Rocky cuarenta aniversario

Manuel H. Martín recuerda y analiza en su 40° aniversario la saga de Rocky, un héroe imperfecto que nos legó un mensaje de superación

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6 Jun 2019
Manuel H. Martín
the nest

“Paso a paso. Golpe a golpe. Asalto a asalto”. La vida como un ring de boxeo. Es una sencilla metáfora, aunque lo cierto es que el boxeo, como deporte, no deja de ser un combate con sus reglas deportivas y en muchos casos, la admiración por el adversario.

Puede parecer que se trata simplemente de dos personas enfrentadas pero, en el fondo, hay algo en el boxeo que va mucho más allá de la victoria o de la derrota. A veces, se trata de aguantar de pié el máximo tiempo posible, aguantando todo lo duro que viene y, también, de levantarse una y otra vez después de cada caída.

Puede que esa sea una buena forma de llevar las cosas en la vida o, al menos, es algo que traspira en el fondo de algunas de las películas que se han realizado sobre este deporte.

Un deporte cinematográfico

En el boxeo en sí hay mucha cinematografía, basta pensar en esos dos personajes antagónicos enfrentados en un mismo escenario, compartiendo luces, sombras y coreografía. Títulos como El ídolo de barro, Toro salvaje o Alí son grandes muestras del género, pero lo cierto es que, entre todos ellos, para el gran público, no hay título más popular que Rocky.

Aunque hablamos de una saga, es interesante especialmente pararnos en el primer film que, casualidades de la vida, tiene analogías con otra saga interpretada por Silvester Stallone.

Tanto en Rocky como en Rambo, el protagonista acaba siendo un juguete roto

Si nos fijamos bien, en las dos primeras entregas de cada saga, Acorralado (la primera de las películas de Rambo) y Rocky, hay elementos comunes más allá del actor principal: en ambos filmes, el personaje principal acaba siendo un “juguete roto”, en un caso por las consecuencias sufridas de una guerra, en el otro por el combate convertido en un auténtico show.

En posteriores filmes de las dos sagas, algunos de los títulos acaban mutando hacia otra cosa, con menos foso y acidez y más propaganda. En cualquier caso, adentrémonos en el primer film: Rocky.

Escrita por el propio Stallone, y dirigida por John G. Avildsen, Rocky cuenta la historia de un italoamericano procedente de un barrio humilde de Filadelfia que tiene la oportunidad de trabajar su “talento” y, en lugar de llevarlo hacia el lado oscuro (como cobrador de prestamista), transformándolo en una forma de ver la vida más sana y deportiva.

El combate contra Creed

Con una trama sencilla, Rocky tendrá que enfrentarse contra el campeón mundial, Apollo Creed (Carl Wheathers),  en un combate, y show montado por personas del entorno de Creed, en el que tiene todas las papeletas para perder. “Sin gente alrededor, no tienes ninguna oportunidad”, dice uno de sus personajes.

Y por eso, a su alrededor, Rocky tendrá a tres maestros que le ayudan a salir adelante, más desde el amor (especialmente hacia sí mismo) que desde la competencia hacia los demás: el entrenador Mickey (Burguess Meredith), que le pide al máximo esfuerzo, su mujer Adrian (Talia Shire), que empieza a valorarse más a sí misma y con ello hace que Rocky se valore más, y su cuñado Paulie (Burt Young), un ser imperfecto que busca más la felicidad de los demás que la suya propia.

La historia, llena de diálogos rebosantes sobre la importancia de la autoestima y el esfuerzo, contando con los que te quieren (aquí no hay autoayuda) tiene un emotivo final. Rocky Balboa ha aguantado quince asaltos, sin desfallecer, pero ha ganado su oponente.

Los periodistas le preguntan a Rocky por qué ha aguantado los quince asaltos, pero él no le responde, sólo grita el nombre de su mujer y la espera para abrazarse a ella. Adrian aparece durante el combate porque, aunque le duela, sabe que tiene que estar ahí. Al fin y al cabo, quien te quiere estará ahí no solo cuando triunfas, sino, especialmente, cuando caigas o recibas golpes.

¿Qué hace de Rocky un título que va más allá de los críticos y el paso de los años? Quizás haya razones más sentimentales que puramente artísticas, pero lo cierto es que, vista la película con el paso del tiempo, puede entenderse bien por qué conectó (o sigue conectando) con el gran público.

Un protagonista obrero

Aunque la saga fue tomando otros derroteros con los años, lo cierto es que la primera tiene dos componentes muy interesantes: el primero, el obrero; el segundo, la superación. ¿Cuántos no recordáis ver una y otra vez la película cuando la ponían en televisión siendo pequeño? Verla con un familiar o con alguno de tus amigos del barrio era todo un evento.

Eso de pequeño, pero ¿qué sucedía cuando eras adolescente? Pues que veías a alguien correr o hacer deporte en el barrio, esforzarse no tanto por ganar como por levantarse, y le decías: “¡Vamos, Rocky!” ¿Y qué sucede ahora? Que ya no asociamos Rocky a nuestro barrio o nuestra infancia, sino a cualquier superación que nos venga o nos pueda venir en la vida.

Porque no olvidemos que además de la historia y los personajes, la película tiene un componente muy reconocible, algo que se está olvidando cada vez más, que es el de tener una banda sonora reconocible, con espíritu propio y tremendamente motivador.

Una banda sonora memorable

Cualquiera de los temas compuestos por Bill Conti puede resultarnos hoy reconocibles, pero… ¿no os emociona especialmente el Gonna Fly Now? Y ahora recordad la escena de Rocky corriendo por las calles de Filadelfia, subiendo las escaleras y levantando los brazos una vez que está arriba. Ahora, quizás estéis escuchando los violines y los coros. La música se integra con nosotros como espectadores, nos identifica; en ese momento especial todos apoyamos a Rocky y, en cierto modo, también nos vemos reflejados en él.

Sea como sea, Rocky es un icono para la cultura del esfuerzo, sin tener miedo al fracaso y a intentar hacer las cosas bien una y otra vez, aunque caigamos, porque sabemos que hay gente alrededor que nos ayudará a levantarnos.

Porque, como dice la canción de Vetusta Morla, “ser valiente no es sólo cuestión de suerte”, no. Hay que pelearlo en el sentido más deportivo de la vida. Y en eso, el señor Balboa es todo un ejemplo. “Si sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que aguantar los golpes”.


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