El director sevillano Santi Amodeo estrena este viernes ‘Yo, mi mujer y mi mujer muerta’, su odisea al mundo del duelo y la lucha contra la pérdida de la mano de Óscar Martínez, Ingrid García-Jonsson y Carlos Areces

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26 Jul 2019
Alejandro Ávila
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Alberto, Fali, Gervi, Paco. Santi Amodeo habla de los puntales del cine andaluz como si fueran su familia. Y, en buena medida, lo son. Con el director Alberto Rodríguez, el guionista Rafael Cobos, el productor Gervasio Iglesias y el realizador Paco R. Baños no solo comparte amistad, barrio y trayectoria, sino el nombre de una generación de cineastas que hace 20 años se entregaron a rodar cortos y los compendiaron bajo el nombre de Generación Cinexín.

Al talento y la constancia de ellos, le debe el cine andaluz, en buena medida, su reputación más allá de Despeñaperros, el apoyo de la administración pública y la capacidad de estrenar películas como Yo, mi mujer y mujer muerta. El nuevo largometraje de Santi Amodeo llega a nuestras carteleras este viernes, arropado por una premiere en sección oficial del Festival de Málaga, un exitoso estreno en Argentina y Uruguay con el apoyo de Disney y las interpretaciones de tres actores de la talla de Óscar Martinez, Carlos Areces e Ingrid García-Jonnsson.

Bajo una sesuda estructura que aúna el viaje del héroe con las fases del duelo, el director sevillano presenta una película “fácil de ver” sobre un hombre conservador, que acaba de perder a su mujer y que se tendrá que enfrentar a sus propios prejuicios y temores, en un viaje íntimo y real que le llevará a encontrarse consigo mismo, mientras porta las cenizas de su esposa fallecida.

Santi nos atiende en un popular café de la Alameda de Hércules (Sevilla), a escasos pasos de su casa, mientras otros jóvenes realizadores entran y salen casualmente de la cafetería o el guionista Rafa Cobos hace acto de aparición. Con la misma facilidad que en su película, los personajes del cine andaluz entran y salen de nuestra entrevista en uno de los puntos calientes de la cinematografía española.

‘Yo, mi mujer y mi mujer muerta’

¿Cómo surgió la idea de ‘Yo, mi mujer y mi mujer muerta’?

Por una cuestión personal, me dio por investigar sobre el duelo. Y de ahí surgió la idea de hacer una comedia. Cuando entró Óscar Martínez en la película, hubo un cambio de tono, dejó de ser una comedia y lo llevamos hacia otro sitio que me gustaba bastante. Su estructura aúna las fases del duelo y el viaje del héroe. Por esa razón, los personajes entran, cumplen su función y se van.

Recuerdo que en el Festival de Málaga ya comentaste lo del viaje del héroe. Háblanos un poco más sobre esa idea.

En todo viaje del héroe hay una caverna. En este caso, se trata más de una caverna psicológica que física, ya que el protagonista se tiene que enfrentar a sus propios miedos. La caverna aparece en dos ocasiones: en el punto medio de la película, hay una especie de encuentro fallido con el monstruo y finalmente, en el clímax, hay un encuentro definitivo con la caverna y el monstruo. Todo eso lo mezclo con el duelo, cuya fase final es la aceptación: mi mujer ha muerto. Aunque estás triste, la aceptación te da la paz. Las diferentes fases del duelo son los puntos de encuentro con el viaje del héroe.

A pesar de esta estructura tan intelectual, la película se ve con facilidad. ¿Estás de acuerdo?

Es una película muy orgánica, que se deja ver muy bien. Toda la teoría me sirvió de motor, pero la realidad es que es una película que se deja ver. Yo la compararía con las pelis de Alexander Paine (Nebraska, Entre copas), es decir, con el feel-good americano.

 

“Para sufrir menos, lo que haces es convertirlo en algo irreal, pero lo vives como una especie de ensoñación”

¿Qué función cumple la parte más sobrenatural, esa en la que el protagonista parece ver el fantasma de su mujer?

Nunca llega a haber fenómenos sobrenaturales. Tiene más que ver, sobre todo en el primer acto, con el punto paranoico del comienzo del duelo, cuando no te terminas de creer de que estás ante una situación real, que has perdido a tu mujer. Para sufrir menos, lo que haces es convertirlo en algo irreal, pero lo vives como una especie de ensoñación.

Quiero preguntarte lo mismo que a tu compañero Paco R. Baños, que presentó hace unas semanas ‘522. Un chino, un gato y mi padre’: ¿Con qué ojos deberíamos ver tu película?

La película requiere un esfuerzo, un nivel cultural determinado. Hay que saber leer entrelíneas. Es sencilla de ver, pero, quitando dos o tres gags, lo que busca es que te pegues al personaje y lo acompañes en su viaje, pillando quizás algunos guiños cinematográficos, que ayudan a disfrutarla más. En el fondo, predisponer a una determinada mirada es una bala lanzada al aire. Uno escribe para un público determinado y en el que yo he pensado es en aquel que disfruta con Alexander Payne o El hijo de la novia. Es decir, ese cine que te cuenta algo de peso, pero lo hace de una forma ligera, nada ampulosa.

 

“Ingrid es muy simpática, lo lleva de fábrica y lo aporta de manera natural a la película”

Una de las bazas de ‘Yo, mi mujer y mi mujer muerta’ es la actriz sevillana Ingrid García-Jonsson, que ha lanzado su carrera a una velocidad de vértigo en los últimos años. ¿Cómo ha sido trabajar trabajar con ella?

Su éxito trasciende el cine, porque tiene mucha frescura y mucha inteligencia emocional. Aparentemente, es muy fría, pero luego es muy simpática. Eso lo lleva ella de fábrica y lo aporta de manera natural a la película.

 

Otra aportación muy importante la hace Carlos Areces, al que le pedisteis que bajara el tono, al contrario de otros directores y que, según cuenta, agradeció mucho.

Si fuera una comedia más loca, no habría habido problema, pero cuando tienes a alguien tan sobrio como Óscar Martínez a tu lado, queda raro. Carlos Areces quiso jugar al humor, pero le pedí que hiciera algo más orgánico. ¡Y eso le gustó mucho! Creo que Carlos mete otros matices, juega con otro código y le introduce otra textura.

Yo, mi mujer y mi mujer muerta

Al consultar tu filmografía, llama la atención que has compuesto la mayoría de las bandas sonoras de tus películas. ¿A qué se debe?

Es la primera película en la que no lo hago y la verdad es que me he quedado un poco huérfano. Es algo que me gusta hacer y que me resulta cómodo. Compongo de una manera básica y, luego, otros músicos o productores musicales terminan de darle forma. Para mí es más difícil tener que transmitirle lo que quiero a otro músico. Aunque sea más engorroso, en la próxima lo volveré a hacer, porque me resulta más operativo.

¿De dónde viene este filón musical?

Yo era músico. Hace veinte años, tocaba en grupos como Los Relicarios, con Manolo Solo. Entré en el cine, porque era amigo de Alberto (Rodríguez), que hacía sus cortos y que eran muy malos (ríe). Eran tan malos, que hoy en día son buenos, son deliciosos (afirma con entusiasmo y un punto de orgullo). Las óperas primas están vomitadas, son imperfectas, pero guardan mucha magia. Las pelis imperfectas tienen trocitos muy buenos y son más inesperadas.

¿Así comenzaste en el cine?

Yo era amigo de Alberto (Rodríguez) y me pidió que hiciera la banda sonora de un corto. Así entré en contacto con el mundo del cine. A partir de ahí, escribí un corto, se lo enseñé a Alberto y le encantó: Bancos. Arrasamos y, de pronto, me vi haciendo películas. Fue un poco accidental, porque Alberto siempre ha tenido vocación, pero yo no. Yo ni siquiera era cinéfilo, más allá de ir un par de veces al cine al mes.

Hablando de música, una de las bazas de la promoción de vuestra película ha sido la canción interpretada por Ingrid. ¿Qué opinas de su estreno en el mundo de la música?

Ingrid tiene un tirón mediático que ha permitido que tan sólo el primer día se reprodujera su canción 38.000 veces. ¡La tía es muy divertida! La canción, compuesta por Enrique de Justo y Miguel Rivera, me parece preciosa y refleja muy bien lo que es la película.

 

“Cuando empecé en el cine, los plazos y las fuentes de financiación eran más sencilla y todo era más automático”

 

Temporalmente, hay mucha distancia entre tus películas: ¿cuánto esfuerzo cuesta levantar un proyecto?

El mecanismo que las mueve es complicado. De hecho, la próxima vez no voy a lanzar una peli, sino varios guiones. Antes de Yo, mi mujer y mi mujer muerta estuve con otra, que no pude levantar. Eso me hizo perder dos años. A poco que pestañees, han pasado cinco años. Por eso me planteo ahora hacer una serie. Cuando empecé en el cine, los plazos y las fuentes de financiación eran más sencillos y todo era más automático. Ahora se ha democratizado, pero las fuentes de financiación se han estrechado, necesitas muchas fuentes o hacer películas muy comerciales.

¿A qué te dedicas entremedias?

Solo hago películas, aparte de algún episodio de serie o alguna publicidad. Ahora me planteo hacer otras cosas, así que si me sale una serie, mejor. Me cuesta trabajar para otros, pero a lo mejor lo tengo que hacer.

¿Qué opinas de la transferencia de talento del cine a las series de televisión?

Lo que está ocurriendo de una forma rotunda en el cine es que el talento es expulsado. Quitando a Alberto o tres o cuatro directores consagrados como Rodrigo Sorogoyen, que han conseguido imprimir su sello, los demás han sido expulsados o se les pide que hagan cosas comerciales. Hay que rebajar mucho el nivel, hacer cosas muy básicas, nada sofisticadas. En cambio, en las series sí te lo permiten. Tú estrenas en Netflix, con 150 millones de espectadores, y se conforman con que la vean un millón. Movistar da mucha libertad y son muy profesionales: buscan la calidad, antes que el rendimiento. No tienen que dar cifras: las televisiones dicen lo que es el éxito, pero nadie lo puede comprobar.

¿Cómo ves el sector audiovisual de Andalucía?

En Andalucía no hay industria (del cine), pero es que no hay industria de casi nada. El cine se ha cuidado, pero poco. Si se cuidara más, sería una fuente de ingresos. Sevilla es un sitio excelente para rodar: más barato que Madrid, el Ayuntamiento está volcado y con un poquito de mimo, sería una industria de verdad, que daría pasta. Si miro hacia atrás, hemos avanzado una barbaridad, pero se podría haber avanzado mucho más y aún podemos hacerlo mucho más.

“El cine genera empleo de calidad. Por cada euro que inviertes, regresan, tres, cuatro o diez euros”

¿Cómo?

En el cine no puede haber toda esa burocracia. Andalucía es ridículamente burocrática y cuesta mucho trabajo sacar adelante un proyecto. Y a pesar de eso, mira dónde estamos. Si hubieran confiado más en que esto iba a llegar donde estaba llegando, se habría multiplicado por diez. Hay algo que no se termina de entender: por cada euro que tú inviertes, regresan tres, cuatro o diez euros. El cine genera empleo de calidad. Con los primeros pasos de la Junta de Andalucía o Canal Sur, avanzas muchísimo, porque tienes ya 500.000 euros levantados. Que se haga mi película es bueno para Andalucía: la Junta puso 100.000 euros y he traído un millón de euros, tras estrenar en Uruguay, Argentina y, seguramente, en China.

¿Cómo ves al resto de productoras andaluzas?

Hay gente que está subiendo, como La Claqueta o Áralan, y eso nos va a venir muy bien a todos. Empieza a haber un grupito con productoras que tienen un cierto músculo. Esas productoras tienen un interés común y lo que sí se podría conseguir es que (a las productoras andaluzas) nos compren (a nivel nacional) por cuota, como ocurre con Cataluña. Pero para eso hace falta un presidente (andaluz) valiente. El problema de la industria andaluza es que no tiene estabilidad. Solo los grandes (productores) la tienen y son muy pocos.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

En Grupo Tranquilo somos tres socios: Dani Pérez, Luis Manso (Campeones) y yo. Con la experiencia de esta película, hemos lanzado varios proyectos. Nos hemos dado cuenta de que se necesita tanto músculo (financiero), que necesitamos productores de más peso que corran el riesgo. Gervasio (Iglesias) está en un momento muy dulce y estamos asociados con él. Nos asociamos a compañías más gordas para tener proyectos más solventes. Tenemos un proyecto más de autor, que le gusta mucho a Gervasio, y un par de series, que estamos viendo cómo las desarrollamos. Esa es nuestra estrategia.

 


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