Las voces de los cineastas más radicales e inventivas continúan en el Festival de Sevilla la excelente calidad de la cosecha de cine español de este año, con títulos como 7 Jereles, 21 Paraíso, H, Inmotep, La mala familia, La piedad o Polaris

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10 Nov 2022
Carlos Loureda
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Gonzalo García Pelayo, uno de los agitadores culturales más importantes y necesarios con los que cuenta este país, se lanzó en 2022 al proyecto de El año de las 7 películas. Por cierto, alguien nos tendría que explicar la razón del apego de los cineastas andaluces por el número 7. Este mismo año, Alberto Rodríguez, tras 7 vírgenes y Grupo 7, estrenó su séptima película, Modelo 77, en la 70ª edición del festival de San Sebastián.

El proyecto de García Pelayo se amplió a 10+1 películas. 9 las ha dirigido personalmente, otro en codirección con Pedro G. Romero y la número 10+1 es Arde!, de Paco L. Campano. Propongo que se nombre heroína del año a la titánica Pilar Campano, productora ejecutiva, por llevar a buen puerto tal hazaña cinematográfica.

Siete Jereles es la séptima de la serie. Si con Nueve Sevillas sorprendieron al público, con Siete Jereles lo han embelesado. Quizás sea porque al flamenco le va más la noche que el día. La película deambula por un Jerez dormido, soñado, fantasma, irónico o zombie, de la mano de siete caballos que la recorren, como fantasmas de una libertad que se acaba cuando finaliza la noche, como el mismo flamenco. O la maravillosa fotografía de Alex Catalán, que los ilumina y acompaña.

O los puentes que se construyen entre los diálogos de personajes, que se pasean por de madrugada entre confesiones y propósitos para arreglar el mundo, y las letras de las canciones y los artistas que las interpretan. O por la brillante ejecución de los magníficos planos secuencia que utilizan, con tal lucidez e imaginación, los espacios jerezanos. Al fin y al cabo, la magia no se explica.

En todo caso, Siete Jereles es un gran momento mágico de cine, flamenco, inspiración y, sobre todo, de la reivindicación del arte como forma de vida. Y una inteligente renovación del género de los años 20 del siglo pasado, pura, de las sinfonías cinematográficas sobre las ciudades. Un viaje que podía haberse inspirado en el constructivismo de la vanguardia europea del siglo XX, para situarse en la magia realista actual de Gonzalo García Pelayo y Pedro G. Romero.

Una 19ª edición en Sevilla marcada por el plano secuencia como recurso para atrapar el presente, instaurar el momento y centrar las historias en la realidad más presente. Néstor Ruiz Medina en su primer largometraje, 21 Paraíso, no duda en asumir el riesgo del cine más sensorial. Una cámara de 16 milímetros que rueda 21 planos secuencias, casi en un orden temporal (excepto el inicio, enmarcado sabiamente entre el 7º y el 8º) es una versión muy bergmanariana de Secretos de un matrimonio, pero muy del siglo XXI. El amor que acaba en odio, deseo que desafía a la monogamia por razones comerciales, la unión enfrentada a la separación de una pareja contemporánea, bajo las reglas de OnlyFans. Fascinante.

La visión realista es uno de los campos preferidos de nuestros nuevos cineastas. Dos verdaderos mordiscos a la realidad, arrancados con saña y urgencia, han estado presentes también en el festival. La brillante directora Ainara Vera, impecable en Polaris, muestra el intento por romper el círculo vicioso de dos mujeres marcadas por el abandono familiar y la sensación de fracaso. El retrato de dos hermanas, una en el Ártico y la otra con su primer bebé, es una lúcida reflexión del universo femenino que trasciende la historia personal, con momentos sublimes en el guión, como esa frase que aún resuena en la sala, ‘se necesitan bases de amor para poder ser amada’.

Del lado masculino, el tándem formado por Nacho A. Villar y Luis Rojo abordan la misma cuestión en La mala familia. El reencuentro de una pandilla de jóvenes, con un asfixiante pasado que les impide pensar en el futuro, en el pantano madrileño de San Juan, es la excusa perfecta para que los cineastas muestren las escasas posibilidades de rehabilitación e inserción. Dos momentos de un inspirado verismo, puro y formal.

Pero la realidad no impide a nuestros artistas lanzarse a la cara oculta de la realidad o la invención. Ópera prima de Carlos Pardo Ros, H, estrenado en la última edición de Visions du Réel, indaga en los fantasmas del pasado, reconstruyendo las últimas horas de un hombre fallecido, por una cornada en el corazón, en los encierros de San Fermín de 1969. Un viaje inmersivo en la masa en la que acaba diluyéndose y, sobre todo, sonoro. La combinación de las imágenes de la desaparición y desintegración de aquel hombre con una banda sonora que susurra, agita e inquieta, crea un estado de trance e hipnosis colectivo en la sala de butacas.

Al igual que Inmotep, también ópera prima de Julián Génisson, en un thriller que sorprende continuamente al espectador con tres personajes que se cruzan por caminos insondables. Ironía, originalidad y suspense en una película que se define con expandir la mente del espectador y reivindicar la magia de las historias, una 1000 y una noches muy occidental y contemporánea.

Y como guinda, la creatividad en estado puro y el riesgo como fe de vida de La piedad, de Eduardo Casanova. Solo hacía falta ver las caras ojipláticas de los espectadores (acostumbrados a todo) en el parisino L’Etrange Festival para confirmar que lo de Casanova más que inspiración es verdadero talento. Huyendo del tópico comparativo almodovariano (tan recurrente en nuestra crítica, desde el momento en que aparecen más de cinco colores en la gran pantalla), veo en Eduardo Casanova mucho más un Haneke manierista, con una instalada visión existencialista de la sociedad actual.

Si el infierno son los otros; la familia, esos otros tan próximos, es el after del infierno. Los personajes de Casanova están muy cerca de los seres deformados, por nuestros criterios sociales, del artista Matthew Barney porque hoy ya no es necesario el dormir para producir monstruos, solo hace falta abrir los ojos (o la cámara, como Eduardo Casanova).

Más que nuevas olas, verdaderos tsunamis en el festival de Sevilla. Y creo que nos quedamos cortos.


3 comentarios sobre “Las nuevas olas de cine español son tsunamis en el Festival de Sevilla

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