¿Cuánto pesa la culpa? ¿Cómo es el largo camino hacia la redención? Desde el principio de los tiempos, desde diferentes puntos de vistas y creencias, la culpa nos ha querido atrapar como si se tratase de una serpiente que se enrosca en nuestras piernas y recorre nuestro cuerpo, entrando por nuestras entrañas, devorándonos por dentro y envenenando nuestro corazón.
Esa culpa, en ocasiones, no es real ni verdadera, sino, simplemente, un sentimiento, inconsciente, imaginado o generado por tradiciones, creencias infundadas o sucesos que nos han pasado alrededor pero de los cuales no hemos sido siquiera sujetos activos.
En cualquier caso, para librarnos de la culpa o de ese sentimiento infundado, siempre queda un camino tortuoso hacia la redención. Al menos, eso se ha mostrado en la ficción a través de toda una tradición de mitos, creencias y leyendas, narradas frente al fuego, en templos, sobre un escenario, en ríos de tinta sobre papel y, cómo no, en celuloide.
Clint Eastwood, culpa y redención
Uno de los grandes autores del cine clásico contemporáneo que ha tratado la culpa y la redención con brillantez ha sido Clint Eastwood, especialmente en el western, aunque también en otros territorios (usando los códigos del género en entornos urbanos, como en Gran Torino).
En su obra cumbre, Sin perdón, de algún modo, su protagonista crepuscular representa y acumula los espíritus de todos esos duros pistoleros a los que ha interpretado a lo largo de su filmografía, desde el tipo del poncho de la Trilogía del Dólar de Sergio Leone, pasando por los western de Don Siegel y los propios dirigidos por él, como Infierno de cobardes, El fuera de la ley o El jinete pálido.
Sin perdón es un clásico, de narración clara y sencilla, en el que cada elemento estético y narrativo, cada plano, cada personaje, cada detalle, está donde debe estar. Estamos ante un clásico moderno, con gran valor referencial, hacia el género en sí, el western, y hacia la propia obra de Eastwood como actor y director.
Cabalgando del western a la reflexión
Lo interesante de la referencialidad de esta obra va más allá de lo obvio como western (los áridos parajes, los personajes de pasado turbio,…) y cabalga hacia lo reflexivo. El film se desarrolla como una dramática reflexión de pasajes oscuros del ser humano, versando sobre quienes ejercen la violencia y tienen que soportar en su espalda el enorme peso de terminar con la vida de un hombre.
“Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría llegar a tener”
En uno de los más hermosos fragmentos del film, junto a un árbol seco y decadente, William Munny dice una de las mejores frases que podrás escuchar nunca en un film contra el asesinato: “Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría llegar a tener”.
El argumento, como no podía ser de otra manera, es bien sencillo y directo. William Munny (Clint Eastwood) es un pistolero retirado y viudo que se ve obligado a aceptar un encargo para sacar adelante a su granja y sus dos hijos pequeños.
El encargo viene de Schofield Kid, un joven inexperto que quiere que la leyenda de Munny le acompañe, y éste decide hacerlo junto a Ned Logan (Morgan Freeman). El encargo es bien sencillo: matar a dos hombres que rajaron la cara a una prostituta.
Pero no será fácil. Little Bill (Gene Hackman), un sheriff con ganas de gloria, intentará impedir que en su poblado pueda realizarse dicho encargo, ensalzado por un periodista (Saul Rubinek) con ganas de descubrir y mitificar a los pistoleros del Oeste y convertir los simples asesinatos en actos heroicos a través de la narración de los mismos como si se tratara de cuentos legendarios.
El espectacular reparto incluye a Richard Harris, interpretando un papel secundario pero esencial, el de Bob ‘El inglés’, para entender lo que significa la mitificación de una época salvaje y violenta. Todos los personajes están muy conseguidos y nos hacen olvidar a los actores que hay tras las máscaras, gracias a interpretaciones sobrias, textos sencillos y directos.
Un guion plagado de claroscuros
Todo funciona bien gracias a un guion plagado de claroscuros en el que cabe drama, pero también toques de humor y camaradería entre sus protagonistas. El guionista del film, David Webb Peoples, es nada menos que uno de los guionistas de otra gran película que versa sobre la muerte y la redención, como es Blade Runner de Ridley Scott.
El mayor acierto de Sin perdón es la desmitificación de un género habituado a la leyenda y al uso de las armas y la violencia, aunque sea en defensa propia. Después de Sin perdón, que fue realizada en 1992 y obtuvo varios Oscars, pocas producciones han conseguido un western crepuscular tan redondo y a la par tan humano.
Munny es un antihéroe viejo y torpe, que se cae del caballo y que no afina bien la puntería, un antihéroe que huye de su pasado
Sí, tan humano. Porque William Munny, su protagonista, no se presenta como héroe infalible sino como todo lo contrario. Munny es un antihéroe viejo y torpe, que se cae del caballo y que no afina bien la puntería, un antihéroe que huye de su pasado, a pesar de que el joven compañero de aventuras insiste en sacar a relucir sus viejas “historias de leyenda”.
Historias que ni su compañero Logan ni el propio Munny parecen querer recordar, ya que conllevan recuerdos atroces y viles, recuerdan un pasado del que pudo huir hace años gracias al amor de su mujer, Claudia, que, pese a todo, confió en él y lo amo durante muchos años hasta que una enfermedad se la llevó por delante. Claudia, aunque no aparezca físicamente en el filme, es un personaje muy presente, en la propia trama y en muchos de sus diálogos. Basta recordar que el principal (y nostálgico) tema musical de la banda sonora compuesta por Lennie Niehaus lleva su nombre.
Además, la película se inicia con un espectacular plano de atardecer en el que Munny cava la tumba de su mujer precedido de un prólogo que nos habla de su relación amor, y finaliza con un epílogo de forma similar. Sea como sea, en medio del prólogo y el epílogo, sucede una aventura que se tuerce, en la que Munny vuelve a convertirse en lo peor de sí mismo, aunque esta vez haya sido para terminar el encargo y vengar a su compañero Logan, que acaba siendo capturado y asesinado por Little Bill y sus secuaces.
En una noche oscura y tormentosa, Munny acaba con sus oponentes, en un acto que poco tiene de honorable y amenaza al poblado con arrasarlo de nuevo con violencia si vuelven a hacer daño a alguna de las prostitutas y no dan buen entierre a su compañero Logan. Antes de regresar a su hogar, Munny suelta toda la tormenta que tiene en su interior, resucita su pasado y se ve obligado a ejercer la violencia aniquilando, de nuevo, preciadas vidas humanas.
A Sergio Leone y Don Siegel
Agradecido a sus maestros, Eastwood dedica su película con un crédito explícito a Sergio Leone y Don Siegel, dos grandes directores que han tenido gran influencia en muchos cineastas actuales. A su vez, tanto Sin perdón y como el propio Eastwood han servido de influencia para futuras generaciones de creadores, en todos los formatos posibles, no solo en cine sino también en la literatura y en los cómics.
En este último, además de algún título que me resulta demasiado familiar, hay que destacar el personaje de El Santo de los Asesinos de la estupenda serie Predicador de Garth Ennis y Steve Dillon. Y como olvidar todo lo que hay de Sin perdón en la última aventura de Lobezno interpretada por Hugh Jackman, Logan e incluso en el cómic que inspiró a esta última aventura, El viejo Logan.
En cualquier caso, volviendo a lo puramente cinematográfico, el universo de Sin perdón podría ser el mismo que el de películas como El hombre que mató a Liberty Balance de John Ford, Grupo Salvaje de Sam Pechikpah o Hasta que llegó su hora de Sergio Leone.
Un mundo de hombres de rostros duros y actos despreciables, de samuráis del árido desierto del salvaje oeste con olor a muerte, que encaminan sus vidas hacia violentos duelos, no necesariamente honorables. Sin embargo, en Sin perdón habita una cierta esperanza, la redención para su protagonista, Munny, gracias a una nostálgica historia de amor de la que solo sabemos que sirvió para salvarlo del infierno. William Munny puede ser uno de los mayores asesinos del oeste, pero ha podido redimirse.
Y eso de que un antihéroe como Munny haya podido cambiar, ser capaz de amar a su mujer y a sus hijos, nos ayuda, como espectadores, a comprender que, por un momento de su vida, hasta el peor de los forajidos del oeste tuvo la posibilidad, gracias al amor, de escupir la culpa desde el interior de sus entrañas y salir hacia adelante.
10/10