El Festival de Sevilla acude a grandes cineastas europeos como Ferrara, Rosi, Petzold y Clay para mostrarnos, sin censuras, los recovecos más perversos, terroríficos y placenteros del alma (y lo que no es el alma) humana

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8 Nov 2020
Alejandro Ávila
the nest

Bellos monstruos, sueños sin fin, intrusos libidinosos y realidades terroríficas que superan toda ficción. Las primeras obras de la sección oficial del Festival de Sevilla han trazado un panorama del cine europeo sin tabúes ni mordazas. No importa que sea el sexo libre en la Inglaterra puritana del siglo XVII, el Oriente Medio en pie de guerra o un monstruo marino en el Berlín contemporáneo.

Las líneas entre realidad, ficción y sueño se desdibujan para ofrecernos un cine sin complejos, donde una bella bestia ficticia puede emerger en pleno siglo XXI, mientras los reales cortan cabezas a dos horas de vuelo.

Ondina. Christoph Petzold

El director alemán Christian Petzold nos sumerge en la cultura popular germana. Lo hace con Ondina, un ser mitológico con forma de mujer, relacionado con las ondinas, ninfas, nereidas, sirenas y demás criaturas acuáticas. Como en el cuento de La sirenita, Undine (Paula Beer, Oso de Plata en la Berlinale) es un ser traicionado por el mismo amor que la sacó del fondo de su pantano.

Todo esto ocurre en el Berlín moderno -Ondina trabaja como guía en un edificio histórico- y transita entre las duras superficies urbanas de la capital germana y las hipnotizantes imágenes subacuáticas, donde cualquier tipo de magia parece posible. Su juego entre la actualidad y la fantasía nos sumerge en un acuoso mundo mágico, donde la fantasía se impone al realismo, a pesar de que en la realidad cotidiana esté plagado de ondinas traicionadas, que le vuelven a dar una oportunidad al amor.

 

Notturno. Gianfranco Rosi

Los monstruos reales emergen de la noche, no de lagos berlineses, y se proyectan en las pesadillas de los niños. Bajo su apariencia humana, ocultan un infierno de odio, crueldad y violencia. Y Gianfranco Rosi los ha estado observando. O, para ser más exactos, ha estado observando a sus víctimas, esas que viven abstrayéndose del horror vivido. A ellas, les regala Rosi una polémica puesta en escena, en la que ficción y realidad se desdibujan, en aras del éxtasis estético.

En cualquier caso, Notturno es una hazaña en sí misma. Rosi, que sorprendió a la cinefilia europea con sus anteriores obras, Sacro Gra y Fuoccoammare, se sumerge durante tres años en los horrores de Oriente Medio, encargándose del guion, la dirección y la fotografía de su películas.

En la guerra cotidiana, el burbujeo de las shishas se confunde con el ruido metálico de las metralletas, mientras una pareja intercambia palabras de amor. Paradójicamente las escopetas de caza escupen paz en los apacibles campos de paz, mientras una inocente pared escolar se convierte en el peor museo de los horrores infantiles, con decapitaciones, hogueras y torturas, a manos del ISIS.

En Notturno hace mucho frío. La esperanza apenas se cuela por las rendijas de la belleza fotográfica, dejándonos desesperanzados, exhaustos, tristes. Rosi ha bajado al infierno y no nos ha escatimado ni una llamarada.

 

Siberia. Abel Ferrara

El neoyorquino Abel Ferrara no ha dudado en sacar toda la artillería pesada para conmocionarnos con Siberia. Protagonizada por Willem DafoeSiberia podría ser perfectamente el reverso tenebroso de El árbol de la vida de Terrence Malick. Una auténtica pesadilla compuesta por una sucesión de imágenes oníricas que apelan a nuestro subconsciente a través del fuego, el hielo, las cavernas, el sexo, el baile y la violencia explosiva.

Si la obra maestra de Malick nos mecía en un dulce sueño a la infancia, la película de Ferrara nos lleva, a través de sus memorias y creencias, al viaje alucinado de un anciano que presiente su propia muerte y navega a través de sus imágenes y recuerdos. Ferrara, en definitiva, nos mantiene pegado a la butaca esperando, con ansia y fascinación, la locura de la próxima escena.

 

Fanny Lye Deliver’d. Thomas Clay

¿Quién es el humano? ¿Quién el replicante? Tiene pinta de que Thomas Clay se lo ha pasado en grande con su último largometraje. Ha horneado Funny Games (Michael Haneke), lo ha aderezado con Los odiosos ocho (Quentin Tarantino), lo ha cocido en la Inglaterra puritana del siglo XVII y le ha puesto la guinda del empoderamiento feminista, con una sorprendente protagonista, Fanny (Maxine Peake).

¿Qué mayor tortura hay para una piadosa y puritana familia? La libertad, el sexo. Serán los ingredientes claves con los que dos desconocidos sacarán de sus casillas (y lo que no son las casillas…) a la triste familia encabezada por un Charles Dance, célebre ya por su papel en Juego de Tronos, por su papel como el temible Tywin Lannister.

Clay juega hasta el último suspiro al juego de espejos de héroes y villanos, sorprendiéndonos (y diviertiéndonos) a cada paso con una nueva ocurrencia y una apuesta que sube hasta el paroxismo, mientras nuestro lado más perverso le aplaude de emoción a una película, en la que hasta  el propio título parece jugar con la del director austriaco Michael Haneke, Funny Games.


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