Breve recetario de películas que prestan especial atención a la alimentación, pero que sobre todo lo hacen con una cadencia y con un gusto por el detalle que, de alguna manera, nos invitan a alejarnos del frenesí en el que estaba instalada nuestra rutina diaria

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26 Mar 2020
Víctor Esquirol
the nest

Esto va para largo. Es duro admitirlo, pero cuanto antes lo aceptemos, antes saldremos del episodio inicial de frustración por el que inevitablemente nos hará pasar este confinamiento. Toca quedarse en casa, pero como no me canso de repetir en estos días (y esto es algo que intuyo que va a adquirir la categoría de mantra), es bueno saber que “el cine sigue”.

Es momento de encerrarse, ya lo sabemos… y con ello, a lo mejor también llegó el momento ideal para beneficiarse de las propiedades sanadoras de ese tesoro fílmico cuya energía surge de algo tan primordial como apetitoso: la comida.

Con las salas de exhibición fuera de juego, el séptimo arte redobla esfuerzos y oferta en los ahora fértiles campos del Video On Demand. La cuarentena nos aleja de la calle, y nos obliga a permanecer en casa. Un momento y un lugar igualmente perfectos para (re)descubrir las bondades del cine de la comida, esas películas que, como indica la propia etiqueta, prestan especial atención a la alimentación, pero que sobre todo lo hacen con una cadencia y con un gusto por el detalle que, de alguna manera, nos invita a alejarnos del frenesí en el que estaba instalada nuestra rutina diaria.

En parte, en estos días también se trata de esto: de romper con las costumbres (¡qué remedio!) y, como decía, tratar de reconciliarse con una pausa, y con una óptica que nos ayuden a tomarnos la vida con un poco más de calma. Así que cuando digo cine de la comida, no estoy priorizando lo material, es decir, aquello que nos llevamos a la boca, sino más bien el proceso que nos lleva a ese punto tan deseado: el emplatado. Por ejemplo, podríamos acudir a Filmin, Netflix o Rakuten TV para recuperar Perfectos desconocidos, remake de la italiana Perfetti sconosciuti a manos de Álex de la Iglesia, y de verdad que esto no sería mal plan… pero nos alejaría del cine de la comida.

Cuidado, aunque la acción de dicha película transcurra mayormente alrededor de una mesa, y durante una cena, esta no computa como cine de la comida, pues las revelaciones que se van sucediendo durante su celebración, son el atajo más directo a la indigestión; a ese malestar que nos aleja de las metas pregonadas en este artículo. Del mismo modo, y siguiendo en Filmin, podríamos entrar a debatir si la filmografía de Abdellatif Kechiche (donde encontramos títulos como La vida de Adèle, Cuscús o Poesía y juventud) entra o no en este grupo. Porque por una parte son siempre de admirar las películas en las que los personajes se conocen mejor después de haber devorado un kebap o un plato de pasta.

Pero en el verbo está el punto conflictivo. En ese engullir que si bien satisface los impulsos golosos que de vez en cuando toman posesión de nuestro cuerpo, al mismo tiempo nos alejan de aquello por lo que teóricamente hemos venido aquí. A paladear, a saborear… a disfrutar, como es debido, de unos sabores que deben ser apreciados con delicadeza; con un entrenamiento amable pero también concienzudo de nuestras papilas gustativas. En esta línea, y para ponernos ya en situación, tenemos en Filmin algunos de los trabajos del cineasta indio Ritesh Batra. Tanto Tu fotografía como, especialmente, The Lunchbox, hacen que se rebaje el ritmo de pulsaciones de nuestro corazón.

Cine de la calma, cine que disfruta retratando esos procesos que inevitablemente toman tiempo… y que en parte por esto resultan tan beneficiosos. Fuera prisas, llegó el momento de dilatar el momento, y de maravillarnos, de nuevo, ante el primitivo (y por esto olvidado) placer de la cocina. El que a posteriori nos saciará el hambre… pero que por el camino nos ayudará a encontrar algo más importante. Una mujer prepara cariñosamente los alimentos que su marido consumirá en horas de trabajo, pero el recipiente de tan rico tesoro se extravía y termina en la manos de un desconocido. De Irrfan Khan, ni más ni menos, cuyo ceño ligeramente fruncido y cuya parquedad de palabras no solo dan una lección magistral en la construcción actoral de personajes.

La comida se prepara y se envasa con amor, y la cámara disfruta retratando tanto un punto como el otro. Deteniéndose en aquello que las prisas del mundo moderno nos habían dicho que no tenía importancia, pero que en realidad es vital. Otro ejemplo, mínimo pero muy ilustrativo de lo que estoy intentando transmitir: en Rakuten TV podemos ver A Ghost Story, joya fantasmagórica de David Lowery con un instante tan glorioso, que de hecho parece una eternidad. Consiste en algo tan sencillo como un plano de fijo de una cocina. En él vemos a una Rooney Mara desconsolada comiendo una tarta.

La acción queda clara desde el primer segundo, pero contraviniendo las prisas de la narrativa moderna, Lowery decide quedarse ahí plantado (como de hecho, lo está también el fantasma de Casey Affleck), observando atentamente el lento y sentido discurrir de un tiempo que se deforma a cada bocado. Masticar, tragar y digerir como marcadores del ritmo en una marcha fúnebre que, como no podía ser de otra manera, avanza al ritmo pausado que pide el cuerpo. En el otro extremo, y para reencontrar la luz, tenemos en Netflix y Rakuten TV la que seguramente sea la obra más popular de Luca Guadagnino: Call Me By Your Name.

En ella, nos abrasamos con la fogosidad de los amores de verano, y con ello, respiramos, corremos, saltamos… nos evadimos (importante, también, en las semanas que están por venir). Pero todo esto sin olvidar jamás los placeres hedonistas inevitablemente ligados a la carne.

Es decir, al comer. En este sentido, es admirable que alguien con tanta mano para lo efervescente, sepa al mismo tiempo detenerse en la filmación de los preparativos del calentón. Está claro que en esta película, el estallido del amor se fragua en la cocina y empieza a concretarse en la mesa, confirmándose así el ciclo de todas las cosas buenas.

Hablando de… nunca está de más recordar que en Netflix está buena parte del legado del sello Ghibli. De la benditamente amplísima colección de obras maestras que en él figuran, me gustaría detenerme en, precisamente, aquella película que normalmente se deja de lado en las listas recopilatorias. Me refiero a Nicky, la aprendiz de bruja, de Hayao Miyazaki, un delicioso exponente del slice of life en el anime.

O sea, de esas rebanadas de vida que parece que no nos llevan a ningún lugar, y que por ende parece también que se detienen en detalles superfluos (véase un pastel siendo horneado, o una panadería exponiendo el apetitoso fruto del trabajo de sus propietarios).

Pero es precisamente en estos supuestos desvíos (con respecto a una trama argumental que, todo sea dicho, y por fortuna, tampoco está especialmente interesada en ir hacia ningún punto en concreto) donde sale a relucir el peculiar encanto de la propuesta, un film que hace suyos los postulados del cine de la comida en la poca resistencia a entretenerse en esas pinceladas de apariencia efímera, pero que en realidad calan.

Una filosofía de vida que impregna, aunque con una intensidad diferente, el nuevo trabajo de Lulu Wang. The Farewell, disponible en Movistar +, Filmin y Vodafone TV, es una tragicomedia familiar cuyas acertadas reflexiones sobre la gestación de la identidad (propia y colectiva) en un mundo globalizado, se concreta siempre con ánimos y fastos de gran banquete.

Lo cual me deja a mí en la posición ideal para rematar este breve recorrido por el catálogo del “cine de la comida”. Como no podía ser de ninguna otra manera, toca regresar a Filmin para desempolvar el eternamente placentero Festín de Babette, de Gabriel Axel. Pasan los años (la película tendrá ya más de tres décadas) y se mantienen intactos los poderes curativos de una cinta con aroma a clásico.

Aquello es poco más de hora y media de preparación del banquete de todos los banquetes. De una colección de platos que entran por la vista, que da la sensación de materializarse en la boca… y que nos piden amablemente ser bondadosamente compartidos con los seres a los que más amamos. Amén.

Fotografía de portada: The Farewell (Lulu Wang) 


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