El festival de Sevilla comienza con potencia desde su primer fin de semana. Sábado y domingo, 9 y 10 de noviembre, se despliega su programación de 23 obras de la sección Panorama Andaluz Cortometrajes y, aunque no hemos podido ver aún todos, el nivel de los cortos es espectacular.
Si Mar Coll en Salve María, una de las películas más impactantes de la temporada, abordaba con extrema lucidez el discurso de la idealización de la maternidad, las obras presentadas no se quedan a la zaga en interés.
A Celia de Molina (de la que esperamos con impaciencia No soy universal, presentado en Abycine) le bastan 7 minutos para convencernos de su mano para la dirección de actrices y su habilidad para utilizar un solo plano, pero excelentemente construido. Cuarenta, ganadora de la edición 2023 de DAMA cortos, es un antológico monólogo sobre el parto con una Andrea Ros magnífica que se sale, literalmente, y un inteligente cameo de Natalia de Molina.
En la misma línea se presenta Mierda para mamá, de Rocío Rubio, inspirado por las reflexiones de Margaret Walker, sobre 4 minutos en la vida de una artista madre con su bebé con otro monólogo que parece prolongar Cuarenta. Un impecable díptico para ver juntos.
Del día a la noche, entre la luna y el sol, se presentan Las Pardas, con la dirección de Simone Sojo y la participación del Colectivo Tekiero, en una incursión furtiva a la piscina municipal donde surgen intimidades a lo Bergman, en lo que podría ser una variación de Secretos de un matrimonio, en versión travesti. Mucho poderío en el encuadre de los planos y verdades como puños.
Tengo la sensación que el cortometraje es mucho más receptivo con la comunidad disca que el largometraje. Tanto Apuntes para Silvia, de Paco Ortiz, Ángeles Martínez y Antonio Gómez, como Mar. La libertad de hacer música, de Alejandro Lobo, son dos ejemplos perfectos de cómo este formato es mucho más integrador con la diversidad física e intelectual que el largometraje, con estas dos emotivas y muy bien narradas historias de superación.
Lo maravilloso de una buena programación es la creación de puentes y conexiones entre obras aparentemente distantes. Una rueda pinchada es el motivo narrativo que une dos excelentes trabajos. El oficio, de Carlos Amores y Alba Fortes utiliza una expresiva fotografía en blanco y negro, con unos meditados planos, para evocar la desaparición de una época y de profesiones que poco a poco caen en el olvido.
Por su parte, El cambio de rueda, de Begoña Arostegui, con un pinchazo que puede significar más una revelación que un desastre imprevisto confirma el nivel que ha alcanzado en los últimos años la animación española. Prueba de ello, en los premios de cine europeo dos de las cinco nominadas a mejor animación europea son españolas: El sueño de la sultana y Dispararon al pianista.
A ella se añade la joya, sin lugar a dudas, de Homework, de Nacho Arjona (uno de los cortos triunfadores del pasado festival de Málaga), la vida en 3D de un lápiz que desprende tanta imaginación y creatividad en cada uno de sus segundos que, literalmente, deslumbra.
También el cine se reivindica en esta sección como un instrumento de superación y construcción de referentes y valores. La fuerza, de Cristina Martin Barcelona y María José Martin, lo tiene todo para conquistar al público y a la crítica. Nunca volverás a ver Star Wars de la misma manera.
Y el flechazo inmediato de la parte de la sección vista (nos faltan 9 cortos por ver): Tumbas vecinas, de José Antonio Gutiérrez Bustos. La comedia es el género más difícil por excelencia del cine. Se necesita un ritmo milimétrico, un elenco en perfecta armonía y un montaje que mantenga el ritmo de un guión, pero con respiración para dejar instalar los picos de humor.
Tumbas vecinas lo tiene todo. Unos planos ejemplares, un montaje de ensueño, una protagonista, Montse Torrent, en el summum de la inspiración, con unos secundarios, Aníbal Soto y Loles Gutiérrez, que la realzan en cada momento y una dirección con el brío del toque Ernst Lubitsch. Una comedia ejemplar del Tinder senior. Bravísimo.