El pasado viernes llegaba a nuestras pantallas Tin & Tina, la esperada ópera prima de Rubin Stein producida por Olmo Figueredo (La Claqueta PC). El film cuenta el periplo de Lola (Milena Smit) junto a su marido Adolfo (Jaime Lorente) tras adoptar a Tin y Tina, dos hermanos angelicales de siete años de apariencia albina por los que Lola se siente extrañamente atraída.
Con el paso del tiempo, Lola irá descubriendo los macabros juegos religiosos de los hermanos, cuyos límites solo los encuentran en la subjetiva interpretación que hacen de la Biblia y en la poderosa palabra de Dios.
A Stein ya lo teníamos calado por su fructífera carrera en el mundo de los cortos. Este director extremeño es el creador de la trilogía de cortometrajes de suspense en blanco y negro Luz & Oscuridad, en la que se incluyen Tin & Tina (2013), Nerón (2016) y Bailaora (2018). En total, la trilogía cuenta con más de cien premios internacionales y quinientas selecciones en festivales, incluyendo nominaciones a los Premios Fugaz, una preselección a los Premios Oscar y una nominación a los Premios Goya. Ahí es ná.
“Empecé trabajando como auxiliar de dirección en la serie Cuéntame de TVE y la experiencia que he ido adquiriendo como guionista, director y montador de mis cortometrajes me ha ido dando una seguridad a la hora de afrontar mi primer largo”, cuenta Rubin. Este director de 38 años también asegura que si hubiera rodado su primer largometraje con 23 años como hizo Alejandro Amenábar, “no hubiera hecho una peli tan buen como hizo él con Tesis (1992)”. Las cosas llegan cuando tienen que llegar, y como “hacer una película es como pintar un cuadro en un incendio”, este debut se ha hecho con cierta veteranía. Y se nota.
Dios y los mecanismos de la fe
El director afronta este reto en un buen momento de su carrera, conjugando diferentes niveles de terror y contando una historia que resulta mucho más compleja de lo que parece a primera vista. Su mirada sobre la religión católica es el hilo conductor del argumento, emplazándola como el auténtico mal de esta historia. De hecho, para Rubin esta es una película “esencialmente de misterio” y cita al maestro Buñuel: “ustedes creen en Dios yo en el misterio”. También matiza que si la definimos como película de terror tendríamos que hablar de terror psicológico. “Prefiero dejarlo en la palabra misterio, que unido al tema principal que es la religión, hablo de ese gran misterio que es si Dios existe o no y los mecanismos que activan y desactivan la fe”.
Rubin tiene muy claro que no hay nada más terrorífico que servir a un Dios que ordena a través de la Biblia que “hay que limpiar el alma”. La idea de Tin & Tina surge precisamente de su relación con la religión. “Cuando era pequeño, mi abuela me ayudaba a dar pasos hacia adelante para hacerme católico. Todo iba bien hasta que leí la Biblia y recuerdo que no podía quitarme de la cabeza determinados pasajes que me parecían terroríficos: lapidaciones, resurrecciones, milagros, demonios, las llamas del infierno…Era un niño que tenía pesadillas con la Biblia y comprendí que en lugar de sentir amor hacia Dios sentía un miedo tremendo a ser castigado y a no ir al cielo por haberme portado mal”.
Con los años y reflexionando sobre ello, comprendió que cualquier religión se fundamenta en el miedo. Tal y como Rubin nos relata: “Me interesaba hacer una película que reflexionara sobre la religión. Quería profundizar sobre la interpretación literal de los textos bíblicos, que llevan a los fanatismos religiosos”. Un tema que lleva a los personajes a situaciones límite, creando una incomodidad a veces extrema, que no todos los espectadores sabrán digerir.
Quizás esta es una de las propuestas de terror españolas más interesante que hemos visto en los últimos años, porque a este realizador no le tiembla el pulso para filmar una secuencia (ojo, spoiler) donde casi vemos ahogarse a un bebé en una piscina a manos de dos seres angelicales, que previamente también se habían atrevido a abrir en canal a un perro. Todo ello, filmado con mucha elegancia, porque no hay ni un plano de mal gusto en esta película que pudiera etiquetarse como horror extreme. Nada de eso: aquí todo está en tu mente y en la Biblia.
Rodar con niños y animales
Tin & Tina bebe de muchos maestros, si bien el más evidente es el rey del suspense, Alfred Hitchcock, del que utiliza símbolos que funcionan como guiños. Lo vemos en ese vaso de leche que Rubin emplaza en una escena (aparentemente sin relevancia) y que cuando se precipita la acción toma protagonismo en la mano de Tina. Una secuencia que nos lleva a la famosa escena del vaso envenenado que Gary Grant sostiene mientras sube la escalera en Sospecha (1941). Fue también Hitchcock quien afirmó que: “no hay que rodar con niños ni con animales”.
Una máxima que el director de esta cinta ha ignorado por completo, dirigiendo a Carlos González y Anastasia Russo y utilizando a un perro en una escena clave del film. Rubin se alegra de contradecir al maestro y afirma que rodar con niños es maravilloso: “Los niños tienen una magia indescriptible, una mirada inocente pura que traspasa la pantalla. Es una frescura que no se puede encontrar en los adultos porque la misma sociedad nos pone taras a cada paso y nosotros mismos nos vamos coartando. Sin embargo, los niños juegan y se dejan llevar”.
El director se muestra satisfecho de su experiencia en la dirección infantil: “Carlos y Anastasia son dos niños muy especiales, en el casting me parecieron únicos porque eran capaces de sonreír y a través de esa sonrisa crear una inquietud tremenda”. Los dos niños salen airosos de sus trabajos, si bien como espectador no puedes dejar de pensar si alguna de las secuencias más complejas podría perturbarlos en su vida real.
“Mi aproximación en la dirección de actores infantiles es la del juego. Les explico que el cine es un truco de magia y comprenden que el público hace un ejercicio mental de credibilidad para sumergirse en un mundo de fantasía. Cuando entienden eso, afrontan el rodaje desde el juego y aunque lleven a cabo secuencias turbias, perturbadoras o impactantes lo hacen desde el juego”. Rubin concluye: “de hecho, para ellos estas secuencias son las más divertidas”.
La fe del espectador: ¿ver para creer?
Le película bascula constantemente entre lo que vemos y lo que no vemos y crea una dicotomía entre lo que creemos porque lo vemos con nuestros ojos y lo que creemos porque el cine lleva años adoctrinándonos como espectadores. Para plasmar esta idea, el director utiliza el recurso de la elipsis, con las que deja que sea el espectador quien, gracias a todas esas películas de género que hemos visto plagadas de niños diabólicos, reflexionemos sobre su posible culpabilidad.
Este interesante juego certifica la gran pasión que tiene Rubin por el cine de terror, género que ha mamado toda su vida: “Mis terrores favoritos son las películas que más miedo me han dado en el cine: Nosfertau, de Friedrich Wilhelm Murnau, Cabeza Borradora de David Lynch o El Resplandor de Stanley Kubrick”. No en vano, la banda sonora de Tin & Tina la ha compuesto la gran Jocelyn Pook, ni más ni menos que la compositora de la música de la última película de Kubrick, Eyes Whide Shout.
¿Quién puede matar a un niño?
También está (muy) presente Chicho Ibáñez Serrador, a través de esos juegos diabólicos que los niños protagonistas perpetran a costa de los adultos, como ya habíamos visto en la maravillosa Quien puede matar a un niño (1976), y que se han explotado más recientemente en The innocents, del noruego Eskil Vogt (2021). Por otro lado, la extraña relación que se teje entre madre e hijos (adoptivos) puede recordar al trabajo de los austriacos Severin Fiala y Veronika Franz en Goodnight Mummy (2017).
Y por último, tenemos el gran el personaje de Milena Smit. Una mujer frágil con muchas capas, que a momentos recuerda a Mia Farrow (corte de pelo incluido en la segunda parte de la película), recuperando uno de los clásicos de terror de todos los tiempos de La Semilla del diablo de Roman Polanski (1968).
Música diabólica
La música también tiene un protagonismo especial, gracias especialmente a un hit que cantábamos todos en nuestra infancia hasta la saciedad: “Super Disco chino”, de Enrique y Ana, canción que Rubin convierte en una herramienta potente en el desenlace del film, en otra de las secuencias más memorables.
Todos estos elementos hacen de Tin & Tina un trabajo fino y perturbador (quizá no apto para todos los públicos) que bebe con elegancia de los clásicos pero que también resulta una bocanada de aire fresco en el cine de género español contemporáneo. Que Dios nos coja a todos confesados, porque el final de la inocencia está aquí y está en las manos de Rubin Stein.
Publicado originalmente: 3 de Abril de 2023