Juliette Binoche eclipsa cualquier otra pretensión de esta tragicomedia anti-romántica de Claire Denis

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8 Abr 2018
Juan Antonio Bermúdez
the nest

Título original: Un beau soleil intérieur
Duración: 94′
Nacionalidad: Francia
Dirección: Claire Denis
Guion: Claire Denis y Christine Angot
Fotografía: Agnès Godard
Montaje: Guy Lecorne
Música: Stuart A. Staples
Intérpretes: Juliette Binoche (Isabelle), Xavier Beauvoix (Vincent), Nicholas Duvauchelle (El actor), Laurent Grévill (François), Philippe Katerine (Matthieu), Gérard Depardieu (Dénis, el vidente), Josiane Balasko (Maxime),  Paul Blain (Sylvain), Alec Descas (Marc), Bruno Podalydès (Fabrice), Sandrine Dumas (Ariane), Valeria Bruni Tedeschi (mujer del coche)

Desde su estreno en Cannes, Un sol interior se ha promocionado como una adaptación al cine de Fragmentos de un discurso amoroso, el ensayo con el que Roland Barthes rescató en 1977 la poética dignidad del sujeto amoroso del terremoto del desencanto postmoderno. Claire Denis y Christine Angot habrán tomado como inspiradora referencia ese libro, iniciático para unas cuantas generaciones educadas ya en la deconstrucción del amor, no lo dudo. Pero parece osado, incluso insolente, plantear su película como una “adaptación”.

Si se ignora esa pretenciosa declaración del vínculo con la obra de Barthes, la película de Denis tiene cierta gracia como tragicomedia anti-romántica. Y la marcada perspectiva, que sitúa como protagonista a una mujer en la cincuentena, desviando los cánones más comerciales del género, da a priori una vuelta en la tuerca del interés por este enésimo intento de diseccionar las relaciones amorosas.

El problema es que los amantes o aspirantes al amor de Isabelle irradian por lo general una antipatía ortopédica. Y casi todo, de los motivos concretos de cada atracción a la explícita caricatura de los ambientes del arte contemporáneo —gremio al que pertenece la protagonista— se va hinchando a medida que transcurre el metraje con un decepcionante aire impostado, hasta quedar constreñido en un patrón estereotipado que es bastante incoherente con la apariencia informal de la película, con su frescura imperfecta.

Solo en algunos momentos ese patrón se rasga y salta una cierta chispa. Por ejemplo, en la embarazosa charla entre Isabelle y Maxime, la galerista, engarzando la retahíla de titubeos de la primera con la rotunda asertividad de Josiane Balasko. O en el largo duelo final entre Binoche y Gérard Depardieu, que brocha en alto la película, aportando además a su argumento un respiro necesario, una moraleja tan irónica como liviana. Y en las escenas de intimidad horizontal, en las que los cuerpos son mimados con una cerrada belleza por la cámara de Agnès Godard, colaboradora habitual de Claire Denis desde sus inicios, conectando ahí con otras películas de la directora en las que la fisicidad cobraba una importancia muy destacada.

Por lo demás, la escritura del filme está voluntariamente descosida, queriendo ser fiel a esos fragmentos que parecen inspirarla. Denis se expresa muy bien con las imágenes, sabe exprimir su potencial semántico y su hermosura autónoma, pero aquí tanto la información como el avance de la historia pasan por continuas conversaciones que encallan a veces en diálogos entre besugos; besugos enamorados o enamoradizos, pero besugos al fin.

Hemos visto de sobra en el cine el ir, el venir y el devenir amoroso de la clase intelectual francesa y resulta inevitable acordarse de esa tradición dialéctica en la que Éric Rohmer despunta con tanta maestría como sencillez. Claire Denis sale perdiendo con claridad en la equiparación.

Hay, eso sí, un sol interior genuino, tangible, en la película: Juliette Binoche. Su presencia, prácticamente constante, eclipsa cualquier otra ambición. Creo a su personaje porque la creo a ella. Es lo que me hace tomar en serio a esta mujer blanca que busca casi de forma desesperada la paz idealizada del amor definitivo y encuentra por el contrario, relación tras relación, la hostilidad de hombres veleidosos y, casi siempre, más bien imbéciles. Bajo el endeble protagonismo de Isabelle, se transparenta la fuerza de una actriz que convence en cada movimiento, en cada mirada.


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