Entrevista y fotos: Juan Antonio Bermúdez
Nos interesaba que tres mujeres cineastas nos contaran cómo viven y explican ellas la brecha de género en el audiovisual, de la que hablábamos en este otro artículo. Con ese fin reunimos a la actriz Mercedes Hoyos, la guionista Ana Graciani y la realizadora Ana Rosa Diego.
Hoyos debutó en 1989 en la mítica serie de TVE Juncal y desde entonces no ha parado de hacer teatro, cine, televisión y webseries. En este mismo año, ha ganado el Premio ASECAN Interpretación por su papel en Todo saldrá bien, de Jesús Ponce. Y lo agradeció desde el escenario del Teatro Lope de Vega de Sevilla con un impetuoso y emocionante discurso en el que reclamó que las mujeres estén representadas en el audiovisual “porque a los 40 años no nos hemos muerto ni nos hemos vuelto invisibles, tenemos mucho que contar”.
Graciani ha pasado por el periodismo antes de llegar a la escritura dramática tanto para el teatro como para el cine y la televisión, donde ha firmado varias tv movies (La rueda, Ciudadano Villanueva…). En la actualidad, afirma con orgullo que “vive de escribir” y confiesa que le ha costado mucho: “he tenido que demostrar mi valía diez veces más que si fuera un hombre”
Diego dirige cortos desde que cursaba Imagen y Sonido en la primera promoción de la Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla, donde coincidió con Alberto Rodríguez y formó parte de la ya conocida como ‘Generación Cinexin’. Debutó en el largometraje en 2009 con Siempre hay tiempo y mientras espera la oportunidad de repetir esa experiencia, hace equilibrios entre los inevitables trabajos alimenticios (en su caso sobre todo como script) y modestos pero gratificantes proyectos propios. Y además, saca tiempo de donde puede para implicarse en la lucha por la igualdad de género en este sector a través de la presidencia de la Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales, AAMMA.
Esto fue lo que nos contaron en una conversación en la que, por encima de todo, quedó muy clara la pasión de las tres por su oficio.
Juan Antonio Bermúdez (JAB): Los datos sobre la desigualdad de género en el audiovisual son rotundos. Vosotras, que lleváis mucho tiempo trabajando y reflexionando sobre esto, ¿os atreveríais a explicar de forma resumida por qué las mujeres lo tenéis tan difícil en este sector?
Ana Graciani (AG):Seguramente no hay una sola respuesta sino una mezcla de cosas, pero la realidad está ahí. Da mucha vergüenza ir en esto por detrás de otros sectores, incluida la política. Nosotras tres, por ejemplo, tenemos modelos de familia diferentes en este momento, pero las tres somos madres. La maternidad y el acompañar a nuestros hijos en su infancia o cuando son adolescentes es una responsabilidad que recae sobre nosotras en un porcentaje altísimo de las veces, incluso aunque tu pareja no sea machista. Y eso tiene mucho que ver en esa dificultad.
Mercedes Hoyos (MH): El nivel de responsabilidad de las madres no tiene nada que ver con el de los padres, por norma general. Y eso se trasvasa también a la responsabilidad de cuidar de la familia entera y de la casa. El hecho ya de llevar sobre la cabeza toda la intendencia de una casa es una responsabilidad muy grande, es como un trabajo de producción de cine pero sin posibilidad de días libres ni vacaciones, veinticuatro horas al día todos los días de la semana.
Ana Rosa Diego (ARD): Yo creo que el peso es milenario, es el peso de la sociedad patriarcal en la que estamos aún aunque intentemos romper esquemas. Es posible que en otras profesiones no incida tanto, pero en esta, que además requiere tanta energía, tanta pasión, talento, oficio, ese peso se hace insoportable. Necesitamos un plus de empoderamiento, el “empoderamiento a través del arte”, del que ya se habla. Yo lo vivo a nivel personal. Yo misma tengo que confiar, seguir apostando por mí. Si no, habría tirado la toalla y estaría a lo mejor haciendo trabajos más alimenticios. El peso es inconmensurable, pero a mí la pasión de este oficio me puede.
AG: A mí me dicen con 18 años que vamos a tener esta conversación y no me lo creo. Nos habían contado que el mundo había cambiado, que eso era una cosa antigua. Nos estoy oyendo hablar y parece rancio lo que estamos diciendo, pero lo vivimos en nuestras carnes. Yo creo que me he hecho feminista de los pies a la cabeza desde que soy madre. Ahí está la diferencia real. Ahí está el superplús. Porque tú estás soltera y a lo mejor sí puedes llevar una trayectoria profesional, por lo menos yo la llevaba. Pero en el momento en el que eres madre necesitas una superexigencia sacada de no sé dónde. Y a tu pareja le afecta también, claro, cómo no le va a afectar, pero de otra manera.
JAB: Más allá de vuestra dificultad común para compatibilizar la maternidad, me gustaría que me hablaseis desde vuestra experiencia concreta en un área de trabajo diferente cada una.
MH: Una actriz nunca organiza su horario de trabajo, se lo organizan otros. Tienes que estar cambiando la agenda continuamente y eso supone un estrés grandísimo. Por otro lado, un rodaje son doce horas diarias y normalmente no es al lado de tu casa; lo normal es que tengas que ir a trabajar a otra ciudad o incluso a otro país. Entonces, llega un momento en el que dices “no puedo hacerlo”. No me voy a ir a un rodaje o a una gira un mes y voy a dejar a mis hijos aquí. Ese tipo de cosas jamás se las plantea un hombre. ¡Nunca!
Además, en la interpretación tienes que estar formándote continuamente y ese es otro hándicap que veo como mujer y madre. No puedo hacer los cursos que me gustaría hacer, ni puedo ver todos los espectáculos de teatro o todas las películas que quisiera. No me da la vida.
AG: En mi caso, después de muchos esfuerzos y de hacer un millón de cosas, llevo unos años en los que mi plato de lentejas viene de escribir. Y claro, estar en un rodaje siempre es más complicado, pero yo no alcanzo, eh. Yo curro mogollón. Me hago jornadas de trabajo de diez horas y tengo a lo mejor dos días de descanso en dos meses. Trabajo en mi casa con un ordenador y no estoy localizando, pero son horas de trabajo igual. Y de un trabajo que te exige además una concentración absoluta.
ARD: El número de mujeres con respecto a hombres es muy bajo en casi todas las especialidades, pero especialmente en la dirección. Y estoy convencida de que es una cuestión de empoderamiento, de creer en lo que queremos contar, de confiar más en nuestras posibilidades. A veces me he preguntado: ¿en las generaciones que vienen detrás habrá cambiado la cosa? Oye pues no, va a peor. De verdad no tiene demasiada explicación, yo creo que a veces las mujeres tiramos la toalla a priori.
En mi caso, realmente pienso que estoy donde estoy ahora por mi pasado, por la dedicación y la pasión que he tenido hacia mi trabajo en los años en los que podía hacerlo. Si no me hubiera posicionado en ese momento, cuando salí de la facultad, ahora, aunque quisiera hacerlo, sería mucho más difícil.
JAB: Hay una cosa que parece clara: el audiovisual requiere a las mujeres sobre todo para aquellas tareas que tienen que ver de alguna forma con el concepto de los cuidados: el maquillaje, el vestuario, el trabajo de script…
MH: Y son las categorías que están en segunda fila pero que hacen que los que están en primera fila brillen. Esas que citas y la producción. Esa frase de “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer” es muy real por desgracia todavía en el cine. Hay infinidad de mujeres sacando adelante proyectos de hombres. Ellos son los artistas, los creadores que cuentan todo lo que les pasa a ellos. Pero detrás, en la producción, suele haber una tía que es la que se está batiendo el cobre y montando toda la infraestructura necesaria que consiga que ese hombre brille.
AG: Y hay otra cosa también que yo creo que es bastante femenina, de esa feminidad que venimos arrastrando: el hombre se especializa mientras que las mujeres hacemos de todo. Nosotras tres somos un buen ejemplo. Si hay que hacer producción la hacemos; si hay que barrer un escenario, lo barremos. Al hombre le dejamos especializarse mientras que nosotras nos quitamos importancia. Eso es muy femenino. Me escucho y me da rabia, porque toda generalización es errónea, pero normalmente el ser masculino sabe darse importancia. Y la mujer se la quita.
JAB: Estamos hablando de cuestiones generales, casi sociológicas, pero bajando aún más a lo pequeño, ¿hay micromachismos en el día a día de vuestro trabajo?
MH: Te voy a contar una cosa muy gráfica. En los 30 años que yo llevo de profesión, nunca he visto a una mujer que le esté metiendo mano a un chaval. Pero sí me he encontrado hombres de muy diferente índole a los que les gusta poner una mano aquí, poner una mano allí… En fin, hombres que se pasan. No estoy generalizando ni muchísimo menos, pero eso sí lo he visto. Y no estoy hablando de cosas sutiles sino de meter mano.
AG: A todas nos ha pasado. ¿Cosas chiquitas? A diario. Pero no en la profesión sino en la vida. Y creo que además de lo que estamos hablando hay algo más sutil, se habla del “techo de cristal”. Ahora, a veces, cuando hago balance de lo que me ha costado llegar a poder dedicarme a esto, creo que he tenido que demostrar mi valía diez veces más que si fuera un hombre.
MH: Las estructuras están jerarquizadas por los hombres desde hace más de un siglo en nuestra profesión, y en general desde hace milenios. Ellos tienen sus maneras de trabajar, de relacionarse, de verse fuera del trabajo… Hay una especie de clanes masculinos en los que una mujer no entra.
AG: A la vez, no son ni conscientes…
MH: No son conscientes, pero existen. Y es muy complicado entrar ahí porque ya ellos se conocen, se entienden, se sobreentienden… Lo tienen todo muy organizado.
ARD: En el terreno profesional, yo también veo casos de micromachismo. Pero sobre todo es que nuestros egos están menos desarrollados. Nosotras muchas veces podemos ser mujeres de carácter y no sé qué, pero no somos ególatras. Buscamos más una historia coral, tenemos siempre puesto el chip del cuidado. Y a los tíos le sale otra cosa, no van pidiendo perdón.
MH: A lo mejor tienen que bajar el ego ellos en vez de subir el nuestro.
AG: Ya no es cuestión de confianza o de ego, es cómo tú pisas, cómo te plantas en una reunión. A mí me han engañado un millón de veces. Tengo un montón de cosas firmadas a medias con otra persona que he escrito enteritas yo. El problema está en mí, no está en el mundo, lo sé, pero yo creo que de alguna manera me pasa por ser mujer.
MH: Claro, casualmente el coautor que firma sin haber escrito siempre es un hombre.
AG: Sí, casualmente todos son hombres [risas].
JAB: Ya hemos hablado del acceso de las mujeres a las profesiones del audiovisual, pero me gustaría que comentásemos también cómo os representa el audiovisual. En tu caso, Ana, por ejemplo, ¿cómo vive una guionista esa reclamación que se vio de forma tan gráfica en los Goya de “Más personajes femeninos”?
AG: Yo construyo personajes, pero casi todo lo que trabajo es por encargo. Con respecto a los personajes femeninos, lucho y a lo mejor consigo que la mujer del protagonista no sea una mujer florero, logro darle un poquito más de entidad. Intento que sean diversos, que no sean siempre una tía que está buenísima o una madre abnegada que sufre, la prostituta y la dolorosa, que son los personajes femeninos más repetidos en el cine, personajes muleta. Lucho hasta dónde puedo, porque al trabajar por encargo me cuesta un mundo darle la vuelta a las cosas. Pero queda tanto por contar…
MH: Si pensamos por ejemplo en las películas de los Goya de este año, son todas películas de hombres. Son peliculones, a mí me flipan Tarde para la ira, Que dios nos perdone, El hombre de las mil caras… Pero son películas de hombres y si sale una mujer, normalmente jovencita y mona, aporta poco. Las únicas películas que recuerdo este año con protagonistas femeninas son Julieta y la de Marina Seresesky, La puerta abierta.
AG: Lo que está establecido es pensar siempre en héroes hombres. Mira, el año pasado impartí un taller en el máster de guion de la Universidad de Sevilla. Había unos veinte alumnos, chicos y chicas. Después de hablarles durante una semana de la necesidad de crear personajes femeninos, al final, los siete guiones de cortos que salieron del taller estaban protagonizados por siete personajes masculinos: un abuelo, un adolescente… Todos masculinos. Los chavales jóvenes piensan en el héroe de la historia y se les va ahí. Porque es esto [se señala las venas de la muñeca], son millones de años.
JAB: Más allá de los personajes, ¿no pensáis que la manera de contar las cosas también es muy masculina?
AG: Totalmente. Es ese punto de vista. Las cosas se han contado tradicionalmente por hombres. La novela fue el primer género en el que las mujeres pudieron expresarse, porque podían hacerlo ahí, en su casita.
MH: Y a menudo la firmaba tu marido, no tú.
AG: Efectivamente, está la historia de la literatura llena de eso. Pero en el audiovisual todavía hay pocos relatos femeninos. A veces, cuando preguntan, ¿existe la literatura femenina?, ¿existe el cine femenino? Pues existe un cine que por estar hecho por una mujer puede tener un punto de vista diferente, porque hasta ahora normalmente ha estado contado por un hombre.
ARD: Y con frecuencia pasa lo contrario: hay cine hecho por mujeres que sigue un patrón masculino.
AG: Claro, he dicho “puede” tener un punto de vista diferente.
JAB: Esa etiqueta que apuntáis en la literatura se ha dado más, pero en el cine no tiene tanto calado. ¿Veríais positivo que se hablase abiertamente de un “cine femenino”, dirigido a un público de mujeres? ¿La mejora tiene que venir por ahí?
ARD Si sirviera, yo sí lo promovería como movimiento. Si sirviera para que las películas de las mujeres se vieran más, generasen más interés y para que los productores también se interesasen más, los presupuestos fuesen mayores, hubiese más actrices trabajando, más personajes femeninos… Si aportara a nuestra causa, yo sí lo compraría.
JAB: Por ir cerrando la conversación, ¿qué hacemos para solucionar esta desigualdad en el audiovisual? ¿Qué medidas concretas creéis que deben tomarse y qué actitudes personales ayudan?
MH: Mira, ahora mismo, la única solución que hay es la discriminación positiva. Hay que romper, y para romper está eso. A igualdad de condiciones, la mujer debe tener un punto más.
Y sobre todo lo fundamental es la educación. Hay que irse a las escuelas y a los institutos y educar a los niños en otros valores. Pero no como una clase aislada, un tallercito que se hace una vez al año, no. De manera transversal, a diario.
Lo que no sé cómo podría manejarse es la televisión. La imagen de la mujer en la televisión es deplorable, monstruosa, en un porcentaje altísimo de los casos. Y la televisión es lo que más llega a la gente.
ARD: Aquí voy a hablar como presidenta de AAMMA. Yo estoy muy contenta con nuestra red de apoyo y nuestras actividades. Creo que desde asociaciones como AAMMA estamos haciendo una labor titánica para concienciar sobre la igualdad, para abrir los ojos… Pero basta un anuncio para tirar por tierra todo nuestro trabajo. No solo en la tele hay muchos ejemplos denigrantes para la mujer: en youtube, en los vídeos virales… Y a la parte institucional le cuesta mucho llegar ahí, compensar eso. Le cuesta incluso apoyarnos. Lo hacen, pero toda ayuda es poca. Me siento muy desprotegida y siento que nuestros jóvenes están muy desprotegidos también ante esos ejemplos. Por eso al final, como creadora, he terminado haciendo obras en las que esa preocupación se refleja. Al menos mi preocupación sale por ahí.
JAB: Mercedes apuntaba la necesidad de las cuotas, de la discriminación positiva. ¿es una buena vía?
ARD: Sí, y es importante también que en los festivales los jurados sean paritarios. A la hora de elegir, de premiar y todo eso es fundamental. Aunque luego las producciones son las que son y no llegan tantas películas hechas por mujeres.
AG: Los números no son reales. Se dice que hay tantas películas al año dirigidas por mujeres, pero no se profundiza en las condiciones en las que se han rodado. Normalmente los grandes presupuestos los manejan los hombres, mientras que las mujeres se tienen que conformar con proyectos más pequeños. Por eso no tienen la misma facilidad para competir en taquilla ni en los festivales.
MH: Y por eso son tan importantes las ayudas públicas, que las instituciones se pringuen.
ARD: Sí, y al mismo tiempo, como decimos, la coeducación en valores para que las niñas no sean las que se vayan poniendo ellas mismas en segunda fila. Contaba Icíar Bollaín que a ella no se le había ocurrido ser directora hasta que vio rodar a Chus Gutiérrez. Fíjate que es una chica que mamó cine desde muy joven, al menos desde que protagonizó El sur siendo adolescente, pero todos los modelos que había ido viendo en la dirección en su carrera eran masculinos. Hasta que vio a Chus Gutiérrez y dijo, ostras, esto es lo que yo quiero hacer. Quiero dirigir. Nuestras niñas tienen que estar educadas en valores que les enseñen a ser capaces. Ese extra de empoderamiento es lo que más falta hace.