Una reflexión sobre la escolarización en el mundo gitano es lo que presenta el cortometraje de Cristian Serrano Jiménez en el que cuenta la historia de Jesús, un niño gitano, que afronta su primer día de instituto con ilusión, pero poco a poco se encuentra con varios obstáculos que le harán plantearse si de verdad estudiar es el camino correcto para alguien como él. Su padre, Ángel, quiere que aprenda el oficio de tendero en el mercadillo. Siente miradas de sus compañeros de clase juzgándole por sus raíces; sus amigos del barrio no entienden por qué dedica tiempo a estudiar en vez de estar en la calle con ellos… A través de Rubén, un profesor que le da clase de Historia, descubrirá que los estereotipos pueden ser cuestionados, pero antes tendrá que entender y enfrentarse a la realidad que vive su padre y el porqué de su empeño en que aprenda el oficio y el valor de la familia.
No siempre es fácil poner el foco en un mundo al que no pertenecemos y cuya cultura nos puede resultar ajena. Por eso, es tan importante contar estas pequeñas historias que dan voz a mundos en los que los estereotipos y el estigma social están por encima de la realidad. Con Cristian Serrano Jiménez, director del corto, hemos hablado sobre la experiencia de trazar este relato audiovisual desde el interior de una barriada habitada, en su mayoría, por personas de etnia gitana.
– ¿Cómo te adentras en el mundo gitano para contar esta historia?
Soy de Valencia, aunque ahora vivo en Madrid, pero voy mucho a Linares a ver a mi familia. Ya de por sí, Jaén es una de las provincias con mayor población de etnia gitana en España pero en Linares es donde se concentra la gran mayoría. El Cerro es el barrio donde residen los gitanos, porque es sabido que el Estado los margina poniéndoles casas en barriadas. Al principio, parece ser una ayuda pero realmente lo que hacen es separarlos. Cuando empiezas a investigar, te das cuenta de esa separación y la marginación que implica. Empecé a pasearme por la barriada y entré en una asociación que ayudaba al pueblo gitano. Estuve casi un día entero charlando con una chica que trabaja allí y que se llama Mamen, me contó muchas cosas; ella tampoco es gitana, sin embargo, ayuda a los niños con su educación, lo que les da oportunidades para encontrar trabajo formándose a través de cursos. El índice de escolarización en el mundo gitano es alto pero los que acaban son pocos. Mamen me contó muchas cosas, pero lo que yo quería era conocer a una familia y estar con ellos. Entonces, me dieron el contacto de un chico gitano que había estudiado. Ese chico es Rubén Moreno, que hace de profesor en el corto.
– ¿Fue complicado urdir el guion de una realidad que a priori te es ajena?
El guion lo he escrito con mi pareja, Claudia Faubel Sanchís, y Rubén Moreno que sí es gitano. Para el desarrollo, nos ayudó mucho conocer a Rubén, que interpreta a un profesor de Historia en el cortometraje, y que trabaja en realidad como monitor en un colegio de extrarradio en Linares. Él ha estudiado pero se crió en un barrio marginal por lo que sabe manejar a chicos que puedan ser un poco más conflictivos. Su personaje nace de lo que es él, aunque se cambiaron algunas cosas. Hablamos mucho tiempo sobre la cultura gitana, la romaní… Eso era muy importante porque yo quería hacer un proyecto del pueblo gitano desde su contexto. Nos ayudó a dar realismo a los diálogos y a lo que queríamos contar. Mi intención era dar voz a ellos, no alzar la mía propia. Lo primordial era conocer la cultura de allí. Todas las secuencias que íbamos creando; Rubén las ratificaba como reales y las completaba. Nosotros hacíamos el armazón, la estructura, el arco dramático; pero muchas situaciones partían de experiencias propias de él, sus amigos o su famila… al final elegimos cómo contarlo.
– ¿La localización era importante para narrar la historia?
Escogimos rodar en Pozo Alcón. Era la localización que más se nos amoldaba porque la historia tenía que tener una barriada estructuralmente apartada de lo que son los núcleos urbanos. Además, Pozo Alcón es un lugar muy cinematográfico que está en las alturas. Antes del rodaje fuimos sin cámaras para conocerlos y que no sintiesen que éramos intrusos. Fuimos desde Madrid a pasar tres fines de semanas allí.
– ¿Gitano nace para agitar conciencias?
Me interesan mucho las temáticas sociales y creo que el lo más bonito de este proyecto. Siempre escribo los guiones con mi pareja, Claudia Faubel Sanchís, que además es la directora de producción del corto; juntos tenemos una pequeña productora que se llama La Penúltima Films y es con la que firmamos nuestros cortos. El proceso ha sido muy largo. Intentamos buscar historias que rompan prejuicios y que nos acerquen a todos como humanos. La gente opina sobre el mundo gitano cuando realmente no tienen amigos o parientes de esa etnia. No entiendo ese desprecio cuando no hay un conocimiento exahustivo para emitir esos juicios. Para conocer la realidad, fui al Cerro a pasearme. Nadie de mi familia había ido nunca y me dijeron tuviese cuidado porque al no ser gitano me iban a mirar mal; y a mí nadie me miró mal.
– ¿Las personas que aparecen en el metraje son actores profesionales o gente de la barriada?
José Manuel Cheto Muñoz, que da vida al personaje de Ángel, hizo, cuando era pequeño, películas muy famosas como Papá Piquillo. De adulto, se retiró de la industria porque siempre se busca más el perfil de un niño gitano; digamos que un papel para un adulto de su etnia practicamente no existe. Él es músico profesional actualmente. Dejó su faceta como actor aunque ha participado en muchas cosas. Yo le pasé el guion a su representante y, al día siguiente, me escribió él mismo para decirme que había llorado leyendo el guion con su hijo. Todo lo que veía en el guion era real, por eso quiso hacerlo porque decía que era la vida misma para un gitano. Eso me emocionó. De todas las personas que aparecen en Gitano, él es el único que tiene algo de experiencia junto con la actriz que hace de jefa de estudios, Critina Mediero, que es un rostro conocido de la gran pantalla. Juanma Muñoz, que es el niño protagonista, es sobrino de Rubén Moreno, que hace de profesor. Rubén nos ayudó mucho a generar el casting y me habló de que su sobrino encajaba perfectamente en el papel. Además, esa confianza tío y sobrino me valía para ayudar a sacar el personaje. De hecho, el niño está muy emocionado y ahora quiere ser actor. Me alegra haberle descubierto la profesión. Todos lo demás personajes que aparecen son habitantes de la barriada de Pozo Alcón.
– Juanma Muñoz es el niño protagonista de Gitano. ¿Su vida real se parece en algo a la de Jesús, personaje que interpreta?
Juanma no ha vivido la realidad que el corto cuenta. Es un niño muy aplicado y sus padres quieren que estudie. No ha sufrido discriminación por parte de sus compañeros en el entorno escolar. En el guion, queríamos mostrar que un niño gitano que quiere estudiar puede sufrir desde dos bandas: la discriminación que le pueden hacer sentir sus compañeros de clase y su propia familia, que desconfía de la utilidad de la educación que se imparte en las escuelas. Y quizás, en este sentido, la historia tenga más que ver con la infancia real de Rubén Moreno, el actor que hace de profesor, y de muchas otras personas con las que hemos hablado. Ayudó que Rubén es tío de Juanma en la vida real y conoce toda su historia. No obstante, hemos hablado y hemos ensayado mucho entre los tres para que Jesús fuese consciente de lo que se estaba contando, pero no quería machacarlo mucho porque los niños pierden la naturalidad que tienen.
– Muchas escenas reflejan vivencias personales de Rubén. ¿Se vivieron momentos emotivos durante el rodaje?
Sí, el momento de la llegada de Jesús, el niño protagonista, a su primer día de clase fue tenso. También, la escena en la que el profesor de Historia discute con la jefa de estudios del centro por los contenidos docentes que se imparten, que era mucho más extensa y hubo que recortarla. Queremos hacer una versión más larga, ya que la conversación evoluciona en términos más explícitos. Nos costó ajustarla para que cumpliese los tiempos requiridos del formato corto. Igualmente, hay un diálogo entre el profesor y el padre del protagonista, que se desarrolla en términos tan emotivos que incluso lloraban en los ensayos porque lo sentían. Fue una catarsis para ambos. En definitiva, ha sido un aprendizaje cultural y humano para todo el equipo.
– ¿Estamos normalizando ciertas actitudes que podrían ser consideradas racistas?
Soy una persona muy sensible con el tema del racismo. Me gustaría que no existiera en el mundo y que se pudiese convivir respetando la diversidad cultural de nuestro país. Sería una sociedad más rica que crece y aprende, en vez de marginar a culturas que son diferentes. Y en efecto, si nos analizamos, a veces, cometemos actos racistas sin darnos cuenta: mirar mal a una persona de una raza diferente, esconder el móvil cuando te la cruzas por la calle porque piensas que te lo va a robar, agarrar el bolso cuando se sube en el autobús de línea en el que vas tú… ¿Piensas que esa persona, que es consciente de su origen étnico, no se da cuenta? ¡Claro! Y se siente como una mierda, como un delincuente. Hay que analizar las cosas que hacemos y reflexionar sobre ello.
– ¿Crees que el mensaje del cortometraje puede ayudar a alguien que esté pasando por esta situación?
Eso es lo más bonito que podría pasar: crear algo que pueda ser de ayuda a otros. Intentamos que todas las producciones que hacemos cumplan una función social y ayuden a construir un mundo mejor para todos.
– Eres todo un veterano en Rodando por Jaén
Hemos participado tres veces. La primera vez llevamos un proyecto muy pequeño, titulado Mamás y papás, que rodé con mis sobrinos como protagonistas y con una sola localización: una casa. Ese proyecto, que salió de un taller de Pablo Berger, era muy pequeño y ganamos Mejor Montaje. La segunda vez, con el corto Reflejo, fuimos con un proyecto más ambicioso, que fue reconocido con el Segundo Premio y Mejor sonido.
– ¿Qué ha supuesto para ti esta edición?
Ha supuesto que podamos hacer Gitano. Es la oportunidad de hacer trabajos de calidad con financión y la exposición que es hacer un un corto apadrinado por Pablo Berger y Montxo Armendáriz, ya que ellos te ayudan con su visión en los talleres. La idea es tuya pero te ayudan a moldearla y a mejorarla. Hablamos de personas con una trayectoria espectacular en cine y eso supone mucho. El concurso tiene toda esa parte de aprendizaje. Es muy bonito.
– ¿El público podrá ver Gitano en los festivales que tienen lugar en los próximos meses?
Vamos a hacer una versión más larga del cortometraje que presentamos en Rodando por Jaén y, en estos momentos, estamos trabajando en ello. Queremos empezar a moverlo a principios de año. Ahora mismo, tengo otro corto, titulado “Alas para volar”, en distribución y tampoco quiero que se pisen porque, a veces, cuando hay dos trabajos y los quieres llevar al mismo festival solo escogen uno.
– ¿Es rentable hacer cortometrajes en España?
El cortometraje es una exposición mediática cuando quieres dar el paso al largo pero no tiene beneficio económico. Está claro que mi sueño es dirigir películas y estamos en ese camino. Me gusta hacer cortos para seguir aprendiendo y estar seguro que de cuando haga mi primera película sea perfecta desde el punto de vista técnico y desde el trabajo de guion.
– ¿Queda mucho para que llegue ese momento?
Tengo varias ideas escritas aunque no he desarrollado aún un guion al cien por cien, ya que los cortometrajes y mi trabajo como realizador audiovisual me quitan bastante tiempo. Hacer un largo es centrarse solo en ello. Cuando hicimos Gitano pensamos que la historia tenía potencial para ser un largo, es algo que se habló incluso en los talleres de desarrollo, y nos encantaría.