Día 1: En ocasiones veo muertos
Como cada año, paso por la zona de la sala Tramuntana para recoger la acreditación y me dirijo al Auditori para ver ‘Presence‘, la película inaugural y una de las que más expectativas levantaba de todo el festival. La nueva película del veterano director Steven Soderbergh se presentaba como algo innovador dentro del cine de terror y venía precedida de buenas críticas tras su paso por Sundance. Quizá este sea el motivo por el que muchos salieron decepcionados de la sala, pero quien conozca a Soderbergh sabe como es él y como son sus películas.
Aparentemente, leyendo su sinopsis, estamos ante una película de casas encantadas normal y corriente, pero el giro viene cuando sabemos desde su inicio que estamos viendo todo desde el punto de vista de la presencia paranormal y no de sus protagonistas. De ahí viene su proclamada innovación en el género y en cierta manera, es verdad. Curioso que el mismo año se haya estrenado otra película que hace lo mismo pero con el slasher, ‘De naturaleza violenta‘, y coinciden en lo que más me gusta de ambas: llevan esta idea hasta el final, sin quedarse a medias.
En ‘Presence‘ seguimos la acción desde los ojos del fantasma que habita en la casa. A través de diferentes planos secuencia, vemos el día a día de la familia protagonista, que se acaba de instalar en la vivienda. Decir que es una película de terror, me parece muy atrevido. Tiene elementos relacionados con el género, pero la realidad es que estamos ante un drama familiar donde la tensión o el terror apenas están presentes. Esto no influye en lo buena o mala que sea la película, pero si creo que merece la pena comentarlo por como se está vendiendo.
Lo más destacable es como Soderbergh construye a la familia, mostrándonos diferentes momentos del día a día para conocer a los personajes, haciendo énfasis en las dinámicas que tienen entre ellos y hablando sobre problemas habituales en las familias, que desde dentro no se ven pero desde fuera son palpables. Una madre ausente para su hija pero muy presente para su hijo, la presencia de alcohol en la casa como relajante o secretos familiares entre padres e hijos.
Es cierto que su ingeniosa premisa no la beneficia en todo momento. Hay tramos donde la película no fluye demasiado bien por los constantes cortes a negro, pareciendo una amalgama de escenas sin demasiada relación entre ellas. Puede que esto sea una tontería, pero ya que seguimos a un ser fantasmal, habría sido un buen detalle no notar que quien está grabando está caminando cuando debería flotar, pero supongo que eso dispararía el presupuesto. En cualquier caso, esta incursión de Steven Soderbergh en el cine de terror acaba siendo interesante y reflexiva con la situación de los adolescentes en Estados Unidos.
A continuación tenía que ir al Prado para ver ‘Memorias de un caracol‘, pero el retraso de veinte minutos en ‘Presence‘ me impidió llegar a tiempo así que no pude entrar y ahí acabo mi inauguración particular de Sitges.
Día 2: Body Horror en forma líquida
El segundo día ya se desarrolló sin accidentes horarios y conseguí ver tres películas, yendo claramente de peor a mejor. Empecé con ‘Centaures de la nit’, película catalana dirigida por el particular Marc Recha, que no deja indiferente a nadie con sus obras. Para esta ocasión, rodó la mayor parte del metraje en el Monestir de Poblet, un monasterio ubicado en Tarragona bastante popular entre los locales. Un grupo de personas ciegas (no solo los personajes, casi todos los actores eran invidentes) va de excursión al mencionado monasterio y vemos sus aventuras allí.
No se puede negar su capacidad para generar imágenes preciosas. El uso de la localización es fantástico, sacando el máximo provecho posible al lugar. La fotografía en blanco y negro de Peter Zeitlinger y la iluminación hace creernos que estamos en una ensoñación, y en sus primeros diez minutos, cuando vemos como Alex, el protagonista, parece estar en un dilema crepuscular, nos hace pensar que estamos ante una obra trascendental y que tiene algo que contar. La realidad es que a los veinte minutos te das cuenta que no hay ningún rumbo en ella, ninguna dirección en concreto.
Va dando tumbos, de las tropelías que hace el grupo de invidentes a las aventuras en solitario de Alex, pero sin llegar a una conclusión. Por lo tanto, acaba siendo un cascarón (precioso) vacío, que en ningún momento llega a conseguir generar el suficiente magnetismo como para que la historia no nos importe y nos dejemos llevar. Llega a puntos de comedia involuntaria por culpa de algunos diálogos demasiado estirados y estrafalarios, no ayudando en absoluto la nula experiencia de casi todo el reparto ni tampoco lo limitado de aquellos que si son actores.
La segunda fue ‘Exhuma‘ de Jang Jae-Hyun, un thriller surcoreano de los que tanto gustan en este festival y que nunca pueden faltar a la cita. La película nos cuenta la historia de una familia maldita que contrata a unos expertos en chamanismo y extracción de tumbas para incinerar el cadáver un familiar, creyendo que es culpa de este la maldición que cae sobre ellos. Con todos estos elementos, más la presencia de Choi Min-Sik (‘Old Boy‘), el potencial que tiene sobre el papel es enorme.
Lastimosamente, no aprovecha ninguno de estos elementos para hacer algo memorable. Si bien no hace nada especialmente mal, tampoco destaca en nada. Tiene buenas escenas de rituales que nos sirven para conocer mejor como funcionan este tipo de actos en Corea del Sur pero acaban siendo demasiadas, perdiendo impacto en el espectador. Lo mismo ocurre con sus minutos finales, con un climax alargado de más y un giro de guion que funciona cuando sucede pero se va desinflando.
Hay algún destello visual que llama la atención, pero por lo general, es un trabajo cumplidor dentro del estándar surocoreano y no mucho más. No solo en el apartado visual, se puede decir esto con la película en general. Se agradece, eso si, el trasfondo político-histórico sobre la relación entre Japón y Corea. He leído a mucha gente comparándola con ‘El extraño‘ pero creo que eso es lo único que tienen en común.
Acabamos por todo lo alto con ‘La sustancia‘, la película que más he disfrutado hasta ahora y también una de las que más he disfrutado desde que empecé a ir al festival hace cuatro años. Intentaré no destriparla mucho a pesar de mi entusiasmo porque considero que es mucho mejor ir a verla sin saber demasiado, pero daré unas pinceladas sobre su argumento. Demi Moore interpreta a Elizabeth Sparkle, una actriz venida a menos en una edad complicada para ejercer esta profesión. De repente, recibe un pendrive con información sobre un producto llamado La sustancia, que le promete crear una nueva versión de si misma pero mucho más joven y hasta aquí puedo leer.
La francesa Coralie Fargeat (‘Revenge‘) escribe y dirige esta película, con una mala baba impresionante pero también un grandísimo sentido del humor, tanto físico como dialogado. Es una sátira sobre como el mundo entero gira sobre la idea de que las mujeres no pueden envejecer en el mundo del cine o la televisión. De que algo inevitable como el paso del tiempo las condena al ostracismo y la falta de oportunidades. A la misma vez es un drama sobre llevar fatal envejecer, consecuencia de ese miedo a quedarse fuera de la vida privilegiada que estaba viviendo.
Su puesta en escena es prácticamente impecable. En contraste con los temas tan feos que trata tenemos a la preciosidad de sus imágenes, sus entornos impolutos y una ligera obsesión por la simetría (esa referencia a ‘2001: Una odisea en el espacio‘ algo quiere decir). Es una película bonita, al menos en lo visual, pero también grotesca cuando entra en juego el body horror (expresión que define la película a la perfección). Hay ecos de David Cronenberg, por supuesto, pero también de la TROMA o de Frank Henenlotter (‘Brain Damage‘, ‘Basket Case‘, ‘Frankenputa‘) sin caer en la nostalgia absurda.
El reparto está formado principalmente por Demi Moore, Margaret Qualley y Dennis Quaid, mostrando todos la mejor versión de ellos mismos. Todos están pasados de vueltas, como exige esta locura, y todos están implicados al máximo. A Margaret Qualley si se la ha visto desbocarse de esta forma en el anuncio que dirigió Spike Jonze para la marca de perfumes KENZO, pero lo de Demi Moore y Dennis Quaid es muy sorprendente. Moore ofrece una interpretación desgarradora, tremendamente física y sin miedo al ridículo.
Dennis Quaid, por su parte, es lo más cerca que hemos estado de ver un biopic del antiguo propietario de la WWE, Vince McMahon. Para quien no esté ubicado en el ámbito de la lucha libre, casi se podría decir que es el Harvey Weinstein de esa industria. Su personaje no llega tan lejos, pero lo que se intuye es casi más repugnante que lo que se ve. Cada vez que aparece se come la pantalla (en algunos planos casi literalmente). No goza de mucho tiempo en pantalla pero cada minuto que sale es memorable.
La atmósfera malsana que se crea entre la repetición de un patrón y la machacona (muy destacable) banda sonora consigue meterte hasta el fondo en la obsesión de Elizabeth Sparkle por no dejar de ser joven, hasta que llega su último acto y empieza la fiesta. Es de esas cosas que uno pagaría por olvidar y volver a disfrutar desde cero en una sala llena como estaba el Auditori. Coralie Fargeat consigue el equilibrio perfecto entre la festividad que le pide el espectador de cine de terror y una historia trascendente y reflexiva. Una maravilla difícilmente superable este año.
Día 3: Zombies franceses y turistas ingleses, mala combinación
En el día de hoy no nos movemos del Auditori. Comenzamos con la francesa ‘MADs‘, que para que haceros una idea, es una fusión entre ‘Rec‘ y la serie ‘El Colapso‘. Rodada en un solo plano secuencia, nos muestra el inicio de una plaga de infectados en Francia, llevándonos de la mano de varios adolescentes a los que les pilla todo esto en medio de una fiesta. Drogas, alcohol y una epidemia de infectados, que podría salir mal.
El plano secuencia o travelling es un recurso muy espectacular pero también es un arma de doble filo. En pequeñas dosis, usándose con algún significado, le da una fuerza tremenda a la escena, pero en películas como esta donde el plano secuencia ocupa la totalidad del metraje es fácil que salga mal. El esfuerzo titánico que debe ser rodar una única secuencia de 80 minutos se lo reconozco a ‘MADs‘, pero no le sienta bien.
La falta de elipsis debido a ese condicionante hace que tengamos escenas donde no ocurre nada y simplemente estamos viendo al protagonista ir del punto A al punto B. Escenas largas, además. Esto lastra el vertiginoso e inquietante inicio, teniendo demasiados momentos valle donde no ocurre nada. Con elipsis no tendría mucho sentido la existencia de ‘MADs‘ ya que es el plano secuencia lo que le da sentido, pero esto no quiere decir automáticamente que funcione.
Viéndola se me ha venido a la cabeza ‘Vermines‘, el título no apto para personas con aracnofobia que se pudo ver en la pasada edición del festival. También ocurre en Francia, también va sobre una epidemia (de arañas en este caso) y también recuerda a ‘Rec‘. Sin ser un solo plano secuencia es mucho más dinámica e intensa y teniendo en cuenta la situación de caos que quiere generar ‘MADs‘, le hubiese ido muy bien ser más cañera.
Otra a la que le hubiese venido bien tener un poco más de sangre en las venas es a la película con la que despido esta primera crónica. ‘Get Away‘ viene bajo el brazo de Nick Frost, que acude al festival junto con el director Steffen Haars para presentarla (también ‘Krazy House‘, donde coinciden de nuevo) y recibir el premio Màquina del Temps en honor a su carrera y aportación al cine fantástico. Todos los que conocemos a Nick Frost sabemos el tipo de humor y tono que suelen tener sus películas (‘Zombies Party‘, ‘Arma Fatal‘, ‘Attack on the block‘, etc): absurdo, macarra y brutal. Ojalá ‘Get Away‘ hubiese ido por ese camino.
Estamos ante una comedia mediocre, con algún momento divertido y simpática en general, pero fácilmente olvidable. Se la juega casi todo a un giro de guion que más allá de verlo venir o no, se alarga demasiado y pierde todo el impacto que podría tener. No solo eso, sino que la falta de fuerza que se intuye en sus inicios es aún más notoria cuando se pone en modo festivalero (me ilusioné cuando sonó Run to the Hills de Iron Maiden). En el guion de Nick Frost hay buenas ideas pero en general utiliza elementos muy trillados y no es que consiga hacer algo interesante con ellos.
Como digo, es tan inofensiva y ligera que no molesta su visionado, pero es una forma muy descafeinada de cerrar este primer artículo. Espero que el siguiente sea un poco más salvaje.