Una nueva mirada se une a lo mejor del cine de autor español del año, Sandra Romero. Con tres cortometrajes, Una habitación propia (2018), El perro de un torero (2022) y Por donde pasa el silencio (2020), Biznaga de Plata al mejor cortometraje en el Festival de Málaga de esa edición, y la dirección de varios capítulos de la serie Los años nuevos (2024), de Rodrigo Sorogoyen, estrenada fuera de concurso en la última Mostra de Venecia, Sandra Romero es una de las mejores sorpresas de la temporada cinéfila.
Esta cineasta astigitana (gentilicio de los habitantes de Ecija proveniente de su antiguo nombre previo a la ocupación romana, Astigi) retoma la trama de su último corto para lanzarse al gran formato del largometraje. Una historia tan unida a ella como su infancia y adolescencia, en un tema en el que se encuentra tan a gusto como en las noches en que los amigos se juntan para recordar los viejos tiempos.
Por donde pasa el silencio es tanto un regreso por Semana Santa a la casa familiar como una liberación para parte de la familia. Los tres hermanos protagonistas de la película, María, Antonio y Javier, amigos de infancia de la cineasta, se reencuentran, se acercan, se alejan, se separan y se funden, en un eterno movimiento por construir lazos afectivos, asimilar situaciones particulares y sanar heridas familiares.
El cine de autor actual, aunque exhibe sus cartas de manera ostensible, tiene una fuerte tendencia a repetir sus jugadas. Los esquemas se reproducen sin fin y es muy fácil vislumbrar los hilos de esas tramas exclusivamente creadas para conseguir el tono y ambiente adecuados. Sandra Romero hace justamente lo contrario: escapar de todo lo previsible.
Cuando esperas un drama social, aparece un costumbrismo familiar que más tarde también se transformará. Cuando temes que se incline hacia el lado más oscuro de los personajes es cuando más hace relucir su humanidad. Cuando percibes que podría llegar el momento de la relación sentimental, solo se trata de una parte más de la vida, otra pincelada más de una existencia que no la resume.
Sandra Romero huye del artificio para centrarse en la naturalidad, en una narrativa orgánica que parece construirse ante los ojos del espectador. Una mezcla de la mirada de Chantal Akerman con la humanidad de Agnès Varda. Por eso, Por donde pasa el silencio no es una película que se ve, es una experiencia que se vive. Muchos meses después de haberla visto, la sensación de angustia de la llegada del protagonista a la casa de sus padres, en la que su perro no lo reconoce, sigue generándome una angustia tan intensa como si aún la estuviese viendo.
Tras su triunfal paso en abril por el Laboratorio de proyectos del D’A Film Festival de Barcelona, en el que encandiló al jurado y se llevó el gran premio del LAB, por fin se estrena en la sección New Directors del Festival de San Sebastián.