En esta última crónica nos enfrentaremos a uno de los mayores clásicos del cine fantástico por primera vez, revisitaremos una de las películas más descomunales de los últimos años y le daremos la importancia que merece al olvidado J-Horror. Lo que viene siendo despedirse de Sitges por todo lo alto.

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10 Nov 2023
Marc Sacristán
the nest
Día 6: Castores por doquier

‘Hundreds of Beavers’ da inicio a la última crónica de esta edición del festival de Sitges. La película de Mike Cheslik es ideal para empezar la jornada con una sonrisa en la cara. Una comedia que es un cruce entre los Looney Tunes, el humor slapstick del cine mudo y ‘Rick & Morty’. 108 minutos de gags, uno tras otro sin apenas momentos de descanso. Parece una propuesta cargante, pero si entras en su juego, es un no parar de reír.

El ingenio de Mike Cheslik y Ryland Brickson Cole Tews es notable, en un guion que basa su humor en la acumulación de gags,, a veces repetidos, otras veces con un pequeño cambio y en muchas más ocasiones reinventándose, sorprendiendo al espectador. Se ve directamente influenciada por la cultura del meme y por los videojuegos, habiendo varias referencias muy claras (al clásico ‘Zelda: Ocarina of Time’, por ejemplo) además de tener un último acto que parece salido de un videojuego independiente de plataformas.

Se le podría achacar su falta de ambición en el desarrollo de sus personajes, pero lo hace paulatinamente, entre gag y gag, acabando encariñándose con ellos tanto como con la propia película. Estéticamente es un ejercicio precioso de cine barato, con una puesta en escena con muchísima personalidad y una fotografía en blanco y negro que te traslada directamente al cine de Charles Chaplin, Buster Keaton y compañía.

Proseguimos con ‘Stopmotion’, un título que sobre el papel es mucho más interesante de lo que acaba siendo en realidad. El contexto es el de una madre y una hija creando la última película de la progenitora antes de morir, una reputada directora de animación stopmotion. La protagonista, la hija, empezará a obsesionarse con encontrar su propia voz creativa, derivando en la producción de su primera película, también stopmotion.

El director, Robert Morgan, es un experimentado en el campo de este estilo de animación. Se nota en las numerosas escenas animadas con stopmotion de la película, muy turbias y desagradables. El problema es que, todo lo demás, ya se ha visto en otros títulos sin que este tenga algún elemento diferenciador. La espiral obsesiva en la acaba la protagonista, los recursos narrativos previsibles que utiliza y un tercer acto en el que todo explota. Muy poco que aportar en cualquier aspecto que no implique animación stop-motion.

Nos acercamos al final del día con la estoniana ‘The invisible fight’ remite directamente al cine de Stephen Chow, como ‘Shaolin Soccer’ o ‘Kung Fu Sion’, parodias del cine de artes marciales con un humor muy absurdo y un contexto extraño. Rainer Sarnet escribe y dirige la película, aunque no con el mismo resultado en los dos apartados.

A nivel estilístico, está por encima de este tipo de producciones, emulando el cine de los años 70 con muchos zoom in/zoom out y una fotografía exquisita. Empieza con mucha fuerza, pero poco a poco va perdiendo fuelle y acaba siendo repetitiva e incluso algo irritante, por creerse mucho más graciosa de lo que es. Al final queda una propuesta irregular aunque visualmente estimulante, con algunos destellos que hacen apuntar a Rainer Sarnet en la lista de directores a seguir.

Acabamos con el nuevo trabajo de Soi Cheang, que hace un par de años se llevó el premio a mejor fotografía en el festival con el thriller policíaco ‘Limbo’. En ‘Mad Fate’ el director hongkongés cambia de tercio para dejar de lado lo policíaco por lo esotérico. De nuevo, estamos ante otra película que arranca con potencia, con un ritual fallido ideal para presentar al peculiar medium protagonista y un crimen que servirá de mcguffin, con el objetivo real de introducir a la pieza sobre la que girará todo: un joven con instinto asesino.

Estos dos personajes cruzarán sus caminos con la intención de evitar el destino del joven, cometer un crimen con el que acabará en la cárcel durante muchos años. Lo que empieza como una idea original y una forma diferente de abordar el thriller policíaco acaba por perderse en una constante reiteración de la imposibilidad de evitar el destino, rituales ridículos y un caos tremendo en su acto final. Una oportunidad desaprovechada para ahondar en el esoterismo chino.

Día 7: La grandeza de la artesanía

Empezamos el penúltimo día en Tramuntana (donde estaremos todo el día) con la comedia negra ‘Vampira humanista busca suicida’. Con un título así, uno ya debe hacerse una idea sobre el tipo de película al que se va a enfrentar. El debut en el largometraje de la canadiense Ariane Louis-Seize coge mucho de realizadores como Wes Anderson o Taika Waititi para crear su propia visión sobre los vampiros en esta comedia romántica adolescente. Es algo más descafeinada que cualquiera de los dos referentes pero al quedarse en un punto intermedio consigue ser una comedia simpática y entrañable por momentos.

Es cierto que es fácil cogerle tirria a sus protagonistas si no entras en su propuesta, siendo una vampira que no quiere matar humanos y un adolescente pánfilo con muy pocas ganas de vivir. La intensidad como forma de vida. Pero Ariane Louis-Seize trabaja suficiente a los personajes y su relación para sentir cierta empatía por ellos, al igual que ocurre con sus respectivas familias.

Seguimos con una sesión de Sitges Classics, ‘Mad God’, que se proyectó hace un par de años pero ya se puede considerar un clásico del festival. Personalmente, es la tercera vez que veo esta película, las tres veces en el festival de Sitges y en la misma sala. Una obra absolutamente descomunal donde Phil Tippett, importantísimo creador de FX para pilares del cine fantástico (‘Robocop’, ‘Jurassic Park’, la saga Star Wars…), se abre en canal al espectador, hablando sobre el proceso de la creación. De forma intermitente, pero la gestación de ‘Mad God’ duró treinta años durante los cuales no solo el propio director ha cambiado, también lo ha hecho el mundo y la industria del cine.

Tippett pone toda la carne en el asador, creando una obra maestra de la artesanía y del stopmotion, totalmente inmersiva y algo experimental al no tener una trama concreta. El descenso al infierno que propone  cuesta no relacionarlo directamente con sus vivencias personales y laborales durante la creación de este título. Una especie de ‘2001: Una odisea en el espacio’ sucia, tétrica y muy desagradable.

Sarah Appleton y Jasper Sharp presentaron ‘The J-Horror virus’, el primer documental que abarca el J-Horror, una corriente de cine japonés que hubo a inicios de los 2000 donde se juntaban el miedo a la tecnología y recursos salidos de cuentos clásicos japoneses. Se propagó internacionalmente gracias a ‘The Ring’ de Hideo Nakata, película sobre la que da muchas vueltas este documental redundando en las mismas preguntas una y otra vez. Este es su mayor problema, centrarse demasiado en ‘The Ring’, dejando poco espacio al resto de títulos.

En líneas generales, es un documental interesante que cumple con su propósito de dar a conocer en profundidad este tipo de cine: inicio, final, origen, contexto social, directores implicados y un largo etcetera. Pero es inevitable que no me invada una sensación de decepción al haberse desaprovechado la oportunidad de hablar más sobre ‘Pulse’ o ‘Ju-On’, también piezas clave, o en el legado del J-Horror con films más posteriores como la extraña ‘Noroi’.

Después del documental, proyectaron el mediometraje ‘Psychic Vision: Jaganrei’, siendo la primera ocasión en la que se proyectaba fuera de Japón. Conocía su existencia y condición de pionera en el found footage/J-Horror, pero no había tenido el placer de verla. Teruyoshi Ishii dirigiendo y Chiaki Konaka escribiendo, con muy poco presupuesto y solo 50 minutos de duración ofrece mucho más de lo que puede parecer de antemano.

Una crítica mordaz a la industria de la música en Japón, donde los idols son tratados como meros productos industriales de usar y tirar, donde no se da crédito muchas veces a los verdaderos artífices de las canciones y donde la moral es inexistente. En ella podemos ver todos los tropos del found footage y el J-Horror antes de que fuesen dos subgéneros explotados, así como una estructura muy habitual a posteriori en los falsos documentales. Su textura analógica (tan de moda hoy en día) le da cierto aura mística, aunque realmente solo se deba a las limitaciones presupuestarias y su condición de película directa a vídeo. Una joya a recuperar o a descubrir si no la habéis visto.

Finalizamos la fantástica jornada con ‘Tela de araña’, lo nuevo de Kim Jee-woon (‘Encontré al diablo’, ‘Dos hermanas’), una juguetona película de cine dentro de cine, donde asistimos al rodaje de una producción con muchos problemas y regrabaciones. Más allá del artificio no hay demasiado que comentar, pero como ya ocurría con ‘The Last Stop in Yuma County’, existen ocasiones en que las películas solo buscan espectáculo, y no tiene nada de malo. El cine comercial tiene que seguir existiendo, y debería tener un nivel parecido al de estos dos títulos.

‘Tela de araña’ intercala momentos detrás de las cámaras con escenas de la propia película ficticia, siendo estos los más cuidados, un homenaje al cine de enredos, traiciones y suspense de los años 50 con una preciosa fotografía en blanco y negro. Por otro lado, los momentos en la realidad son algo más rutinarios a nivel de dirección, pero es el guion quien se esfuerza en hacerlo estimulante todo el tiempo, con las idas y venidas de los protagonistas en un caos constantemente divertido. La mezcla de thriller con comedia de enredos funciona correctamente, viéndose algo más forzada la parte thriller en los últimos minutos, donde a veces parece que los surcoreanos tienen que colarte a la fuerza una gran revelación, cuando no es así.

Día 8: El rugido final del gorila más famoso de la historia

Cerramos este año en el festival de Sitges de la mejor forma posible: viendo ‘King Kong’, el clásico del que sale el simbólico simio que lo caracteriza. Como no, en el cine de los clásicos, el Prado, y con la presencia de Phil Tippett que al acabar la película participó en un Q&A muy interesante sobre la importancia de esta obra en su vida y en el cine. Era la primera vez que veía esta imprescindible obra de el séptimo arte y aunque ya sabía que me iba a encontrar (ha sido imitada cientos de veces y vi el remake de Peter Jackson) eso no impidió que saliera impresionado de la sala.

Es alucinante ver como una película de 1933, 90 años de edad, siga siendo bastante actual gracias a un mensaje humanista bastante pesimista respecto a cómo tratamos la naturaleza y también sobre lo despiadado que es el mundo del espectáculo. Este discurso se junta con animación stopmotion para las apariciones de King Kong (y otros animales) que sale bastante bien parada para el tiempo que ha pasado y no te saca de la película.

Como ocurre con su colega, ‘Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo’ de Ishirô Honda, ambas se mantienen bastante actuales al basar su propuesta más en lo humanista que en el logro técnico, en el mítico dilema de que en un mundo lleno de monstruos, el hombre sigue siendo el peor de todos ellos si le dejas una oportunidad. Para la posteridad queda la película en su totalidad, pero especialmente el emotivo final donde nos damos cuenta de como Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, poco a poco, han conseguido que empaticemos mucho más con un gorila gigante antes que con cualquier personaje humano. Una obra maestra, sin paliativos, y una manera perfecta de cerrar una edición algo irregular pero de la que me marcho con varios títulos interesantísimos bajo el brazo.


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