El Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges cumplía el año pasado los 50, pero ha sido este año cuando se ha marcado su mejor edición. Del 4 al 13 de octubre por el bello pueblo costero han desfilado Nicolas Cage, M. Night Shyamalan, Tilda Swinton, Peter Weir, John Carpenter y Ed Harris, entre otros iconos del género fantástico.
El festival ha reventado las cifras de asistencia, proyectando en siete espacios diferentes un total de 250 películas que han hecho las delicias de un público fiel. Y es que Sitges le debe mucho a unos fans que se dejan en las entradas los ahorros del año y que durante doce días se alimentan a base de sangre, vísceras, mamporros, psicodelia cinéfila y ciencia ficción. Ellos son los que hacen crecer a este Festival.
Para los fans, este ha sido el mejor festival en diez años, a pesar de haber tenido alguna que otra polémica, como el estreno del film Bocadillo, lo que suponía el salto al cine del youtuber Wismichu, y que resultó ser un experimento social en el que los espectadores fueron grabados para formar parte de un documental, levantando todo tipo de críticas. Bienvenidos al submundo de Sitges, del que una servidora no saldría nunca.
Los fans más fieles llegaban escalonadamente, mochila de King Kong colgada y camisetas impregnadas de fotogramas de pelis de los 80, por el caminillo que te lleva de la estación de tren al auditorio del hotel Melià, campamento base y punto de encuentro de todo el sector. El jueves 4 de octubre se abría el certamen con uno de los platos fuertes: la visita de la andrógina y enigmática Tilda Swinton, protagonista del remake de Suspiria, film icónico de los años 70 que combina el suspense hitchcockiano, el giallo y el terror clásico.
Dirigida por Luca Guadagnino (Call me by your name, 2017), la revisión del clásico de Darío Argento pasó como un suspiro. La réplica de una de las películas más anárquicas de la historia del terror era todo un reto, pero también una apuesta segura para inaugurar el festival con fuegos artificiales. Al día siguiente, Sitges ya tomaba forma con la llegada de La sombra de la ley, una de las producciones españolas del año, dirigida por Dani de la Torre y arropada por Antena 3, un trabajo de factura técnica impecable y con poco más que rascar. El público estaba esperando la bomba del festival y estaba a punto de llegar. Se palpaba en el ambiente.
El arca de Noé desembarca en Sitges
La noche cálida caía con ganas sobre el Melià para acoger a una de las más esperadas: Clímax, el cuarto trabajo de Gaspar Noé, l’enfant terrible de Sitges, quien cada año consigue acongojarnos con su particular forma de rodar. Y lo ha vuelto a hacer. Noé apareció junto a una veintena de bailarines y el escenario del Auditorio se convirtió de repente en una discoteca llena de gogós. Entre eso y que el realizador tuvo el morro de decir que esta era su trabajo más familiar, hubo quien pensó que estábamos ante la película más accesible de su carrera.
Pero nada más lejos de la realidad. En Clímax, Noé depura la forma –un film musical con una estética alucinante- y el fondo de su cine –mostrar las pulsiones más primarias del ser humano- en la historia de un grupo de bailarines que pasan un fin de semana en una vieja escuela. De la euforia inicial –el mejor plano secuencia visto en el festival con la escena de baile- vivirán el horror final cuando la rave que montan se les va (y mucho) de las manos.
La rave de Noé ha calado y se ha llevado el gordo: Premio al Mejor Film Fantástico y Premio de la Crítica. Quizás tuvo que ver algo que todos los que allí estábamos nos habíamos angustiado con Irreversible, impactado con Enter The Void y flipado con el sexo explícito en 3D de Amor. Estamos ante un director que amas u odias y que siempre consigue abrir un debate cinéfilo que puede durar meses, mientras masticas su indigesta propuesta visual y narrativa. Solo por eso: a sus pies, Noé.
Empezar el día en que Sitges se convierte en un escenario de zombies con su famosa Zombie Walk, con la sensación de que ya has visto la peli del festival, no ayudó a que Summer of 84 (François Simard, Anouk Whissell, Yoann-Karl Whissell) nos entrara muy bien. De los creadores canadienses de Turbo Kid (2015), se trata de una historia a lo Gonnies-style que explica las aventurillas de un grupo de adolescentes que viven en un barrio tranquilo y que se obsesionan con que su vecino es un asesino en serie.
Algo aburrida y naíf y con diálogos planos, juguetea con la comedia adolescente y el terror, cuando podría indagar en el drama de la realidad de las familias de ese vecindario que retrata y que se llama Crystal Lake (¡Anda… como el campamento de Viernes 13!). A su favor, diremos que la cinta muestra intención y cuenta con buenas interpretaciones de los chavales, además de usar algunos guiños a los 80 que funcionan (y que no hemos visto en Stranger Things).
Nicolas Cage, la rock-star del fantástico
Mejor suerte tuvo el estreno de Mandy de Panos Cosmatos, que trajo a la alfombra roja al queridísimo Nicolas Cage, protagonista del film junto a Andrea Riseborough. La visita de la estrella de Hollywood era -sin duda- la más esperada por los fans y además recibía el Gran Premio Honorífico. Nunca en Sitges se ha vivido una ovación más grande para un actor.
Juro por el diablo que Cage parecía una grandísima estrella de rock, ensalzado por cientos de freaks con melenas y ropajes negros, cargados de cintas de VHS y posters para firmar. Fans que no le permitían salir de coche y que seguramente convirtieron su visita en una pesadilla, más real que la que cuenta Mandy. Cage interpreta en el film a Red, un hombre que vive con su mujer en una cabaña junto al lago. De repente aparecerán unos psicópatas de una secta cristiana y sus esbirros.
Algo así como unos cenobitas motorizados con sables y todo tipo de armas, seres no humanos que se han creado a base de tripis adulterados. El pase era un festival de muecas: Cage en calzoncillos llorando la muerte de su mujer con un ataque de ansiedad sentado en un retrete, Cage cargándose a todo trapo a los cenobitas, Cage untándose la nariz de cocaína mientras arranca una motosierra, Cage bañado en sangre gritando al volante de un coche…maravilloso. Por este trabajo, Cosmatos, el hijo de George Pan, director de Rambo y Cobra, se ha agenciado el Premio a la Mejor Dirección. Fue una de esas sesiones memorables con el público aplaudiendo, tó loco. Eso sí: el pobre Nicolas tuvo que pernoctar fuera de Sitges, donde los fans no pudieron encontrarlo.
Y hablando de pernoctar, esa misma noche, delante del Hotel Melià, donde se organizan las colas para entrar al auditorio, había un buen grupo de personas durmiendo en sacos a la intemperie. Nunca supe si su objetivo era entrar los primeros en la sesión matinal del domingo o bien albergaban la esperanza de volver a ver a Cage merodeando por el Hotel.
Galveston, basada en una novela de Nic Pizzolatto
El domingo se presentaba fuerte. Por la tarde pudimos disfrutar de Galveston, una historia de cine negro, dirigida por Mélanie Laurent y basada en una novela de Nic Pizzolatto (True Detective) que se antojó perfecta. Es un film sólido y con grandes interpretaciones. Elle Fanning, una joven prostituta y Ben Foster, un exconvicto con un cáncer terminal, establecen una delicada relación tras huir de unos gánsteres, hasta que éstos vuelven para vengarse. El trabajo de Laurent emociona y cuenta con un plano secuencia que narra la huida del protagonista y que dejó a todos los espectadores agarrados a la butaca.
Con este buen sabor de boca recibíamos otro de los platos fuertes: el nuevo film de Pascal Laugier, Ghostland. Todos habíamos visto su opera prima Martyrs, una película que se estrenó en el 2008 y que destrozó el interior de los allí presentes provocando que más de uno se largara de la sala. Su nuevo relato es un cuento de terror que relata la historia de dos hermanas que viven con su madre en un caserón lleno de muñecas de todo tipo y en la que dos descerebrados psicópatas irrumpen para acabar con ellas y provocar sus peores pesadillas.
El film se mueve entre la imaginación de una de las protagonistas y la realidad y consigue atrapar al espectador justo en ese punto medio en el que no disciernes qué está pasando. Entre muñecas chungas de porcelana vestidas de canesú, sustos de manual y una ambientación de casa del terror llena de elementos clásicos, se perpetra una de las escenas más dolientes en la que se muestra una porno-torture muñequil que arrancó los aplausos de los más duros. En este punto, todos pensábamos que habíamos visto la peli que se llevaría el Gran Premio del Público. Pero no, todavía era pronto y quedaban muchas joyas por ver.
La sesión de la noche tampoco tuvo nada que envidiar. Dentro de la Sección Oficial, tocaba Under the Silver Lake, de David Robert Mitchell, director que revolucionó el terror con It Follows en Sitges 2014, y que se consolida ahora como un cineasta de culto con un thriller paranoico y totalmente psicotrópico ambientado en Los Ángeles y protagonizado por Andrew Garfield, a quien conocemos todos por su papel en Spiderman. Una obra neo-noir de más de dos horas de metraje que explica las peripecias de un joven sin trabajo ni ambición que malvive en un apartamento y que se enamora de la vecina buenorra, quien desaparece sin dejar huella.
Solo un detalle para ver el nivelazo del film: en una escena a Garfield se le queda enganchado en la mano un cómic de Spiderman, que no puede despegarse de ninguna manera. Todo aquí es surrealista: su vida no tiene ni pies ni cabeza, la chica que se trinca viene cada día disfrazada de algo distinto, él mismo huele siempre a rayos y mofetas y su día a día es un sueño que a momentos se torna en una pesadilla inaguantable. Bienvenidos al absurdo y a la magia del surrealismo. Esta es la cinta más creativa de los últimos años y además se atreve a hacer un tributo al cine clásico. Under The Silver Lake se llevó una Mención Especial del Premio de la crítica Josep Lluis Guarner, y quizás mereció algo más.
La redención de Lars Von Trier
Tras la locura del fin de semana, donde las multitudes llenaban las estrechas calles de Sitges, llegaron los días entre semana, mucho más tranquilos y donde solo te cruzas con fans pata negra. El lunes era la noche de Lars Von Trier y su The house that Jack Built, film que fue repudiado en Cannes pero que en cambio ha sido laureado aquí. Luces y sombras para la vuelta del siempre polémico Von Trier. El director recupera al gran Matt Dillon –quien a juzgar por su apariencia creemos ha estado sumergido en una bañera de formol los últimos 10 años- y hace un retrato de un asesino en serie algo loser obsesionado con el arte, la arquitectura y la muerte. La historia se relata a través del diálogo entre el psicópata y lo que podría ser su propia conciencia (representada con la voz de Bruno Ganz).
El humor negro y la violencia extrema sin ton ni son -en la que no se respeta ni a los niños- se hace patente en todo el metraje, lo que arrancó la ovación del público. Lo peor es quizás su intento de redención a través de esta película: su continua explicación sobre la relación entre arte y violencia, bajo un formato de clase magistral de universidad de poca monta que resulta tan pedante como innecesaria. Aun así, el film tiene momentos brillantes que solo un director como él puede hacer, como el epílogo, en el que vemos al protagonista luchar entre el purgatorio y el infierno. Así es el bueno de Lars y así lo queremos. O al menos todavía no estamos preparados para jubilarlo. Parece ser que tampoco ha convencido al jurado del festival porque el trabajo del danés se ha ido con una mano delante y otra detrás.
Andrea Riseborough, mejor actriz
Y llegamos al ecuador del festival con dos obras menores que gustaron por igual y que merecen una mención: la polaca Fugue de Agnieszka Smoczyńska, quizás uno de los films con mejor factura fotográfica; y Nancy de Christina Choe. Ambos son psyco-dramas que cuentan con buenas interpretaciones femeninas y relatan el imaginario de dos mujeres que quieren cambiar su propia realidad. En el caso de Nancy, interpretada por Andrea Riseborough (sí, otra vez), le ha valido el Premio a la Mejor Actriz.
Después de dos films de mujeres, hechas por mujeres, llegó la masculina Dragged Across Concrete, de otro de los niños mimados de Sitges: S. Craig Zahler, un director con sello propio que ha vuelto a marcar paquete. En este caso, Zahler presentaba heist, un film que se cuece a fuego lento y que presenta a un estupendo Mel Gibson y al siempre efectivo Vince Vaughn como dos policías corruptos cansados de su lucha contra una sociedad de niggers y contrabandistas. Un mazazo al espectador que aguanta sus dos horas y media de metraje gracias a unos diálogos punzantes que rezuman humor negro. Tras las más que remarcables Bone Tomahawk y Brawl in cell block 99, esta es quizás la obra más redonda de Zhaler.
En la recta final del Festival se acercaba grandes nombres. Que estrés poder cumplir todos los horarios y no dejarte ninguna perla. Las ojeras se hacían más visibles en las caras de los primeros que pisamos las salas de proyección y las maratones nocturnas se hacían cada vez más tediosas, porque ni diez tazas de cafés ni dos litros de Red Bull te ayudan a mantenerte despierta. La tarde empezaba con la que ha sido el Gran Premio del Público: Upgrade de Leigh Whannell.
Un hombre minusválido se somete a una operación experimental que le dotará de una agilidad y fuerza sobrehumanas porque tiene una obsesión: vengarse de los criminales que asesinaron a su esposa. Con esta premisa, Whannell presenta un refrito de Terminator, Robocob, Blade Runner y Her, que resulta elocuente y muy divertido. Con poco presupuesto consigue hacer un film que podría convertirse en una pieza de culto.
El año de Carpenter
Este también ha sido el festival de Carpenter. Tras años invitándolo a venir, se trata de la primera vez que John Carpenter ha pisado el pueblo catalán y lo ha hecho doblemente: presentando la secuela de Halloween, de la que es productor, y ofreciendo un concierto en el mismo auditorio con su música electrónica y sus visuales, basadas en los films que han marcado nuestra adolescencia. La nueva entrega de Halloween es –sin duda- un producto fans-only que juega con la melancolía del slasher más conocido y que es una fiesta para todos aquellos que la aman.
Planos que se repiten pero cambiando personajes, vestuarios parecidos, bromas en los diálogos que te remiten al clásico…toda un homenaje para aquellos que hemos crecido viendo la máscara de Michael Myers tras la cortina de nuestra ventana.El final del festival llegaba con la Gala de Clausura, donde los invitados ocupaban sus asientos vestidos de etiqueta mientras los fans se preparaban para ver 2001: una odisea del espacio del gran Kubrick en 4k.
Antes, todavía nos quedaba ver de cerca a Ed Harris, quien también recibió el Gran Premio Honorífico, bajo una ovación de aplausos y gritos de jolgorio. Era la última noche y había que darlo todo.
‘Bocadillo’, la broma pesada de Wismichu
Para muchos, este ha sido el mejor festival de los últimos diez años, a pesar de haber tenido alguna que otra polémica, como el estreno de Bocadillo, lo que suponía el salto al cine del youtuber Wismichu, y que resultó ser un experimento social. Según parece, los espectadores estaban siendo filmados para ser los protagonistas de un documental sobre el youtuber, algo que solo se notificaba a través de un cartel situado en la entrada del cine Prado.
La performance de Wismichu despertó todo tipo de críticas. Por un lado, los seguidores se sentían estafados pues la película que vieron era la repetición de una misma escena en bucle. Por otro, los organizadores del festival aseguraban que no habían visto el contenido del film porque no estaba en la sección de competición. Entre unos y otros, la broma pesada del youtuber marcó la jornada del 12 de octubre, robando el protagonismo a las películas e incendiando las redes. Un capítulo más que demuestra que las redes sociales son un arma de doble filo.
Al recorrer por última vez el caminillo que va del auditorio del Melià a la estación de tren para volver a casa, eché una última mirada a la estatua icono del festival, plantada al lado de la salida del cine y levanté la mano, como saludando con cierta sorna. Tuve la sensación de que el trozo ese de carton-piedra con silueta de orangután cobraba vida y me lo devolvía. La sugestión siempre será una de mis mayores virtudes. Hasta el año que viene, Sitges.