Este fin de semana se ha estrenado en cines Mamacruz, que narra la historia de Cruz, una abuela, de marcadas creencias religiosas, que nunca se había planteado lo que es un orgasmo. En su vida monótona y gris, siempre al servicio de los demás, no hay lugar para plantearse lo que es el placer. Hasta que un día, navegando por internet, descubre un vídeo pornográfico que le hará plantearse muchas preguntas. Un viaje iniciático en clave de comedia intimista erótico-religiosa, que huye de la provocación y que invita al descubrimiento carnal y a celebrar la vida en toda su contrariedad y belleza.
Mamacruz es la segunda película de la la directora venezolana Patricia Ortega que, en este caso, firma la dirección y el guion, escrito junto con José Ortuño. La película, que ha tenido su estreno en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI) , ha sido galardonada con el premio al Mejor Largometraje de Ficción en el Festival de Nashville. Ortega regresa a la gran pantalla poniendo en valor la importancia del descubrimiento carnal en la madurez y liberando a la mujer del yugo de la culpabilidad impuesta por la religión o el estigma social.
Aterrizas en España, de la mano de las productoras andaluzas La Claqueta y Pecado Films, con una historia intimista que narra el viaje iniciático y de descubrimiento sexual de una mujer sexagenaria, que comparte creencias religiosas y profesión/pasión, la de coser, con Ariel, la protagonista de tu primera película Yo, imposible. ¿A qué responde este paralelismo?
La religión está presente en las dos historias porque yo estudié en un colegio de monjas hasta casi la adolescencia, después me deconstruí. No soy una persona creyente pero sí educada en la religión, por eso me interesa abordar la educación católica. En Sudamérica no se hace por creencia, sino como parte de una tradición. Aprendes a rezar un Padre Nuestro porque hay que aprenderlo pero nadie te explica el porqué. Es una costumbre, por eso me interesa hablar de cómo ese referente católico está presente en la vida con todo lo que conlleva ser educado bajo esa creencia. Y en el tema de la costura hay dos aspectos. Uno es que coser, remendar, cortar y volver a coser está muy asociado a la intersexualidad y un poco a cómo los cuerpos son adaptados quirúrgicamente a una opción no binaria. Y dos, mi abuela tenía una máquina de coser y es un referente que está muy presente en mi vida. Hay algo familiar y subconsciente en esa asociación que yo materializo. Cuando empezamos a hacer Mamacruz no era consciente de ese detalle. De la religiosidad sí, pero de la costura no; luego caí en que Cruz era como Ariel. Estas asociaciones pueden suceder de forma consciente pero también inconsciente.
El cartel promocional de la película es bastante sugerente. ¿Te dio miedo que generase polémica?
Puede que genere polémica pero ese es el anzuelo. Es como ocurre con las vecinas cotillas que la película: puede ser polémico pero también crea curiosidad; produce un contraste. Esa imagen está lanzando algo para que la gente reaccione y eso es lo que deben hacer las películas. Es un juego de marketing que realmente te está invitando a que descubras la historia. Fue una idea de Filmax bastante ingeniosa que ha funcionado muy bien.
¿Qué te llevó a escoger a Kiti Mánver para el papel?
Fue una propuesta de Olmo Figueredo, productor de la película. En la primera reunión para hablar sobre qué actriz podría encarnar a Mamacruz, yo fui muy clara y manifesté la necesidad de que la actriz tenía que ser una antidiva y estar my capacitada porque debía parecer muy humilde, muy contenida y luego tener la capacidad de rejuvenecerse sin maquillaje. Y Olmo me comentó: “Si hay alguien que puede hacer eso, esa es Kiti”. Él ya habia trabajado con ella en El inconveniente y conocía su capacidad. Inmediatamente nos reunimos. Kiti me hizo muchas preguntas porque no me conocía y el guion era complejo. Cuando hablamos y yo le expliqué cómo quería la película; ella aceptó. Me siento muy agradecida porque se entregó en cuerpo y alma, confió mucho en mí. Y tú lo ves en las imágenes, te das cuenta que ella que ella es totalmente Mamacruz. Actuar es como subir una montaña alta y llegar a un precipicio desde el que te tienes que lanzar. Esa caída libre está llena de altibajos y si pones resistencia el personaje no está, pero si te dejas caer puedes vivirlo en toda su intensidad. Kiti se dejó caer confiando en que el suelo que la esperaba abajo no estaba lleno de rocas sino que realmente era juego. Le agradezco su confianza y entrega.
Otra elección acertada, y con cierta importancia dentro de la trama, es el grupo de terapia al que acude Mamacruz tras su despertar sexual. Un círculo de mujeres divertidas y deshinibidas en el que vemos caras conocidas del cine y otras que quizás no lo sean tanto. ¿Cómo se crea esta reunión de mujeres tan peculiar?
Me ayudó mucho a hacer la selección mi directora de casting que es Marichu Sanz. Trabajamos desde la improvisación porque me interesaba que todo quedase muy natural. Son un círculo de amigas que hablan de sus cosas, del día a día, se confiesan cosas que no cuentan a nadie; porque en ese lugar se puede hablar con confianza y morirse de la risa si quieren. Yo armé una serie de propuestas para que cada una hiciera una improvisación o un monólogo y que así inyectaran espontaneidad a sus personajes. Se podría decir que esas líneas eran una premisa que después debían enriquecer. El grupo lo forman actrices profesionales y otras que no lo son, y esa fue la clave para que todo fluyese. Me aseguré de cuidar ese espacio para que estuviesen realmente cómodas, que se pudieran quitar los zapatos y sentirse como en casa, eso les ayudó a relajarse e interpretar su personaje con plena confianza. Ellas lo pasaron muy bien.
Y hablando sobre los personajes que acompañan a Mamacruz en este viaje, están también sus amigas de la parroquia, que son todo lo contrario al grupo de la terapia. Sorprende mucho el trato que se le ha dado, ellas observan a Mamacruz pero no la juzgan, que sería lo esperable. ¿A qué responde este punto de vista?
No quería crear a “los malos de la película”. Ellas también tienen curiosidad, igual les gustaría asistir a la terapia sexual pero no se atreven. Y trabajando desde esa premisa intenté crear unos personajes que la observaban desde la curiosidad, ocultos en una ventana pero que, igual, si se les daba la oportunidad les gustaría escaparse a la terapia con ella. Mi intención era que la mirasen pero dando la sensacion de que les gustaría irse con ella.
Un arco parecido sigue el personaje del marido, interpretado por Pepe Quero. Está siempre presente a lo largo de la historia pero sin interferir en las decisiones que toma su mujer. ¿Es lo que pedía la historia para poner en primer plano a Mamacruz o tiene una intencionalidad?
El camino más fácil era dibujar al marido como el enemigo. Hay que entender que así como el patriarcado y los dogmas binarios estigmatizan a las mujeres, también el rol de ser hombre, marido y padre es un peso muy grande. En el caso del marido de Mamacruz nos encontramos a un señor que está aburrido, como sin vida; y lo que está pasando con su mujer lo pone contra la pared, le hace pensar, le remueve… Y todo eso despierta en él una necesidad de cambiar. Se machaca mucho la masculinidad tradicional, tarabajamos siempre lo mismo, y cuando más se haga más difícil es abrir una ventana para cambiar ese punto de vista. Es importante cambiar esa perspectiva masculina, porque si no lo podemos hacer en la gran pantalla mucho menos lo vamos a tener en la vida.
Hay un momento muy llamativo que quizás es el revulsivo que eleva la necesidad sexual de la protagonista, y se produce justo cuando Mamacruz descubre el pecho de una figura de Cristo y se erotiza con su pezón. Y resulta curioso porque se habla mucho del pezón de la mujer pero poco del de los hombres.
Es un guiño que invita a entender la sensualidad masculina desde otro punto de vista, que no se basa en los músculos o el tamaño del pene. El erotismo es un espectro muy grande, tan amplio como la sexualidad y cada persona tiene sus gustos. Por eso, empecé a jugar con cosas que en los hombres no son tan evidentes. El pezón, que es tan evidente en la mujer y que tanto se explota, en los hombres es lo contrario. Por eso agarré el pezón masculino y lo puse en pantalla. Quería hacer un giro.
Mamacruz es una mujer de profundas convicciones cristianas, que se descubre sexualmente en lo que llamamos la tercera edad. Es un tema complejo porque la religión estigmatiza la masturbación, pero ella no siente más culpa que curiosidad. ¿Cómo abordarte esta perspectiva en el guion?
Para mí era importante no tratar la religión desde un punto de vista negativo. El respeto es importante y yo respeto todas las creencias siempre y cuando no se haga daño a otra persona. En este caso, Mamacruz es un personaje creyente y religioso y a mí me interesaba abordar el erotismo dentro de la religión; porque lo hay. Yo crecí rezando el Rosario y rodeada de imágenes religiosas. La que más me llamaba la atención era la figura de los ángeles. Me preguntaba si eran hombres o mujeres y realmente son andróginos, los primeros queer que yo conocí en mi vida. Me identifiqué mucho con ellos porque yo tenía esa visión: no tienen sexo y pueden ser cualquier cosa. Si nos vamos a las santas, está toda la obra de Santa Teresa de Jesús que está llena de una pasión y de una carga erótica que es indiscutible. Esa sensualidad la vemos también en las imágenes de Cristo, hay imágenes de cristos musculosos, de labios carnosos… nos podemos llegar a preguntar el por qué hay esa carnalidad en un cuerpo que debe ser sagrado. Me interesa analizar el deseo desde ahí, ella no deja de ser creyente porque ese ansia se despierte en su cuerpo y la invite a conocerse. No hay una guerra entre su creencia y su deseo, sino que ella empieza a sentirlo en las cosas que le rodean y eso no la aleja de sus creencias sino que las transforma, las adapta.
La figura de la Virgen, de la que la protagonista es camarera, va evolucionando con el personaje. ¿Es su alter ego?
Efectivamente, la Virgen María es como un alter ego para ella. De hecho, según evoluciona el personaje en su conocimiento personal, vemos que la empieza a cambiar, le pone flores, la viste de colores… Una creencia no tiene porqué ser un dogma sino que tú puedes transformarlo y vivirlo como quieras. Mamacruz tiene miedo y culpa pero no es más fuerte que sus ganas de experimentar, de sentir y de cambiar su vida. Mostrar eso en la película era vital para mí.
Hoy en día está muy presente el debate sobre lo necesaria que es la educación sexual en los jóvenes y Mamacruz abunda también en lo necesaria que es en la edad madura, hay toda una generación de abuelas que quizás no sepan lo que es un orgasmo y eso está muy presente en la película.
La educación sexual es muy importante a todas las edades y es escasa. El porno industrial y violento es horrible. Yo soy fan del material erótico a la manera en lo que hace Erika Lust que , de hecho, nos cedió las imágenes de algunas de sus producciones para la película. Ella hace un porno diverso, inclusivo y artístico; no tiene nada que ver con el tradicional. Las fantasías sexuales son la fuente de la punción sexual, por eso es maravilloso ver cosas que te exciten de forma saludable. Hablo de material audiovisual erótico creado desde el respeto y la ética; y que las personas que trabajen en él no sean explotadas. Tenía que mostrar las dos formas que hay de hacer pornografía en la película por muy polémico que eso pudiese ser. Por un lado, está el industrial, violento y que puede llegar a ser desagradable; y por otro, está ese material erótico creado desde la ética y que despierta los sentidos. Necesitamos entender la sexualidad de manera sana, como parte de la naturaleza humana y lo tenemos que normalizar, hablar de ello… verlo como un tabú solo fomenta la necesidad de acceso a ese porno industrial gratuito que hacen que los jóvenes crean que esa es la forma de hacerlo porque nadie habla con ellos y es el único referente que tienen.
¿Cómo fue la experiencia de rodar en Sevilla, una ciudad totalmente desconocida para ti?
Al principio estaba asustada porque no conocía la ciudad, ni al equipo; me sentía en un lugar que no era mío. Esta experiencia podría haber sido un caos, que habría sido lo normal porque filmar es caótico y liderar un equipo no es sencillo; eres director pero también psicólogo porque hay que tener mucha inteligencia emocional, por eso cuando no conoces a las personas es más duro ya que no sabes qué reacciones esperar. Sin embargo, desde el principio hubo mucha complicidad en el equipo de rodaje y todo fluyó. No hubo ninguna tragedia. La relación que tuve con todos fue muy armónica y eso permitió concentrarme en el trabajo con los actores y las actrices, algo muy importante ya que “Mamacruz” es una película de personajes. El peso lo lleva Kiti sobre sus espaldas, al ser una película pequeña que en un 80 por ciento está rodada en interiores, y si el personaje no estaba a la altura de la historia se me iba la película de las manos, por eso fue importante sentir que el equipo me ayudaba.
Dedicas la película a tu madre, ¿tiene algo del personaje de Mamacruz?
Hay muchas Mamacruz en esa dedicatoria. Soy hija de una madre soltera que nunca trajo a un amante o a un novio a casa. Ella tenía dos trabajos, se sacrificó por mi hermano y por mí; sacrificó su lado de mujer. Y es ahora, tras una larga enfermedad, cuando ella se ha dado cuenta de que necesita probar cosas nuevas e incluso se ha permitido tener una relación con el hombre que amó toda su vida pero que no lo hizo por el rol de madre que impone el vivir por los demás. Y por eso dedico la película a mi mamá. Y esa dedicatoria es extendible a muchas mujeres que he conocido en mi vida y que, por algún motivo, han tenido que abandonarse por estar al servicio de ese rol de madre o de abuela. Esto es algo generacional que las madres intentan transmitir a las hijas, aunque yo logré zafarme; es un conflicto que atraviesan muchas mujeres y es importante hablar de la necesidad de dejar de vivir al servicio de los demás. Sé el sacrificio que hizo mi madre, que si bien fue una decisión suya, me gusta que ahora esté dándose la oportunidad de vivir otras cosas y que haya podido despertar.