Día 4: Fantasmas de la España profunda
Iniciamos la segunda crónica con ‘A desert’, donde nos encontramos con un punto de partida interesante, en el que veremos a un fotográfo en horas bajas recorrer la parte más desértica de Estados Unidos en busca de edificios abandonados o estructuras en ruinas para un nuevo proyecto que está realizando. En este viaje se encontrará con un par de extraños que le complicarán las cosas, por decirlo de una forma que no estropee la película.
El debut de Joshua Erkman se siente como la primera película de un recién salido de la academia de cine. Trata de profundizar en varios temas, siendo tantos que al final no consigue nada realmente interesante en ninguno. Vemos representada una Estados Unidos crepuscular, tanto por sus personajes como por los entornos en los que se mueven, y esto es lo mejor del conjunto. Tiene dos partes claramente diferenciadas, siendo la primera donde más vemos sus virtudes y la segunda donde se evidencian sus carencias.
Por un lado, en su primera mitad, hay un manejo de la tensión entre el protagonista y el resto del mundo: su mujer, su agente, su vena artística y los dos extraños mencionados anteriormente. En su segunda mitad, este manejo de la tensión es inexistente y da paso a una especie de thriller que podríamos encapsular dentro del cine negro donde todo se alarga en exceso y se toman decisiones arbitrarias donde parece que su significado sea demostrar que su director es capaz de hacer de todo: slasher, thriller, cine negro, elementos experimentales y crítica social. Es apreciable ver tantos elementos distintos en una misma película, pero en mi opinión falla al apuntar hacia tantos sitios al mismo tiempo.
Seguimos en Auditori con ‘Escape from the 21st century‘, una de las mayores locuras que he visto en mi vida. Su premisa ya es lo suficientemente loca como para justificar lo que acabo de decir, pero no es ese el motivo. En resumen, ‘Escape from the 21st century’ va sobre tres adolescentes que en 1999 caen a un agua llena de residuos tóxicos, dándoles el curioso don de viajar en el tiempo cada vez que estornudan. Más concretamente, 20 años, de forma bidireccional (si estornudan en 1999 van a 2019, y viceversa).
El productor Lizhou Hu al presentarla en el Auditori dijo que es una carta de amor a aquello que amábamos de adolescentes y que ahora forman una parte fundamental de nuestra persona. Cosas como los videojuegos, el cine de acción, la animación o el manganime son los pilares de esta película, y cuando llevas diez minutos las palabras de Lizhou Hu cobran todo el sentido del mundo. En esos diez minutos has recibido más estímulos que en varias películas completas de las vistas en el festival.
No es una mezcla entre animación y acción real, pero si tiene momentos donde usa la animación para darle más fuerza a los combates. No es que veamos nada que nos recuerde a un anime o videojuego en particular, pero se nutre constantemente de las virtudes de ambos medios. Lo meritorio reside en que no se una amalgama de momentos guays, tiene una historia que contar sobre el miedo al futuro, a crecer y a tomar decisiones que nos puedan influenciar durante toda nuestra vida.
‘Escape from the 21st century’ es una de las grandes sorpresas del festival, consiguiendo alargar su exceso durante casi dos horas sin llegar a cansar a pesar de ser irregular por momentos. Su capacidad para hilvanar comedia surrealista con escenas de acción bien coreografiadas y jugar con el CGI sin miedo al ridículo la hace muy divertida y recomendable para aquellos que quieran envolverse de su locura.
No nos despegamos de nuestro asiento de la sala más grande del festival con ‘Ick‘. Joseph Kahn vuelve al cine de terror adolescente en lo que parece una extensión de lo visto en ‘Castigo Sangriento’. Usando la parodia como forma de homenaje, construye una divertida comedia de terror donde vemos a Brandon Routh combatiendo una especie de raíz viscosa que lleva años creciendo por todo el pueblo pero nadie dice o hace nada al respecto.
Todo esto mientras de fondo suenan canciones como The Reason de Hoobastank (la del mítico anuncio de Schweppes protagonizado por Eduardo Noriega), Higher de Creed y otras canciones de finales de los 90 e inicios de los 2000, la época donde nuestro protagonista sigue estancado.
La película arranca con un prólogo maravilloso donde vemos al Joseph Kahn más inspirado (el de los créditos iniciales de ‘Castigo Sangriento’ o las escenas más alocadas de ‘Torque’), contándonos la historia de como nuestro protagonista pasó de ser un prometedor jugador de fútbol americano a profesor de ciencias.
Unos minutos iniciales plagados de recursos visuales (hay una elipsis de diez años fantástica) para dar paso a una puesta en escena más relajada durante el resto de la película, menos llamativa, con ciertos despuntes de ingenio para demostrar que en ningún caso Joseph Kahn quiere ofrecer la típica película que se conforma con poco.
Funciona a las mil maravillas como evocación a esas comedias adolescentes tan de los 2000, pero sin caer en la nostalgia barata. Intenta tantas veces ser ingeniosa que en algún momento se pasa de rosca y es fallida, pero es preferible eso a caer en el conformismo y la falta de ambición. Su sátira sobre dos temas en concreto como las falsas nuevas masculinidades (los conocidos falsos aliades) o la sociedad estadounidense actual le dan ese extra para que sea algo más que otra parodia/homenaje al cine de terror para adolescentes.
En Tramuntana y con ‘Bodegón con fantasmas’ cierro mi cuarto día en Sitges, siendo uno de los mejores días del festival con diferencia. Dejando de lado el decepcionante inicio con ‘A desert’, a la sorpresa de ‘Escape from the 21st century’ y la confirmación de que Joseph Kahn sigue siendo un director poco conformista e inquieto visualmente se une la que para mi es una de las películas españolas del año.
‘Bodegón con fantasmas’ es una antología de cinco historias sobre fantasmas en un pueblo de Castilla-La Mancha. La ópera primera en el largometraje de Enrique Buleo da un paseo por la España profunda, hogar (todavía) de la opresión femenina y homosexual, la fe ciega y la soledad. Especialmente la soledad.
Siempre desde un prisma cómico, con algo de mala leche, dialoga sobre estos aspectos de la vida rural en esos pueblos españoles abandonados por el resto de la sociedad, donde se vive a un ritmo diferente y con un pensamiento colectivo distinto. Me recordó a ‘Espíritu Sagrado’, una de las grandes joyas del cine español de los últimos años.
Día 5: Sitges demuestra su variedad
El anime siempre es un habitual en Sitges y aunque este año no haya ningún título grande ni demasiada variedad, ‘Anzu, gato fantasma’ me llamó la atención desde que vi como lucía su animación. En la proyección a la que asistí, los directores Nobuhiro Yamashita y Yôko Kuno presentaron la película. Explicaron que, al usar una técnica como la rotoscopia, Nobuhiro Yamashita se encargó de rodar las escenas de imagen real mientras que Yôko Kuno se encargó de la animación en esas escenas, que esencialmente consiste en animar por encima de lo rodado.
Este trabajo está ejecutado a las mil maravillas, siendo la animación su mayor baza. La fluidez que muchas veces no es óptima en películas que usan rotoscopia, aquí no está presente, luciendo en todo momento una plasticidad y dinamismo enormes. Si a esto le añadimos su estilo artístico cozy, tan cálido gracias a sus colores pastel y su diseño de personajes alejado de lo que se suele ver en el anime, tenemos una película que entra por los ojos.
Las pegas llegan cuando hay que hablar de su guion. Potencial había, otras películas que cuentan algo parecido como ‘El viaje de Chihiro’ o ‘Los niños del mar’ bien lo demuestran, pero parece que toda la ambición se ha ido en el apartado visual y han dejado muy poquito en este aspecto. Cuando estás viendo una historia que ya te han contado otras veces, necesitas un extra para conectar con ella, y ese extra son sus personajes, que en ‘Anzu, gato fantasma’ no tienen demasiada importancia.
Los yokai son simpáticos y enriquecedores para la trama en cuanto a mostrarnos parte del folclore japonés. Es la parte humana la que falla por tardar demasiado en explotar dramáticamente y por no desarrollar lo suficiente a los personajes. Somos conocedores de los problemas que tiene la protagonista con sus padres pero una vez planteado no tiene mucho recorrido. No son lo suficientemente tridimensionales como para empatizar con ellos, y no es que esto mate a la película, pero le resta muchísima relevancia, quedándose como una producción simpática y agradable (que no está mal, pero podría ser más).
Ahora, vamos al lado opuesto de lo que identifica a ‘Anzu, gato fantasma’. De lo simpático y agradable nos vamos a lo sucio e incomodo con ‘Un cuento de pescadores’, producción mexicana en la que presenciamos como una maldición sobrevuela e intoxica a un pueblo y sus habitantes.
Tan solo decir esto ya se me viene a la cabeza el manga ‘Uzumaki’ de Junji Ito. Es una lástima que no hubiese un Q&A después de esta proyección porque me quedé con las ganas de preguntarle a su director Edgar Nito la posible influencia que había tenido el autor japonés en su película. Desde lo malsano de todas las historias, pasando por su estructura e incluso alguna referencia a otras obras como ‘Gyo’ o ‘Tomie’ me recuerdan a él.
Por fortuna, ‘Un cuento de pescadores’ no es una adaptación de ninguna obra de Junji Ito (viendo como han salido todas, digo) ni tampoco referencias vacías. En esta antología camuflada, a través de diferentes personajes presenciaremos como la miringua (lo que definen ellos como la enfermedad) les afecta en su vida y en la del pueblo entero. Historias sobre la paranoia, la obsesión o negar quienes somos realmente se mezclan con la mitología mexicana (rituales, fiestas) y una atmósfera opresora.
Lástima que, en su intento por no parecer una antología, sea caótica por momentos y la conclusión de las historias no está a la altura del resto. Su espectacular (aunque modesta en recursos) puesta en escena, creando espacios terroríficos y momentos inquietantes compensan sus puntos flacos convirtiéndola en uno de los visionados más memorables de esta edición.
La última bala del cartucho de hoy es ‘Canina’, uno de los estrenos importantes de la temporada solo por tener a Amy Adams (pletórica, lo mejor del conjunto) de protagonista y a Marielle Heller dirigiendo/guionizando. Dentro de su envoltorio de película comercial se esconde un ácido comentario sobre la maternidad, exponiendo que quizá no es tan idealizable como se suele ver en el cine y la cantidad de sellos identitarios de los que se despojan las mujeres al tener un hijo.
Por eso su media hora inicial es lo mejor, ya que ahí es donde se expone la práctica totalidad de su discurso, acertado y feroz, pero con menos fuerza de la que debería al tener como protagonista una mujer privilegiada a la que realmente la vida no podría irle mejor. Tampoco ayuda la exagerada literalidad de todo lo que ocurre en la película. Lo que debería ser una voz interior, es un monólogo y la analogía de la protagonista convirtiéndose en un perro para así liberarse y empoderarse, no se puede decir que sea original ni brillante (aunque si divertida).
A partir de ese buen inicio, se convierte en un film redundante con un conclusión demasiado cobarde para el mensaje que trata de lanzar y que choca un poco con él. Es una comedia divertida pero que va desinflándose hasta su decepcionante final. Por los moldes que tiene, podría y debería haber sido mucho más.