Damos un paseo de cine por la veintena de cortometrajes que conforman la sección Panorama Andaluz del Festival de Sevilla. Cine heterogéneo, auténtico y complejo en el que no falta el humor

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10 Nov 2020
Alejandro Ávila
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Variedad. Cada año, cuando se presenta la sección de cine andaluz en el Festival de Sevilla, su coordinador, Juan Antonio Bermúdez, insiste en que la programación destaca por su variedad. Un paseo por la veintena de cortometrajes que conforman la sección Panorama Andaluz confirman no solo esa heterogeneidad, sino su complejidad, humor y sensibilidad.

Los cineastas andaluces están dispuestos a apostar, sin prejuicios, por el cine de género, la crítica social, la animación o el cine más experimental, por citar solo algunos ejemplos. El cine andaluz viaja, en el tiempo y en el espacio. Bucea en sus raíces, pero también las explora en otros lugares lejanos. Se deja seducir por la animación más violenta, pero también por la realidad más poética o lascerante.

Zambullirse en la historia

Es así como José Antonio Hergueta plantea Paraíso en llamasuna visión original y crítica, sustentada en la docuficción, sobre uno de los momentos más atroces de la Guerra Civil: la toma de la ciudad de Málaga por las tropas franquistas, apoyadas por los fascismos internacionales. Pedro Casablanc y Ana del Arco encarnan a dos periodistas reales, Arthur Koestler y Gerda Grepp, que contaron para sus diarios extranjeros uno de los episodios más invisibilizados de la contienda española.

 

En Los ángeles eternos, Manu León, con guion de Miguel Ángel Parra, aborda la historia desde la ficción y desde un punto más íntimo, la muerte de los tres hijos de Bartolomé Murillo durante la pandemia de peste. Rodada este verano, la conmovedora historia con la mujer de Murillo, Beatriz de Cabrera (Carmen Tamayo), como principal protagonista, adquiere una nueva dimensión con la primera pandemia del siglo XXI y reflejando ese desgaste personal, psicológico y familiar.

La historia también se para en Las malditas, un cortometraje de época dirigido por Bea Hohenleiter y Bruno Ojeda, sustentado en dos personajes femeninos (Andrea Van Eyck, Mònica Molins). Una historia cruda, con una excelente fotografía y ambientación, que recorre algunas injusticias históricas, basadas en el género y la condición social, que, desgraciadamente, prevalecen casi inmutables en la actualidad.

Animación perturbadora

La imaginación vuela alto, sin las ataduras de lo real, cuando se engancha al cine de animación. Uno de los representantes más duros, más impactantes de la sección es de Las niñas terribles, de David Orellana. Una historia perturbadora que apuesta por la animación 2-D del cartoon, para atraernos a un mundo terrible de misterio, muerte y esclavitud.

Más cotidiana, pero no menos desconcertante, resulta Yo de Begoña Arostegui. La voz de Manolo Solo (Goya por su secundario de oro en Tarde la ira) nos guía por la historia de una anodina pareja, donde el día a día termina enloqueciendo a su protagonista. Una visión irónica sobre la normalidad, que invita a la reflexión.

El stop motion sigue vivito y coleando. Y Peloteros (Rafael Cortés) es una buena muestra de ello, al mezclar de una manera deliciosa este tradicional estilo de animación con imágenes documentales de fauna salvaje, en la que un grupo de escarabajos (peloteros) filman su realidad… más cercana. Inquietante y divertido, a partes iguales.

En Every 75 minutesde Borja A. Ortiz, la ‘animación’ se pone al servicio de la acción real. La música de Pablo Cervantes y los efectos especiales nos introducen en una breve historia de terror, con una chica, un espantapájaros y un campo de cereales como protagonistas. La soledad, las desaparición y el componente de género evocan de manera irremediable a Crónica de un asesino en serie, del oscarizado Bong Joon-ho (Parásitos).

Terror de cerca

Aunque para terror, la propia realidad. Ninguna pesadilla soñada o ideada por la mente humana adquirió nunca las proporciones de la pandemia actual. Sandor M. Salas tira de la no ficción para expresar, en Silencio sísmico, el pavor y el desconcierto generado por la silenciosa ola de la COVID-19. Un viaje global desde Sevilla a Tokio, pasando por Roma, París o Estámbul, para conectar la destrucción de la naturaleza con nuestro propio aniquilamiento, aderezada con buenas dosis de depresión, conspiranoia y terror. Un found footage heredero de la mejor María Cañas.

Aires más experimentales son los que invaden Ōra marītĭma, de Alfonso Camacho, mientras siete cortometrajes apuestan por la realidad pura y dura, viajando a Asia como Elena Núñez y Mario Oliva con One hour to Banaue o Manu Trillo en Monzón, que se zambulle en la realidad de extremos contrastes de Vietnam. El conflicto, en Oriente Medio, en Gaza, queda retratado en Los que no sienten (Marta Porto, Carlota Mojica, Alba Cantero y Débora Vargas) o En una revuelta sin imágenes (Pilar Monsell), sobre el histórico Motín del Pan.

De corte más social son La cicatriz (Juan Francisco Viruega), sobre el origen del mito de El hombre del saco en Almería, Entre el monte y la marisma (Niete), que aborda la marginalidad de dos personajes sanluqueños, que sobreviven entre escombros, amistad y flamenco. La nota optimista es de Darwin se sienta a la mesa, en la que el cineasta de naturaleza Arturo Menor pone en manos del consumidor la opción de salvar el mundo… desde el mismísimo plato de comida.

Cine LGTBI

De temática LGTBI son Of Hearts and Castlesde Rubén Navarro, rodado en Los Ángeles y poniendo en el foco la complejidad de los afectos, mientras que el multipremiado Por donde pasa el silencio (Sandra Romero), aborda esa homosexualidad rural, camuflada de amistad y fuente de insatisfacción. Rodada en Écija, Romero demuestra un talento natural para la mirada personal y naturalista de los personajes.

El humor pone la guinda a este menu gourmet de cine en formato breve. Desde Alemania, el director y guionista Álvaro Parrilla hace un divertido ejercicio histórico en Interkosmos, en el que un profesional de la limpieza pone contra las cuerdas a un cosmonauta de la vieja Alemania Oriental, que está a punto de subirse a un cohete, que le lleva a la estratosfera.


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