La película protagonizada por Joaquin Phoenix reinventa un personaje icónico desde el dolor y la oscuridad. Y lo hace siguiendo la estela de Travis Bickle, protagonista de ‘Taxi Driver’

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9 Oct 2019
Manuel H. Martín
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En los mitos y los símbolos deseamos encontrar el reflejo de lo que somos. Quizás de lo que nos gustaría ser como personas y como sociedad. De ahí la vigencia atemporal de la narrativa clásica que, con el paso de los años y los siglos, va mutando en nuevos personajes y entornos, transformando sus formas para hablarnos de los grandes temas que nos preocupan: amor y muerte; poder y derrota; cordura y locura.

Y, para nosotros, como espectadores del arte y de la vida, suele ser más apetecible que nos hablen de nuestras miserias y grandezas a través de mitos o símbolos, con envoltorios menos directos e incluso edulcorados.

Autores como Umberto Eco han descrito el impacto que suponen en la audiencia los mitos y símbolos, como bien podrían ser los dioses antiguos o los superhéroes nacidos en el siglo XX.  En muchos de estos mitos y símbolos pueden encontrarse las aspiraciones y deseos del público. Sin embargo, estos deseos pueden tornarse en otra cosa bien diferente.

Las narraciones superheroicas, sean en papel o en celuloide, tienen mucho de mito moderno, pero… ¿qué es realmente una historia de superhéroes? Si fuésemos estrictos, hablaríamos solo de relatos protagonizados por personas con superpoderes. Siendo más flexibles, dentro de este género se podrían incluir (es lo que suele hacer el público y la prensa en general) historias de enmascarados, vengadores, supervillanos y villanos sin poderes especiales, todos ellos asociados, especialmente, a personajes de cómics.

Joker, dirigida por Todd Phillips, podría enmarcarse dentro de este género al tener al villano como protagonista de la función. Pero, antes de hablar de la película, quizás sería pertinente adentrarnos brevemente en el universo de las viñetas en el que nace el personaje.

El universo de las viñetas

Aunque ya son varias las compañías que han ido introduciendo el género superheroico entre sus publicaciones, nos centraremos en las dos principales, y clásicas, editoriales de superhéroes: Marvel y DC. Si bien es cierto que Marvel suele ubicar a sus personajes en ciudades reales, además de revelar sus identidades de forma más clara, tiende a limitar el riesgo para ofrecer obras que contenten a un público más general. DC, a veces, apuesta por relatos más arriesgados, realistas, sucios y trágicos.

El riesgo ocasional en DC (o de su línea Vértigo) a la hora de publicar, o incluso en las películas inspiradas en sus personajes, no siempre obtiene resultados óptimos en las producciones finales. Sin embargo, es un riesgo apetecible para el lector y el espectador enfrentarse a dilemas morales muy interesantes.

Recordemos todo lo que significa “¿Quién vigila a los vigilantes?”, aquella frase extraída del mundo clásico magistralmente insertada en Watchmen por su guionista Alan Moore. Watchmen, publicada por DC a finales de los ochenta, es una de esas obras que cambiaron los cimientos del género, atrayendo a nuevos lectores ajenos al medio y generando un público más adulto. A esta se sumaron, entre otros, títulos emblemáticos como The Sandman, La cosa del pantano o V de Vendetta.

Watchmen, publicada por DC a finales de los ochenta, es una de esas obras que cambiaron los cimientos del género

Durante esa misma época, a finales de los ochenta, algunos de los personajes más populares de DC sufrieron cambios drásticos. Dos de los más carismáticos, Batman y el Joker, protagonizaron cómics rompedores, cargados de riesgo formal y narrativo, como El regreso del caballero oscuro, Arkham Asylum o La broma asesina.

Es precisamente este último cómic, escrito por Alan Moore y dibujado por Brian Bolland, con el que bien podría conectar la última versión cinematográfica de la gran némesis de Batman y, desde mi punto de vista, uno de los mejores villanos del cómic y la cultura popular: el Joker.

Tras la estela de Heath Ledger

Siguiendo la estela del mejor Joker cinematográfico hasta la fecha, con ese halo anarquista y grunge interpretado por Heath Ledger en la excelente El caballero oscuro de Christopher Nolan, Joaquin Phoenix se mete en la piel y las vísceras de un perdedor en toda regla que acaba transformándose en una mezcla entre un desquiciado criminal y un símbolo para los oprimidos.

Sin abandonar la oscuridad, Joker se acerca al personaje con emotividad, ambigüedad y complejidad. Como en la historia escrita por Moore, se muestra al perdedor que se convierte en El Payaso del Crimen, al hombre que algún día fue antes de convertirse en el monstruo.

Lo cierto es que, antes de filmarse, los alicientes del proyecto Joker sonaban alentadores. Un gran actor como Joaquin Phoenix se atrevía a meterse en el papel del archivillano en un momento complicado, tras dos versiones distintas del personaje, dos versiones tremendamente recientes: la de Heath Ledger, que había recibido un Oscar de la Academia, y la interpretada por Jared Leto en Escuadrón suicida, que volvía al histrionismo innecesario y descafeinado.

Digna sucesora de ‘Taxi Driver’

Además de la propia interpretación de Phoenix, contaba con Robert de Niro en el reparto y se hablaba de Taxi Driver como principal referente del filme. Ingredientes atractivos a los que añadir la presencia de Martin Scorsese, que estuvo presente en el inicio de la producción pero tuvo que retirarse por motivos de agenda. Grandes alicientes, pero también mucho riesgo.

El estudio había dado luz verde a Todd Phillips para realizar una película diferente, más independiente, libre y ajena a todos los movimientos del Universo DC que se estaban perfilando en ese momento. Visto el resultado, podría decirse que Joker es de esas pocas películas que pueden decir, con argumento y analogías varias, que es digna sucesora de Taxi Driver.

Las analogías entre Travis Bickle (Robert De Niro) y Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) son apabullantes

Y no es la primera vez que un personaje de cómic nos puede recordar a Travis Bickle. Pensemos en Rorschach de Watchmen, obra de Alan Moore y Dave Gibbons. Las analogías entre Travis Bickle (que fue interpretado por Robert De Niro) y Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) son apabullantes. Ambos son personajes aislados y desechados por el sistema, ambos recurren a la violencia como catarsis, tras recorrer una senda nihilista y desquiciada en dos oscuras y desoladoras ciudades que parecen la misma: Nueva York y Gotham.

Por si fuera poco, nos encontramos alguna que otra escena de Arthur Fleck apuntándose con la mano como si llevara una pistola o hablando consigo mismo como si tuviera un espejo delante. Partiendo de determinadas analogías con Taxi Driver y partiendo como esencia del drama criminal, Joker nos cuenta la historia de Arthur Fleck, un extraño personaje que trabaja como payaso por las mañanas y que sueña con convertirse en un reconocido comediante por las noches.

Frente a frente con el sistema

Acuciado por un trastorno que le hace reír de manera compulsiva en ocasiones, Arthur intenta tener siempre una sonrisa para los demás, de ahí que su madre, con la que vive, le llame cariñosamente Happy. Sin embargo, Arthur se topará con la crueldad y el desprecio de los demás, perderá su trabajo, su asistencia sanitaria y se aislará cada vez más en una Gotham decadente en la que la desigualdad, el desempleo, el crimen y la ruina financiera están a punto de colapsarlo todo. En medio de ese panorama desolador, Arthur descubrirá oscuros secretos de su pasado y se transformará en un desquiciado criminal.

Arthur se topará con la crueldad y el desprecio de los demás, perderá su trabajo, su asistencia sanitaria y se aislará cada vez más

Uno de los mayores aciertos del filme es que, a pesar de su libertad creativa, tiene elementos interesantes del universo Batman. Y así, se ofrecen a lo largo del metraje detalles que, sin dejar de ser novedosos, son giros a conceptos y momentos que nos pueden hacer recordar a los mejores momentos fílmicos de anteriores interpretaciones del universo Batman y de El Joker.

Me refiero, por ejemplo, la reinterpretación de lo que supone el legado de los Wayne en Gotham, una familia rica descrita con una mirada más despiadada y menos complaciente de lo que estamos acostumbrados. El otro gran acierto, quizás el más polémico para algunos, es la compasión que, en ocasiones, podemos llegar a sentir por Arthur Fleck.

A pesar de sus rarezas, podemos llegar a sufrir con él, sentir todo el peso de sus desgracias y comprender (que no es lo mismo que aprobar) el dolor y la oscuridad que terminan estallando desde su interior. Comprendemos que un personaje tan enfermizo es producto de la desigualdad, la alienación y el abandono de una sociedad enferma. Sin duda, una visión dolorosa y sorprendente que no dejará indiferente a nadie, menos aún a los espectadores acostumbrados a otro cine de superhéroes.

Con sus estupendos aciertos, Joker viene a demostrar (como la trilogía de los Batman de Nolan, Logan, o la serie The Boys) que otras historias de superhéroes (o supervillanos) son posibles o, al menos, que hay espacio para obras diferentes que, con una visión más ácida y alejadas del triunfalismo infantil, buscan la conexión con un público más adulto, exigente y adepto a universos más complejos y menos complacientes.

Lo más destacado de la propuesta de Joker son sus ganas de reventar a un personaje que ya es un símbolo popular

Lo más destacado de la propuesta de Joker son sus ganas de reventar a un personaje que ya es un símbolo popular, sus ganas de romper las fronteras entre el bien y el mal, de mostrar a los monstruos que la sociedad pueda engendrar. Como espectadores, del arte o de la vida, podemos desear encontrar en los mitos y los símbolos el reflejo de lo que nos gustaría ser. Pero ese reflejo no tiene por qué ser complaciente. A veces es inquietante, doloroso y perturbador.

Podemos incomodarnos al ver a nuestros dioses modernos, los superhéroes (como ocurre en Watchmen o en The Boys), siendo capaces de realizar actos atroces y viles. Podemos aterrarnos al comprobar que un villano no es más que el producto de un aislamiento social y alienante, de una sociedad injusta en la que todos podemos ser responsables de que surjan personajes como el Joker.

Podemos aterrarnos pensando que, algún día, lleguemos a estar en su mismo pellejo. Y es difícil mirarse en ese reflejo porque da miedo, mucho miedo.


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