La directora malagueña Macarena Astorga estrena su segundo largometraje en un año, ‘El Refugio’, una película pensada “para verla en pantalla grande, con toda la familia y tu bol de palomitas”

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25 Nov 2021
Néstor Cenizo
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Es posible que no haya muchas directoras que hayan conseguido lo que en 2021 ha logrado Macarena Astorga. O quizá, ninguna. ¿Alguien sabe de alguna que haya estrenado dos películas en once meses?

Eso es lo que ha logrado la directora de Archidona, que terminó hace una semana de afinar el sonido de El Refugio, que se estrena en cines este viernes 26 de noviembre y celebra una proyección especial el sábado en el Festival FICAL de Almería. La rodó en verano en Sierra Nevada, coincidiendo con el estreno de su ópera prima, La Casa del Caracol. Un despegue fulgurante para quien hace apenas un par de años era profesora de imagen y sonido en un instituto de Marbella. Entre clase y clase, Macarena Astorga soñaba con ser directora. Un día lo consiguió (premios mediante), y dice que ahora no quiere bajarse de la ola.

Llegó al preestreno en Málaga de El Refugio -una comedia andaluza producida por Esto También Pasará (Álvaro Ariza) con Bowfinger (María Luisa Gutiérrez)- directa de Madrid, pero tuvo que decir que estaba “un pelín cansadita”, porque la fatiga la disimulaba bien. “El cansancio se nota, pero también tanta ilusión y alegría”, resume.

Es que va todo muy rápido, ¿no?

Pellízcame, que no me lo creo. Sin tiempo ni siquiera para asimilar todo lo que ha pasado. Estaba aquí en Málaga haciendo la promoción de La Casa del Caracol y ya estaba todo el equipo en Sierra Nevada haciendo la preproducción de El Refugio. Sin tiempo de parar y asimilar lo que ha pasado. Hace dos años y medio estaba dando clase en un instituto. Pedí una excedencia, di un salto de fe para hacer lo que siempre he querido, que es dirigir cine, y al final lo que quiero es continuidad. Perdí mi plaza por pedir esa excedencia, dejé atrás muchas cosas, salí de mi zona de confort y lo que quiero es no parar.

¿Y con qué vas a seguir?

Tengo cosas sobre la mesa, aunque no hay nada concretado. Me da un poco de inseguridad, porque necesito actividad y trabajar. Sí que hay proyectos, y ojalá se puedan materializar. No me voy a dar mucho tiempo: seis o siete meses, y si veo que no hay nada, pediré reincorporarme, porque no puedo estar sin hacer nada. Pero lo que quisiera es que alguno de esos proyectos se materializara.

Habiendo anhelado tanto tiempo esto…

Toda mi vida.

Claro, supongo que tu motivación es máxima. ¿Lo difícil no es llegar, sino mantenerse?

Sí, y eso es lo que busco. Ya son dos películas, muy diferentes, de las que he aprendido muchísimo. Ahora la tercera voy a intentar que sea un proyecto un poco más mío, más personal. Algo en lo que llevo trabajando algunos años. En eso estamos.

El Refugio y La Casa del Caracol son dos películas con dos registros diferentes, pero ambas se sitúan en un entorno rural. ¿Hay algún otro elemento en común?

Sí, el aislamiento, por ejemplo: la casona de La Casa del Caracol puede ser el refugio. Algunos elementos de suspense o misterio pueden estar aquí, pero en un tono más cómico. Al final, cuando diriges una película que no has escrito tú, que viene de una idea de una persona que desarrolla otra guionista, intento hacerla un poco mía, para creer en ella, defenderla y sentirme cómoda. Tengo que agradecer a las guionistas (Alicia Luna, Beatriz Iznaola e Inés Silva), porque les pedí que introdujeran algunos elementos de El Resplandor, con esos pasillos y la habitación 237. Creo que son elementos que quedan bien en la película, que le dan un ambiente de suspense. Les agradezco que los introdujeran en el guion.

¿Tiene más de El Resplandor o de La Gran Familia?

Quizá una mezcla [ríe]. Las escenas corales funcionan bastante bien, y es una mezcla con personajes muy dispares e histriónicos.

El Refugio cuenta las peripecias de personajes dispares encerrados en un hotel durante una gran nevada. El encierro saca lo que cada uno lleva dentro. Me recuerda un poco a aquella presentación de Gran Hermano como un “experimento sociológico”.

Sí, yo quería que estuvieran un pelín caricaturizados. Que nos moviéramos en un histrionismo que marcan los personajes. Son bastante solitarios, y reunirlos con personalidades diferentes fue un experimento que mira cómo sale.

En el elenco hay de todo: cómicos, actores veteranos y niños. ¿Cómo se conjuga eso?

Teniendo mano izquierda. Creía que no me iban a servir para nada los veinte años de docencia, y me está sirviendo más de lo que creía: saber dirigirme a ellos de una forma a los niños y a los adultos, darle a todos un poquito de lo que piden, y salir adelante.

Para La Casa del Caracol rodaste en la sierra de Málaga; ahora, en Sierra Nevada. ¿Qué te aporta rodar en Andalucía?

Muchísimo. Estar cómoda, cerca de casa, tener una logística maravillosa para traslados y mover todo lo que conlleva 300 personas que pueden trabajar en un rodaje. Y paisajísticamente tener lo que buscábamos en las dos películas. Poder estar en Sierra Nevada es estupendo, porque podíamos estar muy cerca del plató.

¿Hubiese sido posible hacerlo hace 20 años?

Creo que no, pero Andalucía ha crecido exponencialmente, y el 90% del equipo era andaluz: la industria andaluza compite hoy de tú a tú con el resto de industria nacional. Tenemos de todo: eléctricos, directores de foto, maquinistas, productores, directores, guionistas…

Estrenar en Navidad, ¿da un poco de vértigo?

Sí, estoy nerviosa, la verdad. Sabemos cómo están las salas y lo que queremos es que la película funcione en salas, porque está creada para verla en pantalla grande, con toda la familia y tu bol de palomitas. Queremos que la gente vaya al cine, se recupere el hábito y se disfrute de una tarde en familia.


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