Cada cierto tiempo, por desgracia con menos frecuencia de la deseable, surge una película que de verdad sorprende, incomoda o te agita violentamente. Acostumbrados a historias que se asemejan, recursos que se repiten y golpes de efectos previsibles, Simón de la montaña es todo lo que menos te esperas. De hecho, lo último que realmente me sorprendió fue la película ucraniana, La Tribu, de Miroslav Slaboshpitsky, que por cierto desde 2014 no ha estrenado ninguna otra obra.
Con Simón de la Montaña me ha ocurrido lo mismo. Desde su poco comprensible escena inicial, aclarada de manera magistral con la última escena que cierra la película, pase por momentos en que me sentía incómodo, otros en que la sorpresa se conjugaba con el reconocimiento de la habilidad de su director para jugar con el espectador, hasta finalizar por exclamar un Bravo por la valentía y la destreza con la que Federico Luis firma su ópera prima.
El actor protagonista Lorenzo Ferro, que ya demostró sus inmensas capacidades en El ángel (2018), de Luis Ortega, encarna brillantísimamente a uno de los personajes más complicados que un actor puede encontrarse en su carrera profesional. Un papel que le hará arrasar con todos los premios de interpretación en su país, Argentina. Al igual que ya lo ha logrado la película al conseguir el Gran premio del jurado de la semana de la Crítica de la pasada edición del festival de Cannes.
Para no desvelar el intríngulis de la cuestión porque hacerlo sería un verdadero delito, diremos solo lo siguiente. Simón es un joven de 21 años, incómodo con su familia, en la que no se encuentra a gusto y que hará todo lo posible seguir con sus amigos y encontrar otro lugar donde residir. ¿Los medios justifican el fin? ¿Se puede escoger la familia como se escogen los amigos? ¿El fin es el objetivo al que no se debe poner limitaciones? Simón puede que logre o no, pero en todo caso tiene preparadas las respuestas a todas las preguntas que le podamos hacer.
En complemento de esta magnífica película, el cineasta Federico Luis también presenta el cortometraje Cómo ser Pehuén Pedre, en la sección Zabaltegi-Tabakalera del festival. Una excelente ocasión para una sorprendente sesión doble.