La Academia de Cine Europeo, como la propia cinematografía a la que representa, el Festival de Cine Europeo o el planeta ha vivido grandes cambios en los últimos tiempos. La prestigiosa cineasta polaca Agnieszka Holland le cedió el testigo de la presidencia a la excelente actriz francesa Juliette Binoche. Sus miembros han crecido un 30% en los últimos cuatro años, hasta llegar a los 5.000 académicos y académicas, y la diversidad del cine europeo se ha hecho realidad en una organización en la que el perfil de hombre francés o alemán, de cierta edad, tenía un peso excesivo.
Los cambios también han llegado a su junta directiva, donde profesionales, como la española Paz Lázaro, que ha programado durante dos décadas en la Berlinale y en la actualidad atesora una carrera de éxito como productora (El Jockey, Los reyes del mundo) han insuflado aires de renovación a la prestigiosa institución europea nacida con la caída del Muro de Berlín, y de la mano de cineastas de la talla de Wim Wenders o Ingmar Bergman, entre otros.
Tras una 20ª delicada edición, la relación entre la Academia de Cine Europeo (EFA) y el Festival de Sevilla se ha renovado con nuevas fuerzas, gracias a la estrecha colaboración entre Matthijs Wouter, director de la EFA, y Manuel Cristóbal, director del festival.
¿Cómo esta siendo esta nueva toma de contacto entre la Academia de Cine Europeo y el Festival de Cine Europeo de Sevilla?
Es maravilloso estar de vuelta, está habiendo muchos cambios en Sevilla, el festival y el mundo. Vivimos en tiempos de cambios rápidos y es fantástico ver que el festival está tan vivo y tan visible y que sigue creciendo a lo largo y ancho de la ciudad. Como estamos en plena preparación de los Premios EFA, vengo muy poquito tiempo, pero espero venir muchas más veces y durante más tiempo.
¿Qué impresión te ha causado la nueva dirección de Manuel Cristóbal, un reconocido productor cinematográfico, que es miembro de la Academia de Cine Europeo, la Española y la Norteamericana?
Tengo la sensación de que aporta una nueva energía al festival. Es su segundo año, los nuevos directores siempre necesitan su tiempo para hacerse a su nuevo cargo. Dirigir un festival es duro y más hoy en día. Todo el que se pone al frente de un festival y saca adelante una programación, se merece todo mi respeto. La energía y las ideas que le aporta Manuel Cristóbal al festival son excelentes. Algunas ideas quedarán, otras cambiarán, pero eso es un festival, un espacio para ideas, debates y críticas sobre el cine, para que el cine siga vivo.
Es complicado sacar adelante un festival, pero también una academia de cine. David Puttnam, productor y Giraldillo de Honor, recordó que la fundación de la EFA estuvo ligada a la caída del muro de Berlín y que hoy en día nos enfrentamos de nuevos a grandes retos en Europa. ¿Cómo te enfrentas a esos retos desde la EFA?
El secreto de la Academia de Cine Europeo son sus miembros, que se preocupan mucho por su Academia. Sin ellos no existirá esta academia. Los miembros son fundamentales y es imprescindible que estén implicados. Por otro lado, para la EFA es fundamental trabajar con todos sus socios europeos, ya que seguimos siendo una organización pequeña, a pesar de contar con 5.000 miembros.
¿Es la mitad que la Academia de Cine norteamericana?
Eso es. En los últimos cuatro años, hemos crecido un 30%. Hemos crecido muy rápido. Es algo que está muy bien, pero el trabajo que hacemos, la visibilidad que le damos al cine solo es posible cuando trabajamos con festivales como el de Sevilla. Nuestro trabajo es conectar todos esos puntos en Europa y hacerlo real. No siempre es fácil, pero es un trabajo maravilloso.
Hace unos años, decidisteis que la Academia incrementara su diversidad, para que hubiera más académicos que no fueran alemanas, franceses, hombres y de una cierta edad. ¿Fue una buena decisión?
Sí, la Academia de Cine Europeo representa a todos los profesionales que trabajan en el sector del cine europeo. Ser miembro de una Academia está vinculado a la excelencia, a ser el mejor en lo suyo, pero creo que también es importante que cualquiera que trabaje en el sector y que dedique parte de su vida personal al cine y lo ame, debe pertenecer a la comunidad. Por esa razón, decidimos que había que abrir la Academia y revitalizarla.
Desde un punto de vista privilegiado, que te permite tener una visión de conjunto, ¿en qué momento dirías que se encuentra el cine europeo?
Creo que el gran reto de los últimos años ha sido afrontar la complejidad de la situación. El mercado es cada vez más difícil, hay muchas producciones, la financiación se agota y ya no es tan seguro como hace diez años. Es un momento muy duro para el cine europeo, pero la calidad de los nuevos directores y directoras que vemos en premios, festivales… es muy alta. Ves que es una generación que tiene algo nuevo que decir y esa es la fuerza del cine europeo, su enorme diversidad en comparación con otras partes del mundo. Hay una gran vitalidad y muchas grandes historias que contar.
¿Es la libertad de expresión fundamental para que esto ocurra?
Ahora mismo, la libertad de expresión, la posibilidad de contar las historias como sus cineastas quieren contarlas es tremendamente importante. Creo que van a venir tiempos muy interesantes, muy emocionantes, en los próximos cinco años. Y se va a ver que Europa apoya estas nuevas voces. Tengo esperanza. Y la tengo a pesar de los tiempos tan depresivos que vivimos. Espero que el cine europeo tenga la ocasión de verse, de ser especial y de que la audiencia internacional lo aprecie.
¿Eres optimista sobre el futuro del cine europeo?
Quiero ser optimista, porque hay muchas razones para no serlo. No podemos olvidarnos de que en Europa contamos con cosas fantásticas, como la libertad de expresión, la democracia y una generación de jóvenes con ganas de alzar la voz. El cine necesita todo esto y en Europa lo tenemos. Es una buena razón para ser optimistas, pero también para ser muy proteccionistas, para no perderlo.