Almodovar Festival de Cannes dolor y gloria Antonio Banderas.

Almodóvar, Serra y Laxe conforman la ambiciosa apuesta de nuestra industria, junto a habituales del festival como Tarantino, Ken Loach o Terrence Malick que completan la sección oficial

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13 May 2019
Martín Cuesta
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Un oasis al final de un árido desierto. Así se plantea la participación del cine español en esta 72ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes. Un oasis donde cabe más de una palmera, entiéndase. Porque la sombra que otorga el árbol de nuestro cineasta más internacional, el manchego Pedro Almódóvar, es alargada, especialmente junto a las dunas de la playa de la Croisette. Pero por muy reconfortante que pudiera ser para el cansado caminante cinéfilo, siempre a la búsqueda de la internacionalización de nuestro Séptimo Arte, a menudo era un árbol solitario, un raquítico ejemplo de una especie aparentemente en decadencia.

Pero, al igual que Perelín, aquella selva imaginada por Michael Ende en La historia interminable, esa misma que fenecía cada mañana asolada por las arenas del desierto para florecer más lujuriosa cada noche cuando la luna aparecía en el firmamento de Fantasía, el cine español ha germinado en el solar cannoise. El árbol almodovariano ya no está sólo, y un prometedor bosque asoma en el horizonte. Un bosque que encierra emoción y aventura, un bosque de brotes jóvenes y cargados de frutos. Si les parece, recorramos algo de su reverdecida geografía para conocerlo un poco más de cerca.

Obviamente tenemos que empezar por lo más importante, ya decíamos al principio que el de Almodóvar es uno de los troncos más venerados por los druidas de la Costa Azul, y Dolor y Gloria puede ser, al fin, la oportunidad para el autor de Todo sobre mi madre o Hable con ella para hacerse con la preciada Palma de Oro. Opciones no le van a faltar: crítica y público ya han hecho loor del trabajo del realizador manchego, reconociendo su filme como uno de los más importantes de su carrera. Ojo también al trabajo del malagueño Antonio Banderas como alter ego en la pantalla de su querido Pedro. Sin duda su candidatura también estará entre las favoritas para hacerse con el galardón a la mejor actuación masculina.

Fotograma de 'Dolor y gloria', de Pedro Almodóvar

Fotograma de ‘Dolor y gloria’, de Pedro Almodóvar

En un estadio por debajo, dentro de la muy estratificada sociedad del festival de los festivales, nos encontraríamos con la compleja personalidad del señor Albert Serra. Si continuamos con la metáfora arborícola con la que hemos iniciado este artículo, el cine de Serra sería algo similar a la retorcida corteza de un roble, un ejemplo de tronco rugoso, de difícil lectura, pero enormemente reconfortante en su contemplación, si se le dedica la atención suficiente. Serra ya ha dejado con anterioridad señales de su vigor cinéfilo gracias a La muerte de Luis XIV, uno de los totems cinéfilos de la muestra cinematográfica francesa en su edición de 2016. Parecía, dado este precedente, que su próximo trabajo podía colarse en la muy exigente Sección Oficial, pero las escenas de sexo “enormemente explícitas” (según el propio Serra) que pueblan su metraje, han llevado a que su encaje sea más adecuado en la arriesgada sección Un Certain Regard, la división alternativa de la competición principal, si ustedes no la conocen.

Fotograma de 'Liberté' Albert Serrá.

Fotograma de ‘Liberté’ Albert Serrá.

Un espacio, el de Un Certain Regard, que le unirá al realizador gallego Oliver Laxe. Un cineasta que ha ido dando pequeños pero firmes pasos, siempre dentro de la geografía cannoise. Laxe obtuvo en 2010 el premio FIPRESCI de la Quincena de los Realizadores (sección paralela del Festival) gracias a Todos vos sodes capitans,  Y, en 2016, se hizo con el Gran Premio del Jurado de la Semana de la Crítica (espacio del festival reservado para los autores noveles) con Mimosas. Ahora sube un peldaño con O que arde. Otro triunfo convertiría su carrera en algo épico, convirtiéndole en uno de los escasos autores en conseguir el triunfo consecutivo en todas las secciones paralelas de Cannes. El siguiente paso sería, obviamente, el de la Sección Oficial. Por cierto, su película habla de bosques en llamas, por si ustedes quieren mantener el paralelismo que vertebra nuestro texto.

Fotograma de 'O que arde', de Oliver Laxe.

Fotograma de ‘O que arde’, de Oliver Laxe.

Más allá de la participación patria, Cannes se confirma como un espacio de costumbres, un parque poco propicio a las sorpresas. Parterres muy transitados por los habituales visitantes de este espacio, como son los de Ken Loach o los Hermanos Dardenne, que aportarán el habitual porcentaje de cine social a la, por otra parte, muy pija ciudad costera. También es acostumbrado el paseo por las lianas, lleno de emoción pero quizás ya algo repetitivo, que nos traerá el nuevo trabajo de Quentin Tarantino, centrado en esta ocasión en el Hollywood de finales de los años sesenta con el asesinato de Sharon Tate como paisaje de fondo. Brotes más verdes y jóvenes (quizás en exceso, según se comenta) volverán a ser cultivados por la mano de Abdellatif Kechiche, que ya triunfó por aquí con La vida de Adele, y los troncos consagrados correrán a cargo de Terrence Malick, que con A Hidden Life intentará repetir el éxito de… sí, El árbol de la vida. El martes comienza el espectáculo y nosotros, cronistas desesperados, intentaremos no perdernos entre tanto follaje.


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