte de una nueva generación de cineastas andaluces. Con su primera y estupenda película consiguió en 2019 el reconocimiento con el Premio Kutxaban Nuevos Directores en el Festival de San Sebastián y cuatro nominaciones a los Premios Goya. Con todos sus méritos y reconocimientos, Viaje al cuarto de una madre es un luminoso hito para el cine andaluz, como en su momento lo hicieron Solas, de Benito Zambrano, o La Isla mínima, de Alberto Rodríguez, entre otros muchos.

Una hija y una madre

La trama de Viaje al cuarto de una madre nos cuenta la historia de Estrella (Lola Dueñas), una madre, y Leonor (Anna Castillo), una hija, que viven juntas en la casa del pueblo y se están preparando para un nuevo cambio en sus vidas. En ese hogar hay vida, aunque aún se respiran los restos de un reciente duelo. Deducimos que hay un proceso, especialmente en la madre, no superado y aceptado: el fallecimiento de su marido y padre de Leonor. 

Entre madre e hija hay una relación estrecha y cariñosa, con cierta dependencia emocional (natural, pero no tóxica). Esa cálida relación no puede evitar que aparezca el sutil conflicto: la hija, con cierto temor, quiere dejar el nido y la madre no quiere quedarse sola. Madre e hija compartirán inquietudes y miedos ante el nuevo mundo que se les presenta delante. La película, tomando una senda costumbrista y con un tempo pausado, hace que la trama avance centrándose, especialmente, en el universo cotidiano que es la casa de una madre.

El desarrollo de la película tiene en su ADN una historia de superación personal, un viaje desde dentro hacia fuera donde, partiendo de un conflicto tanto para la madre como para la hija, se nos coloca principalmente en la piel de Estrella, la madre. Una vez que se produce la partida de Leonor, podríamos pensar que aquella mujer no va a levantar cabeza.

Nuestros prejuicios ante este tipo de dramas nos preparan para lo peor… Sin embargo, ocurre lo contrario: la mujer se levanta cada día con más fuerza, eso sí, poco a poco, con pequeños pero importantes pasos. Como el comedido ritmo de la película, todo se produce sin prisa, pero sin pausa.

Momentos sutiles

Con sutiles momentos y escenas, Viaje al cuarto de una madre nos hace participar del renacimiento de Estrella, que se abre a la vida, a la gente, a la tecnología (maravillosa escena la del móvil) y que, incluso (no lo llegamos a ver pero lo intuimos), parece abierta a la posibilidad de volver a amar. Cuando la hija, Leonor, vuelve a casa, como el turrón por Navidad, se da cuenta de que Estrella, su madre, ha cambiado. 

Estrella, ella misma sin ayuda de nadie, ha tomado las riendas de un enorme viaje de aprendizaje: no es que se haya acostumbrado a vivir sola, sino que prefiere hacerlo. La mujer quiere y necesita vivir su espacio y su momento. Si el viaje para la hija, Leonor, ha sido madurar, el de su madre, Estrella, ha sido diferente, pero complementario. Al fin y al cabo, nunca dejamos de crecer y aprender. Y Estrella, en su camino, vuelve a sentirse viva, rejuvenecida y menos dependiente emocionalmente.

Una película llena de detalles

La película de Celia Rico está plagada de multitud detalles que nos recuerdan, especialmente aquí en Andalucía, a nuestros tiempos mozos. Todo comienza en una mesa de camilla en la que están sentadas una hija y una madre viendo la tele juntas. Eso ya son palabras mayores. Se inicia la película y dices: ¡empezamos bien, me siento como en casa!

El mayor mérito de la película, en la que la sutileza y la naturalidad caminan juntas, es tomar el drama de forma precisa y necesaria, dejando lejos el tremendismo y la tragedia. Con momentos tristes pero también alegres, como la vida misma, Viaje al cuarto de una madre es un honesto y agradecido ejercicio cinematográfico cargado de aire fresco

Fuera de fórmulas, parece que la frescura y la naturalidad se han convertido en característica común en algunas recientes óperas primas, desde Viaje al cuarto de una madre pasando por Carmen y Lola, de Lucía Etxebarría, o La inocencia, de Lucía Alemany. Nos encontramos ante tres grandes óperas primas, con tres miradas femeninas y conflictos muy universales. En cualquiera de las tres, grandes películas con su particular mirada de cada directora, podemos sentirnos identificados, independientemente de que seamos hombres o mujeres, con lo que pasa delante de nuestras retinas. 

Todos tenemos una madre

Viaje al cuarto de una madre puede que sea la más unisex de las tres, en el sentido de que todos tenemos una madre. Tras su visionado, da igual el sexo que tengas, no puedes dejar de pensar en que eres un hijo (o una hija) y que el relato te ha puesto, durante unos minutos, en el pellejo de una madre. A lo largo de su metraje no paras de pensar en el sacrificio constante que han hecho por nosotros, “en lo que duele un hijo”, como decía mi abuela, o en lo que han sentido cuando estamos lejos de ellas. 

Con la película, sentimos lo mucho que nos han dado, pero también aprendemos a tener más claro que nuestras amadas madres son mujeres que no siempre deben estar a nuestra disponibilidad, ni mucho menos. Ser madres no es más que una parcela de sus vidas, ellas también tienen un enorme universo más allá de nosotros, sus hijos. Porque, como le pasa a Estrella, nuestras madres, como mujeres, tienen mucha vida que descubrir por delante. Eso sí, de Estrella, como de nuestras madres, siempre podemos aprender. 

Viaje al cuarto de una madre es un homenaje a los hogares de los que hemos despegado para volar y a los que hemos vuelto, también, más de una vez, para preguntarnos quienes somos y hacia dónde vamos. ¿Cuántas veces hemos acudido a nuestras madres en nuestros momentos más oscuros para apoyarnos y aprender de ellas? Una madre nunca tirará la toalla, de ellas siempre podremos aprender, las veces que sean necesarias, a renacer una y otra vez desde dentro. Por eso, siempre que podamos, hay que celebrar el Día de la Madre… ¡viva la madre que nos parió!


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