Con lo que tú dices que eres
construyes un espejo.
Rebotado reflejo sobre el otro
que eres tú mismo.
Con lo que tú eres cómo te has dejado maltratar.
Estas frases, que forman parte de una de las composiciones escritas por Marta M. Mata y que están recogidas en su poemario titulado Voces de istmo (editorial Libros de Aire), no son sólo el inicio del cortometraje Orph, escrito y dirigido por la misma autora, sino la mejor carta de presentación de esta creadora malagueña que es guionista, directora, profesora y poetisa.
Orph narra la historia de Adela (Beatriz Arjona) cuando sale de la cárcel y es conducida por Fernando (Antonio Navarro), su marido, a Espacio, una institución psiquiátrica en la que el doctor Comillas (Pedro Casablanc) acompaña a madres órfilas (madres huérfanas de hijo) en sus procesos de duelo.
Nombrar las cosas nos permite dar un lugar al dolor, reconocer su existencia, pero las personas, en el fondo, no son lo que parecen. La noche en la que falleció Lucía (Sofía Lagos), algo cambió para siempre. Una historia cruda de esas que cuesta narrar, suavizada por las metáforas, la poesía y el lirismo visual.
Y del dolor, del duelo, del panorama audiovisual y del mundo del cortometraje; hemos hablado con la directora, que está a las puertas de estrenar su segunda obra audiovisual en formato corto.
¿Dónde nace esa necesidad de crear?
Llevo toda mi vida cantando en casa por lo “bajini” y escribiendo, me salía solo. Con 15 años empecé a hacer teatro en la sala de Teatro y Danza en Málaga y estuve diez años, pero lo que yo quería era dirigir. Algunas emociones negativas como la ira, la tristeza o, simplemente, el hecho de llorar era algo que no podía vivir en directo sino que lo tenía que dramatizar. Cuando era adolescente, lo que más me hacía llorar era ver películas y entonces pensé que yo quería producirle eso a la gente. Generar ese tipo de descarga. Pensaba que todo el mundo sentía igual que yo, aunque después me di cuenta de que no.
Entre cantar, escribir poesía y la interpretación, que son disciplinas individuales a priori; decides que lo que quieres es dirigir un equipo de rodaje y hacer cine.
Me encantan los rodajes. Lo bueno que tiene la dirección, cuando tú has escrito el guion, es poder vehicular un universo propio y darle forma desde cero, así cuando quieres mandar un mensaje es más potente y unificado. Es cierto que sin un equipo detrás que te complete sería imposible. El cine no es trabajo de una sola persona. Mi primera experiencia audiovisual fue un trabajo de fin de grado, que hice con 22 años: un documental autobiográfico sobre la muerte de mi hermano mayor que se llama 19 autorretratos con heridas. Ganó una Biznaga de Plata en Málaga y un premio al mejor cortometraje de no ficción en los premios Asecan. Dicho trabajo fue un “Juan Palomo” del audiovisual, porque lo tuve que hacer todo yo. No hay más que ver los títulos de créditos. Recibí ayuda en rodaje y en post producción, pero todo lo demás lo hice yo; incluso la mezcla de sonido. Hasta la fecha, mis dos trabajos son experiencias diametralmente opuestas. El primero es un documental y el segundo una ficción. No podría haber hecho Orph sin el respaldo del equipo.
¿Podrías dirigir un guion que no hubieses escrito tú?
Sí, pero tendría que encontrar qué parte de mi humanidad resuena con ese texto; tendría que estar en sintonía. De momento, todo lo que he hecho es muy personal.
¿Hay algo de autobiográfico en tu cortometraje Orph?
Lo que tiene de autobiográfico es tratar la pérdida de un hijo desde el punto de vista de los padres. Yo no he perdido un hijo pero sí he vivido la pérdida de mi hermano mayor, que es lo que cuenta mi primer documental. Orph es, además, la precuela de un largometraje sobre psiquiatrización titulado Espacio A, que en estos momentos se encuentra en fase de desarrollo.
¿Y la historia nace de la necesidad de contar eso?
Esta historia nace cuando yo estoy volviendo a casa de clase de teatro en bicicleta, porque tenía que hacer el guion de un cortometraje para una asignatura de la carrera y ahí me surge la idea. La primera versión de Orph se encribió en el año 2013 y ya vamos por la once o la doce.
Abordas un tema realmente complejo y que puede ser polémico. ¿Te da miedo que el espectador no entienda tu punto de vista ?
Me gusta que la gente piense porque creo que, a la hora de llegar a una cierta catarsis emocional cuando estás tratando un tema muy duro, no puedes entrar de lleno porque la persona que lo recibe lo rechaza por la dureza. En el caso de mi cortometraje es muy fácil juzgar a los personajes pricipales. Además, me gusta poetizar la vida; de lo contrario quizás el sufrimiento me habría llevado al sistema psiquiátrico.
Actualmente, triunfa un cine muy comercial y efectista. ¿Cómo crees que puede recibirse tu trabajo?
Pensamos que el espectador es uniforme y manipulable. La mayoría de la gente va a ver una película por la promoción que se hace de ella, no tanto porque sea lo único que quieren ver. Es como si tienes antojo de comer lechuga, vas al supermercado y solo hay un tipo de lechuga o las hay diferentes pero las han colocado por detrás de las demás. A todos no nos gusta lo mismo ni todo está hecho para el público en general. En mi primer corto, que tiene muchos elementos propios de una persona que acaba de salir de una escuela de cine, de intertextualidad, de citas… hay una subtrama, un código o un registro al que muchas personas no llegan; pero con lo que es la trama principal, la mayoría sí conecta. Yo me quedo con eso, habrá cosas que produzcan extrañeza y otras que sí que funcionen para todo el mundo. Hay algo universal en el dolor que si está bien vehiculado, te puede atravesar. También, es necesario tomar ciertos riesgos cuando decides tratar temáticas más complejas.
¿Tu finalidad es llamar la atención abordando un tema que podría ser considerado tabú o quieres reflexionar sobre el dolor por la pérdida?
Lo que quiero mostrar es cómo llega una persona, que aparentemente lo tiene todo, a un estado alterado de conciencia que nosotros catalogamos como locura o pérdida de juicio. Es algo más normal de lo que pensamos. El sufrimiento te lleva a hacer cosas que no harías en otro contexto y todos hemos pasado por este proceso en algún momento de nuestra vida.
Pones el acento en la importancia de la salud mental durante el proceso de duelo, algo que puede concebirse como una experiencia solitaria y personal.
El duelo nunca es tuyo y solo tuyo. Nunca ha sido así. No es algo individual. Ahora, quizás se comparta más y se comprenda mejor. Hay que darle su lugar a ese tipo de situaciones personales porque todos podemos pasar por ellas. Existen muchos tipos de duelos: una amistad que se rompe, un divorcio… Estamos todo el rato atravesando este tipo de cicunstancias porque la vida tiene ese componente de cambio. Pero es que el duelo por la muerte de un ser querido, y más de un hijo, es un paso más allá porque la persona que se va lo hace para siempre.
¿Tratar este tema ha sido una terapia?
Me ayudó más mi anterior trabajo que era autobiográfico, tipo documental. Antes, hablar de la muerte de mi hermano mayor me producía el síndrome del miembro fantasma, porque yo ni siquiera le conocí, es como si su recuerdo estuviese dentro de una Caja de Pandora que siempre estaba presente y dolía mucho. Yo ahora no noto ese dolor, en ese sentido ese corto sí me ayudó. Sin embargo, no te sabría decir si Orph ha sido terapéutico, pero desde el punto de vista creativo sí me ha ayudado. El ponerme al frente de un equipo, financiar el proyecto y que todos puedan cobrar… Es el poder decir “sí, joder, soy directora”, que es otro tipo de terapia a nivel personal.
Y rodar en Málaga, donde están tus raíces, era necesario para ti
Tenía claro que lo quería rodar en Málaga. Tuve un proceso de depresión de seis años y todos los psicólogos y psiquiatras que visité no me sabían acompañar porque decían que yo tenía un proceso de sin sabores vitales y no un trastorno depresivo. Lo pasé sin medicación y sin saber lo que me estaba pasando. Quizás esto me ha hecho comprender más a mis personajes. Durante aquella época intentaba hacer cosas y seguir creando, pero dejé de escribir poesías porque no podía y eso me frustaba más. Sin embargo, paseaba por de El Rincón de la Victoria, donde vivía en esa época, y me fui encontrando ciertos lugares que me remitían a Orph: la Cementera de la Araña y su playa, el Jardín Botánico, la Rara Residencia de Villanueva del Rosario… He rodado en esos sitios. Han sido muchos años.
Has creado peronajes realmente complejos e incluso duales
Pues como el ser humano en sí mismo. Una persona puede ser buena y pasar por un proceso o por diversas circunstancias vitales que la llevan a actuar de una forma que no espera. No siempre es fácil romper un patrón de vida que te viene impuesto. Todos mis personajes tienen una pregunta detrás: ¿Se puede amar y matar al mismo tiempo? Todos cuidan y aniquilan a la vez. Dentro del proceso creativo, los personajes han evolucionado. La niña protagonista era un niño; Adela y Fernando también han ido cambiando en base a mis vivencias personales. Y Comillas era un personaje femenino que ejercía como psicóloga y no como psiquiatra. Los fui encontrando y moldeando en mi escritura. Una suerte que tuve fue que los actores en los que pensé para interpretar al trío protagonista eran Beatriz Arjona (Adela), Antonio Navarro (Fernando) y Pedro Casablanc (Álvaro Comillas); y así fue. La niña me parecía un personaje muy complicado de ejecutar. En el casting apareció Sofía Lagos y la verdad es que fue un descubrimiento. Si con nueve años es capaz de hacer lo que ha hecho, qué no hará en el futuro. Aunque es cierto que ella sabía todo lo relativo a su personaje, a la hora de trabajar con ella conté con el apoyo de Pablo Benarri, que ejerció de coach para actores, y que podía hablar con Sofía en un lenguaje que quizás yo todavía no controlaba.
El lenguaje poético transita por cada plano y es algo que no solo se aprecia en la narrativa sino en la colorimetría o en la composición escénica.
El tono poético no está solo en la imagen sino también en cómo se conciben montaje y sonido. Está en todo, incluso en las decisiones que se han tomado en el departamento de Arte. Lo poético de mis personajes quizás no esté tanto en cómo hablan, sino en todo lo que les rodea y en cómo se ha materializado en montaje. Este corto encuentra su inspiración en el cine de Julio Medem de los años 90, que para mí es un referente fundamental. Me llamó la atención la forma de describir el texto de Pedro Casablanc como “un guion místico”. El guion literario estaba lleno de metáforas y símbolos, además de referencias de sonido que agradeció mucho Luis Jiménez (Malakasound). Se parte de un montaje que desubica el espectador temporalmente pero que lo va llevando a descubrir la historia, a través de diversos elementos que de momento no me gustaría desvelar. Entramos en la cabeza de la protagonista, sentimos su dolor a través del sonido y a través de señales sonoras, que se van apagando y encendiendo, volvemos a la realidad. También, tenemos unos elementos visuales que van de lo macro a lo micro, acompañados de imágenes descontextualizas que completan el texto y que están diseñadas con inteligencia artifical. Esto es algo que ya exploré en mi primer corto.
En los últimos años, se han alzado muchas voces que ponen en tela de juicio la calidad de las producciones audiovisuales subvencionas. Tú has tenido este tipo de ayudas sin las que Orph no habría podido salir adelante. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
La gente no entiende la necesidad de estas ayudas porque cree que el mundo audiovisual es mucho más sencillo y fluido. No comprenden que hay una persona detrás de cada elemento que aparece en pantalla. Estamos tan acostumbrados a que las cosas estén tan bien construidas y a verlas sin haber trabajado de ello, que no reflexionamos sobre el valor de cada uno de los elementos que aparecen en el encuadre. Y es que constantemente nos bombadean con productos que tienen una súper producción y es algo que acabas dando por hecho. No es así, que un plano esté enfocado es mérito de la persona, que una iluminación funcione es gracias al trabajo de varias personas… la mayoría de la gente no es consciente de eso. Orph necesitaba un gran equipo detrás y, en mi filosofía, yo quería que el trabajo de mi equipo fuese remunerado, no deja de ser un trabajo y eso es algo que en los cortometrajes no siempre existe, por desgracia. Aunque hayamos recibido ayudas de la Junta de Andalucía, del Festival de Málaga y subvención de ICAA; no han llegado a cubrir todo lo que el proyecto necesitaba, con lo que mi productora ejecutiva y yo hemos tenido que invertir parte de nuestros ahorros.
¿Existen más posibilidades de tener una carrera en el mundo audiovisual si eres mujer?
Hay mucho desconocimiento al respecto. Sin que se me malinterprete, es cierto que la situación actual de conseguir la igualdad a través de la discriminación positiva a mí sí que me beneficia. Pero es que si esto no existiese, igual, yo no habría podido acceder. Sin embargo, no me gusta el “juego” que te obliga a tener a una mujer como jefa de departamento sobre el papel para que luego el grueso del trabajo lo ejecute un hombre. Mi jefe de sonido es un hombre porque he trabajado con él y sé cómo trabaja; al igual que mi directora de foto es una mujer porque sé cómo trabaja. No he escogido a mi equipo por los puntos, aunque está bastante equilibrado. Yo no tengo una estructura empresarial como tienen otras productoras, que igual sí tienen un catálogo de perfiles. Al margen de esto, afortunadamente, el mundo está cambiando y gracias a ello mi equipo de eléctricos está formado por mujeres en su mayoría, un puesto que antes parecía destinado a los hombres.
¿Existen determinadas temáticas que solo pueden ser abordadas por mujeres?
No creo que exista un cine de mujeres para mujeres, ni ciertas temáticas que sean exclusivas. Pero sí hay ciertas visiones o perspectivas que a nosotras nos importan porque forman parte de nuestro proceso identitario. Si la maternidad la cuentan los hombres, obviamente, se pierde la visión de la persona que lo está viviendo de verdad. Sin embargo, no creo que por eso yo no pueda hacer una película de terror. Otra cosa es que me interese más o menos. No creo que el género defina la capacidad para contar una historia.
¿El cortometraje es un género maltrado e infravalorado en la industria cinematográfica?
Creo que sí y eso debería cambiar teniendo en cuenta la forma de consumo audiovisual que existe actualmente y la poca disponibilidad de tiempo que tenemos; es algo que se debe poner en valor. De hecho, estaría muy bien que se retomase la costumbre de proyectar cortos antes del visionado de un largometraje, que tuvieran cierta relación con la temática y que fuesen locales, en vez de emitir miles de anuncios. La gente cree que el único cine español que existe es el que más se promociona, pero no es así. El cine español lo componen muchas mentes, cada una con un estilo y una forma de contar. Pensemos en la dicotomía entre el cuento y la novela, hay gente que piensa que tiene menos mérito escribir un cuento que una novela, sin embargo, hay novelistas que no pueden o no saben escribir cuentos. Tenemos que ser conscientes de que existen historias que nacen para un formato pequeño y que no funcionarían en uno largo.