El Festival de Sevilla arranca su decimoctava edición este viernes. En esos 18 años, diez han estado dirigidos por José Luis Cienfuegos, que en 2012 se había fraguado una importante trayectoria apostando por el cine independiente y de autor en el Festival de Gijón. Tras una 17ª edición que apostó firmememente por la presencialidad en uno de los momentos más duros de la pandemia, el festival europeo recupera la normalidad.
Y lo hace por todo lo alto. Con las grandes figuras de la cinematografía europea actual, echando la mirada a nuestra historia, celebrando la rica heterogeneidad del cine español y andaluz, con 226 títulos en su programación, más de 500 invitados y una industria a la que invita a recuperar a los espectadores de cine de autor.
Frente a otros años, donde los programadores del festival han encontrado en los cineastas europeos una preocupación por el auge del nacionalismo, la ultraderecha y la intolerancia, Cienfuegos asegura que este año han visto el brillo de la esperanza en la cinematografía europea con “películas luminosas” que “reflejan la pasión por vivir y por las relaciones humanas”.
El regreso a las salas de cine durante esta 18ª edición sería la guinda a esa apuesta, optimista y humana, de los creadores, que estarán presentes en muchas de las proyecciones del festival para dialogar con los espectadores.
El año pasado, en unas condiciones muy duras de la pandemia, defendiste su celebración presencial: ¿Con qué ánimo celebras esta 18ª edición sin cierres perimetrales, restricciones de aforo, invitados y un tímido regreso a la normalidad?
Comenzamos con optimismo por el programa que se ha diseñado y con la esperanza de que los espectadores vivan lo mismo que nosotros en Cannes este año. Hacía tiempo que no teníamos una sensación tan mágica, especial, acompañados de publico, con la sala llena y con el director o directora de la película presentando la película.
¿Entiendes el festival de cine como un punto de encuentro entre creador y espectador?
Un festival es un espacio de convivencia, diálogo y mucho trabajo. Llevamos mucho tiempo trabajando con distribución y exhibición. Con nuestra apuesta por la sección de industria, hemos desarrollado un trabajo singular en el territorio español y europeo, focalizando en la exhibición en salas y la distribución. El culmen de ese trabajo será el MERCI, un encuentro de trabajo que refleja nuestra preocupación y defensa radical del festival por el cine en sala.
“El festival hace una defensa radical por el cine en sala”
Estamos viendo que, poco a poco, la taquilla va recuperándose: ¿qué función deben cumplir festivales como el de Sevilla para atraer de nuevo a los espectadores a las salas?
En taquilla están funcionando los blockbusters. Las películas de autor no están respondiendo a las expectativas. Hay grandes nombres, grandes películas, pero los resultados han sido fastidiosamente discretos. Eso es un reflejo del cambio del costumbres, de que el espectador ha cambiado. Eso es lo que vamos a trabajar con exhibidores y distribuidores: en nuevos modelos. En cómo la salas tienen que trabajar con los títulos para conectar con los espectadores.
Más de 225 películas, entre ficción, documental, largometrajes y cortos: ¿cuáles van a ser los platos fuertes de esta programación?
Este año, más allá de las novedades de los grandes nombres del cine europeo, sí que nos ha preocupado salvaguardar el cine del pasado, la historia del cine europeo. Los festivales tenemos una responsabilidad sobre la difusión y la reflexión sobre la historia del cine. No podemos rendirnos a la inmediatez, a las demandas del mercado. Lo haremos a través del seminario de cine experimental y del ciclo Hacia otra historia del cine europeo, con películas recientemente restauradas.
“Vemos que los directores trabajan de una manera más global con el sonido y la fotografía. Ha habido una revolución”
El año pasado, una película europea, Otra ronda, ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera. Hemos tenido unas excelentes ediciones de Berlín, Cannes, Venecia. ¿Goza de buena salud el cine europeo?
Los talentos están ahí. Hay nuevas generaciones de cineastas que están presentes. Al final, la pandemia no ha supuesto un parón tan importante. La industria sigue cubriendo etapas, los cineastas han seguido trabajando y sacando partido a las difíciles circunstancias de rodaje, que se reflejan en obras como Diarios de Otsoga (Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes). Este año, hay muchas películas que reflejan la pasión por vivir, las relaciones humanas. Son películas luminosas. Además, los directores trabajan de una manera más global a nivel de fotografía, sonido… En dos años, ha habido una revolución en el diseño de sonido, como en Memoria (Apichatpong Weerasethakul). En películas como Para Chiara (Jonas Carpignano) o Ali & Ava (Clio Barnard) las canciones te van contando la historia.
Tras cuatro años sin la presencia de películas de producción andaluza en sección oficial competitiva, tenemos una película que habéis celebrado mucho: Las Gentiles de Santi Amodeo: ¿Qué le ha atraído al equipo de programación de esta película?
Hay pocas películas tan frescas, tan poco impostadas sobre el mundo de la adolescencia, cobrando mucha importancia las redes sociales, el sonido y la música. El director trabaja de una manera global, marcando tendencia y ofreciendo una visión cinematográfica. No solo dirige, sino que abarca el sonido, la fotografía y la música. Es una película que no llega a los 90 minutos. Y eso dice mucho del poco interés del director por ponerse por delante de la cámara: lo que le interesa es la película, el resultado final, asumiendo además el riesgo de rodar en super 16mm y combinándolo con tiktok.
“Hay pocas películas tan frescas, tan poco impostadas sobre el mundo de la adolescencia como Las Gentiles de Santi Amodeo”
Un panorama andaluz muy potente, con cortos de diversos géneros y focos, estrenos comerciales en sesiones especiales y dos películas en sección oficial (Las Gentiles (Santi Amodeo) y Alegría (Violeta Salama), fuera de competición). ¿Cómo has visto la evolución del cine producido en Andalucía en los últimos años?
Me sigue preocupando el relevo generacional. Una vez terminado el festival, tiene que haber reuniones, que se trabaje en un plan de trabajo claro con instituciones, programadores y prescriptores. Ese relevo generacional del cine andaluz tiene que llegar y todos tenemos que aportar en la medida de nuestras posibilidades. Los festivales servimos de conexión entre el sitio donde vives, Sevilla y Andalucía, con el cine que viene de fuera. En eso también somos útiles: para que los cineastas conozcan de primera mano ese material, esas tendencias.
Esta año diriges tu décima edición: ¿cómo ha cambiado el festival y cómo ha cambiado el panorama cinematográfico en este tiempo?
Ha cambiado cine español, el nuevo cine español, por el que apostamos en su día. En este tiempo se ha afianzado esa conexión del festival con el nuevo cine español. Sevilla se ha convertido en un punto de encuentro, para la reivindicación y para poner el foco en este tipo de cine. Eso se ha reflejado en la cantidad de películas que dialogan con el cine europeo. Otros festivales, como Málaga, también lo han incorporado a su sección oficial, solo hay que mirar el palmarés de cada años. Los festivales hemos salido en defensa de ese cine.
Sitges y Valladolid se acaban de unir a una plataforma de festivales, Profestivales, conformado desde el sur por Sevilla, Huelva y Málaga: ¿Qué reivindicáis?
Profestivales es un intercambio de experiencias. Un lugar donde reivindicar la profesionalización, un cierto código ético en el tema relacionado con las contrataciones, la transparencia, la defensa del cine y los cineastas. Los festivales, además, somos generadores de empleo.
“Los jóvenes no tienen problemas en asumir películas exigentes y muy poco narrativas”
Siempre insistes en la programación para los más jóvenes, en la educación de los futuros espectadores. ¿Qué línea pedagógica seguís, qué inquietudes encontráis en ellos?
A través de Ventana Cinéfila hemos aprendido que no tenemos que tener prejuicios a la hora de presentarle a los jóvenes películas más exigentes o pelis muy poco narrativas. No tienen problema en asumir películas menos narrativas o donde se une la ficción y no ficción. Los programadores les ofrecemos las películas seleccionadas por nosotros directamente a los jóvenes, igual que hacemos en el festival. Creo que los festivales tenemos una perspectiva privilegiada, actual y fresca, de la que se puede sacar partido. Debemos reivindicar el gran trabajo que se hace en Andalucía, el trabajo modélico que se hace a través del Aula de Cine.
Fotos: Lolo Vasco