Se Acabó narra la historia de Carmen una mujer que vive la aventura de su propia vida en un mundo lamentablemente hostil. El cortometraje pone de manifiesto los actos de micromachismos a los que se ven sometidas las mujeres, a lo largo de su vida, simplemente por el hecho de ser mujer. Se Acabó es una reivindicación que muestra las consecuencias de vivir bajo esa discriminación, en ocasiones, tan normalizada.
La dirección corre a cargo del sevillano Fran Caballero un rostro conocido por su interpretación en la película La Maniobra de la Tortuga (Juan Miguel del Castillo), que le supuso la nominación a Mejor Actor Revelación en los Premios Carmen. Además, tiene una compañía de teatro que se llama Clicolé (Uanna). A sus facetas como director y actor, se suma la de docente siempre unida a la intervención social y al teatro, y que le ha llevado a impartir clases de teatro en el Polígono Sur y en las localidades de Marchena y Real de la Jara.
En guion ha contado con la colaboración de Guiomar González, una de sus alumnas de las clases de teatro para jóvenes que imparte en la localidad de Marchena, donde se ha rodado Se Aacabó, que con tan solo 14 años, ha sabido vehicular una historia llena de verdad que une a varias generaciones de mujeres.
El cortometraje ha viajado por festivales nacionales celebrados en Ciudad Real, Granada, Madrid o Valencia donde fue galardonado con el Primer Accésit del 39o EAJ Cat-Juv del Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove. También, ha tenido reconocimiento a nivel internacional siendo Finalista «Mejor obra de ficción» del XV Festival de Cine e Infancia y Adolescencia de Bogotá (Colombia). Hemos hablado con el director del cortometraje sobre el mérito de sacar adelante un trabajo audiovisual corto de financiación y medios técnicos, pero con muchas ganas y talento detrás y delante de la cámara.
– Impartes clases de teatro para jóvenes en la localidad de Marchena y, precisamente, has realizado el corto con tus alumnos. ¿Cuándo surge la idea de rodar Se Acabó?
Lo hago por medio de la Delegación de Juventud del Ayuntamiento de Marchena. Nace de una actividad extraescolar que pertenece al proyecto Qué ideamos, en el que preguntamos a los jóvenes qué quieren idear. Llevo años dando clases allí , y fue el año pasado cuando surge la idea de hacer un corto. Y para empezar a construirlo, al igual que hago en las clases de teatro, les pregunté a los alumnos de qué querían hablar. Es importante que ellos expresen sus inquietudes.
– Eres el director de corto pero en guion has trabajado en colaboración con Guiomar González, una de tus alumnas. ¿Cómo fue el proceso?
Cuando surge la idea de hacer el corto, me reúno con cuatro de mis alumnas (Guiomar González, Eva Serralbo, Laura Bernal y María de Moliní), que son las más creativas, y me dicen que quieren hablar sobre los hechos que discriminan a la mujer por el hecho de ser mujer. Entonces, hicimos un listado de actos discriminatorios por edades, porque querían que la historia del cortometraje fuese por edades: niñas, adolescentes, cuando eres mamá y cuándo eres abuela. Y de ahí sale Se Acabó. Me gusta mucho escribir, dialogué el corto para que tuviese un trasfondo y una forma cinematográfica. La estructura es de las alumnas, sobre todo, de Guiomar que tiene mucha facilidad para escribir y una sensibilidad preciosa. De las cuatro, es la que presenta la estructura.
– Entonces, la idea nace de esa necesidad que tienen tus alumnas de poner de manifiesto la discriminación que sufren las mujeres a lo largo de su vida
Creemos que el arte tiene que ser transformador, no puede ser mero entretenimiento. Tenemos una herramienta maravillosa para poder remover conciencias y por eso lo hacemos. Eso es el motor de todo. Ya está bien, eso es lo que venimos a decir. En el cortometraje vemos cómo la protagonista es víctima de actos de micromachismo que hacen que su personalidad se vaya deformando. En la primera escena del corto, vemos a dos niños y a una niña interactuando, y la madre pide que haga las labores del hogar solo a la niña mientras los chicos pueden seguir jugando. Ella tiene que hacer lo que la madre le dice, pero el niño no. Quiere jugar al fútbol pero es la última elegida. Cuando es adolescente sufre la presión de tener que maquillarse los labios de rojo, el que la insulten por la calle, la sensación de inseguridad de las discotecas… por eso, cuando es adulta, decide centrarse en lo que la sociedad le manda que es ser madre y cuidar de la casa y mi familia; ser la que sustenta el hogar desde dentro.
– ¿Hay más machismo en los pueblos que en las ciudades?
No sé lo que piensan mis alumnas, pero yo percibo que sí. Lo tradicional está mucho más arraigado en los pueblos, pero no solo en las pequeñas localidades, he trabajado en la zona del Polígono Sur de Sevilla y tienen ideología muy cerrada. En mi experiencia personal te diré que he vivido en el Norte de España y siento que, en general, la mentalidad es más abierta que en el Sur.
– En el corto aparecen niños interactuando con juegos propios de los años sesenta y setenta, como son los cromos, el elástico… ¿Reconocían estos juegos y sabían cómo jugar?
No sabían. Algunas me decían que sus abuelas les habían explicado que a los cromos había que darles la vuelta, pero ellas no conocían esos juegos. A día de hoy, la era digital arrasa muchos campos. Hay un salto generacional. Trabajo con jóvenes y veo que construyen las relaciones desde lo digital, incluso relaciones sentimentales con personas a las que no ven nunca. La relación empieza y termina ahí. En la expresión corporal ha habido un gran retroceso, antes se jugaba en la calle y ahora no es tan dinámico.
– Además de los juegos, hay una recreación de la época que se aprecia tanto en el vestuario como en los elementos de atrezzo.
Los cromos y los cómic que aparecen en escena son de los años sesenta, me los cedieron las madres
de las persona que participan en el corto. Respecto al vestuario, algunas de las niñas que aparecen en
el corto llevan el vestido de su propia abuela.
-A lo largo de la narración vemos que la protagonista lleva un colgante que es el ala de una mariposa. ¿Tiene algún simbolismo?
El ala de una mariposa, que es la A de Se acabó, y que la protagonista lleva toda su vida colgada del cuello, es el símbolo de que quizás no pueda emprendar el vuelo porque con un ala es difícil o imposible volar.
– Aunque las personas que aparecen en el cortometraje están recibiendo clases de interpretación, no son actrices profesionales. ¿Cómo las ayudaste a construir sus personajes?
Me gusta mucho ensayar, improvisar y trabajar desde el local de ensayo; y que desde esa improvisaciónconstruyan una figura que sea cercana a ellas. Laura Bernal, que hace de Carmen en el cortometraje, es un niña muy inteligente, tiene una gran oratoria que, a veces, es incluso compleja; esa capacidad la usamos para construir. Su personaje tiene algo de renegar de lo que ve, de analizar y pensar y de no dejarse llevar por la ola. El mayor reto fue la fisicalidad, el cómo ella va creciendo. Queríamos trabajar con las alumnas del taller pero no todo el mundo tiene las mismas características físicas. Susana Villegas es la actriz que hace de adolescente, no es del pueblo y es actriz profesional. Y la persona que intepreta a la protagonista en la edad adulta es Laura Alfonso, madre de la niña protagonista en la vida real.
– ¿Cómo preparaste a Laura Alfonso para afrontar su papel?
Ella no es actriz profesional. Le tuve que insistir mucho, porque no tenía otra opción. Era muy difícil encontrar a una persona que se pareciese físicamente a la niña protagonista con los medios que teníamos. Ella no quería hablar sola en escena, se sentía muy insegura. Así que grabamos el final con ella y las alumnas al lado, como forma de crear un ambiente seguro y de confianza.
-Hay un momento bastante emotivo en el corto en el que Carmen, ya adulta, acepta su realidad.
En esa escena yo veo a mi madre y veo a todas las madres de Andalucía. Nuestra generación ha sido criada por mujeres que se dedicaban a su casa y sus hijos. En mi casa, mi madre siempre ha realizado las tareas del hogar aunque, según crecíamos, echábamos una manos los sábados pero mi padre no limpiaba nunca. Esa escena fue un momento de verdad. Al final, en lo diario, en lo rutinario está la verdad.
Efectivamente, el cortometraje esá rodado íntegramente en Marchena. Tuve ayuda de la Delegación de Juventud del Ayuntamiento de la localidad. Aunque no resida allí, conozco el pueblo porque llevo muchos años trabajando en él. Rodamos en la zona Santa María porque es un lugar que te traslada a otra época. Era muy significativo que los niños jugasen en el albero, rodeados de árboles y con las fachadas blancas detrás. La luz natural era preciosa, mucho más generosa que rodar en callejones.
– Tenías una historia, a las actrices ideales y todo un pueblo con excelentes localizaciones; pero… ¿Cómo consigues la financiación para arrancar el proyecto desde el punto de vista técnico y logístico?
El Ayuntamiento de Marchena nos dio impulso económico. Y yo, quizás por trabajar en cine y teatro, conozco a gente cercana que confía en mí y se presta a colaborar como, por ejemplo, Javier Oliver (Killo Films) al que le conté el proyecto y se sumó. Lo hemos hecho con muy pocos medios y pidiendo muchos favores que, por suerte, se vieron respondidos. Realmente, el cine andaluz está copiando una imagen de algo que realmente no es nuestro como las alfombras rojas, el photocall… El cine y el teatro que se hace aquí no es nada glamuroso. Hay mucha precariedad. La cultura en Andalucía es precaria.
– ¿Por qué decides dar el salto a la dirección después de tantos años dedicados a la interpretación?
Por edad y por necesidad, y me gustaría seguir dirigiendo. Creo que ha llegado el momento de contar mis propias historias a mi manera. De hecho, estamos preparando un segundo cortometraje, también en la localidad de Marchena y con el mismo equipo, se llama Manitas y contará con la colaboración de Belén Lario.