El Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges ha celebrado su 53a edición con valentía y ofreciendo una de las mejores ediciones de su historia. Os resumimos este terrorífico año donde la realidad superó la ficción

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25 Oct 2020
Esther Lopera
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Nadie podría imaginarse el año pasado que la 53a edición del Sitges Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña se celebraría en un escenario apocalíptico que bien podría ser el de una de las películas que alberga el certamen de terror más entrañable y conocido de Europa.

Y así ha sido. Sitges 2020 se ha llevado a cabo (con un par) en medio de una pandemia mundial y con más restricciones y protocolos que en el BOE. La de este año ha sido una edición extraña, pero también una de las más especiales. El festival se ha celebrado del 8 al 18 de octubre con la cabeza bien alta, a pesar de haber tenido que adaptarse continuamente (y con éxito) a las medidas de la Covid-19.

Una panda de malnazidos

El Festival se inauguró el jueves 8 de octubre con Malnazidos, de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro, un film ambientado en la guerra civil, donde rojos y franquistas se unen contra un enemigo común: un puñado de zombies creados por los nazis. El film resulta un divertimento muy propio del perfil de este festival que dejó buenos momentos.

Ese mismo día también se proyectó la historia de La Vampira de Barcelona, un clásico de la ciudad de principios del siglo XX llevado a la pantalla grande por Lluís Danés, que curiosamente se ha hecho con el Premio del Público, ante la mirada atónita de muchos de los fans de este festival.

El certamen se ha desarrollado sin invitados internacionales (a excepción de algún director francés) y con la presencia del talento nacional.

Eso sí, las presentaciones de las películas foráneas se solventaban con vídeos de los directores desde lugares insólitos, quienes acaban sus breves discursos con un “stay safe” (cuidaos), ante los aplausos ilusionados del fiel público de Sitges, que nunca superó un 65% (los primeros 9 días) y un 50% (los últimos 2 días) del aforo de sus cuatro salas: el Auditori, el Retiro, el Prado y la pequeña Tramuntana.

“Togooooo”, el grito de guerra del Festival

Si bien el primer día tuvo un buen arranque, una de las joyas del festival llegaría el día después, con la ya icónica Mandibules, del enfant terrible de nuestro país vecino Quentin Dupieux, un personaje tan habitual como amado en Sitges por su maestría en el uso del surrealismo y la construcción de los diálogos de sus personajes, a caballo entre lo absurdo y la genialidad.

Su última locura explica las peripecias de dos personajes con pocas luces que se empeñan en amaestrar una mosca gigante para ganar dinero.

Poco se imaginaba el chalado de Dupieux que con su buddy movie despertaría el grito de guerra que ha llenado las sesiones del festival y las desiertas calles del pueblo costero: “Toggggoooo”, en alusión al saludo que repetían los protagonistas, cruzando sus dedos e imitando a un toro.

Sí, sabemos que es absurdo y hasta que no veas la peli esta chorrada no la entenderás, pero esa es la magia de Quentin y también del Sitges Film Festival.

Y así lo demuestran los dos premios que se ha llevado: el Premio del Público Online y el Premio a la Mejor Interpretación Masculina, otorgado a Grégoire Ludig y David Marsais. Mención aparte merece Adèle Exarchopoulos, que nos ha regalado los momentos más hilarantes de todo el festival. La mosca se ha largado con las alas vacías.

Un Mario Casas de miedo

Continuamos con las producciones “de casa” con una de las sorpresas del festival. No matarás, de David Victori, es un thriller al estilo After Hours (1985) de Scorsese, unido a Victoria (2016) de Sebastian Schipper, que presenta un puñado de planos secuencia pegados al cogote de Mario Casas mientras recorre una noche de locura, sexo y violencia, en un ejercicio de estilo brillante.

Seguramente, este es el papel que Mario Casas estaba esperando y acallará de un golpe todas esas voces que han puesto en duda que estamos ante uno de los mejores actores del panorama español. Se une a su gran interpretación, el papel de la semidesconocida Milena Smit, la femme fatale que sirve esta pesadilla en bandeja de plata. Un rostro que no vamos a olvidar.

El terror como vehículo de las historias

Con Ángel Sala pilotando este avión, un personaje muy querido por las masas freaks, el terror más puro tiene siempre el lugar más privilegiado en este festival y somos muchos los que esperamos acojonarnos vivos sentados en las butacas del gran Auditori del Hotel Melià. Esta edición ha presentado dos filmes más que notables: The Dark and The Wicked, de Bryan Bertino; y Relic, de Natalie Erika James. Ambas películas plantean un mismo tema, pero de manera distinta: la familia y la muerte.

La primera trata de la enfermedad y la muerte; la segunda, de la demencia unida a la vejez. Ambas explican sus historias utilizando el terror como vehículo de los procesos.

De esta manera, el horror es solo una excusa para hablar sobre la complejidad de las relaciones familiares y la tristeza de la muerte, pues no hay nada más terrorífico –y mucho más en los tiempos que vivimos- que ver cómo nuestros padres se adentran en la vejez. El egoísmo, el miedo y los recuerdos se apoderan de nosotros, ante la imposibilidad de parar el proceso, ni curar sus heridas.

El de Bertino es un film de bajo presupuesto con una ejecución redonda. Desde la construcción del relato a la profundidad de los personajes, pasando por un trabajo fotográfico que le ha valido el Premio a la Mejor Fotografía.

La recreación del dolor y del mal en una granja de la América profunda, jugando con luces y sombras, hacen de este film una gran sorpresa que re-visiona el género sin huir del clasicismo. A destacar la interpretación de la maravillosa Marin Irland. Tremendas también las interpretaciones del tridente de Relic: Emily Mortimer, Robyn Nevin y Bella Heathcote. Cargan todo el peso del filme sobre sus espaldas y deslumbran por igual. Venía respaldada por el festival de Sundance y no ha defraudado.

SCI-FI de altos vuelos

En el completo menú de Sitges nunca faltan las películas de fina ciencia ficción y este año el cartel se nutría de piezas como Possessor Uncut, de Brandon Cronenberg (sí, el hijo del maestro), que despuntó en el ecuador del festival y que se ha llevado el gordo.

La premisa prometía: Tasya trabaja en una organización secreta que utiliza tecnología de implantes cerebrales para ocupar los cuerpos de otras personas con el fin de llevarlas a cometer asesinatos. El problema surge cuando ambas identidades luchan por sobrevivir en el cuerpo, causando un cortocircuito en la mente.

Aunque la sombra de su padre es muy alargada (y afilada), Brandon juega bien sus cartas y no le tiembla el pulso al rodar escenas de alta violencia y tejer una historia sobre la identidad que caló bien entre el público.

Se confirma así que David Cronenberg ha creado el monstruo más grande de su carrera y seguro que no ha cabido por la puerta cuando se ha enterado de que su hijo se hecho con los Premios al Mejor Director y Mejor Película.

A destacar también en esta categoría Archive, una preciosidad de Gavin Rothery, ilustrador y artista de cómic, que empezó su carrera en el mundo de cine co-creando los diseños de la vitoreada Moon (Duncan Jones, 2009).

Su ópera prima se enmarca en 2038 y cuenta como George trabaja aislado en Japón en un proyecto de inteligencia artificial. Su objetivo es crear un robot hecho a imagen y semejanza de su difunta mujer, el amor de su vida.

El film es un cruce entre muchas películas que ya hemos visto pero Rothery consigue conectar con nuestros corazones dando vida (y sentimientos) a unos robots retrofuturistas y con un diseño de producción maravilloso. Porque los robots también lloran.

Clásicos instantáneos y clásicos imperecederos

Cuando el festival remataba sus días finales y ante la amenaza de las nuevas restricciones para controlar la pandemia en Cataluña, se estrenaba una de las joyas ocultas de esta edición, Come True, la pesadilla de una adolescente rebelde con dificultades en el colegio que encuentra su refugio en un experimento universitario sobre el sueño.

El film se adentra en la psique humana y nos muestra los sueños y los miedos que tenemos agazapados.

Anthony Scott Burns, músico y director de este el film, redescubre un género que parecía trillado, tal y como lo hizo David Robert Mitchell en 2014 con It Follows.

Sus puntos fuertes son la recreación de sombras terroríficas recortadas en escenarios oníricos -que pueden recordar ligeramente a Lynch-, un tratamiento del color muy personal y una banda sonora de lujo. Una pesadilla con un desenlace que no deja indiferente. Come True es la gran ausente del palmarés pero ha sido -sin duda- una de las favoritas entre los adeptos.

Iconos del cine

Además de los estrenos, el certamen ha otorgado -como es habitual- los premios de reconocimiento a las trayectorias profesionales. Entre ellos, destaca el Premio Méliès que recibió el director valenciano Paco Plaza, otro de esos personajes que se han curtido en este festival y que recogió su estatuilla emocionado mientras repetía que Sitges ha sido su mejor escuela.

Najwa Nirmri también se hizo con el Gran Premio Honorífico a su carrera como actriz.  Una carrera que empezó en 1995 con Salto al Vacío (Daniel Calparsoro) y que la ha llevado a convertirse en toda una estrella del cine y la televisión. Grupos de milenials se amontonaban bajo el hotel Melià, gritando su nombre, desesperados esperando que la reina de Vis a Vis y de La Casa de Papel se asomara al balcón.

El festival se clausuraba el domingo, 18 de octubre, con la proyección en 4K de un clásico de clásicos: El hombre elefante, de David Lynch (1980), una de las películas más puras y tiernas del genio de pelo blanco, que no necesita presentación y que debería permanecer en la cabeza de todos. Así lo ha reconocido el festival, otorgando el Gran Premio Honorífico al maestro de las pesadillas por toda su carrera, todo un icono de Sitges.

Cuando abandonábamos la sala del gran Auditori por última vez -mascarilla en boca y gel en manos- se percibía cierta tristeza. Y es que esta edición, a pesar de los pesares, ha sido una de las mejores de los últimos años y ha conseguido cobijarnos en un oasis de cine fantástico. Durante unos días, ha ocurrido algo a lo que ya no estamos acostumbrados: que la ficción supere la realidad.


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