Las nuevas voces del fantástico se abren camino a través de un cine reivindicativo y social, con permiso de un clásico olvidado de vital importancia para el género.

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14 Oct 2023
Marc Sacristán
the nest
Día 4: Ciencia ficción distintiva

Por pura casualidad, empezamos la segunda crónica en el cine Prado, con otra película sobre viajes en el tiempo original, tratando de ofrecer algo diferente. Junta Yamaguchi sorprendió a todos en la edición de 2021 con su debut, ‘Más allá de los dos minutos infinitos’, un título de viajes en el tiempo humilde pero también ingenioso y encantador. Este año ha vuelto con ‘River’, dispuesto a llevarse a Japón los corazones de los espectadores.

Vuelven los dos minutos infinitos, solo que esta vez de otra forma, lo suficientemente distinta para que no suene a déjà vu. La acción se mueve de la gran ciudad a un pequeña villa japonesa, y sustituimos la cafetería por un hotel. Juguetea con los bucles infinitos, haciendo que los personajes revivan una y otra vez los dos últimos minutos de su vida. Independientemente de lo que hagan, volverán al punto de partida en el que estaban hace dos minutos.

Esto, generará situaciones divertidas donde los protagonistas (estereotipos de la sociedad japonesa) se chocarán constantemente con el mismo muro, impidiéndoles solucionar este problema con fluidez. Más allá de usar esta tesitura como gag, Yamaguchi explora todo tipo de posibilidades, entre las que se incluye volverse loco ante tanta repetición o la desesperación absoluta en forma de fatídico final. Reflexiona sobre el miedo a seguir hacia delante sin poder cerrar antes heridas abiertas.

Como ya ocurría en su anterior película, el uso del plano secuencia es inteligentísimo, sirviendo para que el espectador esté implicado en la acción al cien por cien, pero también para solventar la falta de presupuesto (mayor, pero sigue siendo una película muy pequeña). Al final, ambas siguen un patrón muy parecido, sin que esto sea un obstáculo para ofrecer una película fresca, inteligente, divertida y con un gran corazón.

Camino unos minutos y me muevo hacia el Auditori, donde me estrenaré con la animación en esta edición con ‘Robot Dreams’. Hace unos meses, antes de que supiese de la existencia de esta adaptación, leí el cómic de Sara Varón en el que se basa. Atraído por el diseño de personajes, me lancé, y me encontré con una obra dirigida a un público infantil capaz de hablar de la amistad de forma adulta y lanzar reflexiones poco comunes. Pablo Berger ha conseguido captar todo esto, pero por el camino ha sumado algo de lastre.

Es una película muy cuqui, muy mona, que entra rápidamente por los ojos. El dibujo de Sarah Varón lo han trasladado a la gran pantalla a la perfección, así como el tono de la obra original y su ausencia de diálogo. En este sentido, el gran cambio es convertir al protagonista en adulto en lugar de ser un niño, y me parece un acierto a la hora de hacer que los adultos empaticen con él. La Nueva York en la que viven, basada en la ciudad en los 70/80, se siente viva y plagada de referencias, varias de ellas apuntando directamente a la cultura española, algo gratuito teniendo en cuenta que estamos en USA.

En su primer acto, construye correctamente la amistad entre Perro y Robot, estableciendo la personalidad de ambos personajes y marcando prácticamente toda la curva evolutiva que tendrán. Es el segundo acto en el que se atasca y donde más escenas añade respecto al original, añadidos que solo aportan reiteración al mensaje de la película. En el tercer acto vuelve al material original y es donde brilla de nuevo, con una reflexión final sobre la amistad que puede parecer algo agria, pero que es bonita. ‘Robot Dreams’ es algo irregular, pero satisfactoria. Otra muestra de que la animación española está en auge.

Terminamos el día con ‘La teoría universal’, cinta alemana que apunta directamente a la ciencia ficción de los años 40, con un toque noir y una ambientación muy lovecraftiana. La dirección de Timm Kröger es su punto fuerte, con planos y transiciones que evocan directamente al cine de otra época. Su guion es lo menos reseñable, siendo más interesante como ejercicio de estilo que como historia. Parte de una premisa interesante, pero acaba cayendo en lo rutinario, con una trama que no tiene mucho que aportar como ciencia ficción. Eso si, funciona lo suficientemente bien como para tener enganchado al espectador durante todo el metraje y cuenta con unos melancólicos minutos finales, que dejan cierto poso.

Día 5: I WANT TO BELIEVE

Con ‘In Flames’, el director Zarrar Kahn ante todo quiere mandar un mensaje y concienciar al espectador de la dura situación de la mujer en Pakistán. Puede que sea algo extremista, pues no hay hombre en la película que no sea miserable, pero ya va bien para captar rápidamente el discurso de la película. Durante los primeros treinta minutos estás implicado en ella gracias a un buen trabajo visual y la intriga de no saber hacia donde irá. El problema llega cuando se descubre que no va a ningún sitio, navegando sin rumbo a lo largo de sus 100 minutos, cayendo una y otra vez en el mismo esquema. Los elementos fantásticos no tienen demasiada coherencia, únicamente están ahí para llegar a una conclusión final sobre el trauma generacional, con una alegoría muy poco sutil.

En ‘Brujería’, folk horror chileno, producido (siendo muy notorio) por Pablo Larraín, vemos todos los males del folk horror actual: mantener planos de forma desquiciante y confundir un tono lúgubre con un ritmo plomizo. La falsa densidad. Lo del terror elevado, vaya. Más allá de eso, cuenta con una fantástica ambientación en la isla de Chilloé, con un fotografía y dirección que recuerda a ‘La Bruja’ de Robert Eggers y una historia interesante sobre colonizadores y colonizados. Falla narrativamente, pero tiene otros elementos que hacen de ella un visionado enriquecedor.

La presentaron como folk horror, pero encaja mucho más como creepypasta. En ‘All you need is death’ una pareja va en busca de canciones inéditas, encontrando de esta forma una canción irlandesa llena de misterio. Aquí empieza la obsesión de los protagonistas por encontrar el origen de la canción y saber su significado. La presentación es lo suficientemente interesante como para intrigarte, pero acaba cayendo en un conformismo narrativo y visual que termina haciendola rutinaria. Los minutos finales son algo digno de ver por lo bizarros que son, aunque no en un sentido positivo.

Nos movemos al cine Prado para estrenarnos con la sección Seven Chances, dedicada a revisitar películas olvidadas que han sido influyentes. En el caso de ‘The McPherson Tape’ estamos hablando de una de las pioneras en el found footage, una de las primeras rodadas en su totalidad en este formato. Es historia del cine, indispensable para entender todos los tropos de esta forma de rodar, estando aquí todos los elementos comunes que acabarían siendo tan explotados.

Dean Alioto se juntó con un grupo de amigos y con apenas 70$ hizo ‘The McPherson Tape’. Él mismo lo explicaba en el vídeo de presentación que se proyectó antes del visionado. ¿La premisa? Durante una fiesta de cumpleaños, los participantes descubren que cerca de su casa hay unos alienígenas. Como suple la falta de presupuesto con recursos cinematográficos y mucho ingenio es algo digno de ver. Consigue que un fogonazo de luces rojas sea interpretado directamente como una invasión alienígena o como el formato VHS (está rodada con una videocámara) permite que la incertidumbre sea mayor y el cartón piedra se note menos.

En cuanto a su guion, a pesar de ser un ejercicio de estilo, hay que destacar la naturaleza de todos sus personajes, aportando credibilidad a esa fiesta de cumpleaños. No por nada, durante varios años, esta película se pasaba entre los aficionados a los OVNIS como un documento real y no de ficción. Luego salieron mejores found footage, y no fue hasta ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (siete años después) donde se sentaron las bases y se creo un precedente. Cómo arqueología VHS, ver ‘The McPherson Tape’ en una pantalla grande, es algo único y muy especial.

Día 6: Generación Tik Tok

De buena mañana, vamos al Auditori a ver ‘Best Wishes to All’, que la definían en su presentación como heredera del cine de terror de Kiyoshi Kurosawa. Por ciertos encuadres, lo puedo entender. Pero esta producción japonesa está mucho más cerca de la acidez de Bong Joon-Ho o de las travesuras de M. Night Shyamalan en ‘La Visita’ que de cualquier otro referente. Yûta Shimotsu debuta con un título que enfrenta las comodidades de la gran ciudad con la vida pueblerina y reflexiona sobre el precio que pagan los demás para que nosotros podamos ser felices. Lo que se suele decir a veces sobre las personas que siempre están felices, que están escondiendo algo, aquí es el tema principal.

Se nota que es una ópera prima, tiene problemas de ritmo y algunas escenas son un poco confusas, pero la falta de experiencia la compensa con el poco miedo a probar, a hablar sobre la vida japonesa de una forma poco habitual en los últimos tiempos. Su retrato de Japón es muy amargo, aunque su humor lo disimule, es una película muy triste y solemne sobre el rumbo que está llevando el mundo.

Cambiamos de ubicación al Retiro, para ver otro debut, el de la directora Amanda Nell Eu. Con ‘Tiger Stripes’ nos muestra el paso de niña a adolescente de Zaffan, una chica que no encaja con los estándares de la cultura Malasia. Esta película sirve, al igual que ‘In Flames’, para dar visibilidad a lo difícil que tienen las mujeres vivir en lugares como este, con la gran diferencia de que en ‘Tiger Stripes’ se nota su orgullo por ser cine de género.

La transformación que sufrirá la protagonista es abordada como algo puramente fantástico, sin remilgos ni ínfulas de ser terror elevado. El desarrollo de la acción no es original ni sorprendente, pero ofrece suficientes elementos diferenciales respecto a otros títulos para recomendarla. Su protagonista es un torbellino desde el minuto uno, capaz de sostener toda la película sobre sus hombros en un papel complicado. El bullying y los problemas familiares son abordados correctamente, teniendo una evolución coherente con una conclusión abrupta pero con mensaje positivo.

Nuestra última parada es, valga la redundancia, ‘The last stop in Yuma County’. De vez en cuando salen películas creadas por el espectáculo puro y duro, por lo festivo, pero con un gran trabajo detrás. Me viene a la cabeza el caso de ‘Malignant’, un festival de estética dosmilera y directo a vídeo. Este título es un caso similar, donde Francis Galluppi (director y guionista) solo busca la celebración de un tipo de película muy especifica: los exploits de Quentin Tarantino.

En esta cinta tenemos un único escenario, un grupo de personajes profundamente estúpido y una bolsa llena de dinero. Tiene diálogos ágiles y dinámicos, conversaciones largas sobre temas anecdóticos y referencias a otras películas de ladrones. No profundiza en ningún aspecto de su guion, pero se ve recompensado con un gran sentido del espectáculo. Las dudas que surgen al inicio sobre si va a ser otra película auto paródica que se cree más graciosa de lo que es, se disipan en cuanto te das cuenta de que estás enganchado a su estúpida premisa y sus estúpidos personajes te caen bien.

Además, a pesar de contar con un modesto presupuesto, es muy resultona, destacando la luminosa y cálida fotografía o el aprovechamiento del pequeño espacio en el que sucede toda la acción. No le abrirá los ojos a nadie, pero tiene el suficiente cariño detrás como para que sea algo más que contenido para plataformas. Es una película mediana, donde el director tiene un presupuesto decente y libertad. De las que triunfaban en el videoclub gracias al boca a boca, y que con la desaparición de estos, terminaron por prácticamente extinguirse.


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