Para su primer largometraje en inglés, nuestro legendario – permítase el término, aunque siga con vida – manchego elige una historia de amistad sobre dos mujeres maduras y la cercanía del final para una de ellas. En el inicio de esta película que transcurre en Nueva York, la escritora Ingrid (Julianne Moore) recibe una dura noticia durante la firma de su último libro: Martha (Tilda Swinton), una antigua amiga de la juventud, está hospitalizada por un cáncer de cuello uterino en grado tres.
Comentó Almodóvar en la rueda de prensa que la muerte ha sido siempre un tema difícil para él y que nunca ha terminado de comprender. En general, nunca hablamos de la muerte, ¿Qué se puede decir sobre ella? Añadía Tilda Swinton. Se puede, sin embargo, hablar de morir, concluía la británica. Entre medias, Almodóvar puso en valor la ley de la eutanasia en España, uno de los tan solo siete países en el mundo donde es legal, y, como es costumbre en el director, se explayó sin pelos en la lengua sobre diversos temas: Es una película sobre una mujer que agoniza en un mundo que probablemente también está agonizando. El cambio climático no es una broma. No sé cuántas demostraciones necesitamos para verlo. La única solución es que cada uno desde su lugar se manifieste en contra de este negacionismo. Y la película es lo opuesto a lo que en España llamamos ‘discursos de odio’. Quería mandar un mensaje a todos esos niños sin acompañamiento que luchan por llegar a nuestras fronteras. La extrema derecha pretende que el gobierno envíe a la Marina para que no entren, y convertirlos incluso en invasores. Es delirante, es injusto y profundamente estúpido. Un remate contundente, tanto como los maravillosos colores de sus películas. En La Habitación de al Lado (traducción del título original) prima el continuo contraste entre el rojo y el verde, apareciendo juntos en multitud de escenas.
En esta adaptación al cine de la novela Cuál es tu tormento de Sigrid Nunez, Ingrid visita por sorpresa a Martha en el hospital, después de muchos años en los que habían perdido el contacto. Y poco esperará la enferma para comunicarle a su amiga sus planes: negarse a un tratamiento experimental super invasivo y adquirir ilegalmente -es la única manera- una pastilla para quitarse la vida cuando ella lo decida. Y en esos planes ha decidido preguntar a Ingrid para que la ayude. De esta manera, alquilará una casa rural en la que su amiga le haga compañía durmiendo en la habitación de al lado.
Esta amistad femenina retomada en una situación crítica introduce al espectador en The Room Next Door en un micromundo envolvente de recuerdos, conversaciones, reflexiones y una mirada al pasado y al futuro enormemente intimista. Porque Almodóvar se presenta más austero que nunca, con poquísimas localizaciones, precisos y contados movimientos de cámara, una banda sonora discreta y un único personaje secundario de relevancia, el examante de ambas amigas interpretado por Jon Turturro. La notable economía de recursos hace resaltar más aún la humanidad del filme, que desborda la pantalla con la presencia de Ingrid y Martha; incluso cuando no hablan, lo dicen y transmiten todo. Menos es más. A excepción claro de los mencionados colores, que son otros dos protagonistas, como no podía ser de otra manera en una historia del genial cineasta.
Se puede concluir que el cine de Almodóvar ha entrado en una fase crepuscular, en la que el nacido en Calzada de Calatrava afronta los grandes temas como la vida, la muerte, la vejez, los miedos, de donde venimos y hacia donde nos encaminamos. En Dolor y Gloria Antonio Banderas era el alter ego del director, que aprovecha volcando en el malagueño su miedo a envejecer y lo que ello seguramente conlleve, como fuertes dolores físicos, prescripciones médicas múltiples y limitaciones en el día a día. En Madres Paralelas sintió la necesidad de rendir cuentas con la etapa más oscura de nuestra historia reciente como fue el franquismo, enlazando traumas como los bebes robados, los intercambios de bebes y las fosas comunes.
Y así, llegados a La habitación de al Lado, aprovecha la amistad femenina en una edad madura para hablar del derecho a elegir una muerte digna y verter su preocupación por el planeta y el mundo que vendrá cuando él ya no esté (el manchego cumplirá a finales de septiembre 75 años). Las mismas miradas de amor, respeto y ternura con la que se miran las viejas amigas en la película se replicaron junto al propio Almodóvar desde su llegada a Venecia. Y es que su cine, desde la entrada del nuevo siglo, vive en una burbuja irreal donde la gente se comunica, se trata con cariño, es sincera, se perdona, ofrece ayuda y posee una empatía y nivel de inteligencia emocional altísimo. Y esa burbuja debe ser un caramelo para cualquier actriz.
El término legendario aplicado a Pedro Almodóvar quizás sea por muchos discutido y exagerado pero, muy probablemente y como suele suceder en el arte, se popularice varios años después de la muerte del artista. De entre las incontables virtudes de su dilatada carrera está la capacidad de hacer parecer fácil lo difícil. Y en The Room Next Door, que deviene en una pequeña gran película, logra hablar de un tema como la muerte con una sencillez y un vitalismo ejemplares y sin recurrir a ninguno de los numerosos recursos lacrimógenos que el cine nos tiene acostumbrados.