Carla Simón e Isaki Lacuesta presentan en Berlín dos de las mejores películas de la 72ª edición: ‘Alcarrás’ y ‘Un año, una noche’, firmes candidatas al Oso de Oro con sus brillantes propuestas

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16 Feb 2022
Alejandro Ávila
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Dos cineastas catalanes han dado en las últimas jornadas de esta pandémica 72ª edición de la Berlinale dos de los mejores obras vistas en competición. Con Un año, una noche y Alcarràs, Isaki Lacuesta y Carla Simón revalidan así su maestría tras la cámara, a la hora de contarnos historias con sensibilidad, tacto, profundidad y versatilidad. Hoy se sabrá la película ganadora del Oso de Oro y ambos son serios candidatos a empuñar la estatuilla dorada.

Un año, una noche: las consecuencias del terror

Isaki Lacuesta, ganador de la Concha de Oro con su anterior película, Entre dos aguas, se enfrenta al complejo reto de narrar el atentado terrorista en la parisina sala de Bataclan en 2015. Apoyándose en la autobiografía de unos de los supervivientes, Lacuesta logra salir airoso del desafío.

El cineasta huye del morbo, aplica su estilo propio y, sobre todo, se centra en lo más interesante de una tragedia de esta envergadura: cómo sobrevivir, cómo afrontar sus devastadoras consecuencias morales, sociales y psicológicas.

Un año, una noche nos recuerda al Maus de Art Spiegelman y su devastadora explicación del síndrome del superviviente o a Utoya. 22 de julio, vista hace cuatro años en Berlín, por representar una propuesta diametralmente opuesta: sí, aquí hay escenas del atentado y sí, hay (algo) de sangre, pero no hay morbo, no hay respuestas fáciles, sino una propuesta sensible, inteligente y personal de la tragedia, vista a través de los ojos de una pareja, que lucha por sanar sus heridas en carne viva durante los doce meses. Por recomponerse, como individuos y como pareja, frente al terror más brutal.

Es ahí, donde precisamente radica la capacidad de Isaki y de su guionista, Isa Campos, para enriquecerse con el contexto pandémico actual: cómo gestionar el miedo, qué hacer con nuestra vulnerabilidad. Su director nos regala uno de los mayores hallazgos visuales y narrativos de esta Berlinale, para reproducir una y otra vez en las escuelas de cine. Excelente, una vez más, su protagonista Noémie Merlant (París, Distrito 13 y Retrato de mujer en llamas) y el montaje del montador, director y productor andaluz Fernando Franco (Viaje al cuarto de una madre).

Alcarràs: el monopoly de la España rural

De la gestión del miedo o, mejor dicho, del pavor a la incertidumbre viene a hablarnos también Carla Simón, una de las pocas cineastas aplaudidas en el Berlinale Palast durante la presente edición. Tras su éxito con Estiu 1993 (Verano 1993), Simón demuestra que su ópera prima no fue una feliz casualidad, sino la piedra angular de una carrera que, ya no cabe la menor duda, nos deparará muchas alegrías.

Alegrías como la de Alcarrás, donde la cineasta narra la historia de una familia (extensiva) que vive del cultivo del melocotón en esta zona rural de Lleida y a la que van a desahuciar. Como en la anterior película de Simón, la acción transcurre en ese último verano viviendo del preciado y carnoso fruto.

A través de un protagonismo coral y un estilo naturalista, Simón dibuja y desdibuja las relaciones de los protagonistas, desde un punto de vista intergeneracional e intrafamiliar, asomándose, siempre, al exterior. La cineasta entronca así con la tradición del cine rural español, enfrentándola al problema de la España vaciada y a ese Monopoly rural, que arranca árboles y planta otros negocios más sustanciales. Una película con identidad propia, en la que el rastro de Estiu 1993 permanece indeleble en su estilo y apunta al Oso de Oro.

Quizás sea la pandemia, quizás sea un género, quizás sea una necesidad humana tras siglos de revolución tecnológica. El caso es que, al igual que la película de Simón, hay un retorno de la mirada hacia lo rural, hacia las raíces ancestrales, hacia otros escenarios cinematográficos menos trillados por la mirada del espectador, como bien ha recalcado en más de una ocasión Chema García Ibarra, director de Espíritu sagrado.

Es el caso de películas como A Piece of Sky (Drii Winter) de Michael Koch o Return to Dust del cineasta chino Li Ruijun. Incluso de That Kind of Summer (Denis Côté), donde sus protagonistas buscan en un apartado refugio silvestre para tratarse su extrema adicción al sexo.

Return to Dust: Platero en la China rural

De todas ellas, destaca Return to Dust, donde una pareja y un burrito juanramonesco luchan por sobrevivir en la dura China rural. Marcado por una banda sonora que recuerda a los tonos de Gustavo Santaolalla, el oscarizado compositor de Alejandro Iñarritu, Into the Dust se mueve entre el costumbrismo y la poesía para retratarnos a esta pareja, reciente y ya madura, que se enfrenta a la dureza del trabajo en el campo.

El espectador asiste con emoción al nacimiento de un amor, ganado palmo a palmo a la dura rutina, y al de una familia, donde cada miembro, desde la esposa hasta el burrito, pasando por las gallinas, tienen un papel fundamental en la unidad familiar.

A Piece of Sky: indiferencia de altura

Más hueca, menos emocionante, menos sincera resulta, A Piece of Sky, la propuesta de Michael Koch, donde el mayor atractivo es asistir en primera línea a la vida en las espectaculares montañas suizas, donde la cotidianidad se nutre de cercos, vacas, leña y siegas varias.

Hay algo profundamente artificioso, desde el formato 3:4 hasta el coro griego de los interludios, que genera cierto rechazo en esta historia que relata un tema tan candente como la salud mental. En este caso, en la de una joven pareja, que afronta el extraño comportamiento de él, a causa de un tumor cerebral que afecta al área prefrontal de su cerebro. Es decir, al área del cerebro que controla nuestros impulsos.

Aunque en un momento dado llega a recordar a la magistral La caza (Thomas Vinterberg), apenas es un breve (e interesante) destello en una película que se distancia de sus personajes y se pierde entre los fuegos artificiales estilísticos y una grandilocuencia temática tan amplia como la salud mental, la muerte, el monoteísmo cristiano y el paganismo centroeuropeo.

Nana: In the Mood for… More

El encanto llegó, una vez más, desde Asia. Lo hizo con aroma a Wong Kar-Wai y con serias opciones de llevarse el Oso de Oro.

Nana (Before, Now & Then) es el cuarto largometraje de la joven directora indonesia Kamila Andini. Nana (Happy Salma) logra escapar de una purga anticomunista y se ve obligada a volver a casarse con un poderoso hombre rico. Sin embargo, su pasado la golpea una y otra vez en forma de pesadillas.

Hasta ahí el argumento. La belleza de Nana, su encanto, radica en su tratamiento de la luz, la forma en la que sol resbala sobre la piel tostada de su protagonista, de una elegancia y belleza extrema, unido a su cuidado vestuario o su deliciosa banda sonora. Todo está perfectamente orquestado para dejarte llevar por su historia de amor, infidelidades y libertad, que conecta con el gran clásico del director chino In the Mood for Love.

El homenaje llega a bordear la copia, tanto en los acordes de su banda sonora como en encuadres y puestas en escenas prácticamente calcados. Sin embargo, ante la belleza extrema de la película de Wong Kar-Wai y el personalísimo giro de Andini, nunca nos quejaremos de que nos lleguen fans irredentos del director chino. De su legado cinematográfico siempre estaremos… in the mood for more.

The Passengers of the Night: el maduro encanto de Gainsbourg

Con ganas de más nos quedamos también con otra de las películas más agradables, más encantadoras de esta 72ª edición. The Passengers of the Night (Mikhaël Hers) nos embarca en el viaje nocturno de Charlotte Gainsbourg, que interpreta a una madre separada, con dos hijos adolescentes, que comienza a trabajar en un famoso programa de radio nocturno de París.

La suave voz de Gainsbourg, sus gestos, su sonrisa, nos mecen por el París ochentero de Miterrand. Un París barnizado por la melancolía, que logra imbricarse con el tono suave, rítmico, de los míticos programas nocturnos en los que la locutora charla con los oyentes. Un París, donde los miedos y las penurias se desvanecen como las ondas herzinianas en las tinieblas de la noche. 

Rabiye Kurnaz Vs. George W. Bush: un fracaso formal y moral

Una de las películas más dudosas, más polémicas de esta sección oficial berlinesa es Rabiye Kurnaz Vs. George W. Bush, donde Andreas Dresen trata de enfocar un caso real desde un punto de vista cómico. El experimento no funciona.

Es, siendo suaves, un completo desastre tanto a nivel formal, como de fondo, ya que resulta arriesgado hablar del caso del preso alemán de Guantánamo y la defensa de los derechos humanos a través de una protagonista histriónica (la madre), con la que el director busca que empaticemos, pero fracasa estrepitosamente: los derechos humanos no son una cuestión de simpatías, sino de principios básicos de convivencia. Sin darse cuenta, el director se traiciona a sí mismo: hay una disonancia obvia entre lo que dice y lo que hace.

Dresen ni encuentra el tono ni encuentra un punto de vista adecuado. El gran error de programación de esta edición.

Leonora Addio: réquiem por Vittorio… y por Paolo

La gran clave para entender la película del nonagenario Paolo Taviani es la pérdida de su hermano. Leonora Addio, de hecho, comienza con una dedicatoria a toda pantalla: A mi hermano Vittorio. Más allá del homenaje a una de las (fraternales) parejas cinematográficas más importantes del mundo, la dedicatoria funciona como guía para entender este homenaje póstumo a otro gran artista italiano, Luigi Pirandello, Premio Nobel de Literatura.

Leonora Addio está dividida en dos partes: el épico traslado de las cenizas de Pirandello por tierra, mar y aire tras la Segunda Guerra Mundial -desde la península itálica hasta su Sicilia natal- y el último cuento escrito por el escritor italiano. Siguiendo las palabras del propio Pirandello, Leonora Addio es una reflexión sobre el éxito, la muerte y la verdad. Paolo realiza así un homenaje existencialista al Nobel y, por supuesto, a su inseparable hermano Vittorio. El cineasta italiano firma el réquiem por Vittorio y, probablemente, el suyo propio.


Un comentario sobre “El cine español eleva el nivel de la Berlinale y apunta al Oso de Oro

  1. A ver si todo esto se concreta y levantamos cabeza.
    Si la Política no tira del ciudadano más que hacia la desafección más irritante, esperemos que la Cultura y el Cine lo hagan en la más saludable dirección contraria.

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