Lo que debiera nacer como glorioso ejercicio de retrospectiva, acaba convertido en doloroso recordatorio de que ninguna lista puede atestiguar todas las maravillas que, en este caso, ha legado el cine español en esta década que ya termina.
Que conste en acta: la mayor parte del tiempo y de los esfuerzos que he dedicado a esta pieza, han ido destinados a hacer todo lo posible para extender este ejercicio de memoria; para abarcar así todos los títulos y autores que, finalmente, y muy a mi pesar (en esto también se ha escapado la energía), no han podido superar “el corte final”.
Da una rabia casi insoportable, el no poder extenderme en las joyas que, a lo largo de los últimos diez años, nos han dado Oliver Laxe, o Miguel Ángel Vivas, o Carlos Marques-Marcet, o Isaki Lacuesta, o Celia Rico, o el “clan Moriarty”, o Belén Funes, o Víctor Moreno, o Carles Bosch, o Carla Simón, o Borja Cobeaga, o Gustavo Salmerón, o Elena Martín, o Antonio Méndez Esparza, o Raúl Arévalo, o Nely Reguera, o Paula Ortiz, o Marc Recha, o Paco León.
O Xavier Artigas y Xapo Ortega, o Javier Fesser, o Hermes Paralluelo, o Mar Coll, o Neus Ballús, o Álex de la Iglesia, o Luis López Carrasco, o Daniel Sánchez Arévalo, o Juan Cavestany, o Nacho Vigalondo, o David Trueba, o Icíar Bollaín, o Manuel Martín Cuenca, o Rodrigo Cortés, o Paco Cabezas…
En cualquier caso, ahí quedan sus recientes -y contundentes- logros, los cuales, como decía, hacen insuficiente cualquier recopilatorio mínimamente acotado.
Es un terrible dolor de cabeza para quien lo escribe, sin duda… pero al mismo tiempo es el mejor síntoma para una cinematografía (la nuestra) extremadamente rica (ya se ve) en la producción de películas destinadas a la trascendencia. No solo dentro, sino también fuera de nuestras fronteras.
De modo que ahí van 10 + 2 títulos presentados sin ningún orden aparente; englobados en la excelencia de nuestro cine.
Dolor y gloria: el maestro delante del espejo
El maestro delante del espejo: ahí está, la película que debe encapsular la esencia del legado artístico de uno de los más grandes directores de las últimas décadas.
Pedro Almodóvar, ineludible tótem a la hora de entender el cine de autor de nuestra era, se encarna en Antonio Banderas, perfecto alter ego, y reflexiona sobre el origen de unas inquietudes que, a la larga, desembocarían en un talento atemporal.
Verónica: el terror duerme en casa
Paco Plaza y el cine de género español tocaron techo con esta escalofriante interpretación fílmica de un caso real en el que la crónica -negra- social se fundió con la esfera paranormal.
Una producción cuidadísima engrandecida en y por cada detalle; un estupendo ejercicio de adaptación, a nuestro territorio, de unos mecanismos y unas formas que parecían patrimonio exclusivo de las películas angloparlantes.
Dead Slow Ahead: la fusión de humanos y máquinas
El primer largometraje como realizador del director de fotografía Mauro Herce se tradujo en una odisea alucinada a bordo de un carguero que parecía transportar los restos de lo que algún día conocimos como alma humana.
Hombres y máquinas se fusionaron en el mismo cuerpo, así como la ficción y el documental… y cada imagen y sonido que emanaba de la pantalla fue una impresionante invitación a perderse en un viaje hipnótico, aterrador… y sin regreso posible.
La herida: condenados seres humanos
El cine como objeto transmisor de todas esas sensaciones que, nos gusten o no, nos definen como seres humanos; como seres condenados. Fernando Franco se pasó a la dirección y se asoció con Marián Álvarez para firmar un demoledor estudio de personaje.
La protagonista de esta historia, permanente centro gravitacional de prácticamente cada plano, nos contagió la terrible depresión que la estaba hundiendo… e igualmente hundidos quedamos nosotros.
Liberté: festín de cuerpos corruptos
Siempre polémico, siempre estimulante… siempre genial. Después de un -sublime- amago de calma en el lecho de muerte de Luis XIV, Albert Serra volvió a ese tono radical en el que tan a gusto se siente.
Gracias a un gusto por la decadencia marca de la casa, se dio un festín a partir de unos cuerpos encantados de corromperse, en lo que fue una muy atrevida incursión en los parajes más oscuros y devastados de los vicios humanos.
La reconquista: la voz propia de Jonás Trueba
Cine que parece francés, que se comporta como tal… pero que habla castellano, y que está perfectamente integrado en nuestra geografía urbana.
Lejos de acomplejarse por el pedigrí de su clan, Jonás Trueba hace tiempo que ha encontrado su propia voz, y que la ha usado, además, para concebir alguno de los proyectos más luminosos y emocionalmente más afinados de nuestra autoría. Aquí, se lució con esta épica odisea romántica.
Magical Girl: la maestría del misterio
Carlos Vermut se apresuró en confirmar las buenas sensaciones que despertaron sus primeros trabajos, y lo hizo con una contundencia que difícilmente podrá ser superada… o a lo mejor, ni igualada.
Total sintonía con Bárbara Lennie (ahora mismo, una de las mejores actrices del panorama internacional) para un cuento oscuro, cuyo insondable -y venenoso- encanto bebe de una magistral gestión del elemento del misterio.
El reino: la asfixiante tempestad de la corrupción
La dupla compuesta por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña nos privó de la respiración durante más de dos horas, en un asfixiante thriller criminal con tramas de corrupción empleadas como herramienta imprescindible para entender nuestra clase política.
Una tempestad brillante en la ejecución cinematográfica y valiente en la denuncia hacia una realidad que apesta tanto que, efectivamente, cuesta horrores mirarla a la cara.
Hermosa juventud: el golpe de la empatía
El trabajo menos arriesgado, pero irónicamente el más redondo de Jaime Rosales, un cineasta que en esa ocasión mostró un dominio prácticamente absoluto de todos los elementos que lucirían en la pantalla… y que en un abrir y cerrar de ojos, convertirían la empatía en un puñetazo imposible de esquivar, y se erigirían, de paso, en certeros (y por esto contundentes) puentes que unirían el drama íntimo con el social.
Lo imposible: …y Hollywood abrió sus puertas
El primer asalto de J.A. Bayona a la “tierra prometida” de Hollywood se concretó con una disaster movie ideal para empezar la conquista del cine yankee… y también para remover las entrañas de la audiencia.
Espectacular en la filmación del cataclismo; emocionante a la hora de captar un factor humano que ni la ola más monstruosa podría hacer desaparecer. Una gran producción a la altura de un talento (de masas) colosal.
Blancanieves: riesgo y arte en blanco y negro
Pablo Berger se la jugó con una apuesta formal que era puro riesgo, pero acertó de lleno captando la magia de un cine que parecía desaparecido, para transmitirnos la magia (que también creíamos extinta) de los mejores cuentos.
El silente y el blanco y negro pasaron así de presuntos obstáculos a atractivos irresistibles en la confección de una de las películas más especiales (en todos los sentidos) de la cinematografía española moderna.
La isla mínima: cuando la ficción apesta a realidad
La película casi perfecta de Alberto Rodríguez. Sublimación del thriller castizo para convertir el cine de género en aterradora crónica social; la mirada hacia el pasado en incómoda investigación de un presente que no es más que el resultado de unos deberes (históricos) muy mal resueltos.
Moraleja: a día de hoy, se sigue pudriendo el ya de por sí infecto cenagal en el que seguimos viviendo. Es la ficción detectivesca que apesta a realidad.