Vamos a ir conociendo a los participantes en la segunda jornada de nuestro ciclo ‘Los oficios del cine’, que estará dedicada al montaje y se celebrará el lunes 29 de enero. Y comenzamos con Manuel Muñoz Rivas, que además de tener una amplia experiencia como montador, ha dirigido hace poco su primer largo, ‘El mar nos mira de lejos’.

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24 Ene 2018
Juan Antonio Bermúdez
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El lunes 27 de enero celebraremos la segunda jornada de nuestro ciclo Los Oficios del Cine, organizado por FilmAnd en colaboración con la Fundación Cajasol y dedicado en este caso al montaje. En estos días previos, vamos a ir conociendo mediante tres entrevistas a los tres participantes en esta jornada: José Manuel García Moyano, Mercedes Cantero y Manuel Muñoz Rivas. Y comenzamos hoy con este último, que además de tener ya bastante experiencia como montador, acaba de debutar recientemente como director de largometraje con El mar nos mira de lejos, del que ya hablamos en FilmAnd.

 

Juan Antonio Bermúdez (JAB): ¿Cómo le explicarías con tus propias palabras en qué consiste el montaje a alguien que no esté muy familiarizado con ese término cinematográfico?

Manuel Muñoz Rivas (MMR): El Montaje es la escritura de la película con imágenes y sonidos. Es una operación de articulación del relato, en la que se busca lograr la elocuencia de la película, la claridad, la coherencia del conjunto y la cohesión de las partes. Se trabaja con fragmentos dispares y discontinuos, que se ensamblan para crear una ilusión o impresión de continuidad. No necesariamente continuidad cronológica, sino una continuidad formal, de sentido, de emoción.

JAB: ¿Hasta qué punto crees que es el montaje el que debe definir una propuesta creativa? Es decir, ¿cuando se plantea una película, hay también una idea predefinida muy marcada del montaje que se va a hacer?

MMR: Todo depende del tipo de película, y de la actitud del cineasta ante al acto de la creación. Están los cineastas “controladores”, a quienes gusta organizar todo muy bien con antelación y para quienes ya existe una idea de montaje bastante definida antes de sentarse a montar; y por otro lado los cineastas para quienes el rodaje no consiste tanto en la ejecución de un plan previo muy preciso, sino que más bien se arrojan al rodaje con intuiciones, deseos y un conjunto de ideas no tan férreas, y encuentran su película sobre la marcha. Para estos últimos no es posible predefinir un montaje a priori, sino que más bien la propia película lo desvela o lo sugiere poco a poco.

JAB: En tu caso, tus trabajos como montador coinciden con otras responsabilidades en otras áreas. En concreto, también firmas el guion en algunas películas (Arraianos, Dead Slow Ahead…). ¿Entiendes así tu trabajo de montaje como una última reescritura de la película?

MMR: Sí que entiendo que el montaje es una reescritura o, en ciertos casos, incluso una escritura (sin la preposición “re-“). Esas películas en las que figuro como guionista me  han acreditado como tal sin que yo haya escrito una sola palabra o idea para ellas antes del rodaje. El crédito de guionista me lo han concedido como reconocimiento precisamente a esa labor de escritura en la sala de montaje, porque estas películas se han encontrado a sí mismas, han encontrado un cuerpo, un relato, una dirección, en la fase de montaje y no antes.

 

JAB: Imaginamos que asumir el montaje en proyectos que cuentan con un equipo pequeño implica una mayor responsabilidad creativa. ¿Eso supone también mayores conflictos creativos con el director?

MMR: Yo suelo trabajar siempre con amigos, un poco al margen de la gran industria, en configuraciones de equipos pequeños donde la organización del trabajo es muy horizontal. Nos conocemos bien, tenemos afinidad creativa y confianza como para cuestionarnos y rebatir recíprocamente nuestras ideas sin ningún temor. Nos cuestionamos permanentemente, es decir, nos desafiamos. La sensación habitual es la de que no hay jerarquía, el único jefe es la película y todos trabajamos al servicio de ella, o sea, al servicio de hacer la mejor película que esté a nuestro alcance. Pero evidentemente, en todos los aspectos, quien tiene la última palabra ante las decisiones es el director. Como sea, puesto que nos entendemos bien y compartimos inquietudes y afinidades estéticas, la dialéctica suele ser muy fértil.

 

JAB: El montaje es una de las disciplinas cinematográficas que más han cambiado con las nuevas tecnologías. En postproducción se reconstruyen escenarios, personajes y hasta escenas completas que no llegan a rodarse. ¿Te interesa esa posibilidad que ofrece la tecnología o prefieres pensar en el cine como algo que depende más del registro del rodaje?

MMR: Yo entiendo que el cine, como cualquier arte, es puro artificio. Y si los artificios están al servicio de la búsqueda de una verdad, o digamos mejor de una emoción que contiene verdad, para mí están legitimados.

JAB: ¿Qué películas te interesan como espectador? ¿Puedes citarnos algunos títulos recientes que te hayan gustado?

MMR: Me gustan muchas cosas. Sobre todo me gusta ser sorprendido, esa sensación al ver una película por la cual me digo “ah, ¡el cine también puede ser esto!”. Este ser sorprendido no tiene nada que ver con los alardes técnicos ni con las acrobacias de narrativas enrevesadas y fragmentarias, que generalmente me dejan indiferente. Sino más bien con la búsqueda de un nuevo lenguaje o de una nueva relación del cine con la vida. Me interesa, sobre todo, identificar una mirada singular sobre el mundo. En cuanto a títulos de este último año, me han gustado Sierranevada, La fábrica de nada, Western,  y en general, de entre los cineastas en activo, estoy más o menos atento a lo que hacen autores como HouHsiao-hsien, Pedro Costa,  Apichatpong Weerasethakul, Werner Herzog, David Lynch, Pietro Marcello, Tsai Ming Liang, Wang Bing, Roberto Minervini, la gente del Sensory Ethnography Lab… Y echo ya de menos a Abbas Kiarostami, que para mí es el cineasta fundamental de las últimas tres décadas.

JAB: ¿Crees que El mar nos mira de lejos, tu primer largometraje como director, es una evolución coherente con respecto a tus trabajos anteriores como cortometrajista, montador y guionista?

MMR: Pienso que sí. Son actividades que se nutren recíprocamente y todo forma parte de un proceso de crecimiento como cineasta.

 

JAB: El mar nos mira de lejos ha pasado con éxito por festivales y ahora puede verse en algunas salas, ¿cómo invitarías a ver El mar nos mira de lejos?, ¿qué crees que debe conocer un espectador sobre la película antes de verla?

MMR: Cuanto menos se conozca con anterioridad, tanto mejor. Lo bonito del cine es el asombro, la fascinación de un mundo –el de la pantalla– que te seduce, te provoca un cierto encantamiento, y te limpia la mirada para poder ver mejor tu propia vida, tu propio mundo. Al espectador le diría, simplemente, que la película le da la bienvenida para que entre en ella sin prejuicios y con el ánimo dispuesto para tener una experiencia.


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