Mentes destrozadas, huesos rotos y hasta un Papá Noel en modo Terminator. Nuestro compañero Marc Sacristán nos envía su crónica final de Sitges, un festival consolidado y heterogéneo, que ha vuelto a marcar la diferencia en su 55ª edición

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20 Oct 2022
Marc Sacristán
the nest

Para finalizar nuestra cobertura lo haremos con una segunda crónica que repasará todo lo visto en los últimos cinco días. En el anterior artículo tomé la decisión de separarlo por días, pero en esta ocasión veo más lógico separarlo por grupos de películas. Varios visionados encajan bien los unos con los otros, algunos llegando a ser una buena sesión continua.

Ti West, como te queremos

No es que Ti West sea un desconocido, pero hasta que se juntó con A24 e hizo ‘X’ su nombre era más bien secundario. Era un director de nicho. Hizo varias películas antes, por lo general, bastante estimables, especialmente el impactante falso documental The Sacrament. 

Pero no ha sido hasta ahora que ha acabado de explotar como uno de los referentes principales del cine de terror en la actualidad. A Sitges traía la esperadísima Pearl, precuela de X anunciada con el estreno de esta y como sorpresa en una escena post-créditos. Ya era oficial: iba a ser una trilogía. Como mantenga este nivel en MaXXXine podemos estar ante una de las mejores trilogías que se han hecho del género.

Sin ninguna intención de menospreciar el cine de terror, que es mi género favorito, diré que Pearl es algo más. Sí, sigue perteneciendo a este género, pero su contenido dramático y psicológico sobrepasa al del terror. Es una precuela de pero no comparte con ella ni el mismo tono ni la misma estructura narrativa.

Aquella era un slasher mezclado con metacine, este es un estudio del personaje de Pearl, para comprender porque se comportaba así en X. Nos cuela una película ambientada en una pandemia para hacernos recordar cómo fue aquello y meternos rápido en situación. Los guiños a su secuela son constantes y la conexión es fuerte entre ellas.

Película tras película, el director ha ido creciendo y mejorando su estilo, que en Pearl está muy estilizado. Demuestra que es muy versátil creando una película alejada de cualquiera de sus otras obras, con un tratado dramático que va in crescendo pero sin olvidar su condición de género. Todo esto no sería posible sin el inmenso trabajo de Mia Goth, que lo da absolutamente todo en esta actuación, merecedora de todos los premios posibles. Para el recuerdo quedan los créditos finales más terroríficos que he visto en mi vida.

De nuevo, imponente presencia de cine español

Eduardo Casanova volvía a ponerse detrás de las cámaras después de su polémica e irreverente Pieles, que sorprendió a todos, especialmente por ser una ópera prima tan provocadora. La Piedad es su reválida como director, su segundo largometraje que ya ha pasado por varios festivales provocando reacciones encontradas. Con esta película va a ser imposible encontrar una reacción tibia o alguien a quien le provoque indiferencia.

El director madrileño cuenta con una cualidad que no tienen muchos: dar que hablar con su obra. La piedad es excesiva y absolutamente grotesca, con el objetivo claro de hacer que el espectador se retuerza en la butaca pasándolo mal con algunas escenas.

La historia que nos cuenta es la relación madre-hijo de Libertad y Mateo, tóxica y posesiva a más no poder, que recuerda a lo visto en Misery o Harold y Maude. Casanova sigue intentando definir su estilo, pareciendo aquí una versión deprimida de Wes Anderson. Hay planos prácticamente idénticos a los que usa el director británico y un uso de colores pasteles que no inventó pero van ligados a él desde sus inicios. La parte provocadora más burda la sigue teniendo, poniendo imágenes en pantalla sin un criterio concreto. Más para que la gente hable de ese momento en el que aparece una vagina en primer plano que para transmitir algo.

Fuera de lo audiovisual, cuando se centra en la relación maternofilial de la pareja protagonista funciona como la visión del director de un tema que ya ha sido ampliamente tratado a lo largo de los años en el cine, aportando su punto de vista y poniendo mucho de él mismo en esta historia. Luego se pierde con dos tramas que no aportan demasiado al conjunto y que solo usa para remarcar un mensaje que ya había quedado claro en los primeros 10 minutos.

Lo más destacable son las interpretaciones de Angela Molina y sobre todo Manel Llunell. Ambos entregados al máximo, él llegando a impresionar en no pocas ocasiones con su capacidad para el drama. Esto no salva este fallido segundo intento de Eduardo Casanova, que aunque tenga buenas intenciones y trate de hacer algo fuera de lo convencional, sigue sin encontrar un estilo que le defina.

Rodrigo Sorogoyen ha conseguido sacar adelante una gran película con As Bestas. Descomunal en muchos aspectos y no del todo complaciente con el espectador. Con una estructura dividida en dos partes, la primera se descubre como una clase maestra sobre cómo manejar un conflicto e ir aumentando la tensión de la situación, incluso cuando lo que sucede en pantalla no está relacionado con ese problema directamente.

La imprevisibilidad aquí no tiene ninguna importancia, ya que viéndolo sabes que la situación es insostenible y que en algún momento va a estallar. Gracias a unos personajes con muchos matices perfectamente interpretados por un plantel de actores impecable, conectas rápido con sus historias. Luis Zahera borda un personaje que parece hecho exclusivamente para él, está descomunal, mientras que Denis Menochet construye un personaje rudo pero entrañable, con el que es muy fácil empatizar.

La segunda parte es el momento que aprovecha la película para pararse a reflexionar sobre lo vivido en la anterior y poner cada pieza en su lugar. Marina Foïs se convierte en un elemento clave y asume prácticamente todo el peso del filme, brindándonos una actuación espectacular. La España rural que nos enseña Sorogoyen no se quiere parecer ni a La Matanza de Texas ni a cualquier ejemplo que se os venga a la cabeza. Nos situamos en una Galicia fría, real y que refleja perfectamente un conflicto que no solo ocurre en los pequeños pueblos. Encerrando todo en este pueblo diminuto consigue tratar un tema universal. El trabajo de guion de Isabel Peña y el director madrileño es brutal.

As Bestas no solo es una de las mejores películas de Sitges y una de las mejores películas españolas del año, lo es también a nivel general.

Últimos coletazos del cine francés, un clásico en el festival

La comedia francesa este año tenía varios representantes con Fumar provoca tosIncreíble pero cierto de Quentin Dupieux, a las que se le suma L’année du requin. Otro ejemplo de producción con buenas ideas pero que no acaba de cuajar. Se trata de una parodia de las películas sobre tiburones asesinos, aunque lo paródico va a lo fácil y no está muy inspirado. Cuando intenta convertirse en lo que está parodiando, se queda muy corta y evidencia su falta de presupuesto.

El punto fuerte es su sátira social y tampoco acaba de explotarla todo lo bien que podría. Crítica los extremos a los que se llegan reivindicando algunos temas, lo idiota que resultan algunas de las cosas que pasaron cuando llegó el COVID19 e incluso llega a tratar un tema tan polémico como los juicios públicos a los que se ven sometidos aquellas personas que se equivoquen o hagan algo políticamente incorrecto. Pero es muy irregular, no consigue encadenar buenos momentos y sus protagonistas son algo odiosos.

Nuestra penúltima sesión antes de acabar por la puerta grande con el maratón de madrugada fue Gandahar, los años luz del influyente director René Laloux (El Planeta Salvaje). Esta película de animación de 1988 fue la última del director. En ella vemos una historia arquetípica con unos personajes poco inspirados que se ven completamente opacados por el descubrimiento de este fascinante mundo que nos plantea.

La relación romántica con la que empieza la película no podía ser más básica y deudora de su época, con algún que otro momento de comedia involuntaria, pero es una de esas veces en las que es simplemente un vehículo para ir descubriendo el universo creado por René Laloux. Lo importante es el viaje, que dirían muchos.

Imposible no quedar hipnotizado por el espectacular diseño artístico, que nos lleva a pensar que esta Gandahar es una extensión de El Planeta Salvaje. Las reglas que propone la distopía donde se ambienta el filme tiene detalles interesantes, como que una raza en concreto habla siempre en pasado-futuro porque el presente les da pánico. En general, juega bastante con el espacio-tiempo pero no de la forma habitual, sino como herramienta para darle más amplitud a la historia.

Acercamiento a lo mainstream

El festival nos brindaba la oportunidad de ver uno de los estrenos más anticipados del año un día antes de su estreno mundial. Hablo de la última entrega de la nueva trilogía de Halloween, dirigida de nuevo por David Gordon Green. Disfruté bastante la primera y la segunda me pareció fallida, así que estaba aquí más para escuchar el trabajo de John Carpenter que por tener esperanzas en la película. No llevábamos ni diez minutos (un prólogo fantástico) y ya estaba sorprendido con su enfoque y el rumbo que han decidido tomar.

Que vaya por delante que es imperfecta y falla en varias cosas, pero falla precisamente porque trata de hacer algo distinto y no tirar por la vía fácil. Es coherente con lo sucedido en la anterior y nos presenta un Haddonfield muy afectado por la espiral de violencia en la que se vio envuelto.

Nos habla de las diferencias entre el mal encarnado y el mal provocado por una sucesión de hechos, en una decisión arriesgada que enfadará a muchos pero que es ideal para traer algo de frescura a una trilogía que ya mostraba signos de agotamiento. Jamie Lee Curtis está genial como siempre y cuando el filme aprieta el acelerador se muestra como un slasher divertido, con ganas de jugar con el espectador y ofrecerle un final digno.

Una entrega original que con el tiempo se revalorizará como la mejor y más interesante de la trilogía, la que más tiene que aportar.

Nocebo, la nueva película del director de Vivarium, Lorcan Finnegan, intenta explorar las consecuencias de automedicarse creyendo que se tiene algún problema cuando en realidad es esa medicación la que puede acabar causando un problema real. Eso y su trasfondo ubicado en el mundo de la moda es lo más original de una propuesta que no aporta nada que no hayamos visto antes, en ningún aspecto imaginable.

Todo suena a visto, todo parece un déjà vu. Consigue ser un visionado entretenido, pero en ningún caso sorprendente o reconfortante. El mensaje que lanza en su final tiene fuerza pero se encargan de remarcarlo tanto durante todo el metraje que, llegado el momento, ya lo has asimilado y no tiene impacto alguno. Eva Green está muy sobreactuada, pero ya le va bien a la película. Chai Fonacier consigue la mejor actuación de todo el reparto, especialmente en sus minutos finales, donde no solo ella brilla más, también es el punto álgido y memorable de todo el conjunto.

El mejor cine de acción viene desde Corea del Sur

Poco antes de entrar a la sala, la persona con la que iba me reveló que The Roundup era una secuela de The Outlaws, y también me comentó que no creía que fuese muy importante haber visto la anterior para disfrutar de esta. No estaba equivocado. Es algo similar a lo que ocurre con la saga Arma Letal, donde los que vean toda la saga encontrarán guiños a otras entregas pero aquellos que decidan ver solo la tercera (por decir alguna en concreto) la disfrutarán y no estarán perdidos. Con esta cinta no solo no me sentí perdido, es que parecía que conocía a estos personajes desde siempre.

Es una película de acción modélica de la que deberían aprender muchas grandes producciones estadounidenses. Sin complejos ni ínfulas de querer ser algo más que 106 minutos muy divertidos. A nivel de trama estamos ante una versión coreana de ‘Arma Letal’, recuerda mucho a la película de Richard Donner, así que no esperéis sorpresas.

Empieza como algo grupal pero acaba virando en una buddy movie. Tiene tan claro su objetivo que lo ejecuta de manera impecable. Contundentes escenas de acción, bien coreografiadas, que no solo son espectaculares sino también divertidas. Hay mucho slapstick en ella.

Ma Dong-Seok (para los que no le ubiquen, el fortachón de Train to Busan) es la estrella de la función, una especie de Bud Spencer coreano del que saben sacar máximo provecho. Cada puñetazo que da es tan bestia, tan exagerado, que es difícil no soltar una carcajada. Su carisma se ve con su simple presencia delante de la cámara. El villano de la función, interpretado por Son Seok-koo, aporta mucho con su locura anárquica y su exagerada avaricia.

Tiene un abanico de personajes amplio y carismático, todos son graciosetes pero ninguno es irritante. Es una película que hace tan bien todo lo que se propone que es difícil encontrarle algún fallo más allá de estar encerrada en un tipo de película que no trasciende más allá de ser una genial película de acción. No lo tenía del todo claro cuando la vi, pero una vez acabado el festival puedo decir que es la película con la que mejor me lo he pasado de todas.

Otro thriller de acción proveniente de Corea del Sur que ha obtenido muchos seguidores después de su proyección en el festival ha sido Project Wolf Hunting. En su presentación, a la que asistieron el director Kim Hong-Sun y el actor Choi Gwi-hwa, ya la introdujeron como una explosión salvaje de acción donde se llegaron a gastar 2,5 toneladas de sangre falsa durante el rodaje de la película.

Su premisa es la de un grupo de presos con un historial delictivo grave que tienen que ser trasladados a otro lugar mediante un barco. Sí, yo también pensé enseguida en Con Air, que partía de la misma premisa cambiando el barco por un avión. Un escenario que exprime al máximo aprovechando cada recoveco que tiene ese barco. Lo que la hace especial es que dentro de ese barco pasan cosas inesperadas.

Justo en el momento en el que aparece por primera vez cierto personaje, la película cambia de género y se convierte en esa explosión salvaje que nos prometieron. Al contrario que en The Roundup en esta no apuestan por acción con espectaculares y largas coreografías. Las escenas de acción aquí son más bestias, más sangrientas y mucho más secas. Las risas que pueda provocar vienen por lo excesivo de cada muerte o desmembramiento y por un diseño de sonido en el que cada golpe parece un martillo pilón. Un divertimento gore y de ciencia ficción desenfadada, que dura demasiado y podría ser más variado, pero que cumple su función y deja un personaje para el recuerdo.

Un pequeño espacio para el documental

Solo tuve la ocasión de ver una película documental, Jurassic Punk, y fue toda una sorpresa. Nos habla de la historia de Steve Williams, uno de los mayores pioneros en la utilización de CGI en grandes producciones. A nivel de ejecución es muy formal, pero a nivel informativo resulta tan interesante que te cautiva enseguida.

Baja del pedestal en el que muchos tienen a Industrial Light & Magic, empresa para la que trabajó el protagonista del documental en varias producciones, criticando el trato que tuvo con los trabajadores que hicieron posibles esos efectos especiales digitales.

Estamos hablando de trabajos como Terminator 2 o Jurassic Park, donde la curiosidad de Steve Williams por hacer un dinosaurio enteramente digital cambió por completo la película, en la que iban a trabajar únicamente con animatrónicos. Su importancia es evidente en el auge de los efectos especiales generados por ordenador, como también lo es su cuestionable comportamiento.

Un documental en el que se mezclan las malas decisiones de una persona con el maltrato que sufrió por parte de una empresa. En su parte final hay un cambio de tono algo brusco, pasando del humor a un tratamiento más serio de los problemas de Steve Williams.

Todo un descubrimiento que lejos de conformarse con la nostalgia que provoca ver cómo se hicieron los efectos especiales de películas míticas es capaz de contar una historia interesante de una forma interesante.

Maratón de medianoche, diversión asegurada

Para decir adiós a esta edición, nos metimos en un tipo de sesión que la gente echaba en falta: los maratones nocturnos. No estaban presentes en la programación del festival desde 2020. Desde las 00:45 hasta las 6:00, en el cine Prado teníamos por delante tres películas para despedirnos, tres películas de la sección Midnight XTreme. Las tres prometían ser una buena dosis de grindhouse para despedir el festival por todo lo alto. El resultado estuvo a la altura.

La primera fue Christmas Bloody Christmas o lo que es lo mismo, Joe Begos en su salsa. Reinventa Noche de paz, noche de muerte para ofrecer una versión actualizada y mejor. Plagada de referencias que harán las delicias de los más acérrimos al género. Su primera mitad contiene una gran dirección, presentándonos a la pareja protagonista, desarrollando su química mientras un Papá Noel animatrónico empieza a liarla por la ciudad. Es fantástico ver cómo estas dos tramas, con una gran fluidez, van avanzando para acabar encontrándose. Desde este momento pasa a convertirse en un slasher puro, muy cafre y muy clásico.

Riley Dandy está genial como final girl melomana aficionada a las secuelas de películas míticas del cine de terror. Contiene sexo y muchas escenas explicitas de violencia, aderezadas por el estilo visual que ha adoptado Joe Begos desde su dupla Bliss y VFW. Mucho más pulido aquí, muy callejero pero muy estilizado. Una buena dosis de gore, dirigida con buen gusto y con el plus de ser muy recuperable cada Navidad. Estoy convencido de que para muchos se convertirá en su nueva película de cabecera para esa época del año.

Le siguió V/H/S/99, saga que no suele faltar en maratones nocturnos. No he visto todas, pero en su momento vi las dos primeras y el año pasado pude ver la que precedía a esta, V/H/S/94. En esta las historias eran lo suficientemente originales como para que en ninguna decayese el interés por la película. En esta, desde sus primeros minutos ya podemos observar una falta alarmante de ideas.

La trama que conecta las diferentes cintas VHS cree ser graciosa y es a lo único a lo que juega, fallando estrepitosamente. En cualquier caso, el nexo entre historias siempre es la parte menos relevante de cualquier entrega de la saga. El mayor hándicap en esta ocasión es que ninguna es demasiado interesante y la mayoría reciclan conceptos visto en anteriores entregas. Por destacar, destacaría los jumpscares de la segunda historia, la vuelta de tuerca que intenta dar en la última y lo monótonas e irrelevantes que son el resto.

La última película de la maratón y de mi Sitges particular no podría ser más adecuada aunque lo hubiese buscado a propósito. Sissy es un filme de terror sorprendente. Es capaz de meterte poco a poco y sin que te des cuenta una vuelta de tuerca al género haciendo que centres tu foco en los problemas sociales que sufre la protagonista y que son tratados con seriedad en la película. Estoy hablando del bullying y de los efectos que tiene sobre quien lo sufre, pero también sobre quien lo provoca. Cicatrices que no fueron cerradas en el momento adecuado y que te condicionan toda la vida.

También es una sátira punzante sobre los influencers y su moral, la ingenuidad de sus seguidores y una cara B que adoptan cuando están fuera del personaje. Trata tan en profundidad estos temas que cuando empieza a ir por otro lado, no te lo esperas. Es cuando empieza la diversión, que no acaba hasta los últimos minutos. Un filme muy simpático que no es que sea único pero si un soplo de aire fresco.


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