¿Preparado para estas fiestas de Navidad? Te recomendamos una lista de películas que hará las delicias de los amantes de las celebraciones en familia y que servirá de manual de salvamento para aquellos que repeléis esos encuentros. La cena está servida. Bon appétit!

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23 Dic 2022
Esther Lopera
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Ohohoho! La Navidad ya está aquí. Alegría, jolgorio. Tras un par de años sin poder celebrar las fiestas en compañía de nuestros familiares, por culpa de un intruso que se había autoinvitado, parece que este año sí podremos disfrutar de las entrañables cenas de Navidad.

Pero ojo, que no es la cubertería de tu suegra todo lo que reluce en la mesa. Estamos tan ilusionados con disfrutar cada día de nuestras vidas tras el confinamiento y los dramas, que hemos olvidado que las mejores películas (esas que se agarran a las entrañas) surgen de los grandes encuentros familiares.

Y es que dichas cenas pueden traer grandes (que no gratas) sorpresas y ya no estamos preparados para ello. Para refrescarte la memoria, te dejamos una selección de películas donde la gastronomía y los encuentros familiares son protagonistas. Te ofrecemos un listado de comilonas cinematográficas que se han convertido en una auténtica pesadilla, para que puedas utilizarlo estos días como un manual de salvamento y si detectas algo, salir corriendo por patas.

Junto con nuestra selección, también te damos algunos consejos para que disfrutes de las celebraciones como si no hubiera un mañana. Y si eres un hater y pasas de las reuniones familiares porque te mola más reventar la Navidad metiéndote una buena juerga, pasa directamente a la última película recomendada. Aquí hay para todos.

La cena está servida. Bon appétit!

Celebración (Thomas Vinterberg, 1998) – Brindemos por un buen drama

No hay celebración familiar como la Celebración de Thomas Vinterberg. Se trata de una de las películas estandarte del llamado “Dogma 95”, dígase de ese culto cinematográfico que surgió en los 90, abanderado por el intensito Lars Von Trier y el propio Vinterberg (entre otros locos de la colina danesa) y que seguía una serie de normas dirigidas a cargarse el cine más clásico y reivindicar -cámara en mano- el realismo y el naturalismo más crudo. Eso que se había hecho con la Nouvelle Vague, vaya. Cuando Von Trier jugaba con temas como la discapacidad en Los Idiotas (1998), Vinterberg nos introducía en una familia que se desintegraba, mientras celebraban lo desgraciados que eran todos.

La trama gira sobre la celebración familiar del sesenta aniversario del patriarca Helge Klingenfeldt (Henning Moritzen). Helge llama a su hijo mayor, Christian (Ulrich Thomsen), a su despacho y le pide que pronuncie un discurso en recuerdo de su hermana gemela, muerta un año antes. Los invitados están llenos de júbilo sentados en la mesa, en las cocinas hay una gran actividad: el pollo asado calienta para salir a jugar y los comensales ríen con ese humor negro danés que solo entienden ellos. Christian se aclara la voz y pide silencio golpeando la copita de cristal con una cucharita. A partir de aquí, empieza una pesadilla donde uno preferiría estar muerto a compartir un minuto más con esa familia.

Desde Celebración, cuando alguien se levanta y golpea la copita para hacer un brindis, el resto nos hacemos caquita encima. Este año amarra al cuñao a la silla si lo ves con intención de levantarse con la copa de cava en la mano.

The Invitation (Karyn Kusama, 2015)No aceptes cualquier invitación

La directora yanki Karyn Kusma presentó en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges de 2015 lo que es su mejor trabajo hasta la fecha: The Invitation, una película de bajo presupuesto con un guion redondo, que te mantiene agarrado a la silla de principio a fin y que se hizo con el Premio a la Mejor Película ese año.

Explica la historia de Will y Eden, una pareja de guapos que perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y viene con una energía un poco rarita.

Todo el filme se rueda en un solo espacio, una cena en una casa preciosa, que se convierte en un confesionario entre un grupo de amigos, en el que el protagonista sospechará que su ex ha cambiado un poquito, mientras que el resto de coleguillas descubrirán que hay que tener cuidado al elegir qué invitaciones aceptas. Porque no es oro todo lo que reluce ni licor de arándonos todo lo que la anfitriona te puede servir en la copa. ¿Qué no quieres leer más spoilers? Pues búscala en Netflix, cobarde y míratela en Nochebuena en vez de cantar villancicos, que te lo pasarás mejor.

Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) – La pasta cuesta de digerir

Poco hay que contar de una de las películas más icónicas de la historia, y no solo del género fantástico, sino del CINE así, en general. Además, también es todo un referente en las listas que analizan las películas que han marcado un hito en el feminismo. Y es que Ridley Scott escogió por primera vez en la historia a una mujer para interpretar un rol pensado originalmente para un hombre: la Teniente Ripley, a quien da vida la maravillosa Sigourney Weaver. Ripley es responsable de la nave Nostromo y la heroína indiscutible de toda una saga que acabará con Alien, también conocido como “tiburón del espacio”. El papel de Ripley significó una de las primeras Final Girl del cine de terror. Eso es ná.

Igual de icónica es la escena más importante de este clásico: el momento de la cena de la tripulación, cuando nuestro bebé Alien ya se había introducido en el cuerpo del científico Kane (John Hurt) pero nadie lo sabía. Qué maravilla ver en pantalla una comilona en una peli de los 70, en la que la única mujer que hay no está cocinando los espaguetis y donde el protagonista absoluto es un bicho xenomorfo con aspecto de larva cabezona y cola viscosa, que sale del pecho de un hombre, escupiendo sangre por doquier a todos los comensales y retando a la protagonista con un gritico terrorífico. Que bonita estampa familiar.

La escena es tan mítica que hasta se le ha dedicado todo un documental que la analiza plano a plano: Memory, the origins of Alien (Alexandre O. Philippe, 2019). Documental recomendadísimo para fans (que somos todos).

Viridiana (Luis Buñuel, 1961) –  La última cena

En esta lista de grandes cenas y encuentros familiares, no podía faltar el maestro de los maestros, Don Buñuel, con la película que se alzó con la Palma de Oro de Cannes en 1961 y también la que estuvo censurada en España un puñado de años hasta que murió el Generalísimo.

Buñuel nos presenta la historia de la novicia Viridiana (Silvia Pinal), quien a punto de tomar los hábitos, abandona el convento para visitar a su tío don Jaime (Fernando Rey). Durante su visita, don Jaime, impresionado por su belleza y por el enorme parecido entre Viridiana y su difunta esposa, empieza a babear en sus carnes hasta hacerle creer con un poco de magreo nocturno que la ha violado. Con esta mentira, intenta retenerla cuando ella quiere volver al convento, diciéndole que ya no podrá profesar monja, porque la ha poseído mientras dormía. Esto aleja a Viridiana de su tío, quien tras la marcha de esta, se suicida. Viridiana renuncia a ser monja y se queda en la mansión a practicar la caridad cristiana, acogiendo a un grupo de vagabundos -que dan mucha grima- y a quienes brinda refugio y alimento.

Y en este punto tenemos la escena que más nos interesa en este artículo, además de ser una de las imágenes que mejor describen la magia de nuestro cine: los vagabundos aprovechan la ausencia de los dueños de la casa y se agencian una gran comilona. Mientras un leproso cita la biblia cambiando la letra, el resto posa exactamente como Jesús y los doce apóstoles en el cuadro de La última cena de Leonardo Da Vinci, donde el ciego y más desarrapado de los vagabundos es Jesús. Y Buñuel no se queda aquí, sino que deja entrever que nuestra bonita novicia, a la que su grupo de protegidos engañarán y robarán, caerá en el pecado más carnal.

Una bonita sátira para ver en Navidad, llena de depravación y de sucios deseos, como nuestra querida iglesia profesa. Un cuento pesadillesco que Buñuel nos recuerda desde su tumba, mientras se ríe a carcajada limpia y susurra: “Amén”.

Perfectos desconocidos (Alex de la Iglesia, 2017) – Los móviles los carga el diablo

Alex de la Iglesia, el enfant terrible Rey de nuestra casa supo muy bien donde se metía cuando hizo el remake del film italiano Perfetti sconosciuti (2016), de Paolo Genovese. Y no decepcionó: recaudó un pastizal en taquilla y ha sido la película que más rendimiento le ha dado en toda su carrera y… ¿eso por qué? Pues porque cualquiera de los personajes podrías ser tú, tu hermana, tu mejor amiga, tu novio o tu mujer. O el plasta que se disfraza de Santa Claus de tu pueblo.

La premisa es muy sencilla: en una cena entre cuatro parejas, que se conocen de toda la vida, se propone un juego que pondrá sobre la mesa sus peores secretos: leer en voz alta los mensajes, y atender públicamente las llamadas, que reciban en sus móviles durante la cena. Con esta aparente chorrada, la película te atrapa desde el minuto uno, convirtiendo lo que parece una cena tranquila en una auténtica pesadilla en la que pilla cacho hasta el que menos culpa tiene. Porque, al final, todos somos perfectos desconocidos. Y quien no alberga secretos, no es una persona de bien. O como dicen los Punsetes en su hit Una persona sospechosa: “No eres de fiar, si no haces algo mal, no eres de los míos, si no la puedes cagar”.

Venga, un jamón para el que se atreva a proponer el jueguecito de los móviles este año en la mesa de Nochebuena, antes del bingo.

Clímax (Gaspar Noé, 2018) – Alíñame la sangría, que es Navidad

Para finalizar esta lista y para aquellos que odian las celebraciones familiares, nada mejor que una rave nocturna, de esas que no acaban nunca. Gaspar Noé es, a día de hoy, el director más majo que tenemos el gusto de conocer. Tierno, encantador y poético en su narrativa audiovisual como él solo. Una de sus obras más bellas es Clímax, una auténtica pesadilla cinematográfica, solo recomendada para estómagos de hierro.

Gaspar nos presenta la historia de un grupo jóvenes bailarines que toman accidentalmente LSD y así su exultante ensayo se convierte en una locura cuando uno a uno sienten las consecuencias de una crisis psicodélica colectiva. Aquí no queda títere con cabeza y tiene todos los ingredientes de una rave de fin de año: vinilos, djs, música electrónica, coreografías, sangría aliñada, luces de neón, lavabos y cuartos oscuros, gente cool, niño, nieve… Nuestro amigo describe las alucinaciones que vive cada uno de los protagonistas, con pelos y señales y no respeta ni al pobre niño, que se encuentra en esta locura sin comerlo ni beberlo.

Es una salvajada. Una de esas películas que mientras la estás viendo quieres ir a casa del director y ponerle una bomba, aunque te consideres un ser de luz.

Aprende la lección y estos días no juegues con fuego: si te vas a una rave, pide todo embotellado. No queremos que en vez de litros de alcohol, corran por tus venas otras substancias que te hagan ver cucarachas. Que ya tenemos una edad y queremos vivir estas fiestas en paz. Feliz Navidad.

 


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