Las directoras africanas toman la delantera y juegan a ganar en el Festival de Cine Africano de Tarifa. Ellas le prestan voz a los que no la tienen con sus historias de gente corriente

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30 Abr 2019
Mª Angeles Robles
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La sección competitiva del Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger (FCAT), Hipermetropía, es paritaria por primera vez en la historia de la muestra. Siete son las directoras que presentan sus trabajos en un festival que apuesta de esta manera por desterrar una doble invisibilidad: la de las mujeres invisibles que hacen cine en un continente invisible.

La presencia de directoras en el FCAT es casual y natural. Casual porque su presencia no es cuestión de cuotas, natural porque ellas son las evidentes protagonistas de un cambio social lento pero imparable. Las mujeres africanas piden la palabra y el festival de Tarifa les ha puesto un altavoz para que se escuche fuerte y clara.

Los campos de la libertad

Para la realizadora de origen libanés Naziha Arebi, que presenta a competición la cinta Los campos de la libertad, la presencia de directoras africanas en el FCAT no hace sino poner de manifiesto el “talento y el trabajo brillante” de muchas mujeres que se dedican al cine.

Arebi asegura que “no se trata que el festival le esté haciendo un favor a las mujeres, no están eligiendo la paridad por encima de la calidad”, sino que la cuestión es que “hay muchas realizadoras brillantes, pero que no tienen acceso a la visibilidad”.

Reem Saleh y Naziha Arebi

El papel de los programadores de los festivales debe ser, en su opinión, “asegurarse de que exista esta visibilidad”. Arebi explica que, “hasta que se consiga de forma natural, no hay problema con tener cuotas”, aunque lo verdaderamente importante es “hacer el esfuerzo por encontrar estas películas hechas por mujeres”.

Para las directoras, “que pueden hacer buenas y malas películas, igual que los directores”, sigue siendo “un privilegio poder acceder a estos espacios que durante mucho tiempo han estado dominados por hombres, por eso resulta importante encontrar el equilibrio”.

Fútbol femenino en África

La película Naziha Arebi presenta a concurso, Los campos de la libertad, tiene como eje central un tema que alcanza una presencia relevante entre las películas firmadas por directoras dentro de la sección Hipermetropía: el fútbol femenino en África.

Tanto la película de Arebi como la de la cineasta Marwa Zein, Jartum fuera de juego, utilizan este deporte como símbolo de la lucha de las mujeres africanas por ocupar el espacio público que se les ha negado históricamente.

Las dos directoras optan por películas documentales en las que el deporte se convierte en metáfora de un cambio social que, pese a las evidentes trabas, resulta imparable. Aunque Libia, donde se desarrolla la película de Arebi, y Sudan, donde tiene lugar la cinta de Zein, son países con realidades políticas y sociales diferentes, en ambos casos el fútbol, un deporte tradicionalmente masculino, se erige como estandarte de la lucha, lenta pero llena de esperanza, de las mujeres por alcanzar la libertad de elegir su destino.

Una escena de ‘Lo que se siembra’ de Reem Saleh.

Para Naziha Arebi “el deporte es una forma muy poco elitista” de abordar los problemas sociales” es “un vehículo accesible y fácil de entender para muchas personas” y esto permite que la historia de estas mujeres valientes y dispuestas a provocar el cambio social que no llega por sí solo “lleguen más fácilmente al público”.

Los campos de la libertad se rodó durante cinco años en Libia y no es únicamente una película sobre jugadoras de fútbol. Su directora ha querido reflejar el ambiente bélico de peligro constante y la falta de libertades del país durante la llamada Revolución libia de 2011. Para la directora, ha sido fundamental que “la guerra estuviese siempre en los márgenes de la pantalla, que se sintiera, aunque no siempre se viera”.

“Cuando estás viviendo en una zona de conflicto no es como en la tele que solo ves los bombardeos, estás por ejemplo en la playa y escuchas algo pero no lo estás viendo”, asegura la directora, para la que era “muy importante colocar al público en el mismo caos que estaban viviendo las protagonistas de la película”.

Un cambio social a través del arte

Para Arebi, dar voz a las mujeres es fundamental para que se produzca “un cambio social a través del arte y de la cultura”. También un cambio de perspectiva que se refleja en muchas de las películas incluidas en la sección competitiva de este año, implicadas en contar historias de gente corriente a las que rara vez se les da la palabra.

Es el caso del documental Lo que se siembra, de la directora de origen egipcio Reem Saleh, que se introduce con su cámara en uno de los suburbios de El Cairo para hablarnos de la solidaridad y de la dignidad de la pobreza.

La película de Saleh hace comparecer a los que menos tienen, les ofrece la oportunidad de contar sus historias cotidianas y aborda temas como la ablación o la situación de la mujer dentro de la familia y en las relaciones de pareja desde un punto de vista al que no estamos acostumbrados.

‘La higuera’ de Aäläm-Wärqe Davidian.

La comunidad judía de Etiopía centra la atención de la directora Aäläm-Wärqe Davidian, que presenta a concurso la personal y deslumbrante La higuera, una historia de amor adolescente ambientada en la guerra civil etíope.

A través de los ojos inocentes de la atrevida y decidida Mina, protagonista de la cinta, nos adentramos en el vértigo de una sociedad en la que el conflicto bélico y los problemas religiosos se mezclan con la lucha diaria por salir adelante de una familia de mujeres fuertes que luchan por ofrecer a los más jóvenes un futuro lejos de su país.

Philippa Ndisi-Herrmann, con Luna nueva, Chloé-Aicha, con El lobo de oro de Balolé, y Meryem Benm’Barek, con Sofía, completan este equipo ganador de directoras africanas dispuestas a abordar la realidad desde un punto de vista personal que nos ayuda a desterrar mitos.

Ellas ponen el acento en los que menos tienen y nos invitan a conocer la diversidad y la riqueza de un continente en el que las mujeres están dispuestas a ser protagonistas en el terreno de juego.


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