Nuestra cobertura en el Festival de Sitges apunta una selección de películas muy variada, incluyendo grandes sorpresas y varios ejemplos para justificar que el cine español está en un estado de forma formidable

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13 Oct 2022
Marc Sacristán
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Durante los 10 días que dura el festival de Sitges, mis ojos verán unas 40 películas, mis piernas caminarán varios kilómetros al día por las caminatas entre salas y mis manos se pasarán unas cuantas horas frente al teclado para trasladar mis pensamientos en palabras. Dos crónicas, cinco días en cada una y algún texto especial para películas con sello andaluz que pasarán por el festival.

Aquí empieza la cobertura de FilmAnd para la edición de este año.

Primer día: impacto nipón

Comenzamos nuestro viaje al metaverso fantástico de Sitges con un clásico en el cine Prado, la sala con más historia de la ciudad. Kwaidan, un filme fundamental para la cinematografía japonesa y más exactamente para el J-Horror. Kobayashi hizo algo muy adelantado a su época que incluso a día de hoy sigue impactando por su poderío audiovisual. Desde el primer instante notamos que su puesta en escena es muy teatral.

La mayoría de escenarios no son muy amplios, muchísimas escenas cuentan con no más de dos personajes charlando entre sí y en varias ocasiones veremos planos fijos de cámara que nos muestran todo lo existente en el lugar donde suceden los hechos.

Eso sí, rápidamente también detectaremos el aprovechamiento que hace del cine como medio audiovisual con recursos inesperados para una cinta de 1965. Juega mucho con los reflejos, con los cortes de montaje y con confundir al espectador. Estamos ante una antología de historias sobre espíritus donde el único hilo conductor existente es la tragedia.

Es una película trágica, con reflexiones y moralejas que no dejan espacio al positivismo. Esto lo refuerza una atmósfera opresora que por momentos parece que te esté cogiendo del cuello. Las cuatro historias que nos cuentan son geniales, pero las dos primeras destacan por encima del resto por ser las más terroríficas y por notarse su influencia en el cine posterior.

Una magnifica película que ha sido un placer ver por primera vez en el festival.

Seguimos en el cine Prado con A Man of Reason, decepcionante estreno del actor Jeong Woo-seong detrás de las cámaras. Thriller de acción surcoreano que pasa por todos los tópicos del género. No es tanto este el problema como el hecho de que se dedique a hacer lo mínimo para sacar adelante la película. Sorprende tan poco en su desarrollo que acaba siendo monótona.

Goza de alguna escena de acción resultona pero en líneas generales tampoco destaca en eso ni es suficiente para tapar sus numerosos defectos. No es una mala película, pero es demasiado correcta y formal en todo lo que trata de hacer. Sus personajes lo único que consiguen es que te vengan a la cabeza otras películas y el drama es tan simple que no consigues empatizar con ninguno de ellos.

De todo el elenco de actores solo hay dos que destaquen negativamente. Jeong Woo-seong no tiene el carisma suficiente para transmitir algo teniendo la cara totalmente estática durante todo el metraje. Jun-Han Kim es un villano que tiene como referencia clara al Joker, muy pasado de vueltas, dando como resultado un personaje irritante en cada aparición que hace. Entre la acción intermitente y algunos golpes de humor bien incorporados acaba siendo un entretenimiento funcional, pero rápidamente olvidable.

Nos movemos hacia la parte alta de Sitges para llegar hasta la sala Tramuntana, para ver Arde! de la que ya he hablado en profundidad en su reseña dedicada, pero nos quedamos ahí después de ver el bizarro filme de Paco Campano para ver After Yang. Filme de ciencia ficción a pequeña escala, como es habitual con A24.

Un reparto compuesto por cuatro actores principales y un par de secundarios importantes, repetición de escenarios y situaciones para que dé la sensación de rutina, con un guion que tiene mucho más que contar sobre lo humano que sobre lo ficticio. Está cargada de sensibilidad, tanto en sus diálogos como visualmente. Es bella, en cualquiera de los sentidos que podáis imaginar.

Su reflexión sobre cómo afrontar la pérdida de un ser querido adquiere otra escala al tratarse de algo tecnológico, dando otro significado a la confrontación a través de la negación y la frustración. Este impacto solo dura durante el primer acto del filme, a parir de ahí cae en convencionalismos que sumados a un tema principal muy tratado estos últimos años hacen que se vaya desinflando poco a poco. Gracias al genial reparto, encabezado por un fantástico Colin Farrell, empatizas con el drama de sus personajes. Pero la sensación de haber visto anteriormente lo que nos cuenta crea una barrera que impide emocionarse. Recuerda a la serie Black Mirror o a Ex Machina. Atención a sus créditos iniciales, que son geniales.

Segundo día: artistas con problemas

Empezar el día en el Auditori, la mejor sala, la reservada para eventos especiales, es empezarlo con alegría. Si además toca ver una película de Peter Strickland, la cosa va cogiendo buen cuerpo. Quien conoce al director ya es consciente de que, cuando entra al cine a ver una película suya, no la va a olvidar. Flux Gourmet no es la excepción.

El británico tiene uno de los estilos más únicos del panorama actual, demostrando película tras película que este es el cine que quiere hacer y es esta la forma como lo quiere hacer. El tono de Flux Gourmet es escatológico y absurdo, contrastando así con una dirección elegante. En ella se mezclan un grupo de artistas buscando una gran perfomance con un documentalista (encargado de documentar todo el proceso) que tiene problemas serios de flatulencia.

Es una sátira sobre el mundo del arte y a la vez una reflexión sobre lo serios que son los problemas de acidez estomacal. El filme te hace reír a través de la sorpresa y lo desconcertante, siendo imprevisible para el espectador cual va a ser la siguiente escena. Desde el prisma del humor Peter Strickland consigue crear unos personajes carismáticos, bien desarrollados y portadores de unos conflictos interesantes. Tiene ecos de la Suspiria de Dario Argento en todo lo referente a la residencia de artistas, por momentos hasta paródicos. Una buena muestra de cine de autor. Seguro que es de lo más extraño que veremos este año.

Caminamos durante los inevitables quince minutos hacia la sala El Retiro para ver The Breach. La gran peculiaridad de esta cinta es que el guitarrista Slash produce la película y compone la banda sonora, pero fuera de esto poco tiene que aportar. Película de terror estándar que no es capaz de exprimir el potencial de su premisa. Si hubiese decidido ir por la senda del humor y lo grotesco podría haber sido muy disfrutona, pero eso solo lo hace en sus últimos 30 minutos. Ahí es donde empieza a explotar lo que te promete durante el resto de película, con buenas dosis de sangre, mutaciones y cabezas explotadas, con unos fantásticos efectos prácticos. Su inicio, incluyendo los créditos iniciales, tiene mucha fuerza pero cuando empezamos a conocer los estereotipados personajes, vemos que el trabajo de los actores es muy justito y que todo está yendo por la senda habitual, empieza la monotonía. Una dirección muy plana con un uso de recursos visuales muy azaroso.

Una película bastante mediocre a la que la salva un buen inicio y unos minutos finales que están a la altura de su loca premisa, pero que será rápidamente olvidada por todo el mundo que la vio.

Finalizamos el día con la proyección de la nueva película de Carlos Vermut, Mantícora, presentada por él mismo, el reparto y parte del equipo de producción en el Auditori. La sala estaba llena, más de 1000 personas para ver lo nuevo del director español, y no exagero si digo que nadie estaba preparado para ver lo que acabó siendo Mantícora. El propio Vermut nos avisaba, dirigiéndose a todo el Auditori diciendo que si el algoritmo de Netflix te recomienda esta película, estás jodido.

El representante de Morena Films, productora de la película, indicó que sobre el papel es un filme en el que es muy difícil apostar. Todo esto no suena tan raro si conoces a Carlos Vermut, uno de los autores más únicos que existen en España, pero la forma en la que lo decían hacia sospechar que algo gordo había detrás.

En efecto, Mantícora es una cinta que te revuelve las entrañas y te hace estar en una posición desagradable durante casi todo su metraje. Vermut apuesta por una puesta en escena extremadamente naturalista, todo en ella parece real y tangible. Nacho Sánchez hace un papel asombroso en uno de los trabajos recientes más complicados que recuerde. Los últimos minutos contienen una de las escenas más escalofriantes que he visto nunca, manejando la tensión y el suspense como un auténtico maestro. Tiene muchos números para ser la mejor película del festival. Magnifica.

Tercer día: orgullo patrio

Iniciamos la jornada con una sesión retrospectiva. En la sala Tramuntana tiene lugar la proyección de cuatro cortos de Alberto Vázquez y la película Psiconautas. Los cortos son Birdboy, Sangre de unicornio, Decorado y Homeless Home, compartiendo muchas cosas en común. En todos vemos un sentido del humor peculiar y un tono adulto que contrasta con el diseño artístico infantil.

En ellos, Alberto Vázquez crea mundos de fantasía peligrosos y oscuros para hablar de temas muy humanos, de forma reflexiva. Al proyectarlos de forma cronológica, podemos ver como el estilo de Alberto Vázquez ha ido adquiriendo más personalidad y fuerza con el paso de los años.

Son cuatro piezas donde el diseño artístico es maravilloso, la animación es, en algunos casos, espectacular y tienen un guion lleno de preguntas hacia el espectador. Psiconautas es una versión en forma de largometraje del corto Birdboy, pero que aúna todas las cualidades adquiridas por parte de Alberto Vázquez en todos sus años trabajando en cortometrajes para entregarnos un filme de animación adulto fabuloso.

En esta sesión descubrí a Alberto y desde este momento se ha convertido en uno de los referentes en lo que animación adulta se refiere.

La segunda y última sesión del día ha sido Cerdita, filme español que ya venía con un gran feedback de su recorrido internacional. Estamos ante otro caso de corto que se convierte en largometraje, una estrategia que no suele salir del todo bien la mayoría de veces.

Porque un corto lo es por estar planteado para durar poco, porque esa idea que has tenido  te ha dado para durar ese tiempo. Pasar de 14 min de duración a 90, es una tarea complicada, pero Cerdita está entre las que consiguen holgadamente no ser un corto alargado, sino una película muy sólida.

Carlota Pereda dirige con gran pulso y estilo esta película sobre la crueldad de la adolescencia y la dificultad de no tener un cuerpo normativo en la sociedad actual. Un filme donde la obesidad se muestra sin tapujos, incluyendo escenas que son muy crueles con la protagonista, Sara, interpretada por una inmensa Laura Galán, entregada al máximo.

La España rural se convierte por momentos en la Texas de Tobe Hopper, cargada de costumbrismo español que aprovecha para convertir el pequeño pueblo donde sucede la película en su Twin Peaks particular. Perfectamente representada está la clásica familia humilde española, el cuchicheo continuo que existe en los pueblos o la incompetente policía que suele haber en pueblos que no tienen mucha actividad criminal.

El primer acto es una barbaridad. Va por lugares que no esperas que vaya, enseguida estás inmerso de lleno en su particular atmósfera y empatizando con Sara. Su segundo acto no decae, aguanta bien la tensión generada en su inicio y el dilema moral al que se enfrenta la protagonista. El tercer acto sí decae un poco por ser menos original, pero aún así es un buen clímax y toma decisiones sorprendentes. Cerdita es una película fantástica, mucho mejor de lo que esperaba que fuese, que se convierte en un icono del fantástico español instantáneamente.

Cuarto y quinto día: metacine, Dario Argento, osos amorosos y la tabac force

Dario Argento presentaba en Sitges su nueva película, tras 10 años inactivo, Occhiali Neri. Supone su vuelta al giallo después de ese experimento extraño que fue Drácula 3D. Vaya por adelantado que no es una gran película, pero es bonito ver al director italiano de 82 años pasándoselo bien, reuniendo todas las características que le hicieron un maestro del horror en una misma película.

Su trama camina en la linea entre lo absurdo y lo serio durante todo el metraje, cuenta con relaciones muy pintorescas y aunque no sea el Argento más inspirado si que tiene momentos potentes visualmente hablando. Te hace reír al mismo tiempo que plantea una historia de superación algo dura, que dramáticamente está sorprendentemente bien en muchos momentos. Si me quedo con algo en concreto de todo el conjunto, es con el excelente trabajo de Arnaud Rebotini en la banda sonora, con temas que evocan directamente a los años 80, especialmente el tema principal que es un verdadero espectáculo.

Quentin Dupieux volvía a Sitges un año más presentando dos películas. Yo solo he tenido la oportunidad de ver una de ellas, Fumar provoca tos, otra propuesta peculiar del director francés que nunca deja indiferente a nadie. Arranca con una escena hilarante en la que vemos (desde el punto de vista de una familia que pasaba por ahí) a un grupo de Power Rangers de marca blanca luchar contra un kaiju, donde se capta rápidamente el tono paródico por lo exagerado que es todo. Como apunte, decir que este grupo se hace llamar Tabac Force y el nombre de cada uno de los miembros es un componente del tabaco. Más allá de esta escena, la parte paródica no tiene apenas relevancia: apunta a lo icónico de este tipo de películas y se ríe de ello con éxito (y respeto). Pero no deja de ser una excusa para llevarte a un punto muerto donde revela su verdadera cara, la de una antología de historias de terror.

Parece que Quentin Dupieux tenía varias ideas guardadas en un cajón que nunca llegaron a desarrollarse lo suficiente para hacer una película y las utilizó aquí. Lejos de que esto sea una crítica, más bien es una virtud debido a la gran imaginación del galo. Alguna solo es una reinvención del slasher desde su cabeza (aunque ya lo hizo en Rubber y mucho mejor) y otras apenas duran tres minutos, pero en todas consigue sorprendente y hacerte reír. Una cinta simpática, pero nada memorable.

Repetía con Alberto Vázquez, esta vez tocaba ver la película que ha venido a presentar al festival, Unicorn Wars. Se nota que es su proyecto más ambicioso hasta la fecha. Si la comparamos con Psiconautas, esta parece una película pequeña. Un poco más arriba destacaba el acabado de la película, así que no es por demérito de esta sino por mérito de Unicorn Wars, bastante impresionante visualmente.

Cuenta con una animación muy fluida, varios estilos de dibujo y resulta interesante ver cómodo ha volcado todo su trabajo aquí, incluyendo guiños a cortos anteriores. Se puede decir que Alberto Vázquez no hace más que crecer con cada nuevo proyecto.

En esta ocasión nos presenta una guerra entre osos amorosos y unicornios, que está muy lejos de lo naif de su propuesta. Es grotesca, sangrienta y descaradamente cruel con sus personajes, pero sobre todo es violenta. Una violencia que duele, más cerca de La tumba de las luciérnagas que de aquella webserie llamada Happy Tree Friends que mezclaba animación infantil con violencia extrema, pero que estaba completamente hueca.

Es un relato antibelicista que rememora a La chaqueta metálica pero cuenta con el ecologismo habitual en las películas de Studio Ghibli. La película construye grandes personajes de forma gradual para explotar del todo en un apoteósico último acto especialmente triste. Su final, es impactante.

No quiero despedir la primera crónica sin hablar de la gran sorpresa de lo que llevamos de festival. Para mí, al menos. Leonor Will Never Die es una modesta película filipina dirigida por la debutante Martika Ramírez Escobar. Una carta de amor al cine humilde que decide no acomodarse en el homenaje o el metacine para hacer un filme sobre la vejez, el retiro, la perdida y muchas cosas más. Una película llena de humanismo. Tiene momentos tristes y tiene momentos preciosos, como la propia vida.

Una forma original y fresca de abordar temas archiconocidos de una manera nostálgica y melancólica, pero sin dejar atrás la sensibilidad. Leonor es la protagonista de esta historia, una abuela algo perdida en este mundo que no puede ser más entrañable. Visualmente es muy creativa, con detalles que te hacen esbozar una sonrisa. Una joya que será de lo que más recordaré de esta edición.


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