El Festival de Sevilla arranca su 19ª edición. José Luis Cienfuegos, director del festival, desgrana la programación, revela los grandes temas del año en el cine europeo y echa la vista atrás a estos diez al frente de este evento de repercusión internacional

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4 Nov 2022
Alejandro Ávila
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Fotos: Lolo Vasco

Frunce el ceño, reflexiona y luego le sale casi de corrido. El equipo de José Luis Cienfuegos cumple una década viendo, disfrutando y programando cine europeo para el Festival de Sevilla. Y, año tras año, le hacemos la misma pregunta: ¿Qué temas le preocupan a la sociedad europea?

Fiándonos de la teoría de Dominique Moïsi (Geopolítica de las series), que argumenta que la sensibilidad de guionistas y cineastas permite filtrar el Zeitgeist a través del cine y las series, el Festival de Cine Europeo funciona también como canario en la mina que alerta sobre esas preocupaciones que, de una manera más o menos soterrada, nos preocupan como sociedad.

Tras visionar cientos y cientos de películas europeas este año, Cienfuegos y su equipo perciben así “una cierta desorientación de los jóvenes. A pesar de las redes y de estos tiempos hiperconectados, hay mucha soledad. También se habla mucho sobre el horizonte vital, de todas las distintas etapas de la vida y del crepúsculo vital, fruto del envejecimiento de Europa. Ademas, después de todo lo que hemos pasado con la pandemia y, ahora, con la guerra, somos más conscientes de la vida propia y de que, por supuesto, la muerte está ahí. Por último, hay una preocupación especial en cómo transmitimos el afecto y el amor. En la necesidad que tenemos de hacerlo”.

Más allá de estos grandes temas, el festival contará con la proyección de 400 proyecciones de más 200 películas y de 125 encuentros con cineastas. Cifras de infarto para el gran encuentro cinematográfico de una ciudad que, durante más de una semana, se convierte en el epicentro del cine europeo y del cine español. Una 19ª edición que arranca hoy, con la periodista María Guerra y la actriz Aixa Villagrán como maestras de ceremonias, y que contará con algunos de los grandes maestros y maestras del cine europeo, así como de sus jóvenes promesas.

¿Qué nos depara la Sección Oficial de este año?

Tenemos cineastas que son ya viejos amigos del festival, como  Tizza Covi, que se ha llevado un par de premios en Venecia. Estará concursando y también como jurado de otra sección. No podemos olvidarnos de Pietro Marcello, que con su anterior película, Martín Edén, tuvo un bonito éxito en Sevilla y en su funcionamiento en salas. Su nuevo largometraje, Scarlet, vuelve a competir en Sección Oficial. Además, algunas de nuestras películas favoritas están en Nuevas Olas o en Historias Extraordinarias, como Mediterranean Fever, una comedia palestina muy especial, que habla sobre la convivencia. Muchas siguen la carrera de los festivales de cine europeos, como Gigi La Ley, que aquí está programada en Nuevas Olas, y en Locarno estaba en sección oficial. No debemos juzgar las películas, según la sección en las que estén programadas.

¿Es importante comenzar el festival con una película sobre los nuevos modelos de familia, como es Los hijos de otros (Rebecca Zlotowski)?

La película trata el tema de la mujer, de la obligación de ser madre, de cómo el ritmo de la vida actual nos empuja y las mujeres llegan a ser madre a una edad más alta. Ese es el tema que precisamente aborda la película, ya que en un principio, la directora pensó en un hombre para la figura protagonista de la película, pero la directora en seguida lo cambió hacia la mujer y la maternidad.

Este año, cumples diez años dirigiendo el Festival de Sevilla, ¿da vértigo?

Los años pasan muy deprisa y la verdad es que aceptar una fórmula, una manera de hacer e imprimir un sello propio lleva tiempo. Quiero pensar que Sevilla ha encontrado un camino que cuenta con el apoyo de instituciones y cineastas. Es un festival amigable, con una línea de programación, pero sin dar la espalda a la complicidad del público. A la hora de presentar las películas y de trabajar las películas, pensamos mucho en el espectador, en la calidad de la proyección, en la ambientación y en la presencia del cineasta.

Quizás sea un buen momento para hacer balance, con un festival que se ha consolidado y cuenta ya con un prestigio nacional  e internacional: ¿de qué logros te sientes especialmente orgulloso?

De que el festival exista, de que tenga una cierta credibilidad y de ver la felicidad de esos directores que apuestan y siguen apostando por el festival, que va marcando su territorio y su manera de hacer, sin imposturas y sin intentar ser lo que no es, sin jugar a la espectacularización porque sí. Un festival donde los cineastas son lo más importantes. Los espectadores piden buenas películas, buenos cineastas y las cifras de espectadores así lo avalan.

¿Crees que el festival ha logrado educar a los espectadores de Sevilla, a la hora de apostar por una visión rica, heterogénea del cine?

Es uno de los objetivos con los programadores. Ocurrió en Gijón y ocurre en Seminci, en Sitges… la ciudad y la gente llevan muy dentro al festival. Humildemente, trabajamos en la formación de los espectadores, sobre todo en la de los más jóvenes. Intentemos transmitir que somos un festival con las puertas abiertas todo el año… entiendo el festival como un servicio publico.

Tendremos precisamente en Sección Oficial, con A Couple, a Frederick Wiseman, un cineasta que ha trabajado mucho el concepto de lo público en sus documentales…

Las películas de Wiseman deberían ser asignatura obligatoria para todo aquel que está implicado en la cultura, incluidos los funcionarios públicos. A sus 90 años, se ha atrevido con su primera ficción, siendo una película muy contenida tanto a nivel emocional como de duración, al contrario que su filmografía general, que es muy exigente, con películas de más de dos horas, que se cuecen a fuego lento.

Después de ver cientos y cientos de películas cada año, me gusta preguntaros antes de cada edición qué temas habéis visto que se repiten, funcionando el cine como una especie de termómetro social de Europa, como una especie de canario en la mina de nuestra sociedad.

Por un lado, percibimos una cierta desorientación de los jóvenes. A pesar de las redes y de estos tiempos hiperconectados, hay mucha soledad. También se habla mucho sobre el horizonte vital, de todas las distintas etapas de la vida y del crepúsculo vital, fruto del envejecimiento de Europa. Ademas, después de todo lo que hemos pasado con la pandemia y, ahora, con la guerra, somos más conscientes de la vida propia y de que, por supuesto, la muerte está ahí. Por último, hay una preocupación especial en cómo transmitimos el afecto y el amor. En la necesidad que tenemos de hacerlo.

Y en todo esto, en un año tan extraordinario, ¿qué lugar ocupa el cine español dentro del ecosistema europeo? 

El cine español está en un momento muy especial. En la lista de películas preseleccionadas para los premios de cine europeo había cinco largometrajes españoles. Son películas seleccionadas por un comité europeo y suponen un bonito reconocimiento al cine español, una consolidación para los nuevos cineastas, de la llegada en tromba de nuevos talentos del cine español. Es bonito ver cómo esos cineastas se apoyan unos a otros, sobre todo entre las directoras. Entre ellas se encuentra Elena López Riera (El agua), que dice que le daría igual no estar seleccionada para los Goya, ya que dice que las películas de sus colegas son tan buenas que se alegraría mucho por ellos. Y es así: hay mucha generosidad en esta nueva generación, mucha complicidad.

Hay un guiño importante al cine del país vecino en el festival : ¿Qué nos está aportando el cine portugués?

Hay mucho cine portugués este año. Películas muy diferentes, incluso dos películas portuguesas de animación, algo que es difícil que se vaya a repetir, ya que la animación tiene unos calendarios imprevisibles.  Es cierto que esos cineastas que arriesgan más y son más creativos, encuentran más reconocimiento fuera que dentro de su país. Ahí tenemos un papel relevante, a la hora de apoyar a estos grandes cineastas, como pueden ser Susana de Sousa o Rita Azevedo Gomes. Son cineastas que, a pesar de su veteranía, les es complicado llegar a las salas de cine. Además, la película de João Pedro Rodrigues, Fuego fatuo, es una de las más esperadas, divertidas y coloristas que veremos en el festival.

Has sido un testigo de excepción: ¿Cómo has visto la evolución del cine andaluz en esta década? ¿Qué destacarías?

Vemos que las carreras de esos cineastas como Alberto Rodríguez, Manuel Martín Cuenca o Santi Amodeo, que hacían películas hace diez años, están absolutamente consolidadas y son un referente a nivel nacional y europeo. Ha pasado un tiempo. Esos talentos ya nadie los discute y estamos en un momento de inflexión, en el desembarco de una nueva generación de cineastas andaluces, que ha de producirse, a los que hay que darles muchas oportunidades, que están programados en el festival y a los que hemos visto en la sección de cortos. Estamos, además, en un momento clave: se ha perdido el miedo de salir afuera a desarrollar producciones. Contamos con una nueva generación de productores andaluces que han afianzado los cimientos que se habían construido. Esos nuevos productores andaluces cuentan ahora con productoras engrasadas, forman cine español y dan entrada a esos nuevos cineastas.

Para el festival es especialmente importante la generación de nuevas audiencias, ¿Cómo puede la industria apostar por un modelo que favorezca la generación de ese talento?

Sigue siendo una preocupación, porque los esfuerzos siguen estando, pero seguimos siendo francotiradores, aunque haya iniciativas como Ventana Cinéfila, en el que nos hayamos unido cinco festivales. Es verdad que todo el mundo habla de la educación, pero articular, engrasar todo ese trabajo sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes. Tenemos que seguir haciéndolo trabajando la programación, trayendo cineastas, potenciando el departamento de educación.


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