Fany de la Chica

La directora jienense afincada en Nueva York nos habla en esta entrevista sobre su cortometraje ‘El miramiento’, del que se han hecho eco medios internacionales como Glamour y The Hollywood Reporter

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23 Dic 2018
Ignacio Gutiérrez Torrejón
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La estética andaluza, la cultura gitana y una historia sobre la libertad de la mujer se dan la mano en el cortometraje El miramiento. Una historia que originalmente iba a rodarse en India por Fany de la Chica, directora jienense afincada en Nueva York, donde realizó un máster sobre dirección en la Universidad de Columbia. En esta entrevista la realizadora y guionista andaluza nos habla sobre cómo rodó el cortometraje y sobre sus últimos trabajos y próximos proyectos.

 

¿Cómo surgió la idea del cortometraje El Miramiento? ¿Qué querías contar con este trabajo?

Yo tenía que hacer un cortometraje con un guion escrito por otra persona para el Máster de Dirección que terminé en la Universidad de Columbia.  Una amiga escribió un primer guion para grabarlo en India. Trataba sobre una mujer a la que obligaban a casarse con una persona que no quería. Antes de grabarlo, fui a Jaén y me reuní con un grupo de gitanas para adaptar esa historia a Andalucía de un modo creíble.  Me contaron que había una ceremonia que se llama el miramiento.

 

¿En qué consiste?

Es una prueba algo más íntima que la ceremonia del pañuelo, solo para  mujeres. Más o menos, ellas mismas hicieron el guion. En la secuencia con la que empieza el corto, puse la cámara y ellas recrearon lo que supuestamente sería la ceremonia del miramiento.

 

 ¿Qué tiene de universal esta historia?

Es una historia universal porque trata sobre una chica que se revela contra unas reglas que ha establecido la sociedad y su familia. Ella está enamorada de un chico y sabe que va a ser difícil mantener esa relación, pero decide guiarse por su instinto y por sus sentimientos más que por la racionalidad.

 

La estética  andaluza asociada al mundo gitano y a lo flamenco marca la estética del cortometraje, ¿cómo se percibe en el extranjero esta estética y esta simbología?

En el extranjero se percibe muy bien porque gané un premio y salí en la revista Glamour (risas). Salió un artículo en la revista impresa y en el Hollywood Reporter y subieron el corto a la versión digital.

https://vimeo.com/251469616

¿Cómo ha sido la respuesta del público estadounidense?

Entienden el contexto. Saben que es una cultura que impone unas reglas y que la protagonista se las está saltando, pero no tienen muy claro qué es la cultura gitana.

 

‘El miramiento’ es una historia de mujeres. La expresión del mundo femenino es una constante en tus cortos. ¿Es una expresión natural o reflexionada? ¿Qué importancia tiene para ti?

Me resultaba difícil utilizar protagonistas masculinos. En el documental Un día en Smara que rodé en Camboya, por temas socioculturales, me fue difícil ganarme la confianza de un niño y acercarme de una manera más íntima. Por eso terminé eligiendo a una niña. Me resulta difícil acercarme y contar historias desde la perspectiva de un hombre porque soy una mujer. Mis trabajos son bastante personales y hablan mucho de mí. Lo que se cuenta en El miramiento no me ha pasado pero es una reivindicación que apoyo. El último, Algo en lo que creer, es una historia muy personal de cosas que pasaron en mi infancia.

La actriz Carmen Cabrera en 'El miramiento'.

La actriz Carmen Cabrera en ‘El miramiento’.

¿Cómo fue el trabajo con las actrices?

A la protagonista, Carmen Cabrera, la conocí en Nueva York, es de Madrid. El trabajo con ella fue muy fácil porque es muy buena actriz. Cuando se vio en mitad de la secuencia con la que empieza el corto, le tuve que dar mínimas instrucciones.  Ella sintió todo lo que estaba sucediendo de un modo tan real que se trasmite.

 

¿Y cómo fue trabajar con personas que nunca habían actuado?

Con las mujeres fue un poco más difícil porque no son actrices y yo me sentía mal porque no quería robarles tiempo. Los rodajes llevan horas y muchas repeticiones. Intenté hacer las mínimas tomas posibles aun sabiendo que no estaban perfectas. El rodaje de esa secuencia duró unas tres horas y cada minuto que pasaba se notaba que se iban cansando y perdían naturalidad.

 

¿Han visto el corto? ¿Qué les ha parecido?

Lo vieron con sus maridos. Una de ellas comentó que había vivido esa historia. De joven se enamoró de un payo y al final no pudo hacer nada. Este cortometraje es el primero que he grabado en mi ciudad, en el barrio de la Magdalena, que aunque lo tienen abandonado es mi barrio preferido. Está lleno de calles pequeñas y hay una comunidad de gitanos importante. Está plagado de historias.

Una escena de 'El miramiento' de Fany de la Chica.

Una escena de ‘El miramiento’ de Fany de la Chica.

El cine es un sector muy masculinizado, ¿qué crees que debe pasar para que se acabe la brecha del género en el cine?

Hace falta que el dinero para hacer películas llegue a las mujeres. El dinero, en un alto porcentaje, está en manos de hombres y a un hombre es más difícil convencerle de que invierta en una historia dirigida por una mujer. La mitad de la población son mujeres y digamos que se ha ignorado a esa audiencia.

 

Del bullicio del comienzo, al recorrido por la ciudad por la mañana y el encuentro en la montaña hay una transición muy natural y cada situación expresa una faceta diferente de la protagonista, ¿con qué enfoque te aproximaste a la historia?

Primero hice una versión de doce minutos. Lo que pasa es que esa versión nunca funcionó. Los cortos, cuanto más cortos, mejor y el principio tiene que ser muy directo y fuerte y que enganche para que vaya bien en festivales. Lo acorté a cinco minutos por la competición de Glamour. Tenía un límite temporal y apliqué a ella porque realmente necesitaba dinero para pagar la universidad. Pero lo mejoró totalmente.

Escena de 'El miramiento' de Fany de la Chica

Escena de ‘El miramiento’ de Fany de la Chica

¿Cómo ha sido la producción y la financiación del corto?

El corto está hecho con muy poco dinero y se grabó durante un concurso durante un fin de semana. Tiene muy poco presupuesto y muchos patrocinadores. Todo el mundo, menos el director artístico, que es de Sevilla, son de Jaén.

 

¿Cuáles son tus objetivos con este corto? ¿Qué recorrido tendrá?

El miramiento ya ha cumplido. Lo que tenía que hacer ya lo ha hecho. El siguiente, Algo en lo que creer, está punto de estrenarse. No sé cuándo porque depende de que lo seleccionen en algún festival.

 

¿Puedes contarnos algo de tus proyectos actuales?

Tengo tres guiones que escribí durante el máster para tres películas de ficción. Quiero grabar primero uno que ocurre en Andalucía, que trata sobre una cantante de jazz que tienen que volver a Jaén porque su abuela, que era cantaora de flamenco, se está muriendo. También tengo un  documental en el que llevo diez años, que se llama tiempo Entre olivos, pero ahora lo veo desde otra perspectiva y quiero utilizar otra narrativa.

¿Se puede vivir del audiovisual?

Sobre todo de los comerciales, pero llega un momento en que tienes que planteártelo porque de tanto producir te va a absorbiendo la creatividad. También soy profesora, si solo te dedicas a temas audiovisuales pierdes la perspectiva del mundo real, el contacto con gente que no se dedica al cine, porque al final es una burbuja. También tengo la música. Cantar es una forma de expresarme muy satisfactoria. Tengo grabado un EP, pero el año que viene voy a ir al estudio a grabar unos temas más y saqué un pequeño álbum de ocho o nueve canciones.

 

¿Cómo ves el futuro del cine en Andalucía?

Cada vez se está produciendo más y está viniendo mucha gente a grabar aquí. Andalucía es maravillosa porque es un plató cinematógrafo con playas, montañas y desiertos a pocos kilómetros. Es muy difícil encontrar lo que tenemos aquí. Pero creo que lo que hace falta para crecer a nivel cinematográfico es darle más oportunidades a jóvenes. Y después, una escuela de cine. Los estudios de cine ahora mismo son para niños ricos. La única alternativa que tienes es estudiar Comunicación Audiovisual, donde no te enseñan cine. Estudiar cine se convierte en un privilegio para una minoría al que no tiene acceso todo el mundo.

 


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