Las variopintas figuras reales de los trabajos del trío Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga son dignas de mención. Handia se inspiraba en la historia real del Gigante de Altzo, un guipuzcoano que llegó a medir 2,42 metros, La trinchera infinita en Manuel Cortés, el perseguido por el régimen franquista que se escondió 30 años en su casa y ahora Marco en Enric Marco, el español que fingió ser víctima del Holocausto.
El barcelonés Enric Marco se dedicó durante décadas a recorrer los colegios de Catalunya para ilustrar a los jóvenes sobre los horrores del nazismo y los campos de concentración. Tras treinta años como presidente de la asociación de deportados españoles durante el nazismo, los informativos de toda España abrieron estupefactos un día de mayo de 2005 con la noticia de un farsante sin precedentes: Enric Marco no solo había engañado a su propia familia, sino a toda la sociedad, a los deportados y supervivientes reales del nazismo y hasta al mismísimo Gobierno de Zapatero, quien había acordado asistir en persona a un evento conmemorativo que abriría el propio Marco.
A este impostor da vida en la película Eduard Fernández, que se postula como fuerte candidato al premio a mejor actor en el festival veneciano. Y es que, como el buen vino, Eduard mejora con los años y devora con su presencia la pantalla, en uno de los pocos papeles protagónicos en la carrera de este eterno secundario.
La interpretación del catalán es fantástica, dotando de infinidad de matices, gestos y tics a su personaje, dibujando en última instancia una personalidad completa. Ya desde el inicio de la película, los directores del filme buscan la afinidad con el espectador al mostrarnos ciertos titubeos de un Marco cuyas charlas difieren levemente unas de otras en la versión de ciertos hechos y en como navega cual político versado las preguntas de ciertos alumnos con respuestas victimistas que no vienen a decir nada.
Marco es un drama humano que los Moriarti van tornando en un thriller asfixiante a medida que avanza la película y nuestro protagonista empieza a verse acorralado por sus propias incoherencias. Si bien a nivel técnico está muy alejada de sus otras películas, reconstruye algunas escenas en el congreso de los diputados y eventos reales con mucha destreza, dotando a la película por momentos de un tono documental muy rico para la narración.
La guinda de este caso real reside en el hecho de que, toda vez descubierto el fraude en 2005, Enric Marco siguió luchando por su verdad hasta su muerte en 2022 a la edad de 101 años. El hombre que falseó su biografía para aparecer como superviviente de un campo de concentración, en lugar de estar escondido de vergüenza bajo una piedra, insistió por programas de televisión y entrevistas, reclamando su labor al visibilizar a los deportados y víctimas del nazismo, pese a reconocer él mismo no haber sido uno de ellos. Hay algo en Marco que va mucho más allá de un hombre buscado atención y fama, hay algo alrededor de la mentira que nos debería hacer reflexionar, como una suerte de necesidad imperiosa de mentir en la época actual.