El cineasta andaluz Mateo Cabeza acaba de ser preseleccionado para los Premios Goya con su corto ‘Paraíso’, una obra sobre el amor paternofilial en la que la verdad brota con una fuerza desgarradora y luminosa

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26 Nov 2020
Alejandro Ávila
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Una situación cotidiana, pero excepcional. Un padre y un hijo que comparten largas horas de soledad, en una habitación de hospital. Y, en el centro, una verdad que brota con una fuerza desgarradora, mientras la cámara del cineasta Mateo Cabeza está lista para captar una esencial universal.

Paraíso acaba de ser preseleccionado como mejor corto para los Premios Goya. El siguiente cribado serán las nominaciones, pero, hasta entonces, Cabeza ya ha logrado el Premio Asecan Julio Diamante del Festival Alcances de Cádiz.

Tras aprender de maestros como Ricardo Íscar, Jose Luis Guerín, Victor Erice o Nicolas Philibert, Cabeza ha destacado con obras como Que nadie duerma o Paraíso, con una mirada y una voz propias en el panorama de jóvenes talentos del cine documental español más independiente.

¿Cómo surge la oportunidad de rodar Paraíso?

Todo comenzó con una pulsión por adentrarme en el Hospital Infantil Virgen del Rocío, me interesaba que fuese un único edificio dedicado por completo a la salud infantil. Para ello, me hice voluntario en acompañamiento familiar y animación infantil y estuve yendo durante un año a diario. Es un trabajo personal muy complicado porque requiere mucha fuerza emocional y empatía con el entorno. Con el tiempo, conocí a Ahmed y Taha y se creó un vínculo muy especial entre nosotros. Tienen una relación especial que hay que compartir y por eso decidí filmarla.

-Sin saber árabe, ¿cómo logras conocer su historia e interactuar con ellos?

Al principio a través de Taha, el hijo, que algo de español sí que sabía. Con Ahmed, el padre, fue más difícil, ya que no dominaba el idioma, pero teníamos una buena conexión y junto al lenguaje no verbal podíamos entendernos de una u otra forma. Es interesante este punto, el del lenguaje no verbal, ya que guarda relación con el cine que trabajo, a priori más alejado de la historia verbal y sí atraído en los detalles del entorno que no se ven o resaltan a simple vista, lo cotidiano en sus infinitas formas. Tengo la sensibilidad de captar su potencialidad para luego llevarlo a la pantalla.

¿Cómo preparaste la grabación? ¿Fue complicado lograr los permisos para rodar en un hospital?

Me centré en la habitación como espacio de rodaje, pero no por limitación, sino por sentido narrativo, es lo mismo por lo que no quería centrarme en la enfermedad de Taha u otros problemas porque no era relevante para el tema principal de la película, e incluso podría ser una distracción. A la hora de pedir la autorización sí que tuve que tocar varias puertas e insistir en ello, fui muy persuasivo, pero nada nuevo con todo el trabajo que ya llevaba realizado durante un año. No te voy a engañar, tuve momentos que dudé en conseguirlo, pero al final me lo concedieron y ese mismo día planté mi cámara en la habitación. Empezó siendo una película de los tres, yo salía en cámara, había que normalizar la “nueva” situación con el dispositivo presente. Con el tiempo me fui retirando hasta quedarme junto a ella.

Para llegar al clímax es necesario tener un trabajo personal con los protagonistas que filmas, hay que ser paciente

La grandeza del corto es alcanzar a ese clímax único y sublime, lleno de verdad y cinematografía. ¿Cómo llegaste a él?

Es a lo que llamo plano revelación, se te muestra el verdadero tema latente de la película, frente al tema que uno pueda percibir o idealizar sin haber visto la película. Durante todo el film pasamos por distintos niveles de emotividad mientras empatizamos con los protagonistas hasta llegar a dicho plano. Es un momento que conecta con un dolor real, profundo, paterno y universal, al que a nadie, viva donde viva, le dejará indiferente. Para llegar a ello es necesario tener un trabajo personal con los protagonistas que filmas, hay que ser paciente con ellos y con uno mismo, y muy importante, apasionarte de lo que filmas, así cuando vean la cámara te verán a ti y actuarán como tal frente a ella, y por ende será transmitido al espectador. Puede parecer fácil así descrito, pero entiendo la complejidad que supone, son ya varios años de trabajo que llevo realizado y eso no se adquiere en la escuela. Eso es aprender a filmar la vida.

¿Cuáles son los referentes a los que acudes para hacer un cine tan arriesgado, tan personal, como el tuyo?

Pues tengo un amplísimo espectro fílmico tanto en documental, ficción o experimental, pero también bebo de otras especialidades artísticas u otras ciencias. Soy muy inquieto, todo forja lo que filmo y cómo lo filmo. Nunca me decanté por seguir las sendas de algún autor en especial, me guío por el sentido común, tengo libertad en el proceso creativo, cada película que realizo es un trabajo de elaboración personal y cada una tiene un mayor nivel de profundidad y complejidad, me fascina la vida real. Mis películas son una escuela de modestia, siempre estoy al servicio de las personas que filmo. Aunque honestamente es duro y agotador, ya que yo mismo hago todo el trabajo en solitario.

Cada película que realizo es un trabajo de elaboración personal y cada una tiene un mayor nivel de profundidad y complejidad, me fascina la vida real

¿Eras capaz de mantener la distancia con los personajes de tu historia?

Es difícil, ya que entras en una relación que va más allá de lo profesional. Se crea un pacto, pero difícil de limitarse a lo profesional, también es natural, ellos te abren su alma al ser grabados en momentos de profunda intimidad, la responsabilidad ética y de respeto tiene que estar a la altura de las circunstancias. Al final se crea un vinculo familiar temporal que te marca de por vida.

¿Has seguido en contacto con ellos?

Hace poco estuve hablando con ellos. Ya por fin viven fuera del Hospital, en una casa que les ha conseguido la Asociación Sevilla Acoge, a los que hay que reconocer la inmensa labor social que realizan en nuestra ciudad, así como los voluntarios de las Asociaciones de Andex y Prodean o los sanitarios y equipo médico con los que compartí mi tiempo en el Hospital. Somos muy afortunados, comparado con otros países.

Te abren su alma al ser grabados en momentos de profunda intimidad

¿Qué ha significado para ti un premio en un festival tan especial como Alcances, que mima tanto ese cine con menor difusión comercial?

Alcances es tan especial como lo es Cádiz. Mientras que en otros festivales siempre me sentí como un extraño para mí Alcances desde el 2014 se convirtió en mi cita obligada de cada año, crean una cercanía entre los cineastas y espectadores que muy pocos festivales consiguen, es una experiencia muy valiosa, muy humana y yo como creador y espectador valoro el sentido artístico y pedagógico que transmiten.

 


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