Primer día: protagonista, Paco Plaza
Aterrizo en Sitges a las ocho de la mañana para ir a buscar la acreditación al Auditori e, inmediatamente, dirigirme hacia el cine Prado a ver la película que dará inicio a mi andadura por el festival. Se trata de ‘Embryo Larva Butterfly’, la segunda película de Kyros Papavassiliou, que lo apuesta todo por un sistema de viajes en el tiempo novedoso. En la sociedad que presenta este título, los viajes en el tiempo ya están instalados en el día a día, y suceden de forma aleatoria. Un día estás en 2023 y al día siguiente estás en 2037, 2005 o cualquier otro año del pasado/futuro.
Desde aquí, se van encadenando situaciones cotidianas influenciadas por este problema, un acierto a la hora de acercar la premisa al espectador. Su predisposición inventiva le da un toque de frescor complicado de encontrar cuando se habla de viajes temporales, ya que desde el mega-éxito de ‘Regreso al Futuro’ ha sido un tema sobre explotado.
El conjunto es positivo, pero sus imperfecciones saltan a la vista. La trama es floja, notándose claramente que el director estaba mucho más centrado en presentar y desarrollar su premisa temporal antes que en contar una historia. Se nota especialmente cuando te introduce dos personajes secundarios que no tienen nada que aportar al conjunto después de su primera aparición o en sus últimos veinte minutos, resolviendo temas de forma apresurada.
Vuelvo a la zona del Auditori para asistir a la primera sesión de la película inaugural, ‘Hermana Muerte’, de Paco Plaza, que presenta película en Sitges como ya hizo con ‘La abuela’ en 2021. La precuela de ‘Verónica’ apuesta fuertemente por el terror gótico, llevando la acción a un convento de monjas en los años 50 y aprovechando cada rincón de la ubicación en la que se rodó. Lastimosamente, ‘Hermana muerte’ no está a la altura de ningún precedente del director español.
Está divida en tres capítulos (sin que esto sea ni relevante ni necesario), donde el primero funciona como introducción al convento, la maldición que recae sobre él y sus personajes. El trabajo de fotografía es genial, deslumbrando con tonos blancos de día e intimidando con la penumbra de la noche, siendo el aspecto más destacable de la película. La dirección de Plaza está claramente inspirada por el terror de los 70, con mucho uso de zooms y primeros planos, evocando a clásicos como ‘El Exorcista’ o ‘La posesión’ de Andrzej Zulawski.
El gran problema reside en un guion poco inspirado, un popurrí de otros títulos como los mencionados en el párrafo anterior e incluso algunos más modernos como ‘La monja’ o el warrenverso directamente, finalizando la obra con una especie de escena post-créditos para conectar (de forma totalmente vaga) los hechos con ‘Verónica’. El talento de Paco Plaza hace que se pueda ver, pero su último acto acaba entrando en un caos narrativo donde se toman decisiones fatales, para contentar a los fans del género. Una decepción teniendo en cuenta la gran racha del director español.
Me quedo en el Auditori para disfrutar de la primera sesión asiática de muchas con ‘The Childe’. Thriller surcoreano arquetipo durante gran parte de la película, con los lugares comunes que los asiduos al género conocemos de sobra. Problemas familiares, persecuciones interminables, acción sin sentido del ridículo y personajes exageradamente caricaturescos. La acción es muy descafeinada, salvando un par de escenas bien coreografiadas, y la supuesta locura de la que hace gala no es más que una forma de ocultar lo sonrojante de algunas escenas y diálogos. Los últimos treinta minutos alzan un poco el vuelo, intercalando acción con buenos chispazos de comedia, pero no la salvan de caer en el montón olvidable de este género.
Toca mudarse a la sala Tramuntana para finalizar el día con ‘Kim’s Video’. Comienza como un documental para nostálgicos del videoclub dirigido por dos nostálgicos que quieren contarte la historia de su videoclub de confianza. David Redmon y Ashley Sabin dejan claro desde un principio que añoran esa época, donde todo era más puro y estas tiendas eran un lugar de reunión para aficionados del séptimo arte. En concreto hablan de la cadena Kim’s Video, que no solo tenía cintas originales en su catálogo, también copias piratas de las últimas películas de Jean-Luc Godard o Sam Raimi, por poner un par de ejemplos.
Esta premisa, se mantiene durante toda la película, intercalándola con varios fragmentos de títulos como ‘Ciudadano Kane’, ‘Eyes Wide Shut’ o ‘Uno de los nuestros’, haciendo referencia a sucesos que ocurren durante el documental. Su gran particularidad es su capacidad de mutar y reinventarse constantemente, pasando de ser una propuesta humilde para acabar destapando fraudes políticos y mostrando la relación de la mafia política con el gobierno italiano.
Su dirección es sencilla, para nada sofisticada. Está compuesta prácticamente en su totalidad por fragmentos grabados cámara en mano y el resto son imágenes de archivo, pero su condición humilde es clara, no es algo que moleste. Molesta algo más lo forzado de algunas inserciones de escenas de otras películas o un uso de la música, en general, horroroso. Pero en el global acaba siendo un documental imaginativo, bonito, divertido, con una historia muy interesante que contar y con un mensaje vital: el valor del conocimiento cinematográfico está por encima del valor mercantil de cada película.
Segundo día: la conquista de Miyazaki
El segundo día está marcado por la proyección de la última película de Studio Ghibli, ‘El chico y la garza’. Que sean las 08:15 de la mañana no es impedimento para que la sala se llene hasta los topes. Pocas veces he visto una cola tan larga a primera hora en Sitges. La que, hasta hace unos días, era oficialmente la última película de Hideo Miyazaki levanta mucha expectación desde su estreno en Japón, sin la existencia de material promocional alguno más allá del primer póster.
El retorno de Hideo Miyazaki a la dirección es todo lo que uno podía esperar. Recuerda más a películas como ‘El castillo ambulante’ o ‘El castillo en el cielo’ antes que a otras más especiales como ‘El viaje de Chihiro’, ‘La princesa Mononoke’ o ‘Mi vecino Totoro’. La aventura fantástica es primordial en ‘El chico y la garza’, ofreciendo escenas animadas de forma espectacular, llegando a experimentar con estilos que no había visto utilizar antes al japonés. Construye su propio universo para llevarnos a través de él mientras el protagonista va asimilando su trauma (personal y heredado del país) y nosotros alucinamos con el increíble diseño artístico de la película.
La reflexión más grande que realiza es muy acorde con el título original de la película y de la novela en la que se basa: How do you live? Esta pregunta es el epicentro del discurso ecologista y pacifista que se va desarrollando poco a poco, hasta llegar a un espectacular final donde solo queda caer rendido ante las imágenes, la fabulosa música de Joe Hisashi y pensar si estaríamos contentos ante la respuesta que daríamos a esa pregunta.
Antes de empezar la siguiente película, planto la tienda de campaña en el Auditori, porque hoy ya no me voy a mover de ahí. ‘Vive dentro’ es un batiburrillo de otras películas, tales como ‘Evil Dead’, ‘It’ y un punto de ‘Babadook’ en su forma de tratar al monstruo que aterroriza a los personajes. En ningún caso sería un problema que cogiese estos títulos como referentes de no ser por su absoluta falta de carácter y personalidad. Su gran baza es la cultura hindi como creadora de rituales e historias para no dormir, pero al final todo acaba resonando a otras obras, incluso cuando son escenas dedicadas a este tema. Además, está plagada de decisiones estúpidas de guion, que hacen ver a sus personajes como si fueran inútiles en algunos momentos. Hasta ahora, la peor que he visto en el festival.
En ‘Black Flies’, Sean Penn y Tye Sheridan interpretan a dos paramédicos de Nueva York. En esta durísima película, a través de viajes en ambulancia el director Jean-Stéphane Sauvaire orquesta un retrato sobre el estado actual de la ciudad a la par que trata de concienciar al espectador de la ardua tarea que deben llevar a cabo día tras día estos profesionales.
Sorprende lo mordaz que es, lanzando cuchillo tras cuchillo al sistema de sanidad estadounidense (o la falta de él). Es, en muchas ocasiones, un título desagradable, no apto para aquellos que sean susceptibles a sufrir con imágenes escatológicas. En especial hay un par de escenas en las que se sobrepasa cualquier tipo de línea roja, o más bien deja claro que en esta propuesta eso de los limites no existe. Su puesta en escena es fría, mimetizando la vida personal del protagonista con su trabajo, transmitiendo esa sensación opresiva de no poder escapar.
Tye Sheridan borda su papel, un personaje que acaba siendo mucho más complejo de lo que deja entrever al inicio, y Sean Penn destaca ya solo por su presencia. Son dos personajes que se complementan, con un desarrollo trabajado y una curva evolutiva interesantísima. Estira el chicle algo de más y acortando unos minutos habría sido más redonda, causando (aún) más impacto en el espectador. Pero es una de las películas clave del festival, sin ninguna duda.
Abandono Sitges por hoy con ‘Sleep’, título surcoreano que venía generando mucha expectación después de venderla como el gran éxito comercial que fue en su país de origen y rogar a quien la viese que guardara silencio. Quizá es algo decepcionante después de tanto hype, pero su calidad de film sorpresivo y fresco es cien por cien real.
Jason Yu le da un giro al subgénero de casas encantadas y fantasmas, apostando por el humor y lo imprevisible, mezclando géneros como el terror, la comedia y el drama. Tiene buenas ideas, toma buenas decisiones (aunque abuse de ellas un poco) y es capaz de mantenerte en vilo, pero le falta un punto de acidez para acabar de redondear el conjunto y una puesta en escena con algo más de empaque. Se agradece, eso si, que no se quede únicamente con la parte festiva e incluya un comentario sobre la toxicidad en una pareja. Sin ser original ni rompedor, le da un plus que la convierte en algo más que un producto de entretenimiento más.
Tercer día: el diablo metió la mano
Continuo mi viaje por el género fantástico empezando la jornada en la sala Tramuntana con ‘Moon Garden’, de Ryan Stevens Harris. Recuerdo cuando leí por primera vez información sobre ella, indicando que había sido rodada con celuloide caducado y su propuesta era una versión pesadillesca de ‘Alicia en el país de las maravillas’.
Diría que lo primero no se nota particularmente, pues a pesar de contar con un buen diseño artístico y de producción su aspecto no se diferencia demasiado de otras propuestas del mismo estilo. Que es una versión macabra de ‘Alicia en el país de las maravillas’ es evidente, siendo un desfile de entornos y personajes tenebrosos, dando la sensación de ser un conjunto de escenas algo inconexas.
La protagonista es una niña pequeña que acaba comatosa después de una aparatosa caída por las escaleras, lo que la llevará a ese mundo de pesadilla. Los momentos oníricos se mezclarán con el drama en la vida real, uno muy rutinario que únicamente frena la parte fantástica del film. El reparto está bastante mal, sobre todo la niña protagonista que claramente no está capacitada para llevar todo el peso de la película (aunque su padre, el director, crea que si). Una gran decepción, porque era una de las que más esperaba.
Paso al Auditori para enfrentarme a ‘There’s something in the barn’, comedia de terror ambientada en Navidad. Otro exploit de ‘Gremlins’ que se queda a medio gas. No es fácil conseguir el equilibrado tono entre comedia familiar y terror de Joe Dante. La película de Magnus Martens funcionará como contenido para plataformas de streaming, pero cae en el olvido rápidamente por lo impersonal de su propuesta. Le falta acidez en la comedia y algo de locura en su acción. Es una lástima, porque los gnomos antagonistas funcionan bien: son divertidos, traviesos y tienen mucha mala leche, pero el computo global es tan correcto como olvidable.
El gran Ma Dong-Seok vuelve a Sitges con la tercera entrega de su saga policíaca, ‘Fuerza Bruta: Sin salida’. En esta ocasión con la presencia de su director Lee Sang-yong, que no pudo estar el año pasado para presentar su predecesora por estar rodándola. La cosa va así: historia de policías y ladrones, con drogas de por medio, mucha comedia y Don Lee repartiendo a diestro y siniestro.
No deja de ser una propuesta formulaica, pero Lee Sang-yong demuestra que aún así se puede hacer buen cine. Los personajes están lo suficientemente cuidados para hacer empatizar al espectador, hay un buen trabajo de fotografía y es buena mezclando comedia con acción. Se podría resumir como que todo el mundo hace bien su trabajo y le pone el cariño suficiente para que se note en el resultado final.
Lo que queda es un thriller policíaco trepidante, divertidísimo y con un diseño de sonido espectacular, sobre todo cuando se trata de los puñetazos de Ma Dong-Seok. No inventa nada, ni siquiera hay un gran cambio de ‘Fuerza bruta’ a esta, pero está muy por encima de la media de este tipo de cine en Estados Unidos.
Prosigo en el Auditori con ‘Wake Up’, del trío RKSS, los directores de la triunfante ‘Turbo Kid’ en la edición de 2015. La premisa empieza como algo creíble: un grupo de adolescentes ecologistas se cuelan por la noche en un IKEA para vandalizarlo y denunciar sus practicas contra el medio ambiente. Lo que no esperan, es que uno de los guardias de seguridad sea un loco con ganas de cazar alguna presa. Como corto seguramente habría sido fantástico, pero es una idiotez que se toma demasiado en serio y cuando llega la hora de la verdad, flojea. Como slasher no se puede decir que tenga muertes ingeniosas y como thriller no genera tensión porque los personajes no importan.
Para el recuerdo queda alguna set-piece medianamente ingeniosa, pero estamos ante otra propuesta puramente festivalera que, quizá, rasca algo cuando llegue a plataformas de streaming por su curioso punto de partida.
Ahora, para acabar, viene una de las más esperadas del festival. ‘Late Night with the Devil’ prometía ser un caramelo para los fans del género desde su primer póster, donde ya se dejaba entrever la influencia de la maravillosa ‘Ghostwatch’. Estoy convencido de que, aún teniendo un par de problemas que me escaman un poco, va a ser una de las mejores películas del festival.
Los hermanos Cairnes firman una verdadera fiesta del terror, recreando cuidadosamente un late night de los años 70 en un especial de la noche de Halloween. Alternando entre lo que ve el televidente y lo que ocurre entre bambalinas, van tejiendo una historia donde el presentador del programa (interpretado por un grandísimo David Dastmalchian, fuera de su zona de confort) es el principal protagonista. El amarillismo periodístico se une al misticismo diabólico para acabar dando rienda suelta a los demonios personales del presentador.
Mezcla diferentes formatos y géneros de forma exitosa, enganchando al espectador al programa de TV como si fuese un televidente más mientras usa el detrás de las cámaras para dialogar sobre la polémica figura del presentador. Quiere hacer tantas cosas que alguna vez se pierde, como en su inicio, donde nos venden lo que vamos a ver como un falso documental para después olvidarse de ello, o en su final, al que no le habría ido mal alargar unos minutos para desarrollar su desenlace de forma menos apresurada. Dos baches que no desvirtúan demasiado la experiencia global, un cruce entre la mencionada ‘Ghostwatch’ y un buen episodio de ‘The Twilight Zone’, con un componente de locura que va in crescendo hasta su explosiva conclusión.