La cineasta presenta con su tercer film el escáner más preciso y detallado de la sociedad española actual

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15 Mar 2025
Carlos Loureda
the nest

Desde tiempos inmemoriales se ha reflexionado sobre el valor del silencio. Su composición, su significado y su posicionamiento en la comunicación y convivencia social o, desde un ángulo más íntimo, en la construcción de nuestra personalidad y la aportación a nuestra propia sabiduría y construcción mental.

El pensamiento más alejado de la filosofía occidental es el que mayor valor le ha dado: desde el conocido proverbio zen que afirma que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca para enseñarnos que vale más escuchar que hablar. O el mismo Confucio expresando que en el silencio más profundo está el mayor grado de sabiduría.

Mientras en Occidente se ha sobrevalorado el arte de la palabra y la retórica, en Oriente se ha venerado el pensamiento interior y la contención verbal. La consecuencia final ha dado por resultado un Occidente, del que España no se salva, repleto de verborrea y de vacía incontinencia verbal.

Y en la última inmensamente sabia película de Celia Rico, su protagonista es la más radical de las mujeres que hayan visto la pantalla este año: Ana calla para poder decírnoslo todo.

La buena letra es la adaptación de la novela homónima de Rafael Chirbes. Con esta historia de una familia de dos hermanos y sus respectivas parejas en la posguerra española, llena de miseria y conflictos aún no asumidos, la talentosa cineasta ha creado una sinfonía en cuatro movimientos que es el mejor retrato de la España contemporáneo, que nuestro cine nos haya dado hasta ahora.

Primer movimiento: Ana y Antonio. Una España en dos bandos bien diferenciados se odia y la convivencia es difícil de construir tras la guerra civil. Antonio, el cuñado de Ana, ha decidido esconderse hasta la cosa se calme. La sociedad española jamás ha estado más polarizada que en estos momentos. No se está con alguien. Siempre se está contra alguien. Pero las situaciones cambian tanta en esta sociedad fluida y oportunista que hasta el más rojo de los hombres puede convertirse en la mano derecha del más facha de los señorones. Ana ante esto calla, pero su cuerpo lo dice todo.

Segundo movimiento: Ana e Isabel. La novia del cuñado de la protagonista no puede ser más distinta de ella. Ha viajado, tiene idiomas (querida), no para de hablar y se viste con un exquisito gusto. Hoy la cacofonía y el postureo está al orden del día en un país en el que no tienen razón los que más reflexionan sino los que más alto gritan. Ana lo escucha todo y calla, pero sus manos lo dicen todo.

Tercer movimiento: Ana y Tomás. Tras una guerra civil que no ha cerrado sus heridas, como ha ocurrido con las últimas crisis económicas y la no olvidada pandemia mundial, la pareja sobrevive como pueda. Antonio, el marido de Ana, trabaja en lo que puede, aunque le esté costando la salud. Vivo reflejo de la actual precariedad del trabajo de falsos autónomos, repartidores sin horarios ni seguridad, becados eternos y prácticas hasta la jubilación. Frente a esto Ana calla, pero sus ojos lo dicen todo.

Último movimiento: Ana. Loreto Mauleón es la Ana perfecta, en un papel que marcará su carrera. Al final solo queda ella o, mejor dicho, ella se queda consigo misma y decide, por fin, actuar. ¿Qué hará? Tendrás que ir al cine a ver esta sorprendente, lúcida y sabia película porque Ana va a hacer lo que ni su madre ni su abuela ni su bisabuela han hecho. Y es completamente radical.

Celia Rico comienza su película con una cita del autor que adapta al cine: la buena letra es el disfraz de las mentiras. Nos gustaría añadir una última reflexión: el buen cine es el que refleja a la perfección la realidad. Y La buena letra es muy buen cine.

28ª Edición Festival Málaga – Largometrajes Sección Oficial             


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